Perú: Dulzorada Press. 2021. 262 páginas.
A lo largo del tiempo la poesía ha tenido cambios en torno a su elemento primordial: la palabra (solo para referirnos al texto poético). El poema, primero, dejó una larga dependencia de estructuras de ritmo y métrica. Y luego, con el verso libre, se acentuó su apego al silencio de la página (elemento necesario para la creación del símbolo). La poesía, entonces, “hablaba” con el silencio, no con la literalidad. Las palabras se adecuaban en la página para que el silencio fuese más potente que la literalidad del sentido. ¿Qué ha sucedido ahora en esta era de las tecnologías de comunicación?
Cuando se dice que la poesía es lenguaje, no se refiere solo a una estructura verbal ajena a un entorno social. El poeta hoy se comunica en vivo y en directo con el “lector”, interactúa con aquel desde una “torre de marfil” derrumbada por la internet, por las redes sociales y por la virtualidad. No hay vacío místico, ya no hay silencio con sentido simbólico. Es más, se desconfía del sentido. Y es por eso que, hoy, la poesía trata de decirlo todo (¿poesía del conocimiento?), de abarcarlo todo (sentido y contrasentido, en verso y en prosa…). Y es lo que vemos en Cam Girl & Other Poems (Dulzorada Press, 2021) de Fiorella Terrazas (Lima, 1990), cuando leemos la voz de una poeta joven en un proceso de construcción de un nuevo discurso, la voz de un yo-Otro-Otra.
En la primera sección, Inanición / Starvation, el padecimiento del yo ante la voraz máquina de la ciudad que aniquila el corazón de la poeta, no se queda solo en el canto de una voz herida, sino que avizoramos una propuesta: “He decidido morir hoy por inanición. No tengo dinero pero sí un libro de Juan Rulfo. Tal vez mis microorganismos creen un azar y de este libro nazca un panteón a donde irán a morir mis entrañas”. Es una inmolación pero que conduce a una trascendencia. El referente a Rulfo no es para configurar una identidad cultural cliché, sino para abrir un camino que trascienda todo dato nacional o un yo burocrático de carnet de identidad. Lo humano, ahora —y más en tiempos de pandemia—, es la conciencia de que está compuesto de microorganismos; no es un ser purificado.
“Él acaba de sonarse la nariz a vista y paciencia de los adolescentes. / En sus lágrimas se derrama la ausencia de un yo que lo salve”. Al no haber aquel “yo”, se ensayan distintos “yo”, femenino o masculino, en primera o segunda o tercera persona: “Maquino mi cama/ de hombre macabro/ de 23 personalidades”. Es un él o ella o un nosotros sin yo, que observa, que es testigo, que constata, que se enferma, que se duele, y lo que ve es lo que siente, y lo que siente es lo que ve o sueña o imagina o crea. Y es un mundo o una maquinaria social que divide a los seres en ganadores y perdedores, en donde “el instinto social ya no se reproduce”. Ese instinto social es el de la solidaridad. Y por eso la voz poética, a causa de esa ausencia, creará una comunidad de sentimientos que se empoderan: “Pienso en sentimientos e invento desobedicencias”, dice a la par de las redefiniciones de nuevas identidades para hacer efectivo el cambio: “el cuerpo deshumanizado que mete su cabeza entre las paredes/ y busca nueva voluntad”.
En Power, la segunda sección, el lenguaje se va concentrando, pero a la vez haciéndose más fluido, lo cual se apreciará con más desenvoltura en la tercera sección. La musicalidad armónica de la primera parte da paso a otro tipo de ritmo, más fragmentado y, a su vez, más apegado (o inmerso) a la sensibilidad del yo.
Aquí se activa esa “voluntad” y se asume una política de acción, no de discurso: “me siento un pedacito de mundo/ soy un pedacito de esta legión/ que grita/ JUSTICIA Y REPARACION”. Lejano quedó el tiempo en que el poeta se arrogaba la voz del pueblo con un hermoso y soñador discurso de cambio hacia un futuro mejor. La poeta describe esta acción social y política desde su aparato verbal en construcción: “pero también soy un cardumen, que forma otro cardumen/ de seres libres que nadan,/ llenos de coraje/ somos el mar,/ tragándose el cielo y el silencio”. La poesía habla desde la conciencia del poeta hacia la conciencia de ese “ciberlector” o “ciberlectora”. La poeta nos habla desde el lugar real que habita; no es que solo exista o quiera definirse desde la virtualidad de una realidad efímera de goce y castigo: “seremos lágrimas llenas de paz en un país donde ya lo perdimos todo”, nos dice con la superación ante el desencanto peruano de los fracasos de sus viejas políticas. Y es que, haciendo crítica incluso al lenguaje virtual, esa hiperconciencia conduce a saber que “este mundo ya no es un meme”.
El enfoque colectivo no hace perder la singularidad de la voz poética; constantemente vuelve el yo para reafirmarse como sujeto nuevo: “entonces lavo mis manos como símbolo de purificación”. La tecnología permite completar la falta, llenar la ausencia, reparar la falla: “la realidad virtual no dura tanto como este sueño,/ no más que un libro en un templo de chamanes/ y así curaré mis heridas, bordando formas orgánicas en mi pecho”, nos dice con la convicción de que la tecnología no lo hace todo sino con la poesía. La poeta no es un ente pasivo entre lo tecnológico, sino que se complementan, se fusionan para componer ese yo social e insular-crítico a la vez.
En la tercera y última sección, Poet futuro / Poet future, se asume una voz generacional; es una voz sensible y cuestionadora que discurre en distintos tópicos poéticos que dan cuenta de que el viejo “épater le bourgeois” (dejar al burgués atónito) ya no causa efecto en un mundo en que los estamentos sociales y culturales son distintos o fluctuantes (cuando los paradigmas ya no son tales). Vivimos en la globalización, y aun cuando este libro celebra las posibilidades que nos brinda la tecnología, también es un paso más a esa primera fascinación que pudo causar en un momento.
El Yo es Otro del simbolismo rimbaudiano ha derivado al Yo es Otros /Otras. Como decíamos, ya no se escribe desde el “silencio” sino desde la realidad virtual, desde el conocimiento, desde la ciencia… Lo real puede ser una dictadura, una injusticia o una pandemia; pero la poesía, aun con sus variantes o metamorfosis, es siempre las posibilidades de las múltiples voces que nos abren el camino a un futuro más pleno.