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Número 34
Entrevistas

“Casarse con una identidad siempre es una cárcel”: Camila Sosa Villada  y su Tesis sobre una domesticación

  • por Juan Camilo Rincón & Natalia Consuegra
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  • June, 2025

La escritora y actriz argentina Camila Sosa Villada, ganadora en 2020 del Premio Sor Juana Inés de la Cruz por Las malas y en 2021 del Premio Finestres de Narrativa, nos entrega una novela donde los afectos domesticados pugnan por abrirse paso, tiernos y a la vez feroces, cuestionando la vida que es fachada, los lugares familiares que buscamos ocupar, la actuación que somos cada día.

 

La actriz ha enterrado su vida pasada bajo la felicidad y no siente culpa por eso. Siempre ha ganado dinero con su cuerpo, antes como prostituta vip, hoy como artista de teatro. Camila Sosa Villada nos cuenta que, abajo del escenario, la protagonista de Tesis sobre una domesticación (Tusquets) suele despreciar e ignorar al mundo entero como una forma particular de afecto, siempre enferma de protagonismo y necesitada de reflectores. Hubo un tiempo, sí, en el que hacía lo que quería, como quería y cuando quería, pero la travesti se ha casado con un abogado que la aburre y la asfixia mientras intenta domesticarla… a ella, loba esteparia.

Con una madre distante y cínica habitan un territorio en guerra. Se enfrenta al padre, siempre condescendiente, su existencia grisácea. El hijo, adoptado por decisión del esposo, la encadena a la ternura. La actriz ha torcido la vida del abogado, y su cuerpo hormonado trastocó para siempre la manera de desear de aquel hombre, pues “una sola travesti es suficiente para socavar los cimientos de una casa, deshacer los nudos de un compromiso, romper una promesa, renunciar a una vida”. La actriz sabe que al final, domesticada o no, “la carne se pudre como se pudren todas las cosas vivas de esta tierra”.

 

“Casarse con una identidad siempre es una cárcel”: Camila Sosa Villada  y su Tesis sobre una domesticación

 

 

Natalia Consuegra y Juan Camilo Rincón: En los primeros párrafos, Valeria Vegas habla de los fondos del teatro como una trampa. ¿Cuál es la peor trampa para una actriz?

Camila Sosa Villada: ¿Viste que hay actrices que no paran de trabajar? Hacen una película tras otra y ya está. Yo no; yo necesito un poco más de tiempo para entrar, para salir de un personaje. Entonces me parece que una de las trampas más grandes son los directores. Otra trampa es creer que se puede vivir de esta profesión (risas). Yo creo que es mejor vivir de otra cosa y hacer lo que una tiene ganas cuando quiere. Por ejemplo, tengo amigos que hacen hasta cuatro obras por semana. Yo digo: es una profesión de mártires y no me parece que esté bien ofrecer la vida de una a un trabajo.

C. y J. C. R.: Hablando de directores, en algún momento dices que la actriz deja de ser la loca de Cocteau. ¿De qué manera una actriz es de un director?

S. V.: No, una es de un personaje. Hay actrices que terminan perteneciendo a un director, porque ellos son muy hábiles y manipuladores —como verás, tengo cierto rencor con los directores—. Las actrices no les pertenecen a los directores; le pertenecen a quien creó el personaje. A veces son un poco del autor y a veces son un poco de ellas mismas; a veces son solo de ellas mismas, como me ha pasado a mí en algunas producciones que hice en teatro. Cuando digo que ella deja de ser la loca de Cocteau, es en el sentido de que el personaje es una mujer que está loca, pero fíjate que después termina rompiendo toda la casa como lo hace en el teatro. 

C. y J. C. R.: Hablas del contraste entre el lujo de arriba y la humedad de los sótanos, que es, al final, una metáfora de la vida en general. ¿Cómo funciona ese contraste en la vida del teatro? Está el espectáculo brillante allá arriba, en contraste con el “abajo”, la realidad fuera de escena. 

S. V.: El escenario es un lugar bastante miserable igual, ¿eh? Es raro que haya un teatro en buen estado; siempre están bastante deteriorados, hay humedad, los camarines, están astillados los pisos, incluso teatros que son importantísimos como el Colón en Buenos Aires; los bailarines se quejaban de las astillas que había en las maderas. No hay tanto contraste entre la realidad y la miserabilidad del teatro; ambos son lugares miserables y por eso son lindos también, por eso una a veces deja la vida y su salud, sobre todo, porque terminan siendo lugares que se parecen a una, que es una miserable.

C. y J. C. R.: Los fans esperan a la actriz “para ver quién es ella cuando no actúa”, y es una idea muy bella la de conocer a la persona detrás de la actriz, cómo la ve el mundo cuando ella no está en el escenario, después de la función.

S. V.: Ahí es terrible. Yo me siento completamente vulnerable porque además el teatro tiene algo, y es que de alguna manera te protege. Vos invocás a tus santos, a tus muertos, a los duendes en los que crees y hay algo de eso que te blinda; una vez que salís de ahí sos vos sola, sos vos misma, y te ven como sos. Por suerte yo nunca he sido muy vanidosa cuando tengo que actuar; por lo general me gusta más estar fea que estar linda, pero me imagino todas las actrices que han hecho su carrera de ser guapas tenían que ser un misterio, tenían que desaparecer, mostrarse en un velo, con gafas. Tenían que aprender a ser así. Esto de cómo es el mundo cuando ella no está en él, es porque ella está acostumbrada a ser protagonista, a que el mundo orbite a su alrededor. 

C. y J. C. R.: Y lo dices bien: “Enferma de protagonismo”. Es una pregunta por cómo funciona el mundo, qué hace la gente cuando ella no está ahí.

S. V.: Mirá, mi papá solía decir: “En esta casa no funciona nada si yo no estoy; colaborame. Si yo no estoy todo se viene abajo”. Mi mamá, por otro lado, decía: “Si yo no estoy en esta casa no pasa nada, no se limpia…”. Me parece que un poco todos estamos enfermos de protagonismo, de creer que sin nosotros el mundo se detiene. Eso tiene que ver también con una cuestión medio antropocéntrica, me parece. Primero tiene que ver con algo ególatra, pero también con la idea de que los humanos son los que hacen andar al mundo, cuando en realidad no hacen más que detenerlo. Cuando ocurrieron los incendios en el Amazonas, y la gente se lamentaba por los árboles y por los animales, una amiga que hace periodismo ambiental me decía que la Amazonía se había formado por los seres humanos, que en las glaciaciones habían llegado allá y habían traído semillas en sus pies; es decir, los seres humanos cambian el clima de los lugares. Eso lo hacen todas las especies, no solamente nosotros, pero sí, en general somos de creer que somos los dueños del mundo, básicamente.

C. y J. C. R.: Recién hablabas de tus padres, y en la novela es evidente la diferencia entre la idea del hogar y la idea de la familia, aunque tendemos a pensar que son lo mismo. 

S. V.: Eso tiene un poco que ver con que es el abogado el que tiene esas ideas metidas en la cabeza. Ella en algún momento pierde su soberanía sobre sus decisiones, un poco seducida por él, porque está enamorada de él y el amor siempre ha sido una herramienta para que, sobre todo las mujeres, se pierdan en la familia, en las responsabilidades, en los compromisos. Pero es algo que tiene él que le pertenece a él y a su clase. Ella es mucho más libre y su mamá lo sabe desde siempre; le dice algo como: Yo te dije que no te casaras; te quedaba tan bien la soledad. Me parece que es un asunto más de él que de ella. Yo amo a la actriz, soy completamente indulgente con ella, a pesar de que la narradora la juzga un poco, pero yo la quiero mucho. Es el personaje que más me gusta de todos los que escribí.

C. y J. C. R.: Hay unos fragmentos cortos donde la actriz habla en primera persona, y también están el monólogo de la madre, el monólogo del padre. ¿De dónde nació esa decisión narrativa?

S. V.: La tuve que discutir mucho con mis editores porque no les gustaba que hubiera esas itálicas ahí. Lo tuve que pelear muchísimo. Mi editor en Francia me dijo que había sido una buena batalla porque él creía que era de lo mejor del libro: cuando habla la actriz. Yo le decía: Es que es una tesis; la narradora tiene su teléfono celular con testimonios de la actriz antes de que se matara, entonces, ella los transcribe. A mí me gusta mucho eso del libro. Este libro tiene dos versiones; la primera es de diciembre del 2019; yo escribí en seis meses esta novela pero no quería que saliera; hablé con la editora y le dije: “Estamos cometiendo un error, este libro no tiene que salir”. Me parecía muy pornográfico y que de ninguna manera podía existir. Entonces decidí reescribirlo. Igual el libro empieza y termina de la misma manera, los personajes son todos exactamente iguales, no hay ningún personaje nuevo, no es que haya cambiado nada de su composición, pero sí profundicé algunas cosas que tenían que ver con la relación del director con la actriz, de la relación de la actriz con su medio hermano y la relación de la actriz consigo misma. En eso apareció la idea de ponerla como testimonio. Ellos me decían: “Lo podemos poner en un diálogo o se puede pasar directamente a tercera persona”; yo decía: “¡No! porque hay que escucharla hablar, no discutiendo con el marido, diciéndole esto o lo otro, sino escucharla reflexionar sobre su existencia”. 

C. y J. C. R.: Uno de los aspectos más valiosos de la novela es cómo nos lleva a través de la idea general de la domesticación, y nos vamos dando cuenta de cómo se da ese proceso que nos ocurre a todos.

S. V.: Sabés que dicen que no fueron los seres humanos los que domesticaron a los perros, sino que los perros domesticaron a los seres humanos. Hay un libro muy bonito, Cerdos de Thomas Macho, que habla sobre la domesticación de los cerdos. Dice que ellos vivían en bosques y después vivían libres en los pueblos, andaban por las calles hasta que los empezaron a acorralar, y una de las herramientas más importantes de la domesticación es poder encerrar a una especie. Por eso los zorros, los pájaros, no son domesticables; son domesticables solo los animales que se pueden enclaustrar. 

C. y J. C. R.: Hablas de la transición de género como metamorfosis, como desarraigo, como partida. ¿Cómo lo has trabajado narrativamente?

S. V.: En Las malas digo que travestirse siempre es partir. Bueno, es literal, hay que saber irse de los lugares. “Del agua estancada espera veneno”, decía William Blake en El matrimonio del cielo y el infierno. Hay que saber irse, hay que saber cambiar, hay que saber cambiar de piel. Cuando yo era chica vivíamos en el campo con mi mamá —creo que también lo cuento en El viaje inútil— y las serpientes cambiaban de piel en la puerta de casa. Para mí esa imagen siempre fue muy poderosa, de abrir la puerta por la mañana y encontrarse una piel, una serpiente entera sin la carne adentro. Se ve casi como una serpiente de papel, como una serpiente transparente o de vidrio. Para mí fue muy importante eso. No creo que haya que ser siempre la misma, o siempre el mismo, o estar siempre en el mismo lugar. Eso de casarse con una identidad siempre es una cárcel, es una domesticación. Justo lo digo en mi nuevo libro, La traición de mi lengua, lo de la identidad como una cárcel. Y lo creo así.

 

Foto: Camila Sosa Villada, escritora y actriz argentina, © Alejandro Guyot.
  • Juan Camilo Rincón & Natalia Consuegra
Juan Camilo Rincón is a writer, journalist, and cultural researcher focusing on Hispano-American literature. He earned his Master’s in Literary Studies from the Universidad Nacional de Colombia and is a former grantee of FONCA (Mexico). He is the author of Ser colombiano es un acto de fe: Historias de Jorge Luis Borges y Colombia, Viaje al corazón de Cortázar, Nuestra memoria es para siempre, and Colombia y México: entre la sangre y la palabra. He has written on cultural topics for outlets in Latin America and Spain, and has been a guest author at international book fairs in Bogotá, Culiacán, Guadalajara, Guayaquil, Havana, and Pachuca.
Natalia Consuegra earned her undergraduate degree in Psychology from the Pontificia Universidad Javeriana (2002) and her master’s in Digital Humanities from the Universidad de los Andes (2024). She is the author of the Diccionario de Psicología (Ediciones ECOE). She works as a cultural journalist and has contributed to many international outlets, including the Confabulario supplement of El Universal (Mexico), Quimera and Publishers Weekly en Español (Spain), Latin American Literature Today (LALT, the University de Oklahoma), Mundo Diners (Ecuador), and Intervalo (Uruguay), as well as El Espectador and Contexto (Colombia). She also works as a proofreader and copy editor for educational, cultural, and literary publications, and is proficient in APA style and RAE guidelines. She has formed part of prize juries for the Instituto Distrital de las Artes (Idartes, Bogotá), sharing her expertise in cultural and editorial management.
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