Donde habitan las muñecas. Karla Barajas. Lima: Quarks Ediciones Digitales. 2021. 87 páginas.
“Muñequismo”, “Oscuro corazón”, “Tan cucas” y “Donde habitan las muñecas” son estos los capítulos de Donde habitan las muñecas de Karla Barajas, editado por Quarks Ediciones Digitales (Lima, Perú 2021). Cada capítulo funciona en su unidad narrativa, logra urdir el compromiso de la autora con su libro hasta disponer de su postura ante lo fantástico. El muñeco, la marioneta y los objetos que la rodean adquieren la forma de la metáfora, se transfiere el sentido real por el de la ficción mediante el microrrelato: historias breves en su representación, pero signan su discurso; fragmentos de una prosa en cuyo contenido la distinción de un mundo que se articula con las ideas de Barajas vertidas en esta pieza y, a partir de este uso narrativo, la autora expresa su relación con la realidad o con su “naturaleza” sostenida todavía por esta dialéctica del texto breve que, como se comprenderá, se fragmenta a la vez que se ficcionaliza. El amor, el deseo, la soledad, el temor, el odio y lo dionisíaco, incluso lo lúdico son reunidos en su técnica narrativa. Lo fantástico, como medio para entender lo literario, se articula a través de una escritura concreta y limpia, con frases cortas y precisas, otorgándole ritmo para avanzar con placer hacia el otro relato.
Este elemento lúdico atraviesa todo el libro, sólo que la autora nos muestra aquellos capítulos como un cuerpo del todo: serán los diferentes signos de cómo la realidad nos exhibe su condición fantástica, en tanto que lo extraño, la maldad, lo oscuro y mágico se instauran con el firme propósito de tergiversar la realidad para organizar un nuevo orden en el enunciado: “Debo decirte que, aunque ahora seas un hombre de carne y hueso, sigues siendo igual de mentiroso que cuando eras de madera”. Estos muñecos adquieren una dimensión humana cuando, la realidad de lo fantástico, se incorpora a la representación: el lector asume ese contexto en el marco de lo que es “real”, suprimiendo los límites entre lo fantástico y lo natural, lo inverosímil de lo veraz, lo extraño de lo normal o el desasosiego de lo sereno. Con todo, Barajas asciende en esa necesidad de consolidar su modo de entenderse con lo narrado y cómo también se conjuga en ese divertimento por medio del cual acerca al lector a esas diferencias, cuya representación en el libro se unifica mediante la lectura. La ironía, por ejemplo, es uno de los recursos que sostiene a la secuencia que los articula. Una y otra vez nuestra autora insiste en esa expresión del doble, siempre que sea un elemento de la ficción y termine en el componente fantástico. Aquello extraordinario sustituye lo real. Y la realidad se muestra en la dimensión de su reflejo: nos toma por sorpresa porque descubrimos en ello aquello que es y existe: la figura del muñeco, la muñeca, la marioneta y el objeto se transparentan en esa posibilidad de encontrar en el sujeto su doble. Somos la extensión de nuestra propia metáfora: ser el muñeco, la marioneta o el objeto. En el sustrato de ese discurso la denuncia de lo femenino dispuesta bajo el cuidado de la construcción narrativa. Así que la ficción no tanto se dispersa en lo ideológico como sí se sustenta en la escritura.
Lo femenino adquiere entonces representación en la figura irónica: lo intersubjetivo se posiciona del lector. Esta relación entre la zona de lo objetivo y lo subjetivo se mezclan y tal conmutación deviene en territorio de lo imaginado y por eso no será menos real cuando lo que se representa no es más que aquella otra figura de esa realidad que se anuncia en el relato. Mediante la ironía se desenmascara la realidad con todos sus componentes sociales, dejando al descubierto la enajenación del hombre: “Me compraste para tocarme, […] Pero te advierto algo, […], no tendrás manera de remediar el problema. Solo ahí sabrás lo que es tener una Barbie Girl en casa”. El objeto, tal como lo entendemos, se rebela y consolida aquella intención lúdica de los relatos. El objeto transferido a sujeto: muñeco y persona se unen en la realidad del relato. En éste y la mayoría de los relatos. Entonces la diatriba está clara: separar lo real de lo no-real y, como decía, lo extraño de lo normal, no sin cierto acento erótico como provocando a su lector en el extremo de esa disertación.
Sabemos que son microrrelatos, pero, insisto, se extienden en la unidad de los textos, puesto que lo fantástico se expone en los senderos del muñeco o la muñeca como identidad de revelación y de sustentación. Si bien el lector se divierte, Barajas desea a un lector inteligente el cual logre desenmascarar a la realidad: “La Barbie decidió casarse con él por su cuerpo de G.I Joe”, “Y él con la Barbie por su casa y carro”, dice Lolita mientras juega al chisme y la calumnia. Queda clara la intención. Aquí también hay una construcción racional cuando se da al lugar la toma de conciencia sobre el componente social y, Barajas, lo hace al mediar con lo lúdico, con el juego. Y el lector, una vez más, se divierte. También, quedan expuestas las ideas de Barajas por el carácter de lo que denuncia y su relación con la otredad: lo otro que se expone se integra en el transcurrir del libro.
El personaje funciona como movilizador (actante) de otra realidad con la cual se sustentan las historias de los relatos. Tenemos con nosotros el ejemplo de “Pinocho” cuando notamos cómo se revela el sentido opuesto al utilizar este personaje como disparador de nuestra imaginación. En ese momento gozamos de la lectura, porque invertimos el sentido: este personaje conocido por todos adquiere otra significación; se desdobla para cuestionar su valor social: cuestionar la realidad, su alienación y entramado social. Así que lo femenino se subleva mediante la incorporación de esa metáfora, la cual consiste en articular sobre la marioneta la otra verdad. Y la autora construye esa conciencia de lo real, desde este mecanismo lúdico, al denunciar el machismo, la violencia y el egoísmo. Lo lúdico pues nos entretiene cuando en nuestro inconsciente se mueve la intención de jugar. Y el juego devela los secretos de lo extraño.
Juan Martins