En una pequeña ciudad del norte de Chile, entre el océano Pacífico y el desierto de Atacama, una mujer al borde de la muerte revive su juventud y adolescencia con lujo de detalles. En el trance inducido por la enfermedad, recuerda la disolución de su familia, la desaparición de su hermano, el abandono de su madre, la conversión de su padre al mormonismo, y escenas de despertar sexual, violencia y pobreza en un escenario en decadencia, y bajo el manto opresivo y extático de la religión. En esta entrevista, Ellen Jones charla con nuestra editora de traducción, Denise Kripper, sobre el proceso de traducción de la novela Nancy, de Bruno Lloret.
Denise Kripper: Nancy narra una historia difícil, de crecimiento y aprendizaje, contada de manera retrospectiva desde el punto de vista de la protagonista. ¿Qué te llevó a traducirla?
Ellen Jones: Nancy me la recomendó Alia Trabbuco, otra gran escritora chilena que conocí en Londres. No pensaba traducirla, para nada. De hecho, pensaba que sería una pesadilla hacerlo. En ese momento estaba haciendo una asesoría con Samantha Schnee como parte del programa del National Centre of Writing para traductores emergentes, y nos encontrábamos por Skype casi todas las semanas para charlar sobre mis traducciones de distintos textos. Estoy casi segura de que debo haber gritado para mis adentros cuando, después de haberme escuchado describir el libro, me dijo: “intentémoslo, va a ser un buen desafío”. Y ahí fue que empecé y, sí, era difícil, pero también divertido, y en seguida me enamoré de la extrañeza poética del libro. Me parecía que era muy diferente a toda la otra literatura chilena contemporánea que había leído: ya no era la dictadura la que acechaba la historia de Nancy, sino el capitalismo, el colapso ambiental, la pobreza y la religión. Además, me hacía recordar una novela que adoro de Yuri Herrera, Señales que precederán al fin del mundo. También es concisa, usa el lenguaje local, y tiene un tono bíblico. Fue por todas estas cosas que quise seguir adelante con el proyecto, incluso después de terminada la asesoría, hasta que al final terminé por presentárselo a varias editoriales.
D.K.: La experiencia de lectura de esta novela es bastante diferente. La narración incluye imágenes, notas al pie y, sobre todo, está puntuada por una serie de letras X en negrita. Aparecen en todas las páginas y a veces crean figuras o insertan pausas en la lectura. En tu traducción al inglés, incluso, la X aparece en el centro de la tapa del libro. ¿Cómo lees estas X?
E.J.: Creo que las X representan varias cosas. Cumplen un papel textual y simbólico importante en la novela. Para mí, sobre todo (y tal vez esto sea producto de mi trabajo como traductora), son una forma alternativa de puntuación. Marcan pausas para la respiración, como los puntos y las comas en la prosa, o los saltos de línea y los espacios en blanco en la poesía. Bruno es muy cuidadoso en evitar el uso de otros símbolos de puntuación como los guiones o los signos de exclamación. Incluso hasta omite los puntos finales a veces. Los guiones me resultaron muy difíciles de evitar porque tiendo a usarlos mucho en mi propia escritura. A algunos les parecerá flojera, pero a mí me gusta su versatilidad. En este caso, sin embargo, era importante mantener la X como el significante visual principal.
De todas formas, las X en mi versión en inglés no son siempre idénticas a las del español original. Bruno me dio rienda suelta para usarlas según el sonido y la disposición del inglés. Logré ubicarlas más o menos donde las quería antes de mandarle el manuscrito a Giramondo, sabiendo que ellos inevitablemente iban a tener que ajustarlas en el proceso de maquetación y diseño del libro. Las X de alguna forma guían al ojo en la página, a veces crean pausas breves, otras, momentos de silencio intenso.
D.K.: Y, por supuesto, las X también pueden leerse como cruces. De hecho, la religión tiene un papel fundamental en el texto y hay referencias bíblicas que sirven de epígrafes a cada capítulo. ¿Consultaste alguna traducción oficial de la biblia o tradujiste esos fragmentos específicamente para la novela?
E.J.: Para esos pasajes usé la versión de King James para que las palabras fueran lo más familiares posibles para los lectores en inglés. Y es cierto que las X tienen una relevancia temática también: la muerte y la religión están muy presentes en esta novela. Nancy narra la historia de su vida (incluida la aceptación de la desaparición y probable muerte de su hermano) mientras ella misma está muriendo de cáncer. Además, su afligido padre (y luego incluso Nancy también) son convencidos de unirse a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
D.K.: En un momento, el padre de Nancy le dice: “Este mundo es un desierto de cruces”. Cuando leí eso no pude evitar pensar en tumbas y feminicidios. De hecho, la familia de Nancy es muy disfuncional y la novela aborda también temas de violencia doméstica y abuso. Al mismo tiempo, sin embargo, hay bastante inocencia y ternura en el despertar sexual de Nancy. ¿Al tratar de encontrarle el tono a tu traducción, cómo lograste equilibrar estos polos opuestos?
E.J.: Me encanta esa frase, que además aparece en una de mis escenas favoritas del libro: Nancy y su padre están en un cementerio y ven cómo la luz del atardecer tiñe todo de color cobrizo. Después, una vez caída la noche, se quedan viendo una especie de espectáculo onírico de luces creado por unos extraños arbustos fosforescentes. Siempre me recuerda a la obra 2501 Migrants, del artista mexicano Alejandro Santiago. Es una instalación inmensa inspirada en los campos de cruces en la frontera entre México y Estados Unidos que conmemoran a aquellos que murieron tratando de cruzarla. Santiago creó 2501 esculturas de tamaño real esculpidas en cerámica. El número uno, sobrante (que hace que no se trate de un número redondo), sugiere que siempre hay una persona más, dispuesta a arriesgar su vida por llegar a los Estados Unidos. No es el mismo lugar geográfico, pero tiene sentido en el contexto de la novela, que trata sobre la posibilidad potencialmente infinita de huir de, y regresar a, una vida miserable.
Pero es cierto que el “desierto de cruces” tiene que ver con los feminicidios. Es una amenaza que permea la adolescencia de Nancy, cuando empiezan a aparecer cuerpos de mujeres en las playas cercanas y la hacen quedarse en casa por su seguridad. Su madre es víctima de violencia de género y la relación sexual de Nancy de chica con un hombre mayor aparece descrita de manera superficial. Como dices, una de las cosas más llamativas en la narrativa es el vaivén entre lo vulgar/violento y lo gentil/tierno. De niña, su madre la golpeaba y ella sufría de pesadillas y se orinaba en la cama. Luego, de grande, muestra una conexión alarmante entre el placer sexual y la necesidad de orinar, lo que sugiere que, para ella, hay algo aterrador y posiblemente violento en el placer sexual.
La idea de traducir a un hombre que escribe en una voz joven y femenina puede resultar incómoda, en especial cuando el libro en parte trata sobre la sexualidad femenina y la violencia contra la mujer. Pero Bruno caracteriza a Nancy con toda la sensibilidad y humanidad que ella se merece. Traté de hacerle justicia a eso en mi traducción, cuidando que su voz retuviera todas esas contradicciones y cambios abruptos de tono. También traté de no explicar demasiado, en momentos donde el lenguaje es tan sobrio que hasta resulta extraño.
D.K.: Me pareció que tu traducción reelaboraba muy bien la oralidad de la novela. Hay rastros en el lenguaje que, incluso leyéndola en inglés, permitían sentir que los personajes estaban hablando en español. El libro también incluye referencias culturales chilenas, así como también otras bolivianas y mexicanas. ¿Cuáles fueron algunas estrategias que usaste para mantener algo de ese sabor del español, aun haciéndolo accesible a tus lectores en inglés?
E.J.: Me alegro que hayas sentido eso, gracias. La oralidad de la novela probablemente haya sido el aspecto más difícil de la traducción y uno de los motivos por los cuales al principio era un poco reticente a la idea de traducirla. En especial el personaje de Jesulé, que es de una comunidad ambulante que vende cacharros de cocina y arregla autos usados, y habla en un español chileno muy marcado y coloquial. Por suerte es un hombre de pocas palabras, pero cuando habla, usa formas abreviadas y un vocabulario inusual (que en algunos casos me tomó semanas descifrar). En inglés, su dicción tenía que ser distinta de la de Nancy. Hice algunas cosas para tratar de lograr esto, por ejemplo, ser muy concisa en el inglés también (‘Course. Told you, din’t I’). Lo otro fue dejar algunos términos en español, pero sin itálicas, como los nombres que le da a Nancy (‘paisa’, ‘chilena’). Esto es algo que hice mucho en toda la novela, no sólo en el diálogo con Jesulé. Hay palabras como ‘tío’ e ‘hija’ que no creo que les causen mucha confusión a los lectores en inglés y es una forma de recordarles dónde sucede la novela.
D.K.: El tiempo se me hizo bastante esquivo en la narrativa. Hay en la trama rupturas temporales, pero a la vez es difícil saber cuándo suceden, exactamente, las acciones narradas. La historia parece que podría estar sucediendo ahora o hace unos años, o incluso décadas atrás. ¿Influyó esto en tu estrategia de traducción?
E.J.: Tienes toda la razón. La primera vez que leí la novela ni siquiera me di cuenta de que, en realidad, la historia sucede en un futuro cercano, como en unos diez o quince años. Es un detalle que sólo se revela por la fecha en una tumba. La novela empieza y termina en el mismo momento, casi incluso con las mismas palabras, y el texto aparece enmarcado con varias páginas llenas de X que terminan por formar un reloj de arena (que también puede ser interpretado como el campanario de una iglesia). A veces la narrativa se mueve lentamente, se concentra en unas pocas horas en el día, y a veces se acelera tanto que hasta puede resultar cómico, adelantándose décadas en cuestión de oraciones. En parte esto tiene que ver con la enfermedad de Nancy. En el presente narrativo, ella está en un delirio doloroso e inducido por su soledad. Hay fragmentos de diálogos que a veces se hacen difíciles de seguir, imágenes que cuesta visualizar. Como traductora, sentí que era importante tratar de mantener tanto como fuera posible esa extrañeza y ambigüedad, a pesar de la tentación de explicar o aclarar cosas.
D.K.: Hace unos meses, el escritor y periodista chileno Antonio Díaz Oliva publicó un artículo sobre una nueva ola de traductoras que son responsables por llevar la literatura chilena al inglés. ¿Te ves como parte de este grupo? ¿Cómo te posicionas como traductora de un autor chileno?
E.J.: ¡Qué genial ser parte de un grupo de mujeres tan talentosas! Todas las traductoras mencionadas en el artículo tienen más experiencia que yo y han publicado trabajos que admiro mucho. The Remainder, la traducción de Sophie Hughes del libro La resta, de Alia Trabucco, y Seeing Red, la traducción de Megan McDowell de Sangre en el ojo, de Lina Meruane, son de mis favoritas.
Mi propia relación con Chile y la literatura chilena viene de hace como una década, cuando estuve de intercambio universitario en Santiago durante un año. Fue ahí que di mis primeros pasos en la traducción literaria, y mi interés por la cultura literaria chilena ha crecido desde entonces.
El artículo de Oliva señala que casi todos los libros chilenos publicados en inglés en los últimos años han sido sobre la vida durante o después de Pinochet. Megan McDowell explica que, al menos en los Estados Unidos, los lectores saben muy poco sobre Chile además del hecho de que ha padecido una dictadura, y es por eso por lo que los lectores se conectan más fácilmente con los libros sobre ese período. Nancy es bastante diferente en este sentido. Es un libro sobre el presente, en vez del pasado, y uno que ofrece un panorama bastante desolador sobre una parte del país (el norte) que ha sido dejada de lado por el gobierno, y para la que pronostica un futuro igual de desolador.
D.K.: Me gustaría que nos contaras un poco más sobre Giramondo Publishing. Es una editorial australiana que acaba de lanzar la serie Southern Latitudes, dedicada a escritores del hemisferio sur. ¿Cómo se compara la experiencia de trabajar con una editorial australiana con la de hacerlo con una estadounidense o inglesa?
E.J.: ¡Lo principal es la diferencia horaria! Suelo recibir correos de mi editor en Giramondo a las cuatro de la mañana y seguramente también él, a deshora, en sentido contrario. Nick Tapper y yo tuvimos la suerte de conocernos en persona en la feria del libro de Guadalajara el año pasado. Después de eso nos juntamos a repasar las correcciones, línea por línea. Fue genial poder hablar con alguien que había leído y había pensado en el libro con tanta dedicación. Trabajar con él fue realmente un placer.
Giramondo es conocida por la dedicación que le ponen al diseño visual de sus libros. Esta es una de las razones por la que creo que fue el lugar perfecto para Nancy. Nick fue igual de meticuloso que Bruno y yo, con respecto al posicionamiento de las X. La serie Southern Latitudes es tan solo uno de sus nuevos proyectos. También se han unido con Fitzcarraldo Editions en Inglaterra y New Directions en los Estados Unidos para dar el Novel Prize, un nuevo premio bienal para un libro de ficción literaria escrito en inglés.
D.K.: Y, por último, esta es la opera prima de Bruno Lloret y su primera novela en ser traducida al inglés. ¿Cuáles son algunas de las responsabilidades de presentarle un autor a una audiencia nueva? ¿Qué te gustaría que tus lectores en inglés supieran sobre Lloret y qué esperas que saquen de su lectura?
E.J.: En mi opinión, esto es lo mejor de ser traductora, poder fomentar la lectura de obras que te gustan de autores que admiras. Bruno hoy en día vive en Inglaterra, donde es candidato doctoral en King’s College London, y es increíblemente joven para haber publicado dos novelas ya. Su segunda, Leña, salió por Overol, una editorial independiente chilena, en 2019. Su escritura es técnica y conceptualmente ambiciosa. No teme tomar riesgos formales, escribir en una prosa que combina el hiperrealismo con toques posmodernos, ni meterse con los temas globales más apremiantes del siglo XXI, desde el colapso ambiental hasta los efectos sociales del capitalismo. Nancy, sin duda, es una novela chilena, pero su emotiva exploración de la soledad, el dolor y la resistencia al dolor físico, atravesada por un inesperado humor negro, resonarán mucho más allá. Espero que los lectores que estén interesados en esta obra apoyen a una librería independiente, en este extraño y difícil momento, aprovechando los servicios de envío por correo que muchas están ofreciendo durante la cuarentena.
Traducción de Denise Kripper