Bolivia: Grupo Editorial Kipus. 2017. 370 páginas.
La crítica juega un papel decisivo en la consolidación de los cánones literarios nacionales, sin ella no es posible establecer un corpus literario determinado; en Bolivia existen pocos críticos literarios que se ocupan de nuestra literatura; uno de ellos que se ha dedicado, con conocimiento, pasión y esmero, a analizar las obras, los autores, las tendencias, las escuelas, los simbolismos, la importancia y trascendencia de nuestra literatura en todos los géneros literarios es, sin duda alguna, Willy Óscar Muñoz (Cochabamba, 1949). En los últimos años ha venido trabajando en una saga de estudios acerca de la novela boliviana en general y de la obra de algunos escritores bolivianos en particular, entre los que podemos mencionar a Gaby Vallejo, Adolfo Cáceres Romero y otros destacados escritores nacionales.
De los numerosos ensayos de Willy Óscar Muñoz, me ocuparé de reseñar el titulado La novela boliviana: de Los deshabitados a Felipe Delgado (1959-1979), que forma parte de una serie de estudios literarios. Respecto a la crítica literaria sobre la novela boliviana, Muñoz considera que es necesaria para el medio y que, además, la novelística boliviana no es aún muy estudiada. El autor, quien fue catedrático de literatura en Estados Unidos, y obtuvo su doctorado en este país, considera que hacen falta revistas y libros sobre crítica. “Cuando presento un libro siempre digo que parece que los libros desaparecen luego del vino de honor, ahí se quedan, ya que no hay reseñas, muy rara vez los periódicos publican una reseña”, asegura Muñoz. Indica que este trabajo debería ser en equipo, pero por el momento es personal, tanto sobre hacer crítica como de historia de la literatura boliviana. Empero, espera seguir trabajando y escribiendo al respecto.
En De Los deshabitados a Felipe Delgado (1959-1979), analiza once novelas escritas entre 1959 y 1979, como parte de un estudio mayor que está haciendo acerca de la literatura boliviana. En su introducción, Muñoz nos ubica temporalmente en su estudio. Me parece interesante que el autor haya optado por ordenar los capítulos de este libro por modalidades narrativas y no cronológicamente, este detalle le da la impronta académica, característica de los ensayos literarios de Willy, cuyos trabajos vienen reforzados por abundante bibliografía nacional e internacional.
A diferencia de otros investigadores que tomaron dos o tres novelas para analizar grandes periodos de la historia literaria nacional, Muñoz es responsable y generoso con nuestros autores. Además de los hitos novelísticos del título de su libro (Los deshabitados, de Marcelo Quiroga Santa Cruz, y Felipe Delgado, de Jaime Saenz), se ocupa de Pequeña hermana muerte, de Enrique Kempff; Réquiem para una rebeldía, de José Fellman Velarde, que vendría a ser la obra que refleja la transición entre la modernidad y la postmodernidad de nuestros novelistas; sin duda un homenaje a una novela y al novelista Velarde, injustamente olvidados en Bolivia. Continúa con Sombra de exilio, de Arturo Von Vacano; Los réprobos, de Fernando Vaca-Toledo; Los muertos están cada día más indóciles, de Fernando Medina Ferrada, y otros escritores; Muñoz inicia realizando sendos análisis de los mismos buscando las claves de la narrativa nacional entre 1959 y 1979.
Mención aparte merece el capítulo que Muñoz dedica a “La poética de la redención en El Loco, de Arturo Borda”, una monumental obra difícil de clasificar, cuya lectura se ha vuelto un culto para valientes por la cantidad de páginas de esta extraña como curiosa obra que posee todos los géneros literarios. Muñoz nos advierte:
El Loco es un texto complejo pero que, sin embargo, satisface las exigencias del placer de la lectura. El lector casual debería leer este libro fragmento por fragmento, quizá sin seguir orden alguno, gozando de la inteligencia de los aforismos, de la belleza de la poesía, de la placidez de la naturaleza o aprendiendo de las enseñanzas del ars poética inscritas en sus páginas o siguiendo las experiencias de un loco que, debido a la percepción que otros tienen de él, encuentra dificultoso hacer efectivo el ideal que persigue para el bien de la humanidad.
Como muchos lectores y críticos nacionales y extranjeros, Muñoz rinde los honores a la que se considera la gran novela de Jaime Saenz y en su interpretación “Desconstruyendo Felipe Delgado” realiza un profundo análisis de dicha obra:
No cabe duda de que Felipe Delgado (1979), de Jaime Saenz, es una novela paradojal, de difícil consumo, que prescinde del realismo que imperaba en la narrativa de esa época; tampoco codifica una reacción inmediata que ficcionaliza eventos históricos que dejaron su huella en la Nación, como se acostumbraba en la época de la escritura de esta novela. En vez, su contenido ideológico se basa, principalmente, en la búsqueda del conocimiento de lo que sucede en el más allá, después de la muerte, misión que realiza su protagonista, travesía basada, fundamentalmente, en la oposición binaria vida/muerte y otras metafóricas y tributarias que la complementan como luz/oscuridad, conocimiento/ignorancia.
Me encantó leer a Muñoz decantando una novela que me marcó en mi juventud, por muchas razones; entre ellas, por el reconocimiento de esa ciudad La Paz, profunda, desconocida y misteriosa. Cómo no podría ser de otra manera, Muñoz se ocupa de “La lectura como hermenéutica interpretativa en Bajo el oscuro sol, de Yolanda Bedregal”, la gran novela de esta escritora más conocida como poeta.
La crítica literaria en general nos ayuda a superar nuestras propias limitaciones como escritores y permite que se valore la obra, por encima del criterio personal que se tenga sobre un autor como individuo. La obra ensayística de Muñoz es académica y se constituye en uno de los pilares fundamentales para entender la historia de la literatura nacional, así como para definir sus principales hitos en cuanto a la narrativa se refiere. La serie dedicada a la novela nacional es de vital importancia para comprender el desarrollo de nuestra literatura.