Elástico de sombra. Juan Cárdenas. Mexico City/Madrid: Editorial Sexto Piso. 2019. 110 páginas.
Elástico de sombra (Narrativa Sexto Piso 2019) de Juan Cárdenas (Popayán 1978) es un viaje por un territorio diverso, es un recorrido de esos que quizás solo puede hacerse a través de la literatura, aunque a veces la realidad y la ficción se pierdan en la delgada línea que las separa. Este trasegar por todo el territorio caucano, a través de los ojos de Don Sando y Miguel, dos maestros de la esgrima de machete o Grima, un arte marcial nacido en el norte del Cauca en donde se encuentra la mayor población negra del departamento. Pero Cárdenas no solamente propone un recorrido en la camioneta de Cero, “el escribidor blanquito medio café con leche”, quien es el encargado de transportar a los maestros, sino que nos lleva a recuperar la memoria ancestral a través de la tradición oral. Todo lo que nos cuenta la novela hace parte de las historias que recogió Cárdenas en una larga investigación que realizó sobre el arte de la esgrima del machete. No obstante, vale la pena decir que esas narraciones no tienen nada de fantásticas, por lo menos para quien escribe esta reseña, pues le es imposible negar a las brujas, al duende, los bebedizos, los hechizos, cuando se tiene una referencia cercana de estos míticos personajes.
Esta travesía en camioneta de los dos maestros y su transportador, motivada por la búsqueda del Elástico de sombra, el secreto mejor guardado de este ancestral arte marcial, nos llevará a descubrir caminos insospechados, desde Puerto Tejada, hasta el Valle del Patía. Viajaremos por trochas, caminaremos incansablemente de la mano de estos tres hombres para encontrarnos en el camino con la historia de la bruja Nubia de Villa Rica, que tiene la manía de embrujar a los hombres, para ponerlos a su merced hasta dejarlos sin nada, como lo hizo con Iginio Mina, uno de los transportadores de la región. En este viaje también nos adentraremos en el corazón de la minga indígena, conoceremos un retrato de Francia Márquez, una de las lideresas sociales más importantes de Colombia, las escucharemos gritar “¡el pueblo no se rinde carajo!” Pasaremos por Popayán y su burocracia que sigue, descaradamente negando la historia, para asistir a una fiesta promovida por un artista plástico millonario con guardaespaldas, en donde el límite de la realidad y la alucinación, tan recurrente en las obras de Juan Cárdenas, nos pone en primera fila para ver la lucha a muerte en una batalla de grima entre los dos maestros macheteros, para finalmente subir hasta el Patía y encontrar el anhelado secreto. En el viaje también cantamos, bailamos, bebemos viche, un destilado de la caña que es tradicional en el Pacífico colombiano, comemos y trasegamos recuperando tradiciones que se han ido perdiendo con el paso del tiempo.
La esgrima con machete, o simplemente Grima, es un arte marcial que aún sobrevive en el norte del departamento del Cauca y el valle del río Patía. Su origen no es muy claro, se hace borroso con el paso del tiempo, aunque hay indicios de su historia desde la época colonial, cuando sucedía la trata trasatlántica y los negros eran traídos del África para ser esclavizados en América. Los afrodescendientes que llegaron al Pacífico colombiano y lograron sobrevivir, recuperaron técnicas de luchas aprendidas en sus diferentes pueblos, que perfeccionaron hasta desarrollar una que fue el terror de sus enemigos, porque era certera y mortal.
Elástico de sombra además de pasearnos por gran parte del territorio caucano, unos 29.308 km² en donde conviven más de 1.500.000 de habitantes, asentados en gran número en las zonas rurales, hace una apuesta por el rescate de la memoria de los pueblos que han habitado el departamento; afrodescendientes, indígenas y campesinos históricamente se han organizado para hacer valer sus derechos. El Cauca es uno de los enclaves agrícolas más importantes de Colombia y la disputa por la propiedad de la tierra lleva casi toda la vida. En la pugna están los terratenientes de siempre, herederos del colonialismo con sus ejércitos de abogados y políticos; los paramilitares, los narcotraficantes colombianos y mexicanos, la guerrilla, las disidencias de Las FARC, las multinacionales mineras y el Estado. Y en medio de todos ellos están los campesinos, indígenas y afrocolombianos, verdaderos dueños del territorio que se defienden con uñas y dientes.
En este departamento son constantes las protestas por parte de la población afro e indígena, y en múltiples ocasiones se han tomado la Vía Panamericana, la carretera que conecta al continente y que va desde Alaska (Estados Unidos) en Norteamérica hasta la ciudad de Buenos Aires (Argentina) en el Suramérica para detener el tráfico de transporte de mercancía y productos agrícolas que entran y salen de Colombia por el sur del país. También son recurrentes los asesinatos a líderes sociales, algunos perpetrados al margen de la ley y otros con el permiso de ella. Tal vez si uno quisiera tener una panorámica de lo que sucede en Colombia, tendríamos que empezar por entender lo pasa en el Cauca. La capital del departamento es Popayán, ciudad símbolo del colonialismo español en donde se concentra el poder gubernamental: sus calles empedradas, sus casas blancas, su hermetismo dan cuenta de la herencia que dejaron los conquistadores cuando invadieron el territorio americano.
Juan Cárdenas ha escrito una historia deliberadamente (o decididamente) panfletaria para poner sobre la mesa las narrativas de la población que no se cuentan, que se ocultan y es, a su vez, la recuperación de las luchas que se dan en el Norte del Cauca por una reivindicación que lleva más de tres siglos. En Elástico de sombra el narrador nos recuerda la participación de los macheteros en gestas tan importantes como en la Guerra de los Mil Días, en donde apoyaron a los liberales y también de su participación en la guerra contra Perú, en ambas, al parecer, teniendo un papel determinante. Asimismo, esta novela exalta el papel de la mujer dentro estas comunidades, son ellas las encargadas de organizar las jornadas de protesta, de alimentar a la comunidad, de cuidar a los heridos y es una mujer quien levanta la voz, para representar a todas las voces en la lucha por la recuperación del territorio y la reivindicación de los derechos del pueblo, y son las mujeres quienes guardan el secreto más importante de la grima, en últimas, son ellas las que mantienen viva la tradición.
Elástico de sombra, entonces, no explora solamente una geografía poco contada en la literatura colombiana, sino que responde a una tradición literaria que le dio la voz a la población afrodescendiente en Colombia como lo hicieron Candelario Obeso, en su poesía, Arnoldo Palacios con la novela Las estrellas son negras y Manuel Zapata Olivella con Changó, el gran putas que con sus obras nos ayudaron a comprender las realidades de sus tradiciones culturales y políticas, pues la literatura muchas veces está ahí para acercarnos a los hechos con los ojos y la imaginación.
Gustavo Bueno Rojas