Comemadre es “una planta de hojas aciculares cuya savia vegetal produce (en un salto de reinos no del todo estudiado) larvas animales microscópicas. Las larvas tienen la función de devorar al vegetal hasta resecarlo por completo. Los restos se dispersan y fecundan la tierra, donde se reanuda el proceso.” Desde Nueva York, Heather Cleary nos cuenta sobre su traducción de la novela homónima de Roque Larraquy.
Denise Kripper: En su elogio en la contraportada de Comemadre, Samanta Schweblin se pregunta qué tipo de novela es esta: “¿Es de humor? ¿De horror? ¿Es sobre arte? ¿Sobre ciencia? ¿Sobre filosofía?” ¿Qué piensas? ¿Cómo describirías este libro?
Heather Cleary: ¿Hace falta que elijamos? Una de las cosas que más me gusta de Comemadre es cómo conecta distintos campos de investigación y revela las inconsistencias, obsesiones e ideologías de cada uno (en especial entre la violencia institucional y política y el discurso supuestamente neutral de la ciencia, o la quimera del arte por el arte). Esto se relaciona con la relación simbiótica entre el humor y el horror que está tan presente desde la primera página: en una entrevista hace poco con The Believer, Roque describió el uso del humor en su novela como una forma de establecer un contraste entre la naturaleza oscura de los eventos narrados y una voz distante y un poco caricaturizada, que lleva la tragedia al territorio de la farsa y deconstruye cualquier sospecha de realismo que quedara. Me encanta que este libro sea sobre todas esas cosas al mismo tiempo sin derrumbarse por el peso de su propia filosofía, y creo que es gracias a esa polinización cruzada entre disciplinas y estilos que Roque logra hacerlo.
DK: ¿Cómo diste con este proyecto? ¿Qué te hizo tener ganas de traducir este libro en particular?
HC: Fue pura casualidad. Un amigo trajo un ejemplar de La comemadre a una cena hace un tiempo. Coffee House estaba pensando en publicarla y quería mi opinión. Empezamos a leer algunas partes en voz alta y todos en la mesa se quedaron fascinados; sólo las risas rompían el silencio y el ruido ocasional de alguien atragantándose con un inoportuno pedazo de comida. Eso me pareció una buena señal. Seguí leyendo la novela y me atraparon su profundidad conceptual y humor negro…y también los matices en el tratamiento que hace Roque de temas como el amor, la violencia, la individualidad y la obsesión. Y, claro, su prosa: entre el desafío fascinante de las distintas narrativas que se presentan y los diversos juegos de palabras subidos de tono, en seguida se me hizo evidente que trabajar con esta novela iba a ser muy divertido.
DK: La novela está compuesta de dos partes muy distintas pero que están relacionadas. La primera tiene lugar en un hospital a principio de siglo, donde un grupo de doctores investiga el límite entre la vida y la muerte, mientras que la segunda cuenta la historia de un celebrado artista contemporáneo y una tesis doctoral sobre él. El marco, el tiempo y el estilo de ambas partes son diferentes. ¿Qué desafíos de traducción particulares presentaron estas dos partes?
HC: Una de las cosas que me parece más interesante de esta novela es la forma en la que el tiempo fluye en ambas direcciones: no resulta demasiado sorprendente que uno de los descendientes distantes del Doctor Quintana encuentre un vial de comemadre casi un siglo después de los eventos en Temperley, pero sí es muy sorprendente que las declaraciones proféticas de los participantes en esos experimentos sean frases tomadas del texto de la segunda parte de la novela (algunas son centrales a la narración, otras incidentales). Este giro está reforzado por el uso de frases contemporáneas, en general indecentes, en la línea argumentativa de 1907: los años que separan las dos narraciones se vuelven una membrana permeable. Este concepto no sólo es fascinante, sino que además me dio mucha flexibilidad.
En líneas generales, el desafío fue no complicar demasiado las cosas. Cada parte de la novela tiene su propia voz, así que me dejé guiar por eso: ambas son misantrópicas y libidinales, pero la primera parte es bastante barroca, mientras que la segunda, irónicamente, es más clínica. También hubo un desafío a nivel léxico: hacer que las cabezas cortadas hablaran en fragmentos relativamente inteligibles que fueran reconocidos cuando aparecieran en la segunda parte, pero que no adelantaran demasiado tampoco. Hubo mucho trabajo de afinación ahí.
DK: El autor ha definido la relación entre las dos partes como de “parasitismo mutuo” y no puedo evitar pensar en la traducción. ¿Dirías que hay un parasitismo mutuo entre las versiones en español y en inglés de esta novela?
HC: Yo considero que las traducciones y los originales en general se dan vida mutuamente, así que sí, supongo que hay un parasitismo. Un texto original le da vida a una traducción en el sentido obvio de que permite su existencia, y creo que las traducciones crean las condiciones para que haya nuevas lecturas del original, refractadas a través del tiempo y del lente de marcos culturales y lingüísticos nuevos. Además, a veces el idioma al que se traduce es generoso y permite realizar ciertas maniobras: cuando estaba trabajando con Comemadre, me encantó poder introducir un chiste en inglés que el español dejaba picando. Es en la escena en la que Quintana se mete en el cuarto de Menéndez y empieza a revisarle las cosas tratando de recabar información sobre el objeto de su deseo. Abre su armario y encuentra un uniforme de enfermera extra (que interpreta como dedicación al trabajo), unas cuantas cajas (éstas representan sus secretos), y una “cosa peluda” que no puede identificar en la parte de atrás del armario. Después se le ocurre que esta cosa peluda podría llegar a ser su perdición. Andar hablando de una cosa peluda misteriosa en el armario ya es bastante gracioso, pero además el inglés me brindó la palabrita muff, un accesorio plausible y un eufemismo pudendo; todo en uno.
DK: En ambas partes del libro hay muchas referencias a la Argentina. Por ejemplo, en la primera parte, uno de los personajes le dice a otro que no se haga el argentino y en la segunda se habla de una familia típica argentina. ¿Cómo crees que el lector de esta novela se imagina lo argentino? ¿Cómo crees que esta novela confirma o desafía esos supuestos?
HC: Oh, por favor. No sé si tengo algo demasiado útil para decir de los supuestos sobre lo argentino en general, excepto que esta novela lo presenta desde un lugar muy lúdico. Comemadre apunta al costado oscuro de la identidad nacional, ya sea en la evaluación fenotípica o la violencia expansionista de la Conquista del Desierto argentina hacia el final del siglo XIX (que hace un cameo en un monólogo bastante perturbador de uno de los doctores pasado de copas). Ambas partes de la novela presentan una crítica a la violencia promulgada bajo el manto del estado-nación, con la vuelta de tuerca de que, en la segunda parte, las naciones se diluyen a su “esencia” pop como significantes en camisetas estampadas con los nombres de distintos países que anuncian el humor de quien las usa.
DK: En la segunda parte del libro, un artista le responde a una mujer que está escribiendo una tesis sobre él. Él le comenta su trabajo y comparte con ella momentos relevantes de su vida. ¿Hubo colaboración entre el autor de la novela y tú como la traductora? ¿Tuvieron algún tipo de correspondencia?
HC: ¡Sí! Aunque por suerte el tono de nuestra correspondencia fue mucho menos acerbo que el que se ve en la segunda parte del libro. Roque y yo nos conocimos la última vez que estuve en Buenos Aires y mantuvimos un muy buen diálogo durante todo el proceso. De ser posible, me gusta pasar tiempo con los escritores que traduzco porque así tengo una imagen más completa (o tal vez sería más como el negativo de una imagen) de su prosa cuando los escucho hablar. En todo caso, después de eso hablamos seguido por elecciones específicas, muchas de las cuales ya mencioné aquí. Tengo muy lindos recuerdos de esas conversaciones, que eran sobre detalles léxicos precisos, pero también sobre los conceptos más generales del libro. Ayudó mucho que Roque sea tan generoso como talentoso también.
DK: Hay un epígrafe de Ferdinand de Saussure que abre el libro. Dice: “Lo que domina en toda alteración es la persistencia de la materia vieja: la infidelidad al pasado es sólo relativa.” De nuevo, vuelvo a pensar en la traducción aquí y el cliché de traduttore traditore. ¿A qué le eres fiel cuando traduces?
HC: Varía según el proyecto: cada texto tiene su propia armadura y trato de pegarme a sus elementos más salientes, así sean conceptuales, lingüísticos, tonales, o lo que sea. También le presto atención a las formas en las que un texto se desvía o acata las normas de cualquiera sea la tradición a la que pertenece (una combinación de tiempo, lugar, género e influencias) y recreo esos gestos en la traducción. En este caso, la desviación más obvia estaba en los anacronismos que aparecen salpicados en la primera parte de la novela y los cambios de registro entre la formalidad burocrática y la pura obscenidad. Estructuralmente, estaba trabajando con dos narraciones interrelacionadas marcadas por una cuota aguda de humor negro, que no sólo era situacional sino fundamental al ritmo de la prosa. De todas formas, las dos partes de la novela tienen un tono bastante diferente, así que le presté mucha atención a eso; cómo mostrar la continuidad sin perder las diferencias. También estaba el discurso filosófico y crítico que se inserta (y distorsiona) en ambas narraciones: la terminología tenía que ser reconocible para que la perversión pudiera realmente notarse.
DK: En su reseña, Sarah Booker dijo que la novela se lee rápido, pero que el texto inevitablemente persiste en la memoria del lector. ¿Tuviste una experiencia similar como traductora de esta novela? ¿Fue un proyecto rápido? ¿Todavía te persigue?
HC: Claro que Comemadre todavía me persigue, pero de la mejor manera: algunas escenas, como la que mencioné antes de Quintana metiéndose en el cuarto de Menéndez y el monólogo de Papini sobre los bidets, por ejemplo, a veces se me vienen a la cabeza y me hacen reír, aún después de tanto tiempo. Y también están esos pequeños acertijos con los que tuve el placer de trabajar, los juegos lingüísticos de este libro: todavía pienso en algunas frases y sus soluciones también. Es un mundo narrativo que me encantaría seguir habitando, aunque no sé qué dirá eso de mí.
DK: Hace poco estuviste en la residencia para traductores literarios del centro internacional de Banff. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Qué nos puedes adelantar de tu próximo proyecto?
HC: Fue genial. Recomiendo mucho la experiencia (incluso aunque la tentación de salir a pasear por ese paisaje imponente haya demorado un poco mi progreso). Pero hablando en serio, fue un lujo poder pasar tres semanas hablando sobre traducción desde su sentido más general hasta sus detalles más ínfimos con colegas increíbles de todo el mundo. Yo estuve trabajando en la novela Los incompletos, de Sergio Chejfec, que saldrá por Open Letter el año que viene. Sergio estuvo ahí una semana y eso enriqueció mucho el proceso también. Con respecto a mis próximos proyectos, mi traducción de El jardín de la señora Murakami de Mario Bellatin saldrá pronto por Phoneme Media.
Comemadre de Roque Larraquy y traducida por Heather Cleary se encuentra disponible en Coffee House Press.
Traducción de Denise Kripper