“Thénon tiene que cambiar el lenguaje, entonces, para atender a la percepción que arroja nuevos patrones de emoción, desconocidos y más complejos”
A pesar de dominar el lenguaje “emputecido” (según la definición que da ella misma), la poeta argentina Susana Thénon nunca deja de exigir intelectualmente a su lector. Nos referimos a la atención por la forma, a la sintaxis desarmada, a los centauros morfológicos (es decir, a la manera de Oliverio Girondo en En la masmédula); todo el texto exige una reconstrucción. El lenguaje de Thénon parece corriente, pero realmente no lo es: es necesario atravesar primero el mar de desconexiones que evidencia una preocupación profunda que involucra a las palabras, la comunicación, la experiencia, y que afecta al lenguaje y la poesía.
Sus poemas siempre nos remiten a lo espacial y lo territorial. Ana María Barrenechea y María Negroni, dos de sus estudiosas más cercanas (tanto a nivel personal como literario) han abordado esta característica en muchas ocasiones, aunque siempre de manera un tanto indirecta, sin nombrar directamente las causas y formas de ese fenómeno, sino replicándolo de alguna manera, generando una sensación parecida a la poesía original. Por ejemplo, en el prólogo a las obras completas reeditadas por Corregidor en 2019, La morada imposible, María Negroni dice:
[…] en ese arco obsesivo que va desde Edad sin tregua (1958) hasta Ova Completa (1987), los “lugares extraños” se reiteran como signos que aluden a la “caducidad trágica y tierna del lenguaje”, entendida como esa “distancia mínima que existe entre nosotros y nosotros mismos, o entre nosotros y lo otro”, para decir la huella de cada soledad, extrañamiento o desarraigo. Hay en esta obra, pareciera, una geografía centrífuga que gira hacia el afuera de sí misma para abismarse en lo que no se ve, lo que se ignora o calla por razones de buen gusto o buenos modales, acaso en la confianza de que solo un mapa deformado puede ceder el esqueleto de ciertas obsesiones.
Las frases encomilladas por Negroni son del epílogo de distancias escrito por Barrenechea, en el que la crítica agrega un fragmento de una carta que le mandara la poeta. En ese mismo texto, Barrenechea agrega que esas distancias testimonian con intensidad y lucidez esta busca (“sin tregua”) de un espacio imposible. En ellas se diseminan nombres de ámbitos que nunca son el cielo, el centro, la plenitud, el paraíso; las recorre el eterno rondar por los arrabales del mundo, el nunca vislumbrar el lugar (ni tan siquiera un lugar).
Pero, volviendo a los prólogos, y siguiendo al de Negroni en ese mismo volumen (Corregidor, 2019), Barrenechea propone este método de análisis que implica metáforas espaciales. Ella sostiene que Thénon trabaja “desde una extraterritorialidad que salta a la reclusión del atrapado sin salida” y que “el poema [para Thénon] nace de la zona de silencio que hay en el corazón de las palabras. Y es en este silencio circuido de nociones donde adquiere su ser de libertad, así como un cuerpo desplaza al aire, aunque esté submerso en él”.
Como dijimos, la figura espacial es evidente en la obra de Thénon. Tres de los cinco libros publicados llevan títulos que así lo corroboran: Habitante de la nada (1959), De lugares extraños (1967) y distancias (1984). Además, una de las secciones de su primer libro (Edad sin tregua, de 1958) llevaba el nombre de “Aledaños”.
¿Pero qué son, estrictamente, estos “espacios”, “zonas”, “lugares”, “distancias”, “geografías”, “mapas”, “arrabales”, “moradas” de los que hablan Barrenechea y Negroni? La respuesta a esto está en la misma poesía, en los temas que ocupan los poemarios y en los recursos que utiliza la poeta. Se trata de una metáfora espacializadora, que transforma un estado de ánimo en un lugar, y que refiere a un momento de ajuste entre la experiencia y el lenguaje.
Tomemos, por ejemplo, a De lugares extraños, ya que no es uno de los libros más analizados por la crítica (esos son distancias y Ova completa), y además, nos ofrece una ventana que nos facilita mucho el análisis: un epígrafe de T.S. Eliot1. Es un pasaje de Four Quartets, de 1943. Más específicamente, son versos tomados de la quinta parte del segundo poema, “East Coker”. En este pasaje, el poeta se extraña del mundo que se le aleja por complicado, y es un extrañamiento que aumenta en paralelo a su edad. Eliot habla de la experiencia; y de cómo se hace para poder interpretarla a medida que uno envejece, mientras las viejas redes interpretativas ya no son aplicables para crear nuevos patrones o para reconocer patrones más complicados. Los sentimientos quedan cada vez más lejos de la expresión, y en “The Dry Salvages”, el poema que sigue a “East Coker” en el libro de Eliot, hay otro pasaje similar que dice: “A medida que envejecemos, parece/ Que el pasado tiene otra estructura y deja de ser una mera secuencia”.
Eliot recurre bastante a esta idea. En su ensayo sobre Paul Valéry, por ejemplo, “A Brief Introduction to the Method of Paul Valéry” (1924): “Un reconocimiento de la verdad de que no son nuestros sentimientos, sino el patrón que podemos crear a partir de ellos, lo que constituye el centro del valor”.
En De lugares extraños, Thénon muestra un intento terrible por al menos alcanzar a ver un espacio y un tiempo (que funcionan como una misma cosa en el libro) inalcanzables. ¿Qué clase de espacios? A pesar de ser el epílogo de otro libro de Thénon (el ya nombrado epílogo de distancias), Barrenechea habla de “Aledaños, lugares extraños, ámbitos que son reales, concretos, precisos hasta hacer doler, o que se desplazan al sueño, la memoria, el paraíso esperado y nunca alcanzable, la nada”. Después aporta unas palabras de Artaud, que son de Le Pèse-nerfs2: “Había algunos de nosotros en ese momento que queríamos intentar cosas, crear dentro de nosotros espacios para la vida, espacios que no eran ni parecían tener un lugar en el espacio”.
“Esa es la terrible insatisfacción de Thénon, la que demuestra en toda su obra: el poeta es un torpe aullador que intenta anudar lo imposible”
El espacio que vislumbra Thénon es el de un núcleo que necesita ser expresado; una emoción o un sentimiento, diría Eliot. Pero no es posible crearlo, no se puede hacer ese espacio con el lenguaje con que cuenta, y por lo tanto, si seguimos aplicando a Artaud, el espacio no es un espacio (es la “morada imposible” que le da título al póstumo volumen), y no tiene lugar en ninguna parte. El primer poema de De lugares extraños dice: “El que busca una fuente no prevista/ da con la fuente de la sed, con sus blasones/ y sus vigilias de arena”. Es decir: quien busca el agua no podrá encontrarla y quedará náufrago en una isla desierta, que es un no-lugar. Busca algo y encuentra lo contrario. El espacio es un lugar inaccesible e imposible, pero que está en todas partes, en el “eterno rondar por los arrabales”.
El toro que toma por las astas Thénon es el problema del lenguaje y la referencialidad. Siempre habla de ese espacio que le queda lejos, como a modo de nostalgia; espacio en que significante y significado encajan en la mente de la poeta. El tiempo y el espacio se unen como dos caras de una misma cosa, cargada de memoria emotiva3, un recuerdo particular, una emoción inexpresada, inexpresable, o no expresada aún, que es fundamental a lo largo de toda la poesía de Thénon, porque ese es el espacio al que siempre se refiere y en torno al cual gira como satélite. El espacio es la correspondencia de la expresión y la experiencia, imposible siempre, debido a la incapacidad del lenguaje para aprehender y replicar una realidad fragmentada, quebrada, misteriosa y en constante cambio. Habitar ese espacio es imposible ya que implica saltear las ya mencionadas limitaciones que propone el lenguaje. Los espacios no pueden ser, por lo tanto, controlados ni “gobernados”. Siguiendo con el primer poema del libro, leemos: “Augura y late para nadie el amor/en fortines aislados y carrozas,/ en literas sin viento,/ en estrechas proas desgobernadas”.
Otras veces, estos espacios son reconocidos a posteriori, en tranquilidad, después de las emociones. Durante ese proceso los sentimientos se fijan y se verbalizan, pero el instante queda en el pasado: “La mirada tiene memoria/ de espacios y de tiempos inexistentes”. Thénon tiene que cambiar el lenguaje, entonces, para atender a la percepción que arroja nuevos patrones de emoción, desconocidos y más complejos.
Ahí están los planes tramados, las redes antiguas del lenguaje y los patrones nuevos y los viejos. El lenguaje siempre corre de atrás al pensamiento. Y no se trata de palabras, sino de constructos, de redes. Por eso, la elección del epígrafe por parte de Thénon no es gratuita, ni es un pasaje que cambie su significado sacado de contexto4.
Cada vez que se intenta aplicar el lenguaje es como volver a empezar de nuevo, y siempre se falla; las palabras envejecen; cada intento es un abordaje sobre lo inarticulado, informe. Por lo tanto, Thénon parece oponerse a la idea mallarmeana de que el rol de la poesía es interrumpir la mentira de referencialidad que tiene el lenguaje. Para Thénon, el poeta sufre esa mentira y no le queda más que cantar esa insatisfacción.
Los “lugares” no son fijos: fluyen pasan, se arrastran, se resbalan, pero antes llegaron a navegar y erigirse en el interior de la poeta (“te erigiste / en mi fondo de sombra y tierra sumergida). La playa (otra vez, la imagen de la playa como en el poema citado más arriba) ni siquiera es un lugar, es algo que transcurre. Y ese algo está ausente, y los años por lo tanto pasan “malheridos” sin poder nombrarlo, aunque se intenta con recursos poéticos, técnicas, y bajo el prisma lingüístico, todas “emboscadas torpes” y “aullidos”.
Esa es la terrible insatisfacción de Thénon, la que demuestra en toda su obra: el poeta es un torpe aullador que intenta anudar lo imposible. Por eso, jamás se puede habitar esa zona en que la lengua y la comprensión no quedan truncas.
Notas:
1 “La casa es el lugar del que partimos. A medida que envejecemos /El mundo se nos vuelve más extraño, más compleja /La ordenación de muertos y vivos” (traducción de José Emilio Pacheco, Cuatro Cuartetos, FCE: México, 1999, p.26)
2 “Nous sommes quelques-uns a cette époque à avoir voulu attenter aux choses, créer en nous des espaces à a vie, des espaces qui n’etaient pas et ne semblaient pas devoir trouver place dans l’espace”.
3 Se refiere al énfasis en que las dos dimensiones (o la dimensión espacio-tiempo, muy abstractas y complicadas en realidad) se unen en la poesía de Thénon como en un objeto (de dos caras) bien concreto y que tiene valor para la poeta.
4 El poema del que toma el epígrafe para De lugares extraños comienza de este modo: “Y he pasado veinte años —veinte años en gran parte perdidos,/Los años de entreguerra— /Tratando de aprender a usar las palabras /y cada intento es un comienzo enteramente nuevo /Y es un tipo distinto de fracaso. /Porque uno sólo ha aprendido a dominar las palabras /para decir lo que ya no tiene que decir /O de ese modo en que no está dispuesto ya a decirlo. /Por eso cada intento /Es un nuevo comienzo, una incursión en lo inarticulado /Con un mísero equipo cada vez más roído /En el desorden general de la inexactitud del sentimiento, /Escuadras de la emoción sin disciplina”.