En medio de la inmensidad de la selva amazónica, entre murmullos de agua y cantos de aves, se encuentra un río llamado Igara Paraná, afluente del Putumayo, que se expande formando un lago. Este lugar es conocido como la Chorrera, cuna de saberes y testigo de masacres. Fue ahí donde se instaló la Casa Arana a inicios del siglo XX, una industria cauchera que usaba la muerte como moneda de cambio. En su afán de desangrar los árboles de su savia, la Casa Arana desangró también una vasta tradición que estuvo a punto desaparecer junto con sus múltiples voces. En este lugar, algunos años después, creció Anastasia Candre, Fátiku, mujer sabia, voz de la tierra, voz de la chagra, del gran útero que es la vida.
La vida de Candre transcurrió entre la tierra y la palabra, el acto y el pensamiento. Su voz es canto que transmite los pasos recorridos, los encuentros, los desencuentros y los saberes adquiridos. En la tierra cultivó y aprendió sobre la vida en la gran escuela que es la chagra; sus primeras maestras fueron las abuelas, la yuca, el ají, el ñame. En la chagra aprendió que todo lo que se cultiva con amor da buenos frutos, vida para compartir; la palabra bonita, la palabra sabia, alimentan el alma cuando se comparten. En ese entonces comenzó su camino que quedaría plasmado en poemas y pinturas, cuando era una niña que en los días aprendía de la tierra y en las noches, a escondidas, aprendía de los hombres que se sentaban en el mambeadero a compartir saberes.
De madre murui y padre ocaina, Candre creció con los saberes de estas dos comunidades, pueblos hermanos hijos de la Coca y el Tabaco. Siempre con la curiosidad despierta y con ganas de compartir su tradición, estudió lingüística y con esos conocimientos dedicó varios años a investigar y explorar los cantos del Baile de Frutas murui. Fue entonces cuando topó con uno de muchos obstáculos que tendría en su camino por ser mujer: había conocimientos que no tenía permitido adquirir y menos transmitir. Pero ella decidió portar tales saberes con orgullo y compartirlos con amor, así como portaba la chagra y compartía sus frutos, porque Candre siempre traía consigo alimentos.
La chagra, ese útero siempre fértil, y sus alimentos estaban dentro de Candre y brotaban de su interior en canto, palabra y pintura. Los poemas le hablan a la chagra y son a su vez la voz de la tierra que habla. En el poema que lleva su nombre, la chagra es abundancia, es el ciclo eterno de muerte y renacimiento, es madre y maestra.
Juzie1
Uzungo, yuai buinaiño
Uzungo, yuai nango
Afego ria rite
Ñue uiñote naaga mona
Juzitofe, maikatofe, farekatofe,
«Uzungo» Mai kai juziemo
Kai riijizai, jakaizairi, ogoyi, beyaji, rozidoro
Diga amena tiia meino
Diga, raoniai jaitaja meino
Enie jobaiya meino
Kue nabai biya
Monifue dukina
Juziemo yetarafue yoga
Juziemo yofuegakue
Juziemo, uzungo ie jito, ie jiza
Ie, jito, ie jiza uruii yofuete.
La chagra
Abuela de la abundancia Abuela dueña del baile de frutas
Ella, siembra las semillas
Y las cuida con amor maternal
Palo de yuca, yuca brava, yuca dulce, yuca para la bebida
¡Abuela! quiero ir a la chagra
A sembrar tubérculos, ñame, plátano, maíz, piña
Reemplazo de muchos árboles que se tumbaron
Bejucos que lo cortaron y sangran
La tierra que quemaron
Llega mi hermano
Y llega la abundancia
En la chagra se enseñan los consejos
En la chagra fue donde me enseñaron
En la chagra la abuela enseña sus saberes
A sus hijos e hijas, nietos y nietas.
Anastasia, o Fátiku, su nombre tradicional, escribía sus poemas en dos lenguas, pero hablaba muchas más. Conocía la murui, bora y ocaina, pero también entendía las voces de la selva, sus murmullos y cantos. Era una mujer danzante y cantora, cantaba sobre ancestros, abuelos e historias, reviviendo voces ancestrales; su voz fue la semilla de la maloca en distintos auditorios, que germinó en experiencias dentro de cada asistente.
Candre era una mujer de fuerza y sabiduría. En todo aquel que la conoció dejó enseñanzas, amor y luz. Era una mujer alegre que sabía cuándo hablar y cuándo callar, y su palabra fue siempre certera. Una palabra versátil que bebía de diversos saberes y se reinventaba en poesía y canto.
A lo largo de su caminar, Candre exploró conocimientos de diversas tradiciones y los incorporó en su experiencia, en su visión y en sus poemas. Visitó muchos lugares y conoció personas que le compartieron saberes que ella, con oído atento y espíritu abierto, sembró en su interior. El legado que dejó nos cuenta sobre ese camino que transitó, sobre aquellos abuelos que conoció. Uno de ellos fue el yagé, que no pertenecía a su tradición, pero fue parte importante de su camino. El abuelo Yagé habla en uno de sus poemas, se presenta como espíritu eterno, habla de su don sanador y sabio, muestra su fortaleza y grandeza.
Unao
Kue unaodikue, buuñedike
O uzumadikue
Nuiona abi mamedikue
Jakire eroidikue
Kue unaodikue
Janayari izoi jirayiña raidikue
Kuena jakiruiñeno zigioitioza
Fia o janaidikue
Buuñedikue unaodikue
Joriaina naidaidikue
Jira namadikue
Jifaiya buinaimadikue
Digaa duiko duiñode funotimiedikue
Kuemo jiyua, baitara uai ite
Yagueroide komena jaka faidodikue
Kueri, kaiyia duekaidikue
Jae itikue ie iadi buu kueri jifanoñede
Komini finoriya raodikue
Kuemona diga nairai abina onode
Unao Buinaimadikue.
El yagé
Yo, soy el yagé, no puede decirme quién eres
Soy, tu abuelo
Boa, así me presento
Mi presencia es miedosa
Yo, soy el yagé
Soy como el jaguar, que me siento, con mi piel pintada
No te asustes de mi presencia, ¡abrázame!
Sólo es tu imaginación
No me diga, ¿quién eres? Soy el abuelo yagé
Soy el espíritu que permanece de pie
Yo soy la sanación
El dios que hace embriagar de los sueños maravillosos
Cuántas enfermedades he quitado con mi soplo
Mi palabra es de vida y de saberes
Maldigo aquellas personas burlonas
Si me piden perdón, perdono
He existido desde un principio y ningún ser se burla de mí
Yo soy el bejuco de la ciencia de los saberes
De mí, mi gente tuvo conocimiento
Soy el dios, yagé.
La poesía de Candre es un diálogo constante entre saberes, diálogo que está mediado por sus propias vivencias y sentires. Es una diversidad de tradiciones que se dejan ver, pero se reinventan y redinamizan en la palabra. No se trata de cantos a una naturaleza inerte y distante, sino que es la vida misma que se expresa, la voz de Candre que reinterpreta las voces que encarna. El yagé no solo es espíritu, abuelo de saberes, sino también experiencia. Es en la interacción con el espíritu sagrado, en el diálogo y el respeto, donde surge la experiencia, la unión y la transformación.
El espíritu de Candre no sabía de fronteras, y en cada abismo que encontraba tendía un puente. Como investigadora conoció y entendió muchas tradiciones ancestrales, como cantora las compartió y como artista y poeta las reinventó. Quiso siempre rescatar del olvido lo ancestral y hacerlo renacer en diferentes ambientes, incluso los que le eran ajenos. Conoció la palabra ritual, la palabra sanadora, de consejo, la palabra bonita, y las portó y usó para derramar con ellas vida y bienestar a quien quisiera escuchar.
Ser mujer fue determinante en su camino, no solo por los obstáculos que ello representó, sino porque marcó su manera de apreciar el mundo: la mujer es vida, amor y sanación; pero también es fortaleza y belleza. Aprender de la chagra fue aprender a relacionarse con el otro a partir del amor y el cuidado, y entender que de ese trato surge la vida. Por eso en su poema más conocido, “Picante como el ají”, la mujer es descrita como el ají: fuerte, picante y bella.
Izirede jifiji izoi
Kaimare, izirede
Ziore jayede jifiji
Afe izoi muruirigó komeki
Ikirifirede fucna boored
Muruiño rigó abi ziore jayede
Jifirai zafiana
Daigo uai riirede jifirite
Daigo fiaikana ie komeki mananaite
Ie mei daigo zadaide; ji, ji, ji
Jifiji, rigo komeki
Jifiji, rigo mairiki
Jifiji, rigo manue
Yetarafue
Ua reiki duiñede ie komeki
Kaimare ite ie jofomo
Picante como el ají
Sabroso y picante
Su aroma delicioso
Así como el corazón de la mujer uitota
Furiosa y sus labios ardientes
Mujer uitota su cuerpo oloroso
Como el perfume de la flor del ají
Su voz fuerte y picante
Sola se calma de su ira, pero su corazón ardiente
Y comienza a reírse ji, ji.ji
El ají, corazón de la mujer
El ají, la fuerza femenina
El ají, planta medicinal de la mujer uitota
Es la verdadera enseñanza y conocimiento
El verdadero fuego de amor que no se apaga
Y vive alegremente en su dulce hogar
Su obra es breve, pero gigante y llena de riquezas. Con siete poemas publicados y una Conjuración a la madre que pronto será publicada, Candre desarrolló una gran cantidad de temas que bailan entre lo espiritual y lo físico, entre el hombre y su entorno, entre el acto y la palabra. Es una de muchas voces indígenas, presentes y ausentes, que transmiten saberes invaluables, y están comenzando a ser escuchadas.
Su vida, como su obra, fue corta; nos abandonó cuando aún era muy joven, pero dejó semillas regadas en nuestro mundo. Su voz fuerte aún retumba y trae consigo sanación. Aunque no tuve la fortuna de conocerla en vida, Anastasia se encargó de encontrarme y de enseñarme a portar con orgullo mis raíces, me mostró historias y saberes que enriquecieron mi camino. Me encontró y desde entonces me acompaña con su palabra sanadora. Cuentan quienes la conocieron que, aunque su partida fue inesperada, Candre se despidió y abandonó su cuerpo sabiendo que permanecía en la palabra y en el interior de cada corazón que tocó. El último de sus poemas publicados deja una sensación de despedida, de cierre. En él Candre habla de su vida, de su obra, de su palabra y de su sueño que se hizo realidad. Es el legado que deja para que crezca y alimente a otros.
Nikairiyangodikue2
Nɨkaɨriya izoi komuidɨkue
Eiño nɨkaɨdɨkue, rɨngodɨkue
Kue duenia, ñuera uaina nɨkaɨritɨkue
Kue kakana uai monaiya
ja jitaɨngodɨkue, kaɨmare ɨnɨdɨkue
Kue nɨkaɨriya uafuena jaaide, fia nɨkaɨñede
Kaziya rɨngodɨkue ua rɨngodɨkue
Naɨmekɨ rɨngodɨkue fareka rɨngodɨkue
Kue komekɨ farekabina ite
Fɨenide uai naɨmedɨkue
Nɨkaɨriya izoide
Kue uai manaɨde, jiyua uai
Manuena nɨkaɨritɨkue, i kue manoriya
Manoritɨkue, kaɨmare ɨnɨdɨkue
Monaide, kaɨmare kazidɨkue
Jiyodɨkue taɨjɨemo komekɨ uide
Kue nɨkaɨriya dai monaiya
Nɨkaɨriñede komena iñede
Naga kome nɨkaɨrite
Afe nɨkaɨ monifuena monaiya
Moniya uai
Tajɨtate, rijitade, ɨnɨtañede
Ja nɨkaɨñede, ua raana ite
Ua rɨngo, urukɨ eina mameide
Ie izoide, rɨngodɨkue komekɨ ñuera
Kue buuna fɨeni fɨnoñedɨkue
Ñue kazidɨkue
Ñuera uaido monaitɨkue
Ñuera komekɨdo baɨ jaaidɨkue
Ñue meine bitɨkue
Ñue rigakue
Ñue zikodɨkue
Ñue zairidɨkue
Ñue zafedɨkue
Ñue yɨzɨdɨkue
Ñue ogakue
Monifuena fuitɨkue
Nɨ mei kue uai, jaka fuiñede
Tɨinide, fia jagɨyɨna ite.
Soy una soñadora
Como un sueño me engendraron;
soy el sueño de mi madre, soy mujer.
Cuando era pequeña, soñaba palabras bonitas,
y la palabra que escuché amaneció.
Cuando ya era joven, dormía dulcemente;
mi sueño se hizo realidad, no era solo un sueño.
Soy mujer de despertar, verdadera mujer,
soy mujer dulce, mujer de yuca dulce;
Mi corazón es como el zumo dulce de la yuca,
a las palabras malas las endulzo,
como en un sueño.
Mi palabra es serena, palabra sanadora.
Soñé de curaciones, y me curé,
me fui curando y dormí dulcemente.
Amaneció y me desperté alegre.
Me sané y pensé en mi trabajo,
es mi sueño que se está realizando.
No hay persona que no sueñe,
toda persona sueña;
esos sueños se transforman en abundancia.
La palabra de la abundancia
hace trabajar, hace sembrar, no deja dormir;
ya no es sueño, ya es una realidad.
Verdadera mujer, madre de las criaturas;
soy mujer y mi corazón es dulce,
a nadie hago mal.
Me despierto bien,
con buenas palabras amanezco,
sigo adelante con buen corazón,
y regreso bien otra vez.
Fui bien plantada,
tuve buen retoño,
crecí bien,
florecí bien,
di buenos frutos,
me cosecharon bien,
finalicé en abundancia.
Así es mi palabra, nunca terminará
no muere, perdurará como el viento.
1 Candre escribía sus poemas en murui y en español. Los primeros tres poemas de este artículo están publicados en ambas lenguas en Libro al viento Vol. 2, disponible en: Rocha, M. (2016). Pütchi Biyá Uai puntos aparte: antología multilingüe de la literatura indígena contemporánea en Colombia, p. 75
2 Disponible en el portal de lenguas del Instituto Caro y Cuervo.