La responsable de traer toda una nueva generación de escritores Latinoamericanos al inglés, Megan McDowell ha traducido a algunos de los autores contemporáneos más reconocidos en español, como Alejandro Zambra, Mariana Enriquez, Gonzalo Torné, Lina Meruane, Diego Zuñiga y Carlos Fonseca. Tras el éxito de su traducción Fever Dream (2007) de la escritora argentina Samanta Schweblin, en esta entrevista, nos cuenta sobre su experiencia con su última traducción de Schweblin, la colección de cuentos Mouthful of Birds, que recientemente ha sido nombrado finalista para el premio Man Booker International.
Denise Kripper: ¿Te acuerdas de la primera vez que leíste a Samanta Schweblin? ¿Supiste de inmediato que querías traducir su obra?
Megan McDowell: Lo supe de inmediato, sí. Me acuerdo de la primera vez que leí Distancia de rescate y de que tuve la misma reacción que creo que todos tienen. Me llegó el libro de la editorial Riverhead cuando me preguntaron si podía traducirlo y empecé a leerlo pensando que iba a leer solo unas páginas para darme una idea del libro. Pero en realidad continué leyendo toda la noche, no hice otra cosa hasta no terminarlo. Es un libro adictivo, atrapante, que no se puede dejar. Te sigue llevando y no hay nunca un buen momento para cortar la lectura hasta llegar al final. ¿Y qué me pareció? Pensé: ¡claro que quiero traducirlo!
DK: Tu traducción Mouthful of Birds (Riverhead Books) fue descripta como astuta, provocadora y profundamente perturbadora (Publishers Weekly), oscura y onírica (Kirkus Review) y como una oscura pesadilla mágica (ElectricLit). Pero probablemente mi reseña favorita sea la de un lector en Amazon que dijo: “Te despiertas cubierto de un sudor helado con el corazón en la boca. ¿Acaso fue solo un sueño? Te toma varios minutos calmarte. La sensación todavía continúa acechándote hasta el próximo sueño febril. Así se siente uno después de terminar de leer cada cuento del maravilloso libro Mouthful of Birds.” ¿Tú cómo describirías esta colección?
MM: Ni voy a tratar de competir con el lector de Amazon. Lo que sí te puedo decir es que lo que me encanta de leer los cuentos de Samanta es su forma de crear suspenso, o más específicamente lo que me gusta es el tipo de suspenso que crea. Confía mucho en el lector, no te da nada en bandeja, te va dejando llegar a tus propias conclusiones, pero sin nunca soltarte la mano en ese proceso. En mi opinión, la cantidad de ambigüedad que tienen sus cuentos es perfecta. Y su prosa, oración por oración y hasta palabra por palabra, es elegante y terrorífica. Todo tiene su razón de ser, no hay ninguna palabra de relleno. Ahí está el desafío para el traductor, lograr esa misma elegancia tan simple y crear ese mismo tipo de terror sutil.
DK: A los traductores, en cambio, no se los suele reconocer en las reseñas, su trabajo suele quedar reducido a un adjetivo, como “natural” o “fluida” si la traducción es buena. Por otro lado, pareciera que ahora hay una plataforma creciente donde los traductores pueden mostrar su trabajo y celebrarlo. Por ejemplo, desde 2016, el premio internacional Man Booker (para el que fue nominada tu traducción Fever Dream de Schweblin en 2017) se le da todos los años a un libro en traducción y el premio se divide entre el autor y el traductor. ¿Cómo ves el lugar cambiante que ocupan la traducción y los traductores, y la literatura latinoamericana en especial, en el mercado angloparlante?
MM: Es cierto que los traductores existen sólo entre paréntesis en las reseñas y que nos dedican un adjetivo o un adverbio, con suerte (Maravillosamente traducido por Megan McDowell) bien podría haber sido (traducido por Megan McDowell). A veces, ni se menciona que se trata de una traducción. Pero cada tanto aparece algún crítico que le dedica unas palabras a la traducción y eso es muy gratificante. Yo tampoco me lo tomo personal si la gente no le presta atención a la traducción. Sé que no es algo a lo que la gente esté atenta, ¿por qué habrían de estarlo? Se supone que se trata de un proceso invisible y si la gente está empezando a prestarle un poco más de atención, todavía es una excepción más que la regla.
Pero es cierto, hoy en día hay una plataforma para la traducción. Creo que hay un número creciente de personas y organizaciones que ponen manos a la obra para cultivar el perfil de la traducción. Está el Center for the Art of Translation, ALTA, programas de capacitación en los Estados Unidos y el Reino Unido, hay premios como el Booker (que es una ayuda enorme para la traducción) o el premio al mejor libro traducido. Están las editoriales que hace rato están en esto como Open Letter y Archipielago y las nuevas, como Transit Books o Charco. Creo que hay una comunidad de traductores que se ha ido formando con el tiempo, tal vez dos o tres generaciones, y estamos ahora viendo sus frutos. Desde adentro, parece que hay más recursos y herramientas, más visibilidad. Desde afuera, no estoy segura, pero ojalá esto signifique que hay más personas interesadas y conscientes de la traducción como un arte.
En cuanto a la literatura latinoamericana en inglés, pareciera que está en su momento. Mi perspectiva igual es subjetiva porque yo trabajo específicamente con escritores latinoamericanos contemporáneos, pero creo que los editores están ahora más abiertos que nunca y que están activamente buscando publicar escritores nuevos y tratando de redescubrir otros más viejos a los que nunca les llegó la hora en inglés, como Hebe Uhart o Antonio de Benedetto. También es posible que algunas iniciativas de marketing y publicidad nos hayan ayudado con esto, como Bogotá 39 o la lista de Granta de 2010. Es difícil saber cuánta influencia tienen estas propuestas, pero, aun con fallas como tienen todas las listas, creo que definitivamente ayudan a tener una selección curada que guía a los editores a ciertos autores que podrían llegar a interesarles.
DK: ¿Cuál es tu cuento favorito de la colección? ¿Fue también tu favorito de traducir?
MM: Es muy difícil elegir uno… Creo que me inclino más hacia “Irman”, “Headlights,” y “Preserves” pero creo que no puedo dejar afuera a “Mouthful of birds”, “On the Steppe”, “Olingiris” y “The Heavy Suitcase of Benavides.” Si sigo pensando en esta pregunta seguro termino mencionando todos los cuentos de la colección (me encanta “Heads against Concrete” también).
Debería acotar que muchos de estos cuentos no están en el original en español Pájaros en la boca, sino que vienen de colecciones anteriores. De alguna forma, se trata de una selección de cuentos más que de una traducción directa del libro en español. Es bueno que el lector esté al tanto de esto.
En general, me gustó mucho traducir todas estas historias. Me cuesta hablar del trabajo de Samanta de una manera objetiva. Siempre termino sonando como una fan total. Pero realmente es un placer trabajar con cuentos que están tan bien escritos y que permiten tantas relecturas.
DK: Me encanta tu traducción del título del libro “mouthful of birds”, que vendría a ser como una bocanada de pájaros, en vez de una traducción literal que podría haber sido en inglés tan sólo “birds in the mouth”. ¿Podrías contar un poquito más sobre esta decisión de traducción y del cuento homónimo que le da título a la colección?
MM: A veces los títulos son difíciles. Tengo algunos que me enorgullecen y otros con los que no tuve nada que ver. En este caso, sí, he visto que otros lo habían traducido como “birds in the mouth” pero a mí no me sonaba bien, o por lo menos no sonaba tan bien como en español. Supongo que es literal, pero en español uno a veces puede tener ese tipo de construcciones ambiguas mientras que en inglés suenan un poco raras. ¿”the mouth”? ¿En la boca de quién? Me pareció que “mouthful of birds” decía algo más, era más evocativo, y que presenta con mejores interrogantes. Igual sigue siendo una frase rara, pero en el buen sentido.
DK: Ya hace unos años que vives en Chile y has traducido mucha literatura chilena (como la de Alejandro Zambra, por mencionar el ejemplo más notable). ¿Sientes que tu español está contaminando tu inglés? ¿Crees que tus traducciones ahora tienen un “acento chileno”?
MM: Claro que el español está contaminando mi inglés. Ya me han dicho varias veces que uso construcciones raras en inglés que en realidad no existen o que caigo en la trampa de los “falsos amigos”. En inglés, en una tienda pido que me atiendan y digo “attend” (en vez de “help”) o le pido a alguien que me sirva un vaso de vino y digo “serve” (en vez de “pour”). Ese tipo de cosas. Obviamente no hago eso en mis traducciones (no creo), pero a veces ese tipo de palabras son las que primero se me vienen a la cabeza. Además, he notado que mi ortografía en inglés ha empeorado mucho, ya casi no tiene sentido para mí y me confundo mucho el deletreo de algunas palabras que son muy similares en inglés y en español.
Creo que es posible que mis traducciones de autores chilenos tengan una especie de acento chileno. Por ejemplo, nunca me dio miedo incluir palabras chilenas. “Huevón” aparece en varios de mis libros, a veces junto a otra palabra que la explique. Pasa lo mismo con la comida. En Chile es muy importante distinguir entre el pan “hallulla” y la “marraqueta”, y yo he incluido esas palabras en mis traducciones aunque probablemente nadie las entienda.
Además (y aquí me pongo más abstracta), trato de mantener el ritmo del original. Creo que eso me es más natural cuando traduzco obras chilenas porque el español que tengo en la cabeza es el chileno. La pareja de Lina Meruane, José, es lingüista y cuando leyó Seeing Red dijo que el inglés había logrado preservar el ritmo del español. No era algo que yo hubiera estado haciendo conscientemente en ese entonces, pero ahora es algo en lo que pienso mucho (¡gracias, José!). Tal vez cambie el orden de las palabras o manipule el número de sílabas en una frase para que el ritmo fluya mejor.
DK: ¿Cómo crees que el “efecto Bolaño” ha influenciado lo que tanto editores como lectores están esperando de la literatura latinoamericana?
MM: Creo, y esta es solo mi idea, que en los últimos años las traducciones de América Latina se han vuelto más inmediatas. Antes era raro que un libro se tradujera casi en simultáneo con su publicación en español. Creo que antes los editores eran mucho más cautelosos, querían que un escritor se consagrara en su lengua antes de que lo consideraran en traducción. Ahora pienso que los editores están buscando escritores jóvenes y nuevos, que tengan mucha carrera por delante. No quieren perderse a otro Bolaño, quieren encontrar al próximo Zambra.
El tema es que la literatura latinoamericana puede significar muchas cosas, hay muchísimo para leer, tanto en términos de literatura contemporánea como en la larga y variada historia literaria del continente. Me refiero a que hay muchos libros geniales y creo que Bolaño demostró que los lectores en inglés están mucho más abiertos a las traducciones de lo que se pensaba, y que es la responsabilidad del editor desarrollar esa audiencia lectora. Me gustaría que la traducción se convirtiera en un canal más abierto de comunicación entre los idiomas y no que se limite a los escritores consagrados de la literatura “mundial”, que fuera más una conversación. Creo que ese es el gran beneficio de la democratización de los medios, la fragmentación de la cultura dominante, el crecimiento de las editoriales independientes que se especializan en traducción. Si sabes dónde buscar, puedes encontrar muy buenos proyectos.
DK: En este momento estás traduciendo la novela nueva de Schweblin, Kentukis. ¿Cuáles son algunos de los aspectos que los lectores de Mouthful of Birds van a encontrar en este nuevo libro?
MM: En muchos aspectos Kentukis es muy diferente de lo que los lectores han leído de Samanta hasta ahora. Es una novela de historias entrelazadas todas centradas en una tecnología (los kentukis) que no existe ahora pero podría existir (no se trata de un futuro muy distante). Está un poquito más arraigada en el mundo que Distancia de rescate y varios de los cuentos de Samanta, que siento suelen estar en una versión más aislada del mundo que puede ser en cualquier y ningún lugar a la vez. Pero como el resto de la obra de Samanta, es impertinente y un poco espeluznante, hay un impulso que te empuja hacia delante. El libro está muy relacionado con la forma en la que la tecnología nos infantiliza a la vez que nos deja participar de nuestras tendencias más voyeurísticas. Sentí que había una especie de voyeurismo la primera vez que la leí; no podía apartar la vista de la vida de estas personas, necesitaba saber qué les había pasado. Fue un impulso similar al que sentí cuando leí Distancia de rescate por primera vez. Hay una curiosidad mórbida que no te deja mirar para otro lado, incluso cuando lo que estás viendo (o leyendo más bien) es incómodo y da miedo.
Pájaros en la boca de Samanta Schweblin ganó los premios de Casa de las Américas y Juan Rulfo en 2008. Megan McDowell fue recientemente premiada con el premio Valle Inclán a mejor traducción del español en 2018 por la versión inglesa de Atlantic Books de Seeing Red, de Lina Meruane. La nueva traducción de Megan de la novela Kentukis de Samanta Schweblin saldrá en inglés en 2020.