San Mateo evangelista, ayer y hoy (Escena en dos actos)
ACTO 1
(Lugar: Plaza de Armas, frente a la Catedral de Lima.
Fecha: 21 de septiembre de 1969. Hora: 4:10 pm).
—Dime, mamá, ¿ese santo que aparece en el hueco era corto de vista?
—En primer lugar eso no se llama hueco, se llama hornacina; y en segundo lugar no se trata de un santo cualquiera, se trata de san Mateo, el evangelista.
—Ya, pero no me has contestado la pregunta. ¿Ese santo era corto de vista?
—¿Por qué lo dices, hijo?
—Porque está leyendo de pie y apoya su libro sobre la rodilla derecha, que tiene un poco levantada. Además, parece que forzara la vista, como si no supiera leer o le costara mucho.
—Tienes razón, hijo. San Mateo necesita anteojos.
ACTO 2
(Lugar: Piazza del Duomo, frente a la Catedral de Orvieto.
Fecha: 23 de junio de 2013. Hora: 10:30 am).
—Mira papá, ¡qué animales tan bonitos hay allí arriba!
—¿A qué animales te refieres, hija mía?
—Al ángel, al león, al águila y a la vaca, ¿es que no los ves? Están justo encima de la puerta.
—(Fingiendo interés) Sí, hija mía, sí que los veo.
—¿Sabes por qué tienen alas?
—Porque si no las tuvieran no hubieran podido llegar hasta arriba.
—¿Y sabes por qué están allí?
—Porque a Dios le gustan mucho los animalitos.
—¿El ángel entonces es un animalito?
—(Impacientándose) Déjate de hacer preguntas, ¿no quieres mejor que te compre un helado?
Maybe I’m a Leo (Deep Purple + Juliana de Norwich)
Peeping round the door I got a big surprise
En aquel tiempo yo deseaba apartar los ojos del crucifijo, pero no me atrevía, pues sabía que mientras contemplara la cruz estaba seguro y a salvo. No quería poner mi alma en peligro y ese crucifijo me aseguraba del miedo tan grande que sentía frente a los demonios. Entonces un consejo vino a mi razón: «Mira al cielo, a tu Padre». Lo primero que hice fue abrir la puerta, pero vi solamente el cielo abierto y vacío. Alguien mejor que yo se había llevado a mi Padre, ¿dónde estará Él ahora? Tal vez se esté riendo de mí, pero reír es muchas veces comprender. ¿Él me comprendía? Si no hubiera sido tan necio y orgulloso podría verlo en toda su majestad. Entonces caí en la cuenta de que entre el crucifijo y el cielo no había ningún demonio que pudiera afligirme. Y comprendí que el cielo era Él. Que Suya era la voz que me decía: «Registra por escrito las palabras que escuches en boca de Simón Pedro. Y si flaquean tus fuerzas recuerda que Yo estaré a tu lado, que entre todos los fieles te he elegido para que seas el León».
L’Annunciazione della Vergine (Paolo Veronese, c. 1578)
El evento ocurre en una mansión inverosímil, muy del gusto manierista: puertas inútiles, balaustradas sin sombra, columnas de mármol que nada sostienen. No hay mancha alguna que delate pecado, ninguna grieta que delate descuido. Al lado izquierdo flota el Arcángel, grave y sublime como una marioneta. Al lado derecho espera la Virgen. No hay rastro de beatitud en su mirada, no lleva juntas las manos, no lee devotamente una Biblia. Dos elegantes columnas ocupan el centro del cuadro. Estas columnas enmarcan un pórtico en cuyo interior se empequeñecen otros pórticos exactamente iguales. Se trata de una perspectiva oscura, de un abismo dentro del cual hay otro abismo. En un lado estamos nosotros, los espectadores, en el otro el misterio de la Anunciación.
Tres razones por las que me gusta L’Annunciazione della Vergine de Paolo Veronese:
1. Porque la Virgen se lleva la mano al pecho, como preguntándose si es a ella a quien busca el Arcángel Gabriel.
2. Porque tiene el torso ligeramente ladeado hacia la izquierda, en sentido contrario al vuelo del Arcángel Gabriel.
3. Porque su gesto sugiere la posibilidad de que el Arcángel Gabriel se haya equivocado.
San Lucas según Doménikos Theotokópoulos, llamado El Greco
Entre 1604 y 1614, El Greco pintó para la iglesia de Almadrones, en Guadalajara una serie de retratos conocidos como «El apostolado». En ellos se muestra a Christus Pantokrator y a los doce apóstoles, entre los que misteriosamente aparece san Lucas. El Greco lo retrata ya viejo, barbado y abstraído, con un libro enorme y cerrado bajo su mano derecha. La vestimenta es típica, no así los colores: la túnica es verde limón, la estola de un amarillo intenso que contrasta con el fondo oscuro y resalta la extrema delgadez del santo. He dicho que Lucas luce abstraído. Cualquiera podría pensar que le tiene sin cuidado posar para el pintor, que su humildad lo sitúa más allá de cualquier representación. Y pensaría bien. Pero, ¿cómo logró El Greco esa expresión tan desprendida y tan poco terrenal? Gregorio Marañón, quien sabía de esas cosas, ha escrito que fue posible porque los modelos de “El apostolado” eran locos que el pintor hacía traer del manicomio del Nuncio de Toledo.
Durante la Guerra Civil, la iglesia de Almadrones sufrió daños tan serios que sus pinturas tuvieron que ser retiradas y escondidas en el sótano del Fuerte de San Francisco, donde permanecieron hasta 1942. Al terminar la guerra fueron vendidas a diferentes museos del mundo. «San Lucas» fue comprado en 1952 por George Henry Alexander Clowes y se encuentra, junto con «San Simón» y «San Mateo», en The Indianapolis Museum of Art.
Lo que pensó Juan en el episodio de María Magdalena
Yo tampoco supe qué decir, por eso fui prudente y me quedé callado. Estábamos cenando en casa de Lázaro cuando la mujer que llaman María Magdalena entró con una libra de perfume, ungió los pies de Ben Yosef y los secó con su propia cabellera. El perfume estaba hecho de nardo puro y olía como los ángeles, pero el silencio era tan incómodo y denso que podía ser cortado con un cuchillo. Ben Yosef nos quería a todos por igual, pero me parecía extraño su amor por las prostitutas, a quienes trataba con cariño porque ante sus ojos se arrepentían de sus pecados y lo seguían fielmente a todas partes. Pero Judas habló. Le dijo que con el dinero de ese perfume se podrían conseguir trescientos denarios para ayudar a los pobres, que bien lo necesitaban. Ben Yosef lo miró a los ojos y le dijo: «Déjala, pues lo tenía reservado para mi entierro. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre». ¿Quiso decir Ben Yosef que pronto iba a morir y que la única que lo sabía era María Magdalena? Me resisto a pensar en la muerte de alguien tan puro y tan bueno como Ben Yosef, pero ahora la siento cercana. Dolorosamente cercana.