Toluca: UAEMex. 2021. 84 páginas.
“En todo este silencio, ¿cómo se existe?”. La pregunta resuena dentro de la página como un loop amplificado que desglosa sobre nosotrxs toda su potencia para cohabitarnos, sin esperar siquiera un esbozo de respuesta. Y es que Ingrid Bringas (Monterrey, 1985) nos interpela voraz y casi empíricamente en Frontera cuir (UAEMex, 2021), demandándonos un vínculo intemperante con aquello que —ya desde de la portada— vamos a empezar a experimentar.
El término inglés “queer” (“cuir”, en la fonética española) —que designa o agrupa los conceptos relacionados con la identidad sexual o la expresión de género de las personas, y que se usaba originariamente para denominar de forma peyorativa a gais y homosexuales— adquiere dentro de Frontera… una pulsión rotunda y vigorizada de empatía y de autoconciencia, circunscripta al espacio textual y a los hilos conductores que mapean todo el libro.
“But for a boy to look like a girl is degrading / cause you think that being a girl is degrading” (“pero para un chico parecer una chica es degradante / porque creen que ser una chica es degradante”), anuncia la letra post 2000 de la reina del pop, que viene a funcionar al mismo tiempo como epígrafe y como teaser anticipatorio en el poema “XY”, el cual —a su vez— inaugura la obra. Sobre la mesa empieza a colocar Ingrid una estructura poética inquietante, por fuera de lo institucionalmente esperado, que deconstruye, por un lado, la existencia y persistencia de las identidades estigmatizadas (sobre todo aquellas que tienen que ver con la cultura LGBTIQ+, históricamente marginal, periférica y arbitrariamente vapuleada) y moldea, por otro, un nuevo modo de poner en foco el verso que denuncia, que revela, que expone y que reclama.
Lxs desplazadxs, lxs indocumentadxs, lxs analfabetxs, lxs “porno”, los cuerpos flotantes, lxs que mueren sin identificación, los telediarios, los suburbios, los platos sucios: protagonistas inmóviles de una Sudamérica que duele, un trozo de tierra social y culturalmente lacerado que —todavía para muchxs— no deja de rozar lo “deforme e inequívocamente grotesco”.
A la orden del día proyectarán su presencia el bullying, los discursos xenofóbicos y todo tipo de violencias verbales y físicas, desplegando un sinfín de implicaciones comportamentales por fuera y por dentro del texto. “Habrá quien se lave las manos / cuando dos mujeres bailan (…) / cuando dos mujeres bailan / tecno-cholitas / el mundo las mira / a través de sus calles sobrepobladas / left-right / left-right // el carnaval de Oruro en San Francisco / dos mujeres bailan y todo arde”; “tengo derecho a ser este monstruo / que es parte de los telediarios / de los que mueren sin identificación / de las estadísticas / de los rostros cuir”: el reto que propone la autora está centrado en la reflexión profunda de estas cuestiones, sin desviar la atención de aquello que va tensando finamente la arquitectura poética del libro, sus recursos, sus giros lingüísticos, sus modos metonímicos o sus patrones forzosos de repetición.
“Siempre es tarde para el cuerpo propio o el deseo de ser otro cuerpo o la sombra apenas del deseo”. La hipótesis de un sistema binario de géneros sostiene de manera implícita la idea de una relación mimética entre género y sexo, en la cual el género refleja el sexo o se encuentra limitado por él. Cuando la condición construida del género se teoriza como algo completamente independiente del sexo, el género mismo pasa a ser un artificio ambiguo, con el resultado de que los términos hombre, masculino, mujer y femenino pueden aludir tanto a un cuerpo de mujer como a uno de hombre. En términos de Judith Butler1:
si el género es los significados culturales que acepta el cuerpo sexuado, entonces no puede afirmarse que un género únicamente sea producto de un sexo. Llevada hasta su límite lógico, la distinción sexo/género muestra una discontinuidad radical entre cuerpos sexuados y géneros culturalmente construidos. Si por el momento presuponemos la estabilidad del sexo binario, no está claro que la construcción de “hombres” dará como resultado únicamente cuerpos masculinos o que las “mujeres” interpreten sólo cuerpos femeninos.
Además —agrega Butler—, aunque los sexos parezcan ser claramente binarios en su morfología y constitución (lo que tendrá que ponerse en duda), no hay ningún motivo para creer que también los géneros seguirán siendo sólo dos.
Extrapolado a la poesía de Ingrid, cualquier clasificación de individuos en categorías fijas y universales resultaría infructuosa, puesto que el género y la sexualidad —como derechos humanos fundamentales y básicos— nada tienen que ver con la naturaleza biológica que nos ha tocado en suerte. Y ese juego mordaz que ocupa los cuerpos de estos poemas, se relaciona de forma directa con la realidad abusiva y opresiva que el androcentrismo, el racismo, la homofobia y la xenofobia han puesto sobre la espalda de Sudamérica durante décadas.
El transgénero, la lesbiana, el “sudaca”: condiciones de dignidades marginales, blancos de manual dentro de una sociedad errónea y falsamente europeizada, que busca en lx diferente la justificación de su egoísmo, su codicia in crescendo y su miseria. Una realidad, en suma, que nos sumerge en escenarios harto conocidos, y que encuentra su máximo esplendor en poemas como “Miss Cholita Trans”: “Miss Cholita Trans así le llaman / a veces buscando medicamentos caducos en las bolsas de basura (…) / Mis Cholita transita el cuerpo de un hombre / entre lo cutre de la tarde / sin papeles, Miss Cholita / donde lo último que le preguntan es el nombre”; o “Qharimacho”: “sin papeles / sin geografías / sin tablas / apenas la noche oscura / frente al tocador antiguo un cuerpo que no es tu cuerpo”.
La tensión persiste e insiste. A lo mejor, entonces, deberíamos considerar seriamente aquello de que “la heterosexualidad puede no ser en absoluto una ‘preferencia’, sino algo que ha tenido que ser impuesto, gestionado, organizado, propagado y mantenido a la fuerza”, que alguna vez predijo Adrienne Rich2, o aquello de que —citando a la autora que aquí nos compete— “para ser lo que se quiere ser es preciso abandonarlo todo / convocar la lucidez en pleno desastre”.