La perra. Pilar Quintana. Bogotá: Penguin Random House. 2018. 108 páginas.
Se podría decir que el deseo de crear se encuentra en el núcleo de la existencia humana. Por creación me refiero a la aspiración de dar vida propia a una obra, a un proyecto, y por supuesto, a la experiencia de la maternidad que algunas mujeres consideran como el pináculo de su realización personal y de pareja o como parte de su proceso vital. Sin embargo, en La perra (2017) la colombiana Pilar Quintana explora este deseo truncado y la manera en que esta frustración activa recuerdos en la protagonista sobre la pérdida, la violencia, el aislamiento y la soledad. Ante los ojos de aquellos lectores acostumbrados a los paisajes urbanos, Quintana recrea un universo narrativo agreste en el cual la fuerza y el ímpetu de la selva, la lluvia, el mar y la humedad enmarcan la cotidianidad de los personajes de esta novela corta. Damaris, la protagonista, y su esposo Rogelio, ambos afrodescendientes, viven en un pueblo compuesto por “una calle larga de arena apretada con casas a lado y lado. Todas las casas estaban destartaladas y se elevaban del suelo sobre estacas de madera, con paredes de tabla y techos negros de moho” cercano al puerto de Buenaventura en la costa pacífica colombiana. Aunque el puerto es el enclave de comercio internacional más importante de Colombia y el Pacífico es una de las regiones más biodiversas del mundo, es una de las más pobres del país debido al abandono del estado. Este abandono histórico se relaciona con el racismo estructural que afecta a la población afrodescendiente e indígena quienes mayoritariamente habitan esta región.
La perra inicia con una anécdota que activa la trama de la novela y ubica en el escenario a lo dos personajes principales: Damaris y Chirli. A raíz de la muerte de una perra que ha dejado una camada de cachorros, ella decide adoptar una hembra y llamarla como le hubiera gustado ponerle a su hija, Chirli. Sobre la muerte de la perra, el narrador expresa que “muchos perros del pueblo morían envenenados. Alguna gente decía que los mataban aposta, pero Damaris no podía creer que hubiera personas capaces de hacer algo así y pensaba que los perros se comían por error las carnadas con veneno que dejaban para las ratas (…)”. A partir de la llegada de la perra a casa de la protagonista, nos adentramos al espacio doméstico de los personajes principales y de paso al mundo interior de la protagonista. La narración trascurre, entonces, entre la cotidianidad de Damaris mientras prepara la comida, barre, limpia el piso, organiza, cuida a Chirli y recuerda algunos sucesos dolorosos de su vida. Entre estos se cuenta la frustración por no poder quedar en embarazo y el tener que lidiar con esa sensación. Estas emociones le han generado una permanente sensación de no encajar, cierta disfuncionalidad, en su relación con Rogelio y su familia extendida.
Al respecto es interesante resaltar el interés de Quintana por representar la manera en que los valores culturales asociados a la maternidad afectan negativamente a Damaris. Se suele pensar que la mujer debe quedar en embarazo durante los primeros años del matrimonio ya que los hijos simbolizan el éxito de la unión marital y su capacidad de reproducción. No poder lograr esto, ha frustrado a Damaris y Rogelio pues “la gente empezó a decirles ‘¿Para cuándo los bebés?’ o ‘Qui’hubo que se están demorando’”, pero es ella la que buscó soluciones y a quien se responsabilizó por este fracaso, “ (…) pasaron otros dos años y ya tuvieron que explicarles a los que preguntaban que el problema era que ella no quedaba embarazada. La gente empezó a evitar el tema y la tía Gilma aconsejó a Damaris que fuera adonde Santos [una curandera]”. En esa época Damaris estaba en sus veintes, pero en el presente de la narración ella tiene casi cuarenta años y su familia considera que ya está vieja para tener un bebé. Si bien algunas mujeres y movimientos feministas han criticado este imaginario social de la maternidad y el cuerpo femenino, Quintana ofrece al lector nuevas aristas para abordar esta cuestión: a través de la subjetividad de una mujer afrodescendiente que vive en una zona liminal y que carga sobre sus hombros los preceptos sociales de su familia y de su comunidad.
En un segundo hilo narrativo, Quintana problematiza la percepción del Pacífico como una región remota y de difícil acceso que se ha construido desde centros urbanos como Cali y Bogotá. La narración de un suceso traumático que afecta a los Reyes —una familia acomodada oriunda de Cali que reside en Bogotá— abre perspectivas acerca del potencial turístico de la región, las tensiones sobre la propiedad de la tierra, y la brecha socio-racial entre los pobladores y los turistas. Los Reyes y la familia de Damaris fueron vecinos más de veinticinco años atrás hasta que los primeros abandonaron su casa de recreo y descanso para no regresar jamás. Con el paso del tiempo, Damaris y Rogelio se convirtieron en los cuidadores de la propiedad, con la esperanza de que los Reyes regresarían algún día. Una de las características más sobresalientes de la novela de Quintana es que estas cuestiones sociales y raciales están metafóricamente entrelazadas y son narradas desde el punto de vista de Damaris. Sus recuerdos de la infancia y el esfuerzo por mantener intacta la casa de los Reyes, tal y como ellos la abandonaron, simboliza la obstinación de recordar y, al mismo tiempo, la dificultad de superar el trauma.
Desde su primera edición en 2017, La perra ha sido reimpresa cinco veces y se ha convertido en un éxito editorial no solo en Colombia, sino también en Latinoamérica. En agosto de 2020 se espera el lanzamiento de su primera edición en inglés bajo el título The Bitch. “La perra” —el título original de la novela en español— tiene un doble significado. De un lado, se utiliza para designar al perro hembra y, de otro, guarda una connotación peyorativa pues se utiliza para insultar a las mujeres, de forma similar a “bitch” en inglés. En el contexto de esta novela, se trata de un título provocador que nos invita a repensar nuestra relación con los animales, los deseos no alcanzados y las expectativas sociales. Más allá de su éxito comercial, La perra se considera una de las novelas más sobresalientes de la literatura colombiana contemporánea al ampliar los lugares, las voces y las subjetividades desde las cuales se narra y se representa la cotidianidad, la femineidad y la maternidad.
Liz Moreno Chuquen
Idaho State University
Visita nuestra página de Bookshop y apoya a las librerías locales.