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Número 35
Ensayos

Juan Emar o los beneficios de la mala crítica

  • por Marcelo Rioseco
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  • September, 2025

Pocos conocen a Juan Emar (1893–1964) fuera de Chile. Ha sido un autor de culto, secreto y reservado para unos pocos. En su propio país apenas terminan de leerlo. Las explicaciones son muchas, pero convergen en una sola; fue autor de unos pocos libros extraños, extravagantes y demasiado vanguardistas para su época. Recibió pocas y malas críticas. Los principales críticos de la época como Hernán Díaz Arrieta (Alone) (1891-1984) y Raúl Silva Castro (1903-1970), lo ignoraron; es probable que no supieran qué hacer o qué decir acerca de un autor inclasificable y original como pocos.

Su verdadero nombre era Álvaro Yáñez Bianchi, también conocido como Pilo Yáñez, sin embargo, pasó a la posteridad con otro nombre, el de Juan Emar. Hacia finales de los años veinte ya firmaba sus notas de prensa con ese seudónimo, un juego de palabras en francés: “J’en ai marre”, que en lenguaje coloquial significa: “Estoy harto”, “Estoy cansado”. Hijo de una familia millonaria, terminará sus días escribiendo infatigablemente, sin volver a tener un trabajo rentable. 

La carrera literaria de Emar es, sin duda, singular. Entre 1935 y 1937 publica tres novelas y un libro de cuentos: Un año, Ayer, Miltín y Diez sin ningún resultado. Son los años del realismo social, del criollismo, por lo que la literatura metafísica, lúdica y experimental de Emar no encuentra cabida en el estrecho mundo literario de su propio país. En 1942 toma una decisión radical: decide retirarse a escribir en el campo, en el sur de Chile, su obra fundamental: Umbral, un manuscrito de más de cuatro mil páginas. A partir de este momento, Juan Emar no volvería a publicar en vida. 

Juan Emar o los beneficios de la mala crítica

Volúmenes de Umbral de Juan Emar

La edición completa de Umbral se publicó póstumamente en 1996. Consta de cinco “pilares” o libros: El globo de cristal, El canto del chiquillo y San Agustín de Tango, Umbral y Dintel. La edición estuvo a cargo de la Biblioteca Nacional de Chile. Solo el entusiasmo de sus pocos lectores logró rescatar esta obra del olvido. Carlos Piña, en su introducción a la descomunal edición de Umbral (Santiago de Chile 1996), escribe los extravagantes logros de Juan Emar: “escribió 4134 páginas, “enamoró de verdad —o quizá epistolar o literariamente— a 52 mujeres, creó 188 personajes y un pueblo único y ficcional que llamó San Agustín de Tango, cada una de sus hermanas le pasaba 50 escudos mensuales durante sus últimos años para poder sobrevivir; 1.457 comentarios negativos sobre su vida realizaron parientes cercanos, lejanos, y amigos de la familia, 26 años vivió sin publicar nada; pintó 213 cuadros, la mayor parte ya extraviados u olvidados”. 

“Umbral, tal vez no habría sido concebida sin el desprecio y el silencio con que fueron recibidos sus primeros cuatro libros.”

Es claro que, a comienzos de los cuarenta, Emar se había hartado de los círculos literarios chilenos; ello lo llevó a dedicarse durante tres décadas a construir un mundo imaginario distinto al que le había tocado vivir: lo llamó Umbral. Tal vez este mundo fue precisamente eso, un umbral, un paradójico preámbulo a otro proyecto mayor aún, indescifrado e inaccesible, el de acceder al misterio del mundo. El escritor chileno Rafael Gumucio lo describe así: “Todo en Emar sugiere secretos ocultos, rituales esotéricos, iniciación que no inicia nunca a nadie, porque el lector y el escritor están condenados, una condena que es también un premio, a quedarse en el umbral, vislumbrar el misterio, el secreto, pero sin entrar para no interrumpirlo”. Es posible que se hubieran necesitado otras 4000 páginas para saber qué sucedería al otro lado del umbral. Esas páginas, por supuesto, nunca se escribieron.

Juan Emar sigue siendo ese escritor secreto y difícil. Evitó ser un escritor social, de denuncia, con una misión que cumplir en la sociedad o la literatura chilena. Tal vez esto último lo aburriera de sobremanera. Lo cierto es que nada parecido al éxito llegó a su vida. Alejandro Zambra rechaza la idea de presentar a Juan Emar como un escritor olvidado, pues —se pregunta Zambra—: “¿cómo alguien puede ser olvidado si nunca ha sido suficientemente recordado?” Tiene razón: Emar es una deuda, y es una deuda difícil de pagar. La narrativa chilena —y por consiguiente sus lectores— no lo asimilaron en su época. La razón quizás sea histórica. En la tradición de la narrativa chilena del siglo XX casi no existieron autores experimentales; Emar fue quizás el único. En 1971, Pablo Neruda, escribe un prólogo para la reedición de Diez. Allí lo llama “nuestro Kafka”. El poeta chileno lo había leído con cuidado y sus años cercanos al surrealismo lo hacía un lector particularmente apropiado para Emar. Dice Neruda: “Este antecesor de todos, en su tranquilo delirio, nos dejó como testimonio un mundo vivo y poblado por la irrealidad siempre inseparable de lo más duradero”. El elogio de Neruda no ayudó a que la obra de Emar fuera más leída. Emar —y en esto se equivocaba Neruda— no era un escritor kafkiano, su obra desconoce la oscuridad y sus personajes, no parecen padecer el mundo. 

“Juan Emar sigue siendo ese escritor secreto y difícil.”

Hoy escriben sobre él escritores cuya obsesión lectora es difícil de igualar. Por ejemplo, el argentino César Aira (otro autor descomunal con más de 100 libros publicados) afirma que Emar “no tiene antecedentes, ni pares”; y Enrique Vila Matas, experto en encontrar escritores raros y suicidas, dijo de él: “Nada tenía de raro Emar. Escribía sólo para pensar. Y era lo más exacto a un lugar solitario, oriental, con futuro”. En la actualidad, las opiniones favorables se multiplican. La Academia lo lee y estudia, pero algo no ha cambiado. Los verdaderos lectores de Umbral siguen siendo unos pocos iniciados. 

Juan Emar fue hijo de Eliodoro Yáñez, fundador de uno de los diarios más influyentes de Chile, La Nación. Además, Yáñez fue senador, ministro de Estado y poseía negocios agrícolas e inversiones. Gracias a la fortuna de su padre, Emar pudo recibir una educación privilegiada y cosmopolita. Vivió en París en dos ocasiones durante la década de 1920. Más tarde, desencantado y cansado del mundo que lo rodeaba, se retiró de la vida pública para escribir una obra que solo un trabajador infatigable y quizá insomne habría podido crear. No obtuvo ningún beneficio económico de su escritura, pero su obra, Umbral, tal vez no habría sido concebida sin el desprecio y el silencio con que fueron recibidos sus primeros cuatro libros. Si el retiro de Emar fue su manera de enfrentar el desengaño en silencio, entonces su éxito, en ese sentido, fue completo.

 

Publicado en World Literature Today Vol. 99, Nro. 5, septiembre 2025.

 

Imagen: Steve Johnson, Unsplash.
  • Marcelo Rioseco

Marcelo Rioseco is a poet, fiction writer, essayist, and Editor-in-Chief of Latin American Literature Today. Since August of 2009, Marcelo has worked as a professor of Latin American literature in the Department of Modern Languages, Literatures, and Linguistics of the University of Oklahoma.

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