Barcelona: Seix Barral. 2022. 288 páginas.
Seix Barral ha iniciado la recuperación de la obra de uno de los autores más originales del último cuarto del siglo XX. Manuel Puig (General Villegas, 1932-Cuernavaca, 1990), es el creador de una obra donde el cine, sus propias experiencias personales, y un gusto por el lenguaje popular, conforman un caso singular dentro de la novelística hispanoamericana. La traición de Rita Hayworth, Boquitas pintadas o El beso de la mujer araña, son un buen ejemplo de esa forma de narrar tan característica del escritor argentino.
The Buenos Aires Affair supuso el abandono del espacio vital de Coronel Vallejos –claro trasunto de General Villegas– en el que había situado sus novelas anteriores. En esta ocasión, Buenos Aires le sirve como espacio urbano para tejer una narración policial que se desarrolla entre la década de los treinta y finales de los años sesenta. Como señala el escritor colombiano Mario Mendoza, en su esclarecedor prólogo, la novela narra “los dos últimos días en la vida de Leo Druscovich y el enigma de una serie de desapariciones, pistas falsas y obsesiones sexuales”.
La novela es una certera crítica a esos regímenes totalitarios, donde “la violencia sobre los cuerpos individuales y sobre el cuerpo social, las mentiras oficiales y los secretos familiares entretejen una trama de seducción, psicoanálisis y fascismo”, según leemos en la contraportada del libro, esa “carta a un desconocido” a la que se refiere Roberto Calasso en su ensayo Cento lettere a uno sconosciuto, y que le sirve a Manuel Puig para crear una trama en la que nos hará partícipes de la resolución de un crimen.
Manuel Puig había firmado, en 1971, un contrato para la publicación de la novela con Seix Barral, bajo el título de Noche en el Ritz. Finalmente, por problemas de censura, el texto no vio la luz. Este título, sin embargo, no se mantuvo cuando, dos años después, Editorial Sudamericana editó la novela como The Buenos Aires Affair. El libro no estuvo exento de problemas: sufrió secuestro y censura, causa fundamental del exilio del escritor argentino a México.
Ya desde muy joven trata de escapar de la realidad que le oprimía en su pueblo natal, lo que le lleva a crear para sí mismo otra realidad donde las comedias musicales, las comedias sofisticadas de la Metro, “esto para mí era la realidad. El pueblo era un western en el que yo había entrado, una película que yo había ido a ver por error, pero de la que no me podía salir”. Lo cinematográfico está presente en todas sus novelas, podría decirse que no se explica su narrativa sin el cine. Y esta querencia por el séptimo arte le llevó a Italia, donde fue asistente de Vittorio de Sica y Stanley Donen, pero esta experiencia le decepcionó: “Había perdido lo que me sostenía hasta entonces: la vocación por el cine. Esta había sido un malentendido. Porque lo que yo pretendía en el fondo era prolongar mi ‘rol’ de espectador”.
Empezó a escribir guiones cinematográficos, pero con poca repercusión. Y de ahí pasó a la novela. Se dio cuenta, en ese momento, que la literatura le era más afín a lo que buscaba. Encontró en ella, un camino para explicar sus propias vivencias personales. Néstor Almendros, amigo suyo, le presentó a Juan Goytisolo, quien le animó a acudir al Premio Biblioteca Breve, del que quedaría finalista con su primera novela.
The Buenos Aires Affair, como en otras novelas de Manuel Puig, confluye en una temática obsesiva, constante, donde el cine de la época dorada de Hollywood cobra un protagonismo fundamental. Al comienzo de la obra asistimos al siguiente diálogo, extraído de la película de George Cukor, La dama de las Camelias:
—El joven apuesto: Usted se está matando.
—Greta Garbo: (afiebrada, tratando de disimular su fatiga) Si así fuera, sólo se opondría usted. ¿Por qué es tan niño? Debería volver al salón y bailar con alguna de esas jóvenes bonitas. Venga, yo lo acompañaré (le extiende la mano).
—El joven apuesto: Su mano está hirviendo.
—Greta Garbo: (irónica) ¿Por qué no le deja caer una lágrima para refrescarla?
El escritor argentino sintió un sincero interés por ciertas formas despreciadas, ciertos géneros populares. Como el propio Puig recuerda:
Creo que estos géneros menores pueden ser tratados con cierto rigor artístico y valorizarlos. El hecho de que sean populares a mí no me molesta, al contrario. Hay ciertos ingredientes, por ejemplo del folletín, el cuidado de la intriga, que me parecen válidos. Siempre he intentado una forma de novela popular.