Phoenix, Arizona: Cardboard House Press, 2021. 119 páginas.
La aparición de esta edición bilingüe de Contra natura (1971), del poeta Rodolfo Hinostroza (1941-2016), es un hecho digno del mejor aplauso. Su publicación hace posible la difusión en el mundo angloparlante de la obra de uno de los poetas peruanos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Hinostroza perteneció a una notable generación de escritores peruanos aparecidos en la década del 60, de la que también formaron parte Antonio Cisneros, Javier Heraud, César Calvo y Luis Hernández, entre otros.
La Generación del 60 impulsó más de una ruptura con las fórmulas tradicionales para la práctica poética de la época. Me refiero al abandono de la metáfora propia de la tradición hispánica para priorizar, en cambio, el uso de la imagen como parte esencial de un complejo sistema crítico-reflexivo a la manera de T. S. Eliot y Ezra Pound. A esta cualidad narrativa del verso se suma una profunda revisión crítica de la historia y la reactualización de figuras míticas o tradicionales; todo ello sin perder de vista el convulso contexto histórico de la época; a saber, la Revolución cubana, las protestas estudiantiles de Mayo del 68 en París y la guerra del Vietnam.
Algunos de estos postulados estéticos y temáticos ya asoman en el primer libro de Hinostroza, Consejero del lobo (1965), y alcanzan su madurez en Contra natura. En este último, es claro el influjo de Ezra Pound y de Saint-John Perse por sus versos largos y su intensa metaforización. Por otro lado, es evidente la vocación cosmopolita de Hinostroza al tomar elementos de la tradición occidental —la Biblia, la poesía latina y el teatro de Shakespeare, por ejemplo— para luego examinar grandes acontecimientos de la época y poner en valor las vicisitudes de la condición humana. Me refiero a asuntos como la crisis del poder totalitario, las luchas revolucionarias, el movimiento hippie o el uso de la tecnología moderna como vehículo de una nueva forma de explotación económica.
Contra natura es un libro inquietante y lleno de sorpresas, producto de una gramática singular y de un complejo sistema de signos que crea un campo semántico propio. No obstante, su novedad le debe menos a las vanguardias que a su apuesta por un lenguaje radicalmente libre que aspira a alcanzar nuevos horizontes expresivos a través de la construcción de un sólido “yo” poético. Un primer ejemplo al respecto es “Gambito de rey”. El poema se instala en el presente de una partida de ajedrez y la actualidad en la que está inmersa la historia personal del “yo” poético. El poema va del sesudo juego de su protagonista a una reflexión sobre el destino. Dicho de otra manera, va de la historia personal del hablante poético a la Historia, ese otro juego de circunstancias que es nuestra vida. Desde un comienzo, el “yo” poético muestra su actitud rebelde e inconforme con su realidad más inmediata, pero poco después perderá la partida. Su derrota le hará tomar conciencia de que equivocó el rumbo de su vida, así como la Historia también equivocó el suyo. Por ello, dice con furia y desencanto: “Adiós culeados sueños, adiós tu pulso, tallador de brillantes/el regreso no significa nada, la miserable comunión de los cielos/con cualquier otra cosa jamás se ha producido”. Y aunque ahora sabe que la realidad que le toca vivir es defectuosa, volverá a jugar una nueva partida, esta vez con la sabiduría acumulada en el bolsillo; todo ello porque “una partida es solo una partida. La especie humana/persiste en el error, hasta que sale/una incesante aurora/fuera del círculo mágico”.
“Imitación de Propercio” propone una reflexión sobre otro tema capital en la obra de Hinostroza: la barbarie del poder. Si la lucha entre la pureza de la poesía y el poder, entre el cambio social y el continuismo decadentista, es un asunto recurrente de este libro, el hablante de este poema sabe bien el lugar que desea ocupar. De allí esta declaración de intenciones con el que se inicia el poema: “Oh César, oh demiurgo/tú que vives inmerso en el Poder, deja/que yo viva inmerso en la palabra”. Al “yo” poético poco le interesa cantarle al poder pues sabe por experiencia propia que “en su naturaleza hay algo de maligno/ahora y siempre”. Antes bien, prefiere refugiarse en el amor libre y la armoniosa utopía que le ofrece el amor libre de Azucena. En verdad, César y Azucena son aquí dos personajes opuestos: si el primero es el dictador que posee un aparato represivo para mantener viva su tiranía, Azucena, en cambio, es el símbolo de la redención. El poeta se encuentra en el centro de estas antípodas y finalmente optará por redimirse en los brazos de su amada. Dice: “No mandes a tus terroristas a convencerme que cante tu célebre continuum/represivo/yo reposaré esta noche entre los muslos de Azucena”. Y luego añade: “no más la historia del Poder pero de la armonía/millones de utopistas marchan silenciosamente/…la otra margen acaso alcanzaremos/el mar se ha retirado y Azucena/aguarda/amante inalcanzable y ligera”. Todo esto, claro está, no es sino una visión, un acto de fe que prefiere ampararse en el radicalismo de la crítica al poder absoluto para así defender la ética y la estética en el mundo. Sin embargo, estas referencias no son gratuitas ni lejanas, pues si César representa el poder absoluto en Roma, las asociaciones o anacronismos le permiten a Hinostroza señalar la identidad política del presente —la de los años 60—, con sus propios abusos de poder y sus propios caudillos.
Vale la pena subrayar que a la elocuente oralidad y al afán narrativo de los mejores poemas de Contra natura se suma siempre un hábil juego intertextual. Este aparece a través de la inserción de palabras o versos en inglés, francés o italiano, a través de los cuales el poeta le rinde homenaje a figuras tutelares de la poesía como Dante, Shakespeare, Shelley, Whitman y Pound. El poema “Aria verde” es uno de los mejores ejemplos al respecto. Por otra parte, el lector primerizo de la poesía de Hinostroza quizá se sienta confundido por el peculiar uso de signos matemáticos o de otra índole que aparecen en el libro. Lo cierto es que las fórmulas matemáticas están vinculadas aquí a la belleza pura y que la circunferencia, por ejemplo, se encuentra unida a la idea del amor perfecto y a la armonía del mundo. Como leemos en “Orígenes de la sublimación”, “con tus ojos lo verás, con tus manos lo tocarás/tomará materia/el amor hace visible lo invisible/y hace visible lo visible…/la fuente de juventud/que no envejece”.
Como pocos poetas de su época, Rodolfo Hinostroza supo poner en valor la circunstancia histórica de su tiempo y, en ese ejercicio, trazar un luminoso puente entre la ética y la estética de sus versos. Saludemos una vez más esta estupenda edición bilingüe de Contra natura, fina y hábilmente traducida por Anthony Seidman. Su lectura le ofrece al lector la posibilidad de descubrir a un poeta innovador y exigente ante la palabra poética, dos elementos indispensables para identificar a un artista de gran alcance en la poesía escrita en español de nuestros días.