Presentación
El primer poema de esta selección es “Nieve nocturna”. Se trata de un poema que Jorge Teillier escribió en el pupitre del liceo, probablemente cuando estaba terminando su bachillerato en el Liceo de Victoria. Este poema es parte de Para ángeles y gorriones, publicado en 1956, y es un poema perfecto. Es un poema notable que define su mundo poético y, al mismo tiempo, muestra una madurez inusitada para la edad que tenía. Jorge escribió este poema cuando tenía 19 años, y el libro Para ángeles y gorriones lo publicó a los 21.
El poema “Despedida” es una suerte de declaración de poética. Así como Enrique Lihn tiene su “Por qué escribí”, Jorge Teillier tiene “Despedida”. Además, es una manera más “rilkeana” de mirar, por ejemplo, a la muerte. Cuando el poema termina, Teillier escribe:
Palabras, un poco de aire movido por los labios.
Palabras para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.
Es una perspectiva rilkeana, pero no en el sentido de cuando Rilke dice: “Muerte, eres grande, y somos los tuyos”. Más bien, aquí la muerte se integra, en contraste con Enrique Lihn, cuya visión es más cercana a los poetas metafísicos ingleses, como John Donne (“Muerte, no te enorgullezcas”) o Dylan Thomas (“Y la muerte no tendrá dominio”). Thomas, por ejemplo, utiliza esta influencia en su poema sobre la agonía de su padre: “Rabia, rabia contra la agonía de la luz”. Teillier, en cambio, afronta la muerte de otra manera, herencia de Rilke, pero también a través de su propia visión sobre la vida y la muerte.
“Despedida” es un poema notable que define a Teillier como un poeta maduro y con mucho oficio. Curiosamente, Teillier escribió este poema cuando tenía solo 30 años, lo que muestra cómo empezó a despedirse de este mundo mucho antes de irse realmente. Este poema, además, está dedicado a René Picado, uno de los maestros de Teillier, cuya influencia ha sido poco estudiada. Los críticos suelen centrarse más en Trakl o Rilke, pero no en este poeta costarricense, nacido en 1920 y fallecido en 1951, que estaba fuera de las vanguardias. Picado representaba un mundo aldeano, ferroviario, ligado a la naturaleza y a la vida sencilla, todo lo cual influyó profundamente en Teillier.
Otro poema destacado es “Paisaje clínica”, publicado en Para un pueblo fantasma (1978) Este poema refleja el problema de dipsomanía de Teillier, al igual que Francis Scott Fitzgerald o Rodrigo Lira. El poema habla de su experiencia en la Clínica del Carmen, donde Teillier estuvo internado en 1985. Armando Uribe lo consideraba un poema notable. En él, Teillier plasma su entorno de una manera única, mostrando su lucha y su visión poética incluso en momentos de crisis personal.
“Sin señal de vida”, publicado en Cartas para reinas de otras primaveras (1985), es un poema que curiosamente pasó la censura de la dictadura de Pinochet. Este poema muestra un cambio de lenguaje en Teillier: deja de ser desinteresado para abordar el contexto de la dictadura militar. Es un poema contrario al régimen, pero también de gran calidad literaria.
Finalmente, “Viendo Casablanca”, poema escrito en diciembre de 1995 en la casa de Lorenzo Peirano, en Santiago de Chile. Este poema refleja la lucidez que Jorge Teillier mantuvo hasta el final de su vida. Tellier falleció en abril de 1996, unos meses después de haber escrito este poema. Es una despedida, y al mismo tiempo un homenaje al cine, a Humphrey Bogart y a ese mundo que tanto admiraba.
De esta manera, esta selección comienza con un poema puro, escrito a los 19 años, como “Nieve nocturna”, y termina con “Viendo Casablanca”, un poema que cierra con dignidad y claridad la obra de Jorge Teillier.
Francisco Véjar
Nieve nocturna
¿Es que puede existir algo antes de la nieve?
Antes de esa pureza implacable,
implacable como el mensaje de un mundo
que no amamos, pero al cual pertenecemos
y que se adivina en ese sonido
todavía hermano del silencio.
¿Qué dedos te dejan caer,
pulverizado esqueleto de pétalos?
Ceniza de un cielo antiguo
que hace quedar solo frente al fuego
escuchando los pasos del amigo que se fue,
eco de palabras que no recordamos,
pero que nos duelen, como si las fuéramos a decir de nuevo.
¿Y puede existir algo después de la nieve?
Algo después
de la última mirada del ciego a la palidez del sol,
algo después
que el niño enfermo olvida mirar la nueva mañana,
o mejor aún, después de haber dormido como un convaleciente
con la cabeza sobre la falda
de aquella a quien alguna vez se ama.
¿Quién eres, nieve nocturna,
fugaz, disuelta primavera que sobrevive en el cerezo?
¿O qué importa quién eres?
Para mirar la nieve en la noche hay que cerrar los ojos,
no recordar nada, no preguntar nada,
desaparecer, deslizarse como ella en el visible silencio.
De Para ángeles y gorriones, 1956
Despedida
…el caso no ofrece
ningún adorno para la diadema de las Musas.
Ezra Pound
Me despido de mi mano
que pudo mostrar el paso del rayo
o la quietud de las piedras
bajo las nieves de antaño.
Para que vuelvan a ser bosques y arenas
me despido del papel blanco y de la tinta azul
de donde surgían los ríos perezosos,
cerdos en las calles, molinos vacíos.
Me despido de los amigos
en quienes más he confiado:
los conejos y las polillas,
las nubes harapientas del verano,
mi sombra que solía hablarme en voz baja.
Me despido de las Virtudes y de las Gracias del planeta:
Los fracasados, las cajas de música,
los murciélagos que al atardecer se deshojan
de los bosques de casas de madera.
Me despido de los amigos silenciosos
a los que sólo les importa saber
dónde se puede beber algo de vino,
y para los cuales todos los días
no son sino un pretexto
para entonar canciones pasadas de moda.
Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas que se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias.
Me despido de una muchacha
cuyo rostro suelo ver en sueños
iluminado por la triste mirada
de trenes que parten bajo la lluvia.
Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia
—la sal y el agua—
de mis días sin objeto
y me despido de estos poemas:
palabras, palabras —un poco de aire
movido por los labios— palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.
De El árbol de la memoria, 1961
(También en Los dominios perdidos, 1992)
El poeta de este mundo
A René-Guy Cadou (1920-1951)
Poeta de nombre claro como un guijarro en medio de la corriente
reunías palabras que eran pedernales
de donde nace un fuego que no es olvidado.
René-Guy Cadou, amigo del tonelero, el cartero, el aduanero y el contrabandista,
vivías en una aldea de seiscientos habitantes.
Allí eras profesor rural,
el peso del olor del jardín vecino sofocaba la sala de clases
como a la sala de clases donde tu padre había sido maestro.
Te gustaba hablar con la gente de cara parecida a ollas de greda,
caminar descalzo,
ver jugar a las cartas en la taberna.
En la noche a la luz de un fuego de espino
abrías un libro mientras Helena cosía
(“Helena como una gota de rocío en tu vaso”).
Tenías un poeta preferido para cada estación:
en otoño era Verlaine, la primavera te traía todas las rosas de Ronsard,
el invierno llegaba con el chirriar del carruaje del Grand Meaulnes
y la estación violenta,
el ruido de espadas entrechocándose en una posada de Alejandro Dumas.
Tú nunca estabas solo,
te iluminaba el recuerdo de tu padre volviendo de caza en el invierno.
Y mientras tus amigos iban al Café,
a la Brasserie Lipp o al Deux Magots,
tú subías a tu cuarto
y te enfrentabas al Rostro radiante.
En la proa de tu barco
te asomabas a ver los caminos de tu país de hadas y pantanos,
caminos trazados como las líneas de un cuaderno de copia.
Tus palabras llegaban
como pájaros que saben que siempre hay una ventana abierta al fin del mundo.
Y los poemas se encendían como girasoles
nacidos de tu corazón profundo y secreto,
rescatados de la nostalgia,
la única realidad.
Tú sabías que la poesía debe ser usual como el cielo que nos desborda,
que no significa nada si no permite a los hombres acercarse y conocerse.
La poesía debe ser una moneda cotidiana
y debe estar sobre todas las mesas
como el canto de la jarra de vino que ilumina los caminos del domingo.
Sabías que las ciudades son accidentes que no prevalecerán frente a los árboles,
que la poesía no se pregona en las plazas ni se va a vender a los mercados a la moda,
que no se escribe con saliva, con bencina, con muecas,
ni el pobre humor de los que quieren llamar la atención
con bromas de payasos pretenciosos
y que de nada sirven
los grandes discursos tartamudos de los que no tienen nada que decir.
La poesía
es un respirar en paz
para que los demás respiren,
un poema es un pan fresco,
un cesto de mimbre.
Un poema
debe ser leído por amigos desconocidos
en trenes que siempre se atrasan,
o bajo los castaños de las plazas aldeanas.
Pocos saben aquí lo que es un poema,
pocos han puesto su cara al viento en medio de un trigal;
pocos saben lo que es un poeta
y cómo debe morir un poeta.
Tú moriste en un cuarto en donde se congregaba toda la primavera
mirando un cesto con manzanas.
“He visto morir a un príncipe”
dijo uno de tus amigos.
Y este Primero de Noviembre
cuando me rodean los muertos que siempre están conmigo
pienso en tu serena y ruda fe
que se puede comprender
como a una pequeña iglesia azul de pueblo
donde hay un párroco que no pide sino compartir su pan.
Tú hablabas con tu Dios
como al pobre hijo de un carpintero,
pues también sabías que se crucifica todos los días a un poeta
(Jesús tenía treinta y tres años,
Jean Arthur también era Cristo
crucificado a los treinta y siete).
Pero a ti no te importaba que te escupieran la cara o te olvidaran
porque como tú lo decías, nadie puede impedir a un pájaro que cante en la más alta cima,
y el poeta derribado
es sólo el árbol rojo que señala el comienzo del bosque.
De Muertes y Maravillas, 1971
Paisaje de clínica
A Rolando Cárdenas
Ha llegado el tiempo
En que los poetas residentes
Escriban acrósticos
A las hermanas de los maníaco-depresivos
Y a las telefonistas.
Los alcohólicos en receso
Miran el primer volantín
Elevado por el joven psicópata.
Sólo un loco rematado
Descendiente de alemanes
Tiene permiso para ir a comprar “El Mercurio”.
Tratemos de descifrar
Los mensajes clandestinos
Que una bandada de tordos
Viene a transmitir a los almendros
Que traspasan los alambres de púa.
William Gray, marino escocés,
Pasado su quinto delirium
Nos dice que fue peor el que sufrió en el Golfo Pérsico
Y recita a Robert Burns
Mientras el “Clanmore”, su barco, ya está en Tocopilla.
Ha llegado el tiempo
En que de nuevo se obedece a las campanas
Y es bueno comprar coca-cola
A los Hermanos Hospitalarios.
El Pintor no cree
En los tréboles de cuatro hojas
Y planea su próximo suicidio
Herborizando entre yuyos donde espera hallar cannabis
Para enviarla como tarjeta de Pascua
A los parientes que lo encerraron.
Los caballos aran preparando el barbecho.
En labor-terapia
Los mongólicos comen envases de clorpromazina.
Saludo a los amigos muertos de cirrosis
Que me alargan la punta florida de las yemas
De la avenida de los ciruelos.
La Virgen del Carmen
Con su sonrisa de yeso azul
Contempla a su ahijado
Que con los nudillos rotos
Dormita al sol atiborrado de Valium 10.
(En el Reino de los Cielos
Todos los médicos serán dados de baja).
Aquí por fin puedes tener
Un calendario con todos los días
Marcados de rojo
O de blanco.
Es la hora de dormir —oh abandonado—
Que junto al inevitable crucifijo de la cabecera
Velen por nosotros
Nuestra Señora la Apomorfina
Nuestro Señor el Antabus
El Mogadón, el Pentotal, el Electroshock.
De Para un pueblo fantasma, 1978
Viaje en globo
“El sur ha muerto. Hay que encender las linternas.”
La nostalgia dispara sus últimos cartuchos.
Sopla el viento del sueño
Impulsando el viaje en globo
Que vieron pasar las primas los domingos
Vamos Lautaro-Lobos
Con escalas en Baltimore, Lofoten y el Bosque de Leche.
Los pasajes están agotados
A última hora subieron
Montresor y Roderick Usher.
(Oblómov se quedó dormido en su diván).
Para la buena suerte
Kit Smart trae sus gatos y Saki su mangosta.
Como ángeles que afeitan
beberemos cuarenta cuartillos embarcados en Charleville.
Hay que partir pronto.
Está por llegar el fin del mundo.
Cerraron el Black and White.
Nadie toca el piano bajo la luna.
Nadie hace la cimarra para jugar billar.
Volemos sobre el Nido de Cucúes del Siglo XX.
No vale la pena quedarse a mirar incendios:
Fahrenheit 451está de moda.
Y va a seguir corriendo demasiada sangre bajo los puentes.
Vámonos pronto.
No importa que al fondo de lo desconocido
No haya nada nuevo.
¡Vámonos!:
No hallaríamos ninguna Annie en San Diego ni en Oxford Street.
Y no importa perderse en el azul siempre que sea
acompañados de una botella.
Silbando “Josefina” o “Sweet Georgia Brown”
acompañados por los diablos azueles.
De Para un pueblo fantasma, 1978
Sin señal de vida
¿Para qué dar señales de vida?
Apenas podría enviarte con el mozo
un mensaje en una servilleta.
Aunque no estés aquí.
Aunque estés a años sombra de distancia
te amo de repente
a las tres de la tarde,
la hora en que los locos
sueñan con ser espantapájaros vestidos de marineros
espantando nubes en los trigales.
No sé si recordarte
es un acto de desesperación o elegancia
en un mundo donde al fin
el único sacramento ha llegado a ser el suicidio.
Tal vez habría que cambiar la palanca del cruce
para que se descarrilen los trenes.
Hacer el amor
en el único Hotel del pueblo
para oír rechinar los molinos de agua
e interrumpir la siesta del teniente de carabineros
y del oficial del Registro Civil.
Si caigo preso por ebriedad o toque de queda
hazme señas de sol con tu espejo de mano
frente al cual te empolvas
como mis compañeras de tiempo de Liceo.
Y no te entretengas
en enseñarle palabras feas a los choroyes.
Enséñales sólo a decir Papá o Centro de Madres.
Acuérdate que estamos en un tiempo donde se habla en voz baja,
y sorber la sopa un día de Banquete de Gala
significa soñar en voz alta.
Qué hermoso es el tiempo de la austeridad.
Las esposas cantan felices
mientras zurcen el terno
único del marido cesante.
Ya nunca más correrá sangre por las calles.
Los roedores están comiendo nuestro queso
en nombre de un futuro
donde todas las cacerolas
estarán rebosantes de sopa,
y los camiones vacilarán bajo el peso del alba.
Aprende a portarte bien
en un país donde la delación será una virtud.
Aprende a viajar en globo
y lanza por la borda todo tu lastre:
Los discos de Joan Baez, Bob Dylan, los Quilapayún,
aprende de memoria Los Quincheros y el 7º de Línea.
Olvida las enseñanzas del Nido de Chocolate, Gurdjieff o el Grupo Arica,
quema la autobiografía de Trotski o la de Freud
o los Veinte Poemas de Amor en edición firmada y numerada por el autor.
Acuérdate que no me gustan las artesanías
ni dormir en una carpa en la playa.
Y nunca te hubiese querido más
que a los suplementos deportivos de los lunes.
Y no sigas pensando en los atardeceres en los bosques.
En mi provincia prohibieron hasta el paso de los gitanos.
Y ahora
voy a pedir otro jarrito de chicha con naranja
y tú
mejor enciérrate en un convento.
Estoy leyendo El Grito de Guerra del Ejército de Salvación.
Dicen que la sífilis de nuevo será incurable
y que nuestros hijos pueden soñar en ser economistas o dictadores.
De Cartas para reinas de otras primaveras, 1985
(También en Los dominios perdidos, 1992)
Viendo Casablanca donde Lorenzo Peirano
Rick el “Boss”
no recuerda en dónde estuvo anoche
y yo tampoco.
Lorenzo Jr. me pide que en vez de escribir
me coma los papeles en blanco.
(Debo llamar por teléfono
pero no me acuerdo del número de ningún teléfono.)
Hoy día murió Modugno
“Ciao, ciao bambina, non ti scordare/
vorrei trovare parole nuove/
ma piove, piove sul nostro amor.”
“Bueno, uno entra y otro sale.”
“El mundo siempre acoge a los amantes.”
Eso escuchaba decir Ingrid a Boggie.
“Todo se derrumba y nos enamoraremos.”
“El país está lleno de traidores que buscan un líder.”
Siempre tenemos que hacer algo
mejor de lo que en verdad tenemos que hacer.
Estamos en un mundo
donde siempre podemos ser detenidos por sospecha.
Los alemanes han perdido todas las guerras que iniciaron
y también sus discípulos
a pesar de que imiten su paso de ganso
en parques con olor a chicha y a fritanga.
¿Cómo habla un Boss?
¿Habrá ñoquis hechos en casa?
¿Por qué Miguel Antonio no quiere salir del corral?
¿Hablaremos del pazzo Campana
o de la bella suicida Antonia Pozzi?
De ellos nos traerá noticias
el armado Padrino Volpe.
Hasta luego, hasta luego.
Voy a juntarme con Montale y Dora Markus
en la Casa de los Aduaneros.
“Toca otra vez Sam.”
Tal vez todo no es más que una simple melodía
y nadie debiera recordarme.
“Toca otra vez Sam.”
Inédito, 1995