Miami: SEd, 2021. 126 páginas.
En la novela Los hermosos, Hernán Vera Álvarez presenta momentos en la vida de un grupo de inmigrantes indocumentados, en su mayoría argentinos, que comparte el espacio de un pequeño apartamento de Miami. Desde el principio de la historia se nota la fragilidad de la realidad de cada personaje: todos transitan un camino inestable, se enfrentan a obstáculos y luchan por permanecer a flote. Sin papeles es difícil lograrlo. No obstante, todos están en la misma situación y anteponen el sufrimiento colectivo al propio, se dan apoyo, se intercambian tips, incluso llegan a mostrar gestos de cariño siempre y cuando cada quien siga las reglas de la vida hacinada del apartamento y respete el lugar. Se puede sobrevivir.
El apartamento de Miami resulta ser un punto de encuentro y rápidamente puede transformarse en un lugar de paso. Yuti, el ocupante del único cuarto, coordina el proceso de estadía, establece —a mutuo acuerdo con los inquilinos— en qué rincón va a dormir cada persona e indica las normas a seguir. De igual modo, Yuti dirige las manifestaciones de relajo, sugiere qué toppings llevará la pizza que van a ordenar, apoya la causa de comprar caramelos o chocolates en la bomba de gasolina. Él llegó hace mucho tiempo a Estados Unidos, sabe cómo se maneja todo, tiene experiencia, entiende la movida. Él, como Marcelito, Paula, Eduardo, Juan y Frank, tiene mucho que contar.
Vera es el instrumento que tenemos a la mano para conocer eso que tienen que contar los personajes. Es aquí cuando entra el valor de la obra. Vera propone una aproximación única a las historias de los protagonistas. Sus experiencias pasan por las manos del autor, quien nos entrega un panorama narrativo diverso que probablemente no esperaríamos en una novela. Los protagonistas cuentan anécdotas y emiten opiniones sobre la vida del inmigrante en Miami a través de diálogos sostenidos, interrumpidos por un brindis con cerveza o por la llamada telefónica de algún amigo. Varios capítulos están compuestos únicamente de diálogos. Hay que llevar el hilo, identificar quién es Juan, en qué se diferencia de Frank y este de Eduardo. Entre los diálogos, de repente nos sorprende el recuerdo de lo que soñó uno de los protagonistas. En otro capítulo nos topamos con las entradas del diario que llevaba un personaje antes de llegar a Miami, en el cual reflexiona sobre la posible vida que le espera entre “sol y palmeras, ni inglés ni español, estar en una no-zona, donde no es Estados Unidos ni Latinoamérica, algo así como un travestismo de la lengua”. De este modo, Vera deja entrever fragmentos de una realidad ambivalente sostenida sobre un hilo que puede romperse en cualquier momento.
Precisamente ocurre eso —y esto no es un spoiler—: se fractura el orden de la precaria estabilidad. Los personajes sobreviven con trabajos mal pagados, deben el alquiler, intentan encontrar mejores oportunidades a través de ese alguien que conoce alguien más, sienten nostalgia; a veces incluso se asoma la idea del retorno a la patria. El recuerdo y la incapacidad de poder estar con la gente querida los impulsa a seguir con su objetivo: ganar más dinero, lo suficiente para subsistir y enviar a sus familias; quizás para volver. No obstante, la regularidad de vivir en plena nostalgia se interrumpe por el ataque de las Torres Gemelas. La novela da un giro inesperado en este instante. La historia trasciende, sale de Nueva York y se esparce por toda la nación, llega a Miami y penetra el pequeño apartamento donde se juntan los personajes.
El propio Vera comenta en una nota que Los hermosos es hasta ahora su libro más autobiográfico. En 2001 era indocumentado, trabajaba en un astillero y compartía un diminuto apartamento en Miami con otros inmigrantes en su misma situación (Infobae, 2021). El ataque del 11 de septiembre lo dejó sin trabajo, a la deriva. De igual forma ocurre con los protagonistas de esta novela. Los hechos de Nueva York les provocan angustia por su futuro ya frágil y por ello deciden tomar las riendas del asunto ya que “[n]osotros mucho no nos damos cuenta porque ya estamos acostumbrados a vivir como los piojos, pero la gente en Estados Unidos así no vive”.
Así como gira la trama por un hecho histórico traumático también lo hace al darle espacio a una historia policial. Los hermosos no es una novela negra pero sí dialoga con el género y establece pautas en el desarrollo de los personajes: el detective, el asistente, los sospechosos. Al ser parte del público y cómplice de lo ocurrido seguí la ruta de las pistas de la policía, e indagué (no en los hechos sino en la personalidad de cada personaje) para prever sus reacciones y el resultado de la investigación. Debo confesar que no esperé el final. Declaro que perdí, los personajes me llevaron la delantera. Fallé como investigadora pero gané como lectora; me sorprendí con el desenlace y entendí muchas cosas más de la trama, rebobiné la historia y me dije “¡claro!, ¿cómo no lo intuí antes?”. Quedé satisfecha y eso siempre me pasa cuando leo una obra del autor. Ahora espero la siguiente oportunidad para disfrutar y adentrarme en las historias de Miami bajo la mirada de Hernán Vera Álvarez.