Mugre rosa. Fernanda Trías. Montevideo: Literatura Random House. 2020. 276 páginas.
Como un acto premonitorio Fernanda Trías (Montevideo, 1976) arriesga con una distopía que recuerda al presente. Una peste invisible y un ambiente en constante degradación son la plataforma ominosa de Mugre rosa. La novela presagio anticipa un universo similar al que comenzó con la pandemia —cargado de incertidumbres contradictorias— y funciona como hábitat potencial para que la autora extreme sus obsesiones y vuelva a consolidar una forma opresiva y asfixiante que destaca en toda su obra.
La ciudad protagonista contiene esquirlas de Montevideo, las descripciones visuales y geográficas se asemejan pero la denominación de los espacios está levemente modificada, decisión que no se mantiene en todas las alusiones a la capital uruguaya y tampoco significa una gran relevancia. Predomina, en los pasajes y recorridos citadinos, la presencia del río como caudal de antítesis. Vida y muerte simulan ser las únicas posibilidades que propone la urbanidad como exterioridad terrible mientras el cotidiano se sostiene en una rutina con cambios que varían el devenir de la intimidad de los personajes.
La estructura se apuntala sobre un sistema de tensiones vinculares; la protagonista de unos cuarenta años mantiene tres relaciones de dependencia con su madre, su ex esposo Max, y Mauro, un niño al que cuida como niñera. La historia se construye a cuentagotas en fragmentos de distintos tiempos de la vida de la mujer en los que se exponen sutilezas de la conducta humana intercalados por paradojas, diálogos y reflexiones que parecen querer inducir, otorgar cierto misterio.
La aparente confusión que provocan los lapsos temporales aumenta la sugestión en la lectura. La crueldad de los niños en la infancia, la vida previa a la peste, el presente enrarecido y un futuro inmediato que acelera la narración se desdoblan como capas de lo siniestro poético. Esa acumulación de una primera persona determinada por sus vínculos ante una nueva forma de vida alterada manifiesta cómo los comportamientos se trastocan ante la inminencia de la soledad.
En un entorno enmohecido de horror y por momentos de asco los personajes comparten sus miserias y el miedo es un motor que, mientras los aniquila, los mantiene con vida. El instinto de supervivencia hace transitar a la protagonista por la ciudad, para visitar a su madre que vive en un barrio alejado, a su ex que está internado en un hospital, y para volver a tiempo a su casa y cuidar a Mauro de sí mismo y de su síndrome que lo mantiene continuamente con hambre. Las distancias y las oposiciones como conflictos refuerzan la presión, en un mundo en el que la comida es escasa, un niño insaciable, en una ciudad en que los traslados son cada vez más ilegales e inaccesibles, una madre en un barrio lejano, en medio de una peste, un ex internado.
Los conflictos vinculares no solo indagan temas universales como el miedo y la soledad, sino que activan acciones concretas que hacen avanzar los sucesos. Conseguir comida, por ejemplo, es una hazaña ante un niño ávido de alimento. La carne aparece en varias ocasiones y de diferentes formas: asado, panchos y fiambre, como un recuerdo lejano, y Carnemás, como un presente frecuente. La nueva marca de Mugre rosa es una sustancia cárnica enlatada y el alimento más fácil de adquirir, producto de la Procesadora Nacional, similar al Corned Beef que exportaba el Frigorífico Anglo de la ciudad de Fray Bentos, Uruguay, para los soldados británicos durante la Primera Guerra Mundial.
No solo en la búsqueda de comida la presencia del cuidado se hace evidente, la protagonista es una mujer que cuida o intenta cuidar, que cuida a los demás más que a sí misma, otra vez para no quedarse sola. La maternidad, más que biológica, prepondera como el hecho de maternar y cuidar, y es uno de los temas principales. El recuerdo permanente de Delfa sugerida como una niñera de la protagonista en su infancia, las riñas entre madre e hija, la imposibilidad de dejar de pensar en el cuidado de su ex, y por último el proceso de conversión de la protagonista de una mujer que cuida por dinero a una madre sustituta que no elige serlo pero que no puede desprenderse ni dejar de cuidar al niño. Como un retrato hiperrealista de las relaciones de cuidados y dependencia, Trías pone sobre la mesa, de un modo poco común, la importancia en la elección de aceptar o no los roles asignados como mandato, ser madre o hija, mujer que cuida niños o enfermos, y la dificultad para decidir o abandonar.
La promesa de Brasil como un escape es intermitente y se esfuma y el contacto extravincular con el mundo exterior acompaña las dudas y resoluciones en los encuentros con taxistas de diversos tipos y en la persistencia de la irrisoria publicidad del televisor y los medios en que los ministros comunican los avances de la peste de modo tan perverso y similar como acontece en el país natal de la autora actualmente.
La niebla nubla la determinación de los personajes, como si un destino funesto fuese inevitable, y solo se tratara de seguir en una dinámica permanente de vínculos simbióticos. Como si nadie pudiera salirse de una línea recta trazada con una regla impecable, como si solo se pudiera vivir y asimilar las fatalidades en una nueva naturaleza donde las relaciones humanas, tras olvidar la convivencia con otros seres sobre la tierra, fueran el último resquicio a destruir.
Leonor Courtoisie