Todos conocen la historia. Una antología de autores hispanoamericanos y españoles editada por la dupla chilena Alberto Fuguet y Sergio Gómez, inspirada (en parte) por un escandaloso rechazo editorial estadounidense supuestamente “por carecer de realismo mágico”, por no ajustarse a las expectativas de exotismo o tropicalismo extranjeros y arrodillarse ante el “arcángel San Gabriel” (García Márquez, obvio), por no creer que en América Latina “todo el mundo anda con sombrero y vive en árboles”, como elaborarían los editores en el polémico prólogo.
En 1996, junto al movimiento-manifiesto Crack, McOndo provocó una pequeña revuelta en las letras latinoamericanas de los noventa, y sigue siendo un punto de referencia hasta el día de hoy. Pero, ¿cómo? De todas las antologías de cuento o poesía, McOndo se encuentra entre las más citadas, y eso, a pesar de (o a lo mejor gracias a) las reacciones viscerales que provocó en la crítica de prensa y de la academia que en ese momento se vieron poco dispuestas a entender las preocupaciones legítimas y las soluciones artísticas de esta nueva horneada de autores.
Thomas Nulley-Valdés: ¿Me puedes contar acerca de los orígenes de McOndo? Tu “historia personal de McOndo”, por decirlo así. ¿En qué medida es McOndo autobiográfico?
Alberto Fuguet: Yo creo que sí en el sentido no literal, obviamente. En esa época estaba a la deriva, no sentía pertenecer a nada, o de nadie, incluso en los talleres de José Donoso y Antonio Skármeta no me sentía parte de los “jóvenes escritores” que asistían. Solamente conectaba de verdad con los dos escritores mayores que impartían los talleres. McOndo, en ese sentido, es como pulir my daddy issues. Estaba, sin duda, ese deseo de tener amigos, de no ser el único curioso, raro, supuestamente híbrido de América Latina. Quería formar una banda. No ser el vocalista sino ser parte de algo más. Quizás era algo como una suerte de “Boom” envy. Yo sentía que, si bien en la “Zona de Contacto” (suplemento juvenil del diario El Mercurio con ciertas inclinaciones literarias) había gente parecida a mí —algo que en Chile me había dado algún grado de comodidad y un safe space—, ¿cómo no iba a haber en América Latina escritores así más o menos de mi edad? Es decir, si acá en el fin del mundo, pre-internet, armamos Cuentos con walkman, cómo no iba a encontrar pares en Hispanoamérica. Andaba buscando como doppelgängers, quizás. Pensaba que tenía que existir gente que escribiera —aunque no exactamente como yo—, pero al que le interesara el rock, el pop, el cine, Manuel Puig, that we had values in common. Y creo que de alguna manera sí había, pero que estaban dispersos o por debutar por escrito.
En segundo lugar, en Chile estaba rodeando la idea de las antologías. Al momento de sacar McOndo, ya había participado en al menos tres, y, después, con la “Zona” nosotros también habíamos hecho Cuentos con walkman, una selección de textos de autores menores de 21 o 22 que antes habían aparecido publicados en el suplemento. Existía una obsesión por hacer antologías, era algo como que estaba en el agua. Era la moda. Era el nuevo estilo de baile de esa época, al menos acá. Entonces para mí la idea de armar una no era para nada extraño.
Además, como había sido alumno de José Donoso, sentí que, si alguna vez gente que conocía había hecho un “Boom”, de alguna manera yo también podía hacer uno. A lo mejor en mi inconsciente había una sensación que nosotros éramos los próximos. Y como nadie me estaba invitando a ningún proyecto lo hice, y sobre todo a partir de una invitación con una especie de cheque en blanco de Grijalbo que ofrecían publicarlo no solo en Chile, sino en España y México también —lugares difíciles de acceder y donde no había accedido todavía.
Una cosa más, tipo trivia. En mi novela Por favor, rebobinar, que es de fines del 94, uno de los personajes, Baltasar Daza, es un escritor joven con cierto eco. Envidia la capacidad que tiene el rock y la energía del disco Caída libre de su amigo Pascal Barros. Entonces Barros le dice a alguien que lo que desea “es hacer una saga, pero sin caer en la fórmula del realismo mágico. Puro realismo virtual, pura literatura ‘Mc-Condo’. Algo así como La casa de los espíritus sin los espíritus”. El 94, “Mc-Condo” era con guion y C de condos o condones o algo así. También hay una columna que escribí para la Mundo Diners acerca de (creo) Miami y la norteamericanización o neoliberalización de Chile que se llamó creo “McCondo” y esa columna (o texto, como dicen los expertos en “McOndo” que nunca han leído McOndo ni menos mi obra) es del 93.
TNV: Casi todos conocen y reconocen en mayor o menor grado las fallas y las equivocaciones de McOndo. Sin embargo, en la antología misma tú y Sergio dijeron que todo era “un chiste, una sátira, una talla”, ¿crees que se malinterpretó?
AF: Antes que nada, quiero decir que lo de las mujeres me parece una crítica injusta, porque en ese momento dentro de los parámetros que pusimos —de buscar escritores nacidos en los sesenta más o menos y con al menos un libro publicado—, había pocas mujeres. El término paridad no existía o por lo menos no se hablaba de eso. Y yo traté, no sé si enmendar, pero nos hicimos cargo de esa crítica con Se habla español, donde efectivamente hubo una cantidad considerable de escritoras.
Ahora, en cuanto al chiste, primero, alguien que sabe un poco de Freud entiende que los chistes son por donde el inconsciente se libera. Dos, ¡era catchy! ¡era pop! y obviamente la idea fue jugar y coquetear con el Macondo de García Márquez. Aquel que crea que cometí un “deicidio” puede pensarlo, pero cualquiera que se ha criado en el mundo pop a partir de los 60 sabe que incluso una sátira es una forma de reconocimiento. Y este proyecto no intentaba derribar a Gabo, sino guiñar un ojo y reírse un poco de la poca visión del mundo editorial del supuesto primer mundo. Y de alguna manera se logró: mira a todos los latinoamericanos traducidos a otros idiomas, sobre todo al inglés. Ninguno de ellos es realista mágico y algunos ni siquiera sienten que deban escribir acerca de su tiempo o de sus contextos. McOndo se entendió (o se entendió mal) porque a lo mejor no fui ultra explícito y quisimos hacer un prólogo donde la idea era mostrar más que guiar de la mano. Yo sentí que bastaba leer los cuentos para tener una idea de como estaba cambiando el panorama, pero claro, nadie los leyó casi. Los que se obsesionaron con el tema se quedaron con el título y el prólogo. Insisto: puede ser que no me expliqué suficientemente bien. Pero mi impresión era que no hacía falta, me parecía obvio. Había viajado por América Latina y me había dado cuenta de que esto ocurría en todas partes. Y mientras más pobre el país más McOndo era todo: más locos eran los diarios, más loca era la tele, uno no podía creer lo que ocurría.
Yo creo que pequé de inocente. Nunca se me ocurrió que el prólogo sería tema de polémica. A lo mejor si le hubiera puesto un título como “Nuevos narradores latinoamericanos de fin de siglo” hubiéramos sido extremadamente aplaudidos o felicitados. Pero a mí me daba la impresión de que debía tener un nombre catchy.
TNV: Uno de los problemas que tuvo la recepción de McOndo, tal vez, fue que no se reconoció la difícil situación de los autores de tu generación. Esto es algo que los críticos ahora están reconociendo; McOndo como una respuesta a la relación de dominación y dependencia con las editoriales españolas en Hispanoamérica, la balkanización de los campos literarios nacionales en América, la hiperpresencia de los escritores del “Boom”, el horizonte de expectativas politizado y exotizado, y muchos más. ¿Puedes darnos un entendimiento de cómo era la vida de un escritor con ambiciones de internacionalizarse en los noventa?
AF: No sé si mi meta era internacionalizarme. Supongo que sí. Más que llegar a 32 idiomas, quería llegar a Lima, a Monterrey, a Córdoba, a Cali. Lo veía complicado. No estábamos en la época del “Boom” y yo no tenía a Balcells cuidándome. Entonces pensé: quizás una antología de cuentos. Quizás imitar algo de lo que se hizo durante el “Boom”. Un poco fusionar Cuentos con walkman, pero de manera internacional, con España adentro. Otra inspiración era el libro Los nuestros de Luis Harss, pero en vez de entrevistas, mostrar nuestros cuentos. Ya por esa época, sobre todo post Iowa y el ser tildado de poco latinoamericano, me quedó más que claro que nadie iba a hacer una antología a mi manera. Entonces la hice yo. Y si bien he dicho que fue un error, era para tranquilizar mis heridas por el bullying. Pero ya no. Han pasado 25 años de soledad y ahora es mejor celebrar la audacia y locura y, quizás, la capacidad de adelantarse. Ahora que todo se está cayendo a pedazos, América Latina como continente al menos, es más McOndo que Macondo. Una suma de las dos más fuertes dosis de locura, desigualdad, tecnología y locura (otra vez).
TNV: ¿No se entendió entonces?
AF: No quisieron entender. No les convenía entender… pero, ¡cómo no pudieron entender! ¿Eran tontos? No creo: quizás mi otra mirada podía desviarlos de sus prejuicios. Supuestamente estos críticos de McOndo eran gente que había vivido en sus países de origen, era gente bilingüe. No es que no fueran capaces de ver o entender la situación, no querían ver y no les convenía ver. Shame on them, porque no me digas que los críticos que vivían en Connecticut o en Oregon o en Rice University era gente que era underprivileged, o en un vaccuum of ignorance about their motherlands. Quizás les molestó que, de alguna manera, estaba escribiendo sobre ellos. O planteando una forma de entender este displacement. Yo no hice nada tan terrible y ahora entiendo que, de alguna manera, lo que hice fue explorar el sentido de mi extraterritorialidad que intuía no podía ser algo inherente a mí, sino de un nosotros más amplio. Y ya no era un tema de idioma, también era de geografía. En el McOndo 2.0 saldrá la gran novela venezolana-chilena o una escritora paraguaya de origen sirio que escriba mangas y así. McOndo no es acerca de estar obsesionado con el imperio norteamericano, sino que entiende que todo es un remix, que todo es híbrido, que lo japonés y lo limeño conviven al son de Justin Bieber y los ceviches y el hentai.
TNV: Una de las críticas más notorias a McOndo —avanzada tempranamente por la crítica Diana Palaversich— fue el supuesto reduccionismo del discurso latinoamericano: o sea, que la antología reemplazó el Macondo tercermundista, folclórico, indígena, “auténtico”, con un McOndo primermundista y neoliberal. Todavía se sigue interpretando la antología de esta manera, ¿cómo responderías a esta crítica?
AF: Me parece que esa crítica tiene una mala fe, algo de mala fe, con una postura crítica y una agenda muy clara. ¿Qué significa primer mundo? ¿Qué significa tercer mundo? Defínemelo primero. ¿Qué significa folclor? ¿Acaso Soda Stereo no es también folclor? Me parece que alguien que quiere estudiar América Latina, y que habla con términos tan antiguos como primer mundo y tercer mundo como opuestos, está seriamente necesitada de tener un reality check y hacer un reboot. Es solo cosa de ver el Río Grande y el Paso, Buenos Aires, Santiago, o La Paz, para ver que hay siete o más mundos unidos y que convive la música folclórica con la electrónica. Y esto no ha sido desde los noventa solamente, esto ha sido desde la fundación de nuestros países. Y yo no estoy diciendo que los críticos no pueden criticar, pero mi impresión es que su lectura —que es algo que sí deberían saber hacer— es muy antojadiza y es muy near sighted. Lo que pasa con esta crítica es que ella vino a hablar conmigo, supongo que eso quería, no me acuerdo, fue todo en un apart-hotel al que me invitó, y ella quería que yo le probara sus teorías. Y no estuve de acuerdo. Ella, supongo, cree más en sus prejuicios o teorías que en la verdad. Fake footnotes, por decirlo de un modo. Quizás tiene derecho a escribir o criticar. Dices notorias. A lo mejor logró cierta notoriedad, aunque no creo mucho. McOndo es más fuerte que las obsesiones lacanianas porteñas.
TNV: Hablando de los cuentos, algo que pocas personas han resaltado es la temática queer en McOndo, patente implícita y explícitamente en tu cuento y los de Gustavo Escanlar, Jaime Bayly, Rodrigo Fresán, José Ángel Mañas y Antonio Domínguez. ¿Cómo valoras la temática queer en la antología?
AF: Casual. Si lo hubiera sabido, si tú me lo hubieras dicho en esos años, yo a lo mejor, en una especie de gay panic, lo hubiera alterado o rechazado. Ya sabía que el mío estaba jugando bastante con el tema de la tensión sexual. No sé cómo explicarte. No fue algo que busqué, pero me alegro de que se dio y en ese sentido McOndo puede también estar adelantado, porque si te metes al mar de lo híbrido, lo queer y todos los temas de identidad y de género y raza y lo que quieran, tienen su lugar porque eso es la gracia de lo híbrido: todos caben, no es un sitio homogéneo. McOndo quizás ayudó, sin querer, a visibilizar lo queer. No es que no hubiera homosexuales en América Latina, pero, aunque era un tema que se podía practicar y discutir a nivel secreto, sí estaba la idea muy fuerte que un escritor podía ser cualquier cosa menos gay. Eso es un tema privado. Incluso se aceptaba que escribieran de ciertos temas, pero no había que reconocerse. Por eso los escritores gay importantes nunca salieron públicamente del clóset, incluyendo al gran Manuel Puig, o Sergio Pitol o Carlos Monsiváis que huyeron del tema. Donoso no pudo ser quien era hasta después porque el “Boom” no aceptaba a nadie que no fueran machos alfas. Pero siempre es una temática que circula por América Latina porque es un tema prohibido, a lo mejor se tenía que empezar a expresar y por eso apareció allí.
TNV: Algunos críticos han notado el gesto “de doble filo” de McOndo: intentar crear una ruptura con el “Boom” que, al mismo tiempo, al tratar a las figuras del “Boom” como puntos de referencia significativos, los subordina como escritores. ¿Cómo vez la relación de McOndo con el “Boom”?
AF: Cercanísima. Una herencia. Una respuesta. Una copia. Es tomar la posta. Es plagiar, imitar, entender, apropiar y, por cierto, irse por un camino nuevo. Mira: algo que se comenta poco, Thomas, es que McOndo intenta procesar el Macondo de García Márquez y desea proponer otra visión de América Latina, pero veamos bien, estemos atentos: de América Latina, no de otra parte. No intentamos (o intenté) reprocesar la diáspora en EE. UU., o la identidad de género o los estudios queer, sino algo más básico acaso: ofrecer otra mirada desde el interior de América Latina. Insisto: de América Latina. De lo hispano. Cierta gente olvida que el libro, el prólogo, los cuentos y los autores escriben en español. Incluso mi caso, cuya lengua materna es el inglés. McOndo no es una operación de la CIA como creen los paranoicos viciados, sino un acto de ampliar la lengua, el continente, las ficciones, las posibilidades.
El “Boom” vino antes. Y son mejores, puede ser. ¿Me siento subordinado ante ellos? Why not? Who cares? O ¿si me siento subordinado a la tradición? Yo quiero, a veces, ser subordinado, o como se dicen en jerga los gays, a veces quiero ser dominado, ¿cuál es la vergüenza? Ellos estuvieron antes que yo, también vienen de otros, también han procesado la literatura española, latinoamericana y, sobre todo, norteamericana, como Faulkner. La única manera que se puede hacer revolución es criticando y cambiando. Y esto no solo lo digo yo, lo dicen todos los psicólogos. El niño para crecer debe tener algún grado de roce con sus padres. Pero yo creo que soy un súper buen hijo, mucho mejor que otros escritores.
En algunas cosas soy inmaduro, pero no tanto como para creer que todo lo que vino antes de mí es peor. Y me doy cuenta de que tengo mucho material escrito sobre estas figuras del “Boom”. Y claramente me parece que García Márquez es un clásico y que cada vez estoy aprendiendo más de él, lo admiro mucho más de lo que la gente piensa o cree. Y si bien nunca habló de McOndo, cuando sacó Noticia de un secuestro sentí que this one’s for me. Siempre he sentido que es un libro dedicado a mí. Era como si les dijera a aquellos que usan poncho y arman cafeterías llamadas Macondo en Pittsburg que es mucho más que eso, y que podía escribir sobre lo que le daba la puta gana y que se habían comprado todo. Claramente Noticia de un secuestro es un libro McOndo, de una Colombia fracturada, moderna, destrozada por el narco, por los medios de comunicación, por la codicia, por los americanos.
TNV: McOndo fue una antología para el futuro; apostaba por estos escritores jóvenes. Tomando en cuenta todo lo que ha pasado en los últimos 25 años, las tendencias y los escritores que han triunfado o no, ¿en qué sentido crees que acertó McOndo?
AF: Claramente hay autores muy muy buenos, mediocres, malos y de todo tipo, que son menores que yo. Y sí creo que hay autores muy importantes que han causado ruido por sí solos. Autores como Liliana Colanzi o Rodrigo Hasbún, escritores muy preocupados de sus sentimientos, de sus vidas privadas, de los afectos, de encontrar su lugar en el mundo. El ecuatoriano Juan Fernando Andrade es otro que me encanta y escribe sobre cómo es ser rockero en un pueblo de la costa del Pacífico. Jeremías Gamboa, por ejemplo, es ultra McOndo, entre otras cosas, porque ha leído muy bien el “Boom” y se atreve a escribir con el corazón.
Pero, comparado a McOndo, yo no veo otra antología que haya causado tanto ruido. O quizás eso es injusto. Esas transmiten en otra frecuencia, su ruido es más soft, low-fi. McOndo no es un número de Granta ni Bogotá 39. Es más que eso. Creo que nadie se ha atrevido a involucrarse con una antología de este tipo y aceptar las esquirlas. Esas antologías son colecciones. Son cute, twee, nice. Esas antologías están interesadas en ser herramientas de marketing. McOndo aspiraba a ser un grupo de chicos que deseaban formar una banda. Post McOndo, creo, la gente sabe que intentar ordenar el mapa o proponer otra manera de ver, ordenar y sobre todo de leer puede ser recibida como si fuera una bomba. Saben lo que puede pasar porque saben lo que me pasó a mí. No tengo tatuajes, pero sí las cicatrices de la bomba McOndo. Igual las luzco con orgullo. Antes no me sacaba la camisa y me daba algo de pudor haber estado detrás de esta supuesta conspiración, pero ya no más. Creo en McOndo, aunque admito que el nombre es un poco ruidoso. ¿Contemporáneos? ¿Post post “Boom”? ¿Análogos Pre Digitales? Sea como sea, había que armar una cartografía. Si bien no veo un grupo en la próxima generación, yo no sé si son McOndo, pero nadie está haciendo gestos realista mágicos. La gente que está experimentando con los géneros, gente como Mariana Enriquez, no tienen nada que ver con folclore, al revés. Creo que son autores que están extremadamente cómodos con sus influencias. A Mariana no le da vergüenza decir “yo amo Stephen King”, y eso me parece un gesto liberador. Y el triunfo de Mariana Enriquez es un triunfo de McOndo; ella pudo hacer lo que no pudieron hacer otros, como Gustavo Escanlar.
TNV: Tu relación con McOndo ha cambiado a lo largo de los años, a lo mejor partiste con una cierta ilusión, luego después de las críticas a lo mejor te arrepentiste, ¿cómo te relacionas con la antología ahora?
AF: Lo hice como un gesto para liberarme, para pasarlo bien, para tener colegas, para no sentirme aislado, algo que continué con Se habla español, Mi cuerpo es una celda y Todo no es suficiente. Y apareció esta tormenta de mala leche, de crueldad, de violencia. Pero claro, una cosa era la crítica mala en Chile, y otra era la internacional. Decidí esconderme. Me violentaba, me choqueaba, no podía creer que estaba tan mal interpretado. Y después me cansé nomás, como decir bueno, en una época usé peinados raros y ya no. Sentí que no había manera de superar este prejuicio y que la única manera de superarlo era escribiendo obras o haciendo películas.
Pero con el tiempo me doy cuenta de que no hice nada grave, no hice nada dañino, no quise herir a nadie, al contrario, creo que me han herido. Por un lado, no importaba tanto que me hirieran a mí, mis sentimientos o algo por el estilo, who cares? Pero sentía que era una manera de atajar, como decir que esta persona no puede ser parte del canon, esta persona no es seria o es tonta. They kicked me out before I could get my foot in the door. Han arruinado mi carrera en la traducción, en premios, como han arruinado mi carrera como escritor serio. Sin embargo, reconozco que las críticas negativas a McOndo me han ayudado, que voy a pertenecer a ese grupo de outsiders, y eso me ha dado una libertad inmensa. Ya no tengo tanto miedo, mucho menos que antes, al menos.
Creo que, si por alguna razón dejé afuera a algunas personas, eso no es un crimen, es una omisión. Si las hice cuestionarse, bueno esa es mi labor de escritor, no soy un terapeuta. Y, si a alguna gente la hice reír, o la escandalicé o la molesté, bueno felicítame. ¿Qué quieres que haga? No estoy en el negocio de los greeting cards o de la aromaterapia.
Nunca voy a escribir exactamente lo que tú quieres que escriba, no soy un “taquígrafo de tus fantasías”. Soy un espejo quebrado que te va a hacer querer apagar la luz rápidamente.
Así, todo igual, logramos que una antología de autores desconocidos tuviera prensa, entonces, en ese sentido, algo hicimos. Y aquí estamos hablando 25 años después de esto.
Entrevista realizada el 9 de octubre de 2021