Nota del editor: Este es un extracto traducido del capítulo “Under Western Eyes: Visiting Friends & Artists” del próximo libro de Chakravarty, The Tree Within: Octavio Paz and India, Penguin Random House, 2025. Se ha traducido para ser publicado aquí con permiso de Penguin Random House India.
Luego de su asentamiento en un espacioso bungalow en Nueva Delhi en septiembre de 1963 como Embajador de México en la India, Octavio Paz comenzó a rogarle a sus amigos en París que le visitaran. La casona de ladrillos rojos y estilo colonial tenía cinco habitaciones, dos amplios jardines y cinco sirvientes listos para servirle. En el verano de 1964, justo antes de volver a la India con Marie-José Tramini —una mujer francesa que había conocido en la propia India y que se convertiría en su segunda esposa— Paz pasó algún tiempo en París con Julio Cortázar donde le presentó a su nueva novia. Cortázar había estado viviendo en París desde 1951, donde trabajaba como traductor profesional de la UNESCO y para varias casas editoriales. Era un gigante amable de seis pies y medio, que hablaba español con un leve acento francés por haber nacido en Bélgica. Su primera esposa, Aurora Bernárdez, una mujer aguda con la cual había sostenido una apasionada relación durante unos quince años, también era traductora en las Naciones Unidas. Cortázar se refiere a este encuentro en una carta a un amigo:
Octavio pasó unos días en París, hace tiempo, y se volvió a la India con una preciosa chica, lo cual justificaba ampliamente el viaje. Desde allá me enviaron unas líneas para fin de año; creo que lo están pasando muy bien.1
Dado que Paz y Cortázar son dos de las más grandes figuras de la literatura hispánica, su convivencia en medio de una cultura distante por un período de dos meses merece una mirada más atenta sobre cómo esto afectó sus vidas creativas.
Cuando finalmente Cortázar y su pareja aceptaron la invitación de Paz en los inicios de 1968 en el contexto de una Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo, el escritor argentino se había convertido en una celebridad internacional. Aun cuando antes de este viaje a la India, Cortázar y Aurora se habían distanciado, decidieron continuar con el plan por la emoción del viaje mismo. Era el momento oportuno para un viaje que habían planificado con tiempo de antelación.
En febrero-marzo iremos a la India con las Naciones Unidas. Será magnífico, pues Octavio Paz me ha escrito ofreciéndome alojamiento (tiene una gran casa) y ya te imaginas lo que será tenerlo a él de guía y compañero en New Delhi.2
Ambos, Paz y Cortázar, habían nacido en 1914, y crecieron y se formaron en circunstancias políticas y literarias muy similares. Los dos estuvieron en sus primeros momentos bajo el influjo de la poesía romántica, para luego asimilar elementos del surrealismo y del existencialismo en sus obras, sin dejar de mantener una distancia crítica con la cultura francesa. Cortázar se fue polarizando gradualmente hacia la izquierda política después de su viaje a Cuba en 1963, lo cual fue una de las razones de la fisura con su esposa Aurora, quien despreciaba la revolución cubana.3 A pesar de tener posturas políticas muy diferentes frente a la política latinoamericana y de representar “estéticas paralelas”, una amistad de por vida floreció entre los escritores y sus esposas.4
Ya en 1963, Cortázar en Rayuela había rendido tributo a su amigo al citar uno de sus poemas breves. Paz, por su parte, consideraba a Cortázar entre los grandes escritores latinoamericanos, junto a Rulfo, Borges y Neruda. Cortázar reconocía a Paz como “la estrella marinera de la poesía latinoamericana”. Las conferencias que dio Paz en Harvard entre 1971 y 1972, y que fueron publicadas en 1974 como Los Hijos del Limo, fueron emotivamente dedicadas a Cortázar:
A Julio, más cerca que lejos, en un allá que es siempre aquí, Octavio.
Cortázar expresaba su incomodidad por solicitar un inusualmente largo período de hospitalidad de dos meses:
Vivimos en casa de Octavio Paz, en el barrio de las embajadas; por supuesto, la bandera de México flota sobre el porche de esta hermosa casa donde tenemos tantas habitaciones y criados para nosotros que nos sentimos incómodos, avergonzados, y solo el afecto de Octavio y de su mujer nos rescata un poco de un tipo de vida para el que yo no he nacido…5
Cortázar escribía cartas continuamente a sus amigos en París. Él hacía hincapié en la irrealidad de la vida que estaba viviendo en el regazo del lujo, entre la combinación onírica de una calidez emocional y la más excitante compañía intelectual:
Somos dueños de un gran dormitorio, un baño, un salón con biblioteca donde yo trabajo y te escribo esta carta, y un cuarto para guardar ropa y valijas; todo eso con salida independiente al jardín y a la calle; como ves, el nirvana. Octavio y Marie-José han reunido una fabulosa colección de objetos y pinturas indias, de manera que habitar aquí resulta más que agradable. Las reuniones con Octavio son bastante memorables, y yo aprendo mucho con él en materia de política india, marxismo crítico (que me hace falta) y literatura latinoamericana; anoche me habló dos horas de José Vasconcelos, y te aseguro que valía la pena.6
A diferencia de Paz, él no tenía amigos indios. Los que conoció allí incrementaron su conciencia de las diferencias culturales.
Aquí en Nueva Delhi hay sol y hay Octavio Paz, pero hace frío (¡durará 15 días más y luego calor, delicioso calor para argentinos friolentos!). Te escribo desde una oficina apenas terminada, húmeda, con indios de grandes ojos que entran y salen para cumplir vagas ocupaciones: uno pasa un trapo por los brazos de los sillones, otro pasa un alambre por las cerraduras de los escritorios y hace vagas anotaciones en la libreta, otro mira los enchufes (que no andan), mueve melancólicamente la cabeza y se va. Pasan grandes, hermosas hormigas. Y nosotros parecemos lo que somos: los bárbaros de occidente. Kipling estaba en lo cierto: East and West shall never meet.7
La pareja argentina, tiritando en el frío de Delhi, ansiosamente esperaba disfrutar nuevamente del calor del trópico.
En la mesa del desayuno, las parejas Paz-Cortázar pasaban largos ratos hablando de poesía. “¿e qué más podían hablar?”, preguntaba Aurora en una carta a una amiga. Las discusiones sobre política frecuentemente conducían a lo que Cortázar llamaba “la neurosis antiestalinista de Octavio, que proyecta en todas direcciones”.8 Pero había un tercer tópico en el cual las esposas felizmente se unían: hacer planes para viajar juntos a través de la India. Para ello hicieron pleno uso de los fines de semana que le permitían sus apretados calendarios con las Naciones Unidas. Un fin de semana viajaron a Khajuraho para ver sus templos eróticos, acompañados por los comentarios en vivo de Paz en uno de sus temas favoritos. Cortázar escribía a un amigo latinoamericano:
…las fabulosas esculturas eróticas que habrás visto en los álbumes; lo que no dan los álbumes es el color de miel, el aire que las envuelve, el perfume de los árboles en torno de los templos, y la presencia de la gente, los pájaros, el tiempo. Kajuraho, [representa] el erotismo como una trascendencia; durante horas y horas he hablado con Octavio de eso.9
“Ese mundo, esa forma de vivir, esa idea de la vida tan diferente de la nuestra, no sé si es mejor, pero es tan diferente”, escribió Aurora.
Otro fin de semana viajaron a Agra y a Fatehpur Sikri; otro a Jaipur. Algunas semanas trabajaron en horarios nocturnos en la ONU, lo que les permitió explorar la Vieja Delhi durante el día. En medio del “ocupado programa diplomático de cocteles que a Octavio desagrada”, hubo una recepción en la embajada de Cuba, con ron y tabacos que fue un verdadero desahogo. Paz los llevó a exhibiciones de arte y conciertos de música, que abundan en Delhi en los meses de invierno. En una ocasión los invitó al zoológico cercano de Sunder Nagar, donde Cortázar se emocionó al ver un ejemplar del raro tigre blanco de Bengala. Quienes han leído el cuento “Bestiario” de Cortázar recordarán un tigre que ruge en los predios de una casa donde una niña es enviada a pasar el verano. Dado que los tigres no existen en Sudamérica, el encuentro real con un tigre de Bengala fue como el cumplimiento de una fantasía de Cortázar.
El itinerario de la pareja incluía viajar hacia el norte, desde Delhi a Nepal. Al terminar la conferencia tomaron un tren a Calcuta y se encaminaron a explorar el templo Konark en Orissa, en la costa este. De ahí descendieron a Madras para visitar Mahabalipuram, y más abajo especialmente Ceilán (hoy Sri Lanka), lugar que fue parte de las fantasías de Cortázar niño. Desde Ceilán ascendieron en dirección al oeste hacia Bombay, desde donde hicieron un viaje de tres días a las cuevas de Ajanta, en Ellora. Dondequiera que Cortázar visitó, Paz puso en sus brazos “fabulosos libros de arte de la India” para que se educara apropiadamente antes de visitar esos sitios.
Durante su estadía con Octavio Paz, ambos sostuvieron muchas conversaciones sobre el carácter lúdico de las formas. Esto llevó a Cortázar a escribir una colección de poemas titulada 720 Círculos —firmada en “Delhi 1968”— donde declaraba como principio que “este poema es circular y abierto a la vez”.10 Era abierto porque el lector puede comenzar en cualquier punto y luego regresar al punto de inicio, completando de ese modo un círculo. Mientras Cortázar estaba incursionando con la forma poética, en la habitación contigua Paz estaba escribiendo una colección de poesía similar llamada Topoemas, a través de los cuales exploraba el aspecto topográfico de la palabra impresa en la poesía.
Aunque Cortázar frecuentemente no estaba de acuerdo con las opiniones de Paz, lo cautivaba la lucidez de sus argumentos y de su percepción. Lo que más le asombraba de su amigo era su pasión por explorar nuevos caminos en la poesía. El libro Blanco, de Paz, que fue comenzado durante la estancia de Cortázar, es el resultado de “una larga meditación india, por una parte, y [una reflexión] estructuralista por otra”.11 Pronto Paz se movería a una serie de “poemas en rotación”, los cuales eran impresos con un sistema de cartas perforadas que dejaba al lector decidir de qué manera quería leer el texto.
Cortázar llevaba con él las pruebas de galera de una novela del poeta cubano José Lezama Lima que marcó un hito en el boom, la cual le extendió a Paz después de leerla. Instantáneamente Paz la reconoció como una obra maestra y le escribió a Lezama Lima:
Leo Paradiso poco a poco, con creciente asombro y deslumbramiento. Un edificio verbal de riqueza increíble; mejor dicho, no un edificio sino un mundo de arquitecturas en continua metamorfosis y también, un mundo de signos —rumores que se configuran en significaciones, archipiélagos del sentido que se hace y deshace— el mundo lento de vértigo que gira en torno a ese punto intocable que está entre la creación y la destrucción del lenguaje, ese punto que es el corazón, el núcleo del idioma…12
La novela fue diligentemente editada por Cortázar y publicada en Buenos Aires en 1968, ya que Lezama Lima era cada vez más marginado en Cuba por sus temas homosexuales y su apatía hacia la Revolución. Paz era consciente del peso de sus palabras, lo cual usó juiciosamente para alentar a los jóvenes y prometedores escritores de Latinoamérica.
El puro disfrute del tiempo que ambos escritores y sus esposas pasaron juntos fue muy bien captado por la cámara de mano de 8mm de Cortázar, con la cual filmó la celebración del festival de Holi en la residencia de Paz. Aunque solo dos minutos de lo filmado han sobrevivido, la cámara parece haber pasado por varias manos en ese corto tiempo de duración. En algún momento la frente de Paz está toda manchada de polvo rojo, bailando en el jardín con las sirvientas, sus niños y otros niños de los alrededores. Cortázar también aparece embadurnado de pintura y bailando en pareja con Paz unos movimientos danzarios populares (parecidos a la yenka, generalmente bailado por niños).
Cortázar y su pareja partieron de la India el día después del festival Holi dejando un gran vacío en las vidas de Paz and Marie-José. Inundado por un anhelante resplandor, Paz le escribió una carta a su amigo Carlos Fuentes, que nos comunica un vívido estado de su mente:
Aurora y Julio se fueron. Hoy es el día de Krisna. En la mañana nos embadurnaron la cara y el pelo con polvos de colores. Los días son tan perfectos que la pereza me vence: aspiro a estar, nada más. Como las lagartijas y como los gatos de Marie José. Me escandaliza la inmoderada actividad de los pájaros. La semana pasada me divertí (un juego apasionante y que jugué con pasión) en hacer (se hacen, no escriben) cuatro poemas concretos. Ah, traidores Rita y Carlos, si estuviesen aquí, verían la luna, oirían los tambores que celebran los juegos eróticos de Krisna y su tropel de ghopis; comerían en el jardín curry, chapatis y mangos; por la tarde beberían bang (“a very mild” hachís) y por la noche oirían a Julio Cortázar leer en voz alta una pieza de teatro de un escritor mexicano que dicen que tiene talento —creo que se llama Carlos Fuentes—.13
La presencia del budismo y del pensamiento hindú es palpable en la ficción de Cortázar en los términos de su exploración de inquietudes metafísicas y existenciales, donde los personajes están a la búsqueda de un elusivo sentido de iluminación. Él había pensado darle por título Mandala a su novela Rayuela, como quien nombra el círculo que gira en busca de su centro. En ella los personajes se adentran en discusiones acerca de la naturaleza de la realidad, en íntima imbricación con el pensamiento indio. Pero luego sintió que, como título de una novela, “mandala podía ser muy pedante”. Sin embargo, cuando sus personajes usan frases como “liberarse del sufrimiento”, “iluminación” y “desandar el camino interior”, son claras alusiones a las ideas budistas. Asimismo, sus estructuras narrativas son dialécticas, basadas en el sistema de contrarios, donde los contrarios convergen y se anulan el uno al otro.
En los años siguientes, Cortázar se encontró con Paz en París y en Ciudad de México, y se dedicaron poemas el uno al otro. En 1971, el argentino escribió un bello texto a su amigo titulado “Homenaje a una estrella de mar”. En 1984, a la muerte de Cortázar, Paz le escribió un emotivo panegírico como despedida.
Traducción de María Cristina Fernández
1 Carta a Amparo Dávila, París, febrero 23, 1965. Fuente: zonaoctaviopaz.com.
2 Carta a Jorge Edwards, noviembre 2, 1967.
3 La posición de Paz con respecto a la altamente polémica Revolución cubana fue astutamente articulada en una carta que le escribió a un crítico literario: “Estoy con la revolución cubana por todo lo que le debe a Martí pero no a Lenin”.
4 Frase de Antonio Stanton.
5 Carta a Jean Barnabé, enero 20 de 1968.
6 Carta a Eduardo Jonquières, febrero 17, 1968.
7 Carta a Arnaldo Calveyra, febrero 1, 1968.
8 Carta a Omar Prego, septiembre 23, 1981.
9 Carta a Julio Silva, febrero 20, 1968.
10 Publicado en Revista Iberoamericana, número 74.
11 Carta de Cortázar a Eduardo Jonquières, marzo 6, 1968.
12 Carta a Lezama Lima, junio 12, 1968.
13 Carta a Carlos Fuentes, marzo 16, 1968.