Chile: Conunhueno. 2021. 79 páginas.
Sucede que me canso de ser hombre
sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen ceniza.
Pablo Neruda
Comienzo esta reseña citando a Neruda con su obra Residencia en la tierra, puesto que en Caen cenizas sobre la ciudad, de la poeta colombiana Carolina Cárdenas, está implícita la desesperanza y la derrota de ser hombre-mujer, de habitar sin humanidad, ya que el sistema económico mundial nos convierte en cifras, engranajes. Como en la película de Chaplin, Tiempos modernos, estamos enajenados porque el sistema así lo requiere, y Orwell lo grafica en La granja de los animales y en 1984.
Cada vez hay menos tiempo y espacio para el alma y, por otro lado, sin ser máquinas, nos convertimos en estas, así que nos rompemos y habitamos en decadencia. Esto es lo que la autora Carolina Cárdenas ve y escribe como diagnóstico negro de un mundo enfermo, terminal y loco.
Carolina es capaz de ver la pudrición o el veneno de lo que la rodea. Primero como bestiario de una ciudad que es el mundo donde en cada habitante descrito están todas las miserias que estamos obligados a aceptar y que nos convierten en insectos. Segundo lugar, las personas tienen que enfrentar una realidad llena de injusticias, impersonal e individualista que nos vende una felicidad de consumo y competencia cruel. Por eso este existir vacuo en ciudades de ceniza siendo harapos humanos. Esta primera parte está escrita en tercera persona.
Luego, en el segundo capítulo, el hablante lírico aparece en distintas personas mostrando todo lo invisible que somos y la mudez de la miseria de ser alguien sin valor, lo cual se refleja en versos como: perros con sarna, moscas de las que todos huyen. Ella va poetizando sobre varias enfermedades mentales y del alma a las que nos arrastra este sistema capitalista y de libre mercado, lleno de individualismo e inequidad social.
La obra es de una belleza terrible y oscura en la que nadie queda ajeno y solo queda identificarse con alguno de estos personajes o situaciones. Con estas enfermedades, Caen cenizas sobre la ciudad se hace kafkiano y se ve claramente que el heterónimo F.K. Kristopher, creado por la poeta, nos irá dando directrices sobre el libro.
El libro va dejando las puntuaciones y reglas ortográficas para revelar los diversos cuadros clínicos que sufre la hablante lírica, los cuales son enajenación y más enajenación. A través de esa segunda parte nos encontraremos con monólogos interiores en los cuales aparecen estas condiciones (mentales, nerviosas y viscerales) con ideas suicidas por no soportar existir así, y en el que el ser sensible nos dota de indefensión absoluta.
En el capítulo “Los gritos que nadie escucha”, F.K. Kristopher nos devela la convergencia de la locura y el horror, el caos y la nada. Es coincidente el avance de este caos de las ciudades con la actual pandemia, ya que nos deja de manifiesto lo que es habitar en la enajenación del planeta y de sus inhumanos sistemas de producción esclavistas donde la peor tragedia es olvidar que se es humano. Y así el paisaje urbano se va llenando de víctimas mentales y los gritos son pájaros porque el mundo es cautiverio que impide volar. Entonces, ante las post verdades, nos vamos sumiendo en una bipolaridad en que pasamos a ser gusanos o insectos. Y Kafka se nos aparece en la desintegración de nuestras sociedades y de nosotros mismos como en El proceso.
F.K. Kristopher se manifiesta como un oráculo anunciando el desastre final, cuyo fin nunca llega, como en el suplicio de Prometeo en el que la tragedia está en el sentir y la sentencia en el habitar sin sentido. La fauna no queda libre de esta hecatombe, por eso la autora mantiene diálogos con perros y gatos, puesto que la humanidad es una bestia peligrosa. Razón por la que las luciérnagas se desintegran y desaparecen: todo es fractura.
En el último capítulo “Yo, la locura y la nada”, la voz poética nos dice que no puede ser por ello sus diversos estadios entre insecto, mosca y gusano; el vacío, la ruptura y la nada. Las ideas y el pensamiento se desvanecen al final del libro, los grafemas también se deconstruyen y desaparecen mientras dejan en la memoria fantasmas de un sufrir habitar.