Grieving. Dispatches from a Wounded Country. Cristina Rivera Garza. Traducción de Sarah Booker. The Feminist Press. New York, 2020. 191 páginas.
En el mito egipcio Set, motivado por la envidia y el dominio de la tierra, descuartiza a su hermano Osiris y reparte las 14 piezas de su cuerpo por todo el país. Al mismo tiempo, las hermanas Neftis e Isis dan muestra de una sororidad atípica en las mitologías: Neftis, esposa de Set, alerta a Isis del destino de su esposo Osiris. Con esta información, Isis recorre la geografía egipcia, enfrenta retos y, al final, recupera los fragmentos de Osiris. Sobre su cuerpo inerte, Isis engendra a Horus, el dios de los cielos. En la historia, la violencia revela un acto de amor y una sabiduría profundísima para devolver el futuro a un cuerpo muerto. No es casualidad que Helena Blavatsky publique su primer tratado de ocultismo y teosofía bajo el título Isis sin velo (1874).
Cristina Rivera Garza abre la introducción de su libro Grieving: Dispatches from a Wounded Country (2020) con una escena parecida, pero en un contexto invertido. Ya no estamos en el mito en donde la violencia se redime con la vida y el cielo. En el presente, la imagen del desmembramiento del cuerpo de una mujer es un acto vivo del horror en el áspero escenario mexicano. Una tarima repleta de grietas y corrupción de los gobiernos del PRI y recrudecida en la “Guerra contra el narco” promovida por el expresidente Felipe Calderón Hinojosa en 2006. No ha habido respiro, los desaparecidos desde aquel año suman hoy día 155.000.
México tiene el segundo lugar en feminicidios a nivel mundial. Perdemos 10 mujeres por día, 10 mujeres por día son asesinadas. Por esta razón, Rivera Garza nombra esta guerra con más congruencia: “la guerra contra la gente de México” o “la guerra contra las mujeres.” Siendo esta última acepción un eco del paradigmático libro La guerra contra las mujeres (2016) de la antropóloga y feminista Rita Laura Segato. Los números sorprenden, pero se enfrían. En cambio, las historias, las palabras ligadas una a una en la meditación ética y pausada, son un eslabón en la cadena de preguntas dirigidas al Estado y a nuestro fuero interno.
Rivera Garza recupera en este libro varios textos publicados con anterioridad en periódicos y otros medios en español, pero es la primera vez que los lectores, tanto en inglés como en español, los encuentran articulados en una especie de manifiesto contra el horror. Algunos de ellos datan del 2010, otros del 2019 y también de este momento de pandemia 2020. Este amplio arco temporal permite reflexionar sobre el momento presente de la violencia en México.
The Feminist Press describe la obra como una “colección híbrida de breves crónicas, periodismo y ensayos personales sobre la violencia sistémica en el México contemporáneo y en la frontera entre Estados Unidos y México”. Esta es la descripción de un libro fuera de género o hermanado con todos lo géneros, o de un nuevo género que convoca un nuevo pacto de lectura pausada y reflexiva frente al silencio que el horror provoca y que Rivera Garza nombra en este tejido de fragmentos. El horror, parte de la constelación semántica de la violencia, del miedo y de la guerra—tal como lo refiere la teórica italiana Adriana Cavarero en su libro Hororrismo (Orrosimo, overo della violenza sullínerme, 2007)—, acompaña a la autora mexicana a lo largo de estas páginas. Los cuatro capítulos del libro desarrollan varias perspectivas, unas teóricas, otras más íntimas y políticas que van explorando las temperaturas de la violencia y el horror, del discurso público o de la ausencia del mismo.
Todo fragmento es resultado de una extracción, o de una explosión o implosión destructiva. Y pareciera que se ha perdido el todo, que el fragmento ha perdido unidad. Cristina Rivera Garza demuestra lo contrario: la vida del fragmento comienza justo cuando se reconoce como tal, cuando el fragmento conquista un nuevo espacio y reconoce la voz de los otros desde el filo de sus bordes. Rivera Garza escoge escribir con los otros sin lástima y sin afán rescatista, reorganizando una red de voces que ella misma enuncia como una escritura colectiva, cercana y, en ocasiones, dolorosa. Justo a la mitad del libro se sitúa el ensayo “Cacaluta” un texto narrado en voz baja para describir la caminata de la autora sobre las hojas y las raíces de pochotes y árboles tradicionales, entre aleteos y canto de pájaros, que se interrumpen por el ruido de la maquinaria de la Comisión Federal de Electricidad apresurando una nueva planta eléctrica.
La proyección de este libro va de lo más privado de los Diario del dolor de María Luisa Puga a la frontera compartida e invisible de la atmosfera que rodea la tierra y que nos permite respirar. Con estos trayectos que tocan el punto del narcotráfico y el feminicidio, la migración y el patriarcado, este libro propone un pacto de entendimiento. Es una textura nueva, otro contrato de lectura completamente ético y articulado por medio de la pausa que evidencia el sistema corporativo, capitalista y neoliberal de la política que apostó por la ganancia monetaria en lugar del cuerpo. En este libro, esos fragmentos adquieren vida propia y se reorganizan en un mapa, una nueva realidad en la que existimos todos.
La traducción de Sarah Booker es excepcional. En inglés, podemos leer la cadencia, el ritmo de la respiración de la escritura de Cristina Rivera Garza y sus conceptos, como el de “Estado sin entrañas”, una entidad política que ha olvidado el compromiso con el cuerpo de sus ciudadanos. Booker respeta los cambios de tono, las iteraciones y las pausas de los textos que procuran entregar este mensaje:
How many still remember what happened in Bosnia? How many are still shaken by the name Srebrenica? My fear is that, without a record of testimonials form Mexico’s misnamed drug of war, without a large community archive that protects victims’ voices, we will not only forget the massacres and the pain in years to come but also, and perhaps above all, the labor taken on by entire generations — that amorous and routine, dialogic and constant labor— to form the community that we call a neighborhood. Writing is also a shuddering. And it is our own (p 157).
Griving: Dispatches from a Wounded Country no es un libro mítico o una apología de la historia y el horror. Por el contrario, este libro nombra para tejer memoria y habilitar, desde la poesía, el dato periodístico y la narrativa, nuestra capacidad de reflexionar en la empatía y la imaginación sobre ese país herido que llamamos México o Estados Unidos:
Because a paragraph is an extreme sport.
Because words are necessary to say. I do not extend my hand to you, Señor Presidente. I cannot welcome you.
Because language is a form of opposition that always takes us elsewhere, to that other, unthinkable place inside ourselves (p 183)
María Inés Canto
Colorado State University