Señora, cumpliéndose ochocientos años de la fundación real de nuestro Estudio, agradecemos la oportunidad de celebrar esta ceremonia aquí, en el Paraninfo. Muchas gracias, Majestad. Las circunstancias de tiempo y lugar son propicias para homenajear a Rafael Cadenas, poeta y profesor de Universidad, artesano del lenguaje y sus palabras, crítico de la barbarie civilizada y siempre defensor del ser humano, desde la reflexión tranquila, la llaneza y la mesura de quien sabe sus incertidumbres y fragilidades. El premio más reputado de la poesía en lenguas española y portuguesa reconoce en esta su vigesimoséptima edición al venezolano nacido en Barquisimeto hace 88 años –un humanamente fructífero período de tiempo. Ochenta y ocho en el ochocientos, nada menos. Y aún con alma y energía para tomar un avión desde Caracas y llegar aquí, vía Madrid, a Salamanca, donde sabe que tiene verdaderos amigos con los que se ha reunido otra vez. Felicitarle hoy es un placer. Le invitamos a evocar los ratos felices transcurridos en esta Universidad. Su palmarés incluye varios galardones, pero son esos instantes con las personas a quienes uno aprecia los que hacen la memoria vital por excelencia. Cuánto emociona pensar en lo bien pasado, incluso en los momentos difíciles de la biografía, igualmente necesarios para la creación. El poeta lo ha dicho “la sombra…que abriría camino hacia mayores ahondamientos”. Y continúo citando sus Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística: “En este proceso es posible que surja el sentimiento del misterio, lo cual, sin ser la iluminación de que hablan los místicos, bastaría para contrapesar los males de un mundo que tiene mucho de monstruoso”. Su poesía es un antídoto contra las pesadillas absurdamente racionales de quien pervierte con la dictadura las aspiraciones de libertad de los venezolanos. Participar en una huelga estudiantil contra otro dictador le llevó al exilió hace 66 años. Entonces escribió sus Cuadernos del destierro, también La isla. Tales obras reflejan su posición inequívoca:
País mío, quisiera
llevarte
una flor sorprendente.
y
Mi libertad había nacido tras aquellas paredes. El calabozo núm.3 se extendía como un amanecer. Su día era vasto./ El pobre carcelero se creía libre porque cerraba la reja, pero a través de ti yo era innumerable.
Augusto Roa Bastos afirmaba que sin la experiencia del exilio no se hubiera hecho escritor. La lectura de Yo, el Supremo, es hondamente sobrecogedora. También la cárcel explica la poesía primigenia, el “Cántico espiritual” de San Juan de la Cruz, el artista formado en las aulas de este viejo Estudio al que dedicó sus emocionantes Apuntes. Esta orientación a Castilla desde Venezuela puede en parte explicar la predestinación para llegar hasta aquí.
La iluminación es San Juan (y Fray Luis); por supuesto también es Rafael Cadenas. De él podríamos decir lo que María Zambrano escribía sobre San Juan: “…la poesía parece nacer en él con la naturalidad del agua en el deshielo…”.
Un día los perseguidores no encontraron víctima, pues ella asumió todo, se plegó a sus acusaciones, aun las más absurdas, hizo suyas sus demandas hasta quitarse, hasta casi no existir. Ya no había nadie a quien torturar. Cansados de sus crueldades, decidieron irse.
Vieron que su víctima formaba parte de ellos, o ellos de su víctima
Ahora sólo vienen raras veces.
¡Ah, Venezuela!
La posición cívica de Rafael Cadenas es ejemplar. Es un poeta que defiende al ser humano frente a los autoritarismos. He oído decir a Rafael Cadenas: “Venezuela ha padecido cuatro positivismos, liberadores y limitantes a la vez: el de la ilustración, el de la generación propiamente positivista, el de los marxismos y el más reciente, el moderno. El alma tendrá que cruzarlos, recobrarse y ser”. Si la poesía puede desarrollar una misión liberadora, de las almas y de los pueblos, pidamos aquí y hoy la recuperación de Venezuela, tierra llamada de gracias por Colón. Nuestra fraternidad con los venezolanos.
Que arribe la justicia a Venezuela, que regresen quienes han tenido que marchar, que salgan de las cárceles los retenidos, que los estudiantes se puedan expresar, que las gentes entiendan los puntos de vista de sus compatriotas, que la convivencia sea posible, que todos y todas pueden levantarse para seguir riéndose, criticando y/o protestando libremente sin el temor de ser condenado a ser ninguno.
Que se cumpla el sentido de justicia verbal y poética inspirado por la poesía de Rafael Cadenas, su anáfora vital:
Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
Señora, celebramos vuestro regreso a este Paraninfo siete años después y en el octavo centenario con el mejor motivo cultural posible, pues ensalzar la poesía es el modo más perfecto de reivindicar al ser humano es sus expresiones excelsas.
Ninguna acritud.
Sólo templanza.
Sólo la limpia obra.
Sólo el escondido esplendor.
Hoy, el Alma Mater Iberoamericana abraza a un hombre cabal, capaz, consciente y comedido, al tiempo que comprometido. Esto en mi opinión es, aunque en el poema por excelencia de Rafael Cadenas, por el que siempre es primero recordado –“Derrota” – diga que no es lo que es ni lo que no es.
Aquí sí es; es América, es Venezuela, cada mujer y cada hombre de su tierra que recibe nuestra solidaridad, nuestra convicción en el poder de la poesía, del futuro.
¡Gracias!