Álvaro Mutis es quizás uno de los escritores más olvidados de la literatura colombiana a pesar de haber recibido, entre otros, los Premios Príncipe de Asturias de las Letras (1997) y Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1997), el Premio Rossone d’Oro (1997), el Premio Cervantes (2001) y el Premio Neustadt de la Universidad de Oklahoma (2002). Este breve ensayo es, pues, un homenaje a tres de sus libros de poesía donde Maqroll el Gaviero, su personaje central, conversa sobre el viaje y su errancia, la historia contemporánea y lo profético de la condición humana en estos tiempos de pandemia.
Luego de más de un año en el que el mundo vivió en un estado monacal fue necesario volver a las ceremonias privadas, a la intimidad compartida, al espacio reducido y al incesante diálogo con los objetos. Fue cuando la pandemia astilló el curso normal de nuestras vidas para reclutarnos en un encierro del que paulatinamente y con cierto temor estamos transgrediendo y donde ya nada debemos dar por sentado. Fue entonces cuando volví a los textos de Álvaro Mutis para darme cuenta cuán proféticos son en estos tiempos de Covid 19.
Entrar en el mundo ceremonial de Mutis permite recobrar el valor de los pequeños actos rituales, la importancia del silencio, las cualidades del movimiento, el disfrute del azar, las pequeñas celebraciones de actos nimios, las rutas negadas, la vida a la deriva, el destino y la soledad, personajes anclados en el mar, la resurrección de sus queridos amigos y el disfrute de una prosa exquisita donde la poesía tiene su origen. Entrar en el mundo ceremonial de Mutis es intimar con el temor, es anticipar muchos de los conflictos que hemos estado viviendo en estos momentos, es alucinar con la atmósfera de la convulsa convicción de desesperanza que emana de sus personajes.
Han pasado veinte años desde que Álvaro Mutis recibiera el Premio Cervantes y diecinueve de su último galardón internacional: el Premio Neustadt de la Universidad de Oklahoma en el 2002. Sin embargo, sus libros ya no se editan y los artículos que aún se escriben sobre él son rarezas de coleccionistas que difícilmente llegan a un público masivo.
Voy a referirme a tres obras poéticas, olvidadas ya por las editoriales, que considero son fundamentales en la obra de Mutis para entrar en el mundo ceremonial que posteriormente desarrollaría más en su obra novelística. La primera de ellas, Los elementos del desastre (1953), es donde aparecen por primera vez Maqroll el Gaviero, su personaje central, y algunos de sus temas esenciales tales como el hastío, la desesperanza, el viaje y los puertos. La segunda obra, Reseña de los hospitales de ultramar (1973), su ars poética se centra en la enfermedad, en el agua, en los objetos y en detalles de la vida de Maqroll. Por último, Caravansary (1981) es un texto breve, profundo, donde el viaje adquiere un tono místico y la historia contemporánea dialoga con su personaje central al final de sus días.
Los elementos del desastre
Señor, Señor, por qué me has abandonado!
Álvaro Mutis
¿Cómo supo Mutis lo que está pasando ahora en Colombia? Parece, pues, que nada ha cambiado desde la década de los cincuenta y cabe agregar el caos que ha ocasionado el mal manejo de la pandemia, la violencia policial durante el paro nacional y las desapariciones forzadas. Mutis, entonces, enumera con exquisita clarividencia los traumas que estamos sufriendo actualmente. Es así cómo vuelvo a su poesía y encuentro en El miedo los primeros atisbos de una atmósfera que se parece a la nuestra desde los últimos dieciséis meses: “El despertar viene de repente y sin sentido. / El miedo/ se desliza vertiginosamente/ para tornar luego con nuevas y abrumadoras energías. / La vida sufrida a sorbos; amargos tragos que lastiman/ hondamente, nos toma de nuevo por sorpresa”. Es el temor junto con el tedio de las horas que se alargan lo que se confunde con los rostros con mordaza, las calles semi vacías, los diálogos a través de los espejos virtuales, las celebraciones aplazadas y el contacto restringido.
La paz, entonces, es como un eco vacío y una esperanza, al parecer, fallida. Y yo, lejos de mi patria, observándola desde mi postigo electrónico, me tropiezo con “[u]n ave de alas recortadas y seguras, oscuras y augurales. /El pico cerrado y firme, cuenta los años que vienen como una gris marea pegajosa y violenta”. Estos versos de su poema “Los elementos del desastre” me han dado una causa extra para seguir notando lo sibilino de su escritura y la clarividencia amarga de sus sentencias. Y entonces, me pregunto, ¿qué queda? La pandemia y sus cepas, la paz triturada con “sus pasos que perduran, el ruido de sus armas,/ el crujir de sus ágiles huesos de guerrero,/ el parpadeo febril de sus ojos […] Todo aquí muere lentamente, evidentemente, sin vergüenza: hasta los rieles del tren se entregan al óxido y marcan la tierra con infinita ira paralela y dorada”. Poco se escapa, pues, al poder sutil de su ojo poeta para proveer un desencantado y escéptico mundo que edifica un desastre pleno de argucias y ricas filigranas literarias como contrapunto a la turbulenta desesperanza de sus versos.
Reseña de los hospitales de ultramar
Escuchen el amortiguado paso de los ruidos lejanos, que dicen de la presencia de un mundo que viaja ordenadamente al desastre de los años, al olvido, al asombro desnudo del tiempo
Álvaro Mutis
¿Cómo se anticipó Mutis a los traumas presentes que nos ha dejado un tratado de paz incompleto y la pandemia? Ahora, en estos momentos en que espero que el mundo vuelva a algo parecido a la normalidad conocida, me interrogan algunos fragmentos de este libro. Debo ahora mencionar que Maqroll el Gaviero, el personaje central de Mutis que nace en su poesía para luego desarrollarse con todo su esplendor en las siete novelas que conforman su obra narrativa, es un excelso contador de historias y el narrador lo presenta con este perturbador pasaje:
Los siguientes fragmentos pertenecen a un ciclo de relatos y alusiones tejidos por Maqroll el Gaviero en la vejez de sus años, cuando el tema de la enfermedad y de la muerte rondaba sus días y ocupaba buena parte de sus noches […] semanas de hospital en tierras desconocidas curando los efectos de largas navegaciones por aguas emponzoñadas y climas malignos, fiebres de la infancia, […] todos esos pasos que da el hombre usándose para la muerte, gastando sus fuerzas y bienes para llegar a la tumba y terminar encogido en la ojera de su propio desperdicio. Esos eran para él sus Hospitales de Ultramar.
Hago una pausa y una absoluta quietud en mi cuarto traduce el mundo de afuera. Cada día más víctimas de la pandemia dejan sus camas vacías en las salas de emergencia para que las ocupen otros que, quizás, correrán la misma suerte. Tantos seres inocentes y diletantes de las artimañas de la política han desaparecido dejando bosques sin su cuidado, hogares fracturados y comunidades huérfanas. Me asomo a la ventana y veo a Colombia en el árbol del frente, cubierto de hielo, ausente de hojas y sin el canto de los pájaros. Vuelvo al texto y aparece soledad para decirme que “[n]i el amor, ni la desdicha, / ni la esperanza, ni la ira volvieron a ser los mismos para él [Maqroll]/ después de su aterradora vigilia en la mojada y nocturna/ soledad de la selva”. Creo, entonces, que el mundo ya no será el mismo para nosotros después del covid 19. La soledad en la que hemos estado se hermana con la de Maqroll, ya que “conoció el Gaviero el miedo de sus miserias más secretas, el pavor de un gran vacío que le acechaba tras sus años llenos de historias y de paisajes”. Es el miedo de volver a un estado de guerra, es la miseria en la que se debaten miles de refugiados, es el pavor del retorno a las matanzas, es el vacío que se cierne sobre la población indefensa huérfana ya de la hermosa geografía de mi país.
Caravansary
Si te empeñas en tu necedad…
Álvaro Mutis
¿Cómo predijo Mutis que el viaje sí es posible de nuevo?: “Sigue a los navíos. Sigue las rutas que surcan las gastadas y tristes embarcaciones. No te detengas. Evita hasta el más humilde fondeadero. Remonta los ríos. Desciende por los ríos. Confúndete en las lluvias que inundan las sabanas. Niega toda orilla”. Completamos un año y cuatro meses con una máscara que miramos de soslayo, unos tiquetes de avión aplazados, unas reservas de hotel canceladas y un texto de Mutis que responde con Maqroll desde la gavia, entre las gaviotas, frente a la inmensidad del mar y en completa soledad. Leo de nuevo el pasaje anterior y me doy cuenta que estamos ante una nueva fase de la pandemia, acaso más esperanzadora, acaso más controlada, para volver al viaje y al movimiento como actividades que han ocupado toda nuestra imaginación durante estos interminables meses de confinamiento. Esta noche me encuentro haciendo invocaciones a los objetos mientras repaso las frases del texto anterior. Las leo todas con fascinante temor y me quedo, por un tiempo largo, anclado en estos versos de La nieve del almirante: “Guarda ese pulido guijarro. A la hora de tu muerte podrás acariciarlo en la palma de tu mano y ahuyentar así la presencia de tus más lamentables errores, cuya suma borra de todo posible sentido tu vana existencia”. ¿Será posible enmendar nuestras faltas después de la pandemia? ¿Habremos cambiado?
Hago mi última pausa pero no me detengo. La cifra de los contagiados por el covid no cesa, las prometedoras vacunas tardan en llegar, los jóvenes de mi país siguen protestando en las calles, ya no hay diálogo por la paz y “[e]l tiempo pasa en un vértigo incontrolable. La escena no cambia. Es como si la vida se hubiera detenido allí en espera de algo. Una puerta se abre sigilosamente […]”.
Álvaro Mutis nos deja en estos textos una desgarradora profecía de nuestros tiempos de pandemia y, a la vez, esculpe todas las características de su poética para interrogarnos con sus versos y dejarnos en compañía de su personaje principal. Lo invito, pues, apreciado lector, a que siga la ruta de su poesía y se adentre en su prosa para encontrar en las Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero una virtuosa y devastadora experiencia de vida.
Norman, Oklahoma