Skip to content
LALT-Iso_1
  • menú
  • English
  • Español
Número 34
Dossier: Violeta Parra

La poética ancestral y modérnica de Violeta Parra en Las últimas composiciones

  • por Micaela Paredes Barraza
Print Friendly, PDF & Email
  • June, 2025

I

A fines de 1966, Violeta terminó de grabar un LP que en su nombre anunciaba la aparición de catorce composiciones, “las últimas”, en el sentido de “las más recientes” en su proceso de creación poética y musical, y que a la vez serían el final de su trayectoria, pues unos meses más tarde, en febrero de 1967, decidiría suicidarse.

El álbum condensa y a la vez expande una vida de búsquedas y felices hallazgos expresivos, nutridos por la intensa relación que Violeta tejió con las tradiciones populares de Chile —la poesía y música de las y los campesinos del norte y del sur; el canto a lo humano y a lo divino, la ancestralidad mapuche— y que en sus viajes extendió a las culturas y formas que fue encontrando en el camino.

Las catorce composiciones de esta obra cumbre proponen una ruta sensible que integra todas las dimensiones del “universo Violeta Parra”: de la gratitud luminosa y celebratoria a las oscuridades del alma que atraviesa el desamor, el rencor, la desolación y la injusticia, y lo hace a través de un abanico de posibilidades estéticas en que las formas decantadas de la tradición poética y musical popular se renuevan y respiran con un brillo personalísimo, con el sello de un carácter individual inconfundible, que es solo de Violeta —y de todos nosotros—.  

La mezcla de sabiduría, ternura, rabia volcánica, consciencia social e histórica, humor e ironía, desesperanza, duda, amargura, “dicha y quebranto”, encarna en ritmos, metros y registros diversos. En Violeta las referencias bíblicas van de la mano de los refranes populares; el más alto vuelo lírico de un verso puede venir seguido de una anécdota pícara o cruda en su verdad cotidiana. El viaje que experimentamos al escuchar Las últimas composiciones es el de la vida misma, en todas sus tonalidades.

 

II

El LP editado por RCA Victor y catalogado por la edición chilena de la revista Rolling Stone como el mejor álbum chileno de todos los tiempos comienza con la canción más famosa de Violeta, “Gracias a la vida”, que se hizo ampliamente conocida en la versión de Mercedes Sosa —grabada también, entre muchas otras artistas, por Cecilia (la incomparable), Joan Báez, Elis Regina, Chavela Vargas, Omara Portuondo— y que cuenta con una infinidad de versiones en varios idiomas.

Las seis estrofas de cinco versos que componen esta canción-himno tienen una métrica que no es común dentro de la tradición del español, el verso de doce sílabas: 

Gracias a la vida que me ha dado tanto,
me dio dos luceros que cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco
y en el alto cielo su fondo estrellado,
y en las multitudes el hombre que yo amo.

Es extraña también la elección de la rima asonante “a-o” que se repite en todos y cada uno de los versos de la canción. Pero cuando escuchamos la cadencia, distribución y pausas que hace Violeta al interpretarla, se revela la hermandad sutil con una forma que dota al texto de una nueva dimensión: la canción de cuna, hexasílaba y con rima en los pares:

Gracias a la vida
que me ha dado tanto
me ha dado el oído,
que en todo su ancho
graba noche y día
grillos y canarios
martillos, turbinas,
ladridos, chubascos
y la voz tan tierna
de mi bien amado.

Fue Gabriela Mistral la que, tras escribir las canciones de cuna y las rondas de Ternura, puso énfasis en la dimensión arquetípica del género: “La canción de cuna sería un coloquio diurno y nocturno de la madre con su alma, con su hijo y con la Gea visible de día y audible de noche». La figura de la mujer se funde con la fuerza de la tierra y con la oscuridad de la noche, dimensiones o atributos de la gran Diosa Madre, matriz generadora de todo lo existente, alfa y omega de la creación. Y esa es la visión que alcanza Violeta hacia el final de la canción, cuando reconoce la comunión que produce la palabra, como manifestación de esa fuerza generatriz: “y el canto de ustedes que es el mismo canto, / y el canto de todos que es mi propio canto”.

Un detalle no menor en el proceso de creación de “Gracias a la vida”, que nos revela el genio poético y la preocupación de Violeta por la creación de imágenes, es que existe más de una versión de la letra. Un primer borrador fue rescatado y publicado en 2016 en Chile por UV Editorial, en el único libro que ha reunido la obra de Violeta Parra considerándola poesía. Algunas de las imágenes más bellas del texto surgieron como parte de un trabajo de reescritura, pues no están en la primera versión. Algunos ejemplos: “Me ha dado los ojos con que estoy mirando” cambia en la versión final por “me dio dos luceros que cuando los abro”; “Me ha dado el sonido con que estoy hablando” por “me ha dado el sonido y el abecedario”; “Me dio el corazón que está palpitando” por “Me dio el corazón que agita su marco”. Violeta reemplaza todos los gerundios y dota a los versos de detalles sensibles, de vuelo poético.

 

III

Las canciones están ordenadas en dos grupos, el lado A y el lado B. El primero, que comienza con “Gracias a la vida”, también incluye la antítesis de ese himno universal; uno de los temas más terribles e intensos en su experiencia desgarradora del amor y, en consecuencia, de todas las dimensiones de la vida: “Maldigo del alto cielo”. Las décimas que componen este canto son una rebelión contra todos los órdenes posibles de la naturaleza y de lo humano, con su historia, sus jerarquías, son fronteras, sus símbolos (“Maldigo la solitaria / figura de la bandera, / maldigo cualquier emblema: / la Venus y la araucaria, / el trino de la canaria; / el cosmos y sus planetas, / la tierra y todas sus grietas / porque me aqueja un pesar”), incluido, por supuesto, el lenguaje mismo: “Maldigo el vocablo ‘amor’ / con toda su porquería. ¡Cuánto será mi dolor!”.

La misma fuerza matriz que celebra la existencia en “Gracias a la vida” es la que injuria y destruye el cosmos establecido para renovarlo a través del caos.

Entre esos dos extremos, como una posibilidad de la voz que se aleja de la identificación con las fuerzas de la creación y pone en perspectiva la experiencia, surge una de las canciones más hermosas y singulares de todo el repertorio de Violeta —y que merece más atención de la que se le ha puesto hasta ahora—: “Cantores que reflexionan”. Esta poética en forma de fábula, que medita sobre el lugar del canto y del cantor en el mundo, mezcla algunas características de la refalosa, una danza folclórica que llegó desde Perú a Chile en la época colonial, con una sonoridad que evoca las danzas medievales. En vez del típico octosílabo, Violeta usa el eneasílabo —un metro al que Mistral puso su sello campesino y sapiencial— y nos cuenta una historia fuera del tiempo que enraíza su verdad en todos los tiempos:

En la prisión de la ansiedad
medita un astro en alta voz.
Gime y se agita como león,
como queriéndose escapar.

¿De dónde viene su corcel
con ese brillo abrumador?
Parece falso el arrebol
que se desprende de su ser.

“Viene del reino de Satán”
—toda su sangre respondió—.
Quemas el árbol del amor,
dejas cenizas al pasar.

Va prisiones del placer
y siervo de la vanidad,
busca la luz de la verdad,
mas la mentira está a sus pies.

Gloria le tiende terca red
y le aprisiona el corazón
en los silencios de su voz
que se va ahogando sin querer.

La canción relata el camino del cantor-héroe y todas las dificultades a las que debe enfrentarse en el camino hacia sí mismo. Las propias sombras internas están encarnadas en personajes externos: placer, vanidad, mentira, gloria. Hasta que se produce el giro, y la consciencia, también como personaje, se enciende, y le hace reconocer al cantor el motivo genuino que debe dar vida y cauce a su canto:

Y su conciencia dijo al fin:
“Cántale al hombre en su dolor,
en su miseria y su sudor
y en su motivo de existir”.

Hoy es su canto un azadón
que le abre surcos al vivir,
a la justicia en su raíz
y a los raudales de su voz.

En su divina comprensión
luces brotaban del cantor.

El dolor como experiencia compartida por todos los seres humanos y como raíz de la belleza y de la verdad es la esencia que mueve toda la creación de Violeta Parra. Se me viene ahora a la memoria la respuesta que dio cuando le preguntaron por la vía de expresión que elegiría si tuviera que quedarse solo con una (entre el canto, la pintura, el bordado, etc.) y ella fue enfática: “Me quedaría con la gente”.

 

IV

Dicen que Violeta aprendió a tocar la guitarra mirando y de oído; que no sabía cómo se llamaban las notas, pero sabía usarlas. Al escribir y componer se dejaba guiar por la intuición, y eso aconsejó hacer a los artistas jóvenes: “Que escriban como quieran, que usen los ritmos que les salgan, que prueben instrumentos diversos, que se sienten al piano y destruyan la métrica, que griten en vez de cantar, que soplen la guitarra y tañan la trompeta, que odien la matemática y que amen los remolinos. La creación es un pájaro sin plan de vuelo que jamás volará en línea recta”. Pero al mismo tiempo se afanó en aprender de quienes la precedían, en conocer a fondo la tradición del folklore chileno, en ir a los rincones perdidos de Chile a rescatar el canto a lo humano y lo divino. Y no solo dialogó con el folklore chileno; también con el que encontró en los lugares del mundo pudo recorrer. 

Esa mezcla de tradición y espíritu propio de la que se nutría su creación se plasma con genialidad en la canción que abre el lado B de Las últimas composiciones: “Mazúrquica modérnica”. La mazurca es un baile típico de Polonia, que en sus inicios se bailaba en los salones de la Szlachta o nobleza polaca y luego, con el tiempo, pasó a formar parte de la cultura popular. Tiene un compás ternario, es decir, se divide en pulsos de tres tiempos cada uno. Si lo llevamos a la métrica que usa Violeta para componer la letra, podemos dividir cada verso en cuatro cláusulas de tres sílabas cada uno: “Me han preguntádico varias persónicas / si peligrósicas para las másicas / son las canciónicas agitadóricas”; que suena «títata-títata-títata-títata». La genialidad está en aprovechar el temple alegre, liviano y saltarín que la forma musical evoca e intensificarla con la esdrujulación de las palabras —una acentuación que es poco común en el español, que es un idioma de naturaleza grave o llana— para introducir la ironía de la que está cargado el mensaje: la voz cantora que  representa a la clase obrera acepta la infantilización implícita en la pregunta paternalista de la contraparte —esos “caballerísticos almidonánicos” de la elite política y económica— y desde ese lugar responde. 

La postura política implícita en la pregunta se desmantela a lo largo de la canción a través de una ridiculización doble: la de la voz que asume un tono inocente y juguetón para dejar en evidencia que lo ridículo es en realidad el statu quo que la clase dominante defiende y las injusticias sociales que la perpetúan: 

Le he contestádico yo al preguntónico
cuando la guática pide comídica
pone al cristiánico firme y guerrérico
por sus poróticos y sus cebóllicas.
No hay regimiéntico que los deténguica
si tienen hámbrica los populáricos.

Preguntadónicos, partidirísticos
disimuládicos y muy malúricos
son peligrósicos más que los vérsicos,
más que las huélguicas y los desfílicos.
Bajito cuérdica firman papélicos,
lavan sus mánicos como piláticos.

Lo moderno de la mazurca de Violeta Parra es su consciencia crítica del mundo y del discurso sobre el que este está construido. Utilizando el lenguaje a su favor, a través de un fino y sensible tratamiento de las palabras y su música interna, sus sonidos y sentidos, nos despierta el oído, la cabeza, los pies y el corazón.

 

V

Las últimas composiciones es un viaje sonoro y verbal, sensible y espiritual, sin retorno: es una obra que no nos deja en el mismo lugar existencial en el que estábamos antes de escucharla. El amor y la ternura se tornan de un momento a otro en intemperie, en noche oscura del alma, y a través de sus sutilezas y desgarros nos adentramos en nuestra verdad más íntima, como individuos y como células de un cuerpo mayor.

No me es posible esbozar aquí cada una de las estaciones de ese viaje, pero les invito a recorrerlo y experimentarlo por sí mismos. A las canciones que mencioné se suman muchas otras; cada una nos propone un color, una intensidad, una verdad del cuerpo y del alma que nos remece: “El albertío”, “Pupila de águila”, “Run-run se fue pa’l norte”, “La cueca de los poetas”, “Volver a los 17”, “Rin del angelito”, “Una copla me ha cantado”, “El guillatún”, “Pastelero a tus pasteles” y “De cuerpo entero”. Esta última es una cueca y cierra el álbum. Para mí es la síntesis de todas las vetas que abren los diferentes momentos del álbum, en un lenguaje directo y enfático, propiciado por el género de la cueca, que ha sido llamada por algunos como “soneto comprimido”:

El humano está formado
de un espíritu y un cuerpo
de un corazón que palpita
al son de los sentimientos.

No entiendo los amores
del alma sola
cuando el cuerpo es un río
de bellas olas.

De bellas olas, sí,
que le dan vida.
Si falta un elemento
negra es la herida.

Comprende que te quiero
de cuerpo entero.

 

De cuerpo entero amó y creó Violeta Parra, y cada vez que la escuchamos, su poesía nos hace la invitación a seguirla.

 

Foto: Portada del disco Las últimas composiciones de Violeta Parra, 1966, vía Alamy Stock Photo.
  • Micaela Paredes Barraza

Photo: Revista Descontexto

Micaela Paredes Barraza (Santiago de Chile, 1993) earned her degree in Hispanic Letters from the Pontificia Universidad Católica de Chile. To date, she has published two verse collections, Nocturnal (2017) and Ceremonias de Interior (2019), both from Cerrojo Ediciones, Chile. She is the co-editor of the poetry journal América Invertida, published in New York. She is currently earning a Master's in Creative Writing at NYU.

  • Arthur Malcolm Dixon
headshotarthurdixoncroppededited1

Photo: Sydne Gray

Arthur Malcolm Dixon is co-founder, lead translator, and Managing Editor of Latin American Literature Today. He has translated the novels Immigration: The Contest by Carlos Gámez Pérez and There Are Not So Many Stars by Isaí Moreno (Katakana Editores), as well as the verse collection Intensive Care by Arturo Gutiérrez Plaza (Alliteratïon). He also works as a community interpreter in Tulsa, Oklahoma and is a Tulsa Artist Fellow.

PrevAnteriorVioleta Parra: arder hasta las cenizas
SIguienteExcerpts from Thanks to Life: A Biography of Violeta ParraNext
RELACIONADOS

Madres e hijas: Conflicto generacional y cambio social en la obra de Dubravka Ugrešić

Por Emily D. Johnson

Nota de la traductora

Por Megan McDowell

Sueños del Coyote: el surgimiento de los genízaros en la imaginación literaria nuevomexicana

Por Enrique R. Lamadrid

Although this inventory of historic and emergent Genízaro characters and themes in the Nuevomexicano literary imagination is abbreviated, it invites in-depth critical study of a scarcely known facet of the…

Footer Logo

University of Oklahoma
780 Van Vleet Oval
Kaufman Hall, Room 105
Norman, OK 73019-4037

  • Accesibilidad
  • Sostenibilidad
  • HIPAA
  • OU Búsqueda de trabajo
  • Políticas
  • Avisos legales
  • Copyright
  • Recursos y Oficinas
Actualizado: 20/02/2024 01:30:00
Facebook-f Twitter Instagram Envelope
Latin American Literature Today
REVISTA

Número Actual

Reseñas

Números Anteriores

Índice de Autores

Índice de Traductores

PUBLICAR EN LALT

Normas de Publicación

LALT Y WLT

Participar

Oportunidades para Estudiantes

CONÓCENOS

Sobre LALT

Equipo Editorial

Misión

Comité Editorial

LALT BLOG
OUR DONORS
Suscribirme
  • email

Subscriptions

Subscribe to our mailing list.

Suscripciones

Suscríbase a nuestra lista de correos.