La complicidad creada con Gioconda Belli a raíz de la selección conjunta que llevamos a cabo de poemas representativos de toda su trayectoria para la antología y estudio crítico Parir el alba (edición que celebraba el XXXII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana por parte de la Universidad de Salamanca) hizo posible una serie de fructíferos encuentros en el barrio La Latina de Madrid, en Morille, localidad salmantina de enorme proyección cultural, y, por supuesto, en Salamanca. Esta entrevista surge de esas valiosas y cálidas conversaciones en el Café del Monaguillo, el Cementerio de Arte de Morille o el restaurante El Caracol de Salamanca.
María José Bruña Bragado: En tu obra, Gioconda, especialmente en la poética, siempre hay gozo. Gozo de la vida, gozo de las palabras y de la escritura, gozo del propio cuerpo conectado a la naturaleza, a los cambios fisiológicos, hormonales de la mujer con la menstruación, el parto, la menopausia como hitos vitales; gozo también del ser/estar/fundirse con el otro masculino, con la otredad, etc. Según Roland Barthes, los textos realmente gozosos frente a los meramente placenteros, son profundos, interpelan, desconciertan, incomodan, suscitan emociones o sensaciones, arriesgan. Barthes dice que “no se puede hablar de ellos, sino en ellos”. Háblanos de ese gozo en el acto de la escritura, de lo erógeno y la letra, del gozo como leitmotiv o tema en tu poesía.
Gioconda Belli: Creo que el gozo es indefinible porque cada persona tiene su propia idea de lo que significa. Para mí tiene que ver con la sensación de estar viva, de existir, con todo lo que eso implica. Existir en alma, vida y corazón, entregarse a la vida sin miedo, ser capaz de abrirse a la totalidad de la experiencia humana, de recibir la vida con asombro, amarla, fundirse con lo que nos entrega, sea doloroso o celebratorio. Se trata de tener la noción de ser solo una gota nadando en una corriente magnífica y experimentar la capacidad tanto de hundirse como de flotar, el don del respirar, del sentir, del estar consciente de la inmensidad y por tanto la relativa irrelevancia de ser solo una gota en esa cascada milenaria, multitudinaria, multifacética. Creo que requiere la humildad de la propia finitud e irrelevancia. Dejarse poseer por la noción de ser y gozar, sabiendo que, sea lo que sea, una es de los y las privilegiadas que recibió el don de estar viva. Esa es mi percepción del gozo.
M.J.B.B.: Por continuar con este aspecto desde otro enfoque, cito a Hélène Cixous, quien piensa que el gozo se corresponde con un placer o éxtasis sexual de las mujeres que combina aspectos mentales, físicos y espirituales distintivos de la experiencia femenina, una explosión o efervescencia, abundancia o expansión ilimitadas que implica otra manera de amar, de leer, de escribir, de comprender el mundo. ¿Crees que hay una particularidad inequívocamente femenina en esa mirada, omnicomprensión, lectura, conexión con la realidad?, ¿se escribe, piensa, ama diferente por ser mujer?
G.B.: Recuerdo el relato de la conversación de Tiresias con Zeus y Hera, donde ellos le preguntan —cuando tras haber sido convertido en mujer, él retorna a ser hombre— sobre quién siente más placer, si el hombre o la mujer, y él afirma que el gozo de la mujer es diez veces mayor que el del hombre.
Creo que el secreto del goce femenino es que involucra lo emotivo, que el placer no solo deriva de las sensaciones físicas, sino de una voluntad de fundirse, de ser uno con el eje masculino. La mujer no tiene reservas para abandonarse al placer; no teme al amor, al contrario, la entrega sentimental es la culminación del placer. El hombre, en cambio, teme a la mujer, teme la pérdida del control, no confía en sus sentimientos y el abandono para él supone un riesgo al que no se entrega de la misma forma.
Creo que las mujeres creemos instintivamente en la necesidad del uno y de la otra y creemos en esa existencia amable, emotiva, en la que el ser humano pueda alcanzar el doble potencial de ser en el otro o la otra. Hay una noción de lo positivo del ser humano integral, no diferenciado. Siempre estamos anhelando y buscando esa fusión que haga que lo que nos divide no sea más grande que lo que nos une.
M.J.B.B.: La soledad y el tiempo son elementos necesarios para la escritura. En un hermoso texto incluido en Rebeliones y revelaciones (Txalaparta) te consideras “gourmet de la soledad” y hablas de la difícil conciliación de la vida de la artista con la maternidad y otros oficios. La soledad es el “mar del escritor”, dices también. ¿Es el egoísmo o la misantropía un rasgo que define a quien crea?, ¿o hay siempre cierta dosis de altruismo y entrega a la otredad, puesto que, sin recepción, sin público la obra no tiene sentido?
G.B.: Vivimos en comunidad y lo personal es colectivo. Tenemos que mirar a los otros y ser conscientes de las dificultades de muchos, hay que ponerse en el lugar de los otros y ser compasivos. Lo dije en mi discurso al recibir el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Soy humanista, me importan la justicia social, la igualdad en todos los sentidos. Me preocupa extraordinariamente la brecha entre unos y otros, las guerras, las opresiones, la violencia hacia las mujeres, mujeres que solo siguen aspirando a poder conciliar y tener una vida digna, sin obstáculos. Detesto que la mujer tenga que ocultar su rostro tras un velo, que no pueda ser ella misma, que se reprima su fuerza, su instinto, su identidad.
Me interesa mucho, por otra parte, cómo se lee, se recibe mi obra. Cada vez que publico un nuevo libro, sea de poesía, sea novela, siento el temor de que no guste, de que no se comprenda lo que he querido hacer. En eso una es una eterna principiante o aprendiz. Y es un reto.
Yo creo que el escritor sueña cosas y las puede transformar con lo que escribe, aunque no sea totalmente. Estoy convencida de que lo que el escritor hace afecta al mundo.
M.J.B.B.: La crítica centroamericana Beatriz Cortez explora en La estética del cinismo. Pasión y desencanto en la literatura centroamericana de posguerra cómo en Centroamérica, después de todas las revoluciones y las derrotas, prima el cinismo fruto del escepticismo posmoderno vivido en carne viva. Sin embargo, percibo que en tu obra puede haber nocturnidad, melancolía, cierto desencanto, especialmente en los últimos libros, pero nunca desengaño o cinismo porque sigue habiendo entusiasmo, pasión, una mirada ilusionada hacia el futuro de la humanidad, de Nicaragua, de la igualdad entre mujeres y hombres.
¿Por qué creer, por qué seguir creyendo en la alegría, en el optimismo y la esperanza?, ¿es la ternura, la fe en los afectos y en la compasión o la alegría algo a lo que podemos aferrarnos todavía?; ¿cómo seguir soñando?
G.B.: Creo que se trata de una decisión como tantas otras: la decisión de seguir creyendo, de confiar. La confianza en la especie, en los semejantes, es esencial para mí porque me acepto y existo como ser social. Claro que no se trata de cegarse o ser ingenuo. Hay un aspecto terrible en la capacidad de los seres humanos para ser atroces, crueles y destructivos, pero yo no pienso que ese aspecto tenga que imponerse irremediablemente. Pienso que hay una noción del bien y del mal en cada uno de nosotros y que la búsqueda de la virtud, de la belleza desde tiempos inmemoriales, responde a un instinto de supervivencia porque el mal conduce a la autodestrucción. Concibo la literatura, la poesía, como la terquedad de la especie de imaginarse y reflexionar sobre sí misma de manera positiva, para crear su propia redención y salvarse. Creo que la verdad de la palabra debe ser defendida con energía e ímpetu porque está claro que la guerra por el futuro pasa por despojar a la palabra de su poder y su verdad.
M.J.B.B.: En tu obra, Gioconda, hay un dominio de géneros muy diversos: la crónica autobiográfica, el artículo periodístico, la narrativa o la poesía. Ciertos temas y un lenguaje común parece que permean tu obra toda y constituyen un bloque sólido e inconfundible, es decir, escribas un poema, un artículo de prensa o una novela siempre se lee a Gioconda Belli. Y esto, recordemos, es lo más difícil: conseguir un estilo propio ¿En función de qué escoges el género literario? Háblanos, por ejemplo, de esa decepción política vuelta novela en Un silencio lleno de murmullos. Aunque podría haber sido una crónica o tomar forma de poemas, escoges en este caso la novela…
G.B.: Porque no me he concebido solo como fabuladora, sino como alguien que bebe de la vida ese elixir de la creatividad y sobre todo de la experiencia y la reflexión, he participado con mi palabra en la vida de la polis, incorporando el artículo de opinión, el ensayo, la intervención como parte de ser dentro de un colectivo. Mi más reciente novela es personal, pero también es colectiva; es un ajuste de cuentas con lo que hemos vivido y sufrido en Nicaragua, pero también un enfoque humano y femenino sobre lo que significa ser mujer y tomar una posición política activa y riesgosa, a pesar de los roles predestinados, como la maternidad y sus patrones, por ejemplo. La novela es un juego de espejos en el sentido de la acción de la madre y la reacción de la hija, en el marco de dos fenómenos más grandes que ellas y la revolución: la anti-revolución y la pandemia. Y dentro de esos fenómenos, el efecto de las decisiones personales, como si tener o no un aborto, por ejemplo; si dejar o no un país, si dar por terminada una etapa de la vida o no, y también, en el caso de la hija, ver que lo actuado trae consecuencias que la harán vivir la vida en el exilio, por ejemplo, y considerar cómo los juicios no pueden obviar las circunstancias. Me gustó poder reunir las complejidades de la vida entregada a una causa, y que se mida cuánto pesa en nosotros como seres humanos el asumir vivir de acuerdo con ciertos principios. De eso es la novela, creo yo, de esas encrucijadas existenciales en esta lucha entre el bien y el mal que constantemente enfrentamos.
M.J.B.B.: La dupla o eje intimidad/universalidad o individualidad/colectividad atraviesa y vertebra, de forma coherente y casi indesligable, tu obra y es un ars poética. ¿La labor del intelectual sigue siendo, como afirmara el intelectual palestino Edward Said, “decir la verdad al poder”?, ¿se puede seguir militando en la palabra sin perder la esencia propia, íntima?, ¿hasta qué punto hay contradicciones en este gesto?
G.B.: Creo que se puede. Es un asunto de prioridades, de convicciones ¿Cuánto está dispuesto uno a sacrificar por las convicciones?, ¿cuánto pesa en la propia vida la posición ideológica, la responsabilidad social versus la responsabilidad de alcanzar realización personal, el amor, la felicidad?
Hay una confrontación inevitable entre la felicidad o “tranquilidad” personal y el compromiso social y esas alternativas ponen en juego valores, deseos, sobre todo en un tiempo en que lo individual es reivindicado como prioritario.
M.J.B.B.: ¿Qué es la patria? Sabemos que no es un pasaporte y sí la escritura, sí la biblioteca simbólica, pero ¿en qué piensas que radica esa pertenencia a un territorio, esa identificación con un paisaje encarnado en tu caso en ceibos, volcanes, lagos?, ¿se puede ser de varios sitios? José Gaos utiliza el vocablo “transterrado” y no “desterrado” o “exiliado”… Y nuevamente se habla de raíz, de tierra, de trasplantar un árbol. Ya lo decía Alberti: “¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad? / ¿Por qué me desenterraste del mar? / En sueños la marejada me tira del corazón; / se lo quisiera llevar.” Has afirmado, con una capacidad de adaptación y valoración del presente realmente impresionante, que te sientes acogida con calidez en España, pero ¿cuánto te sigue tirando la marejada del corazón?, ¿qué es lo que más extrañas de Nicaragua?
G.B.: La vida pone siempre nuevos retos. Cuando ya esperaba acabar mi vida en Nicaragua de manera más cómoda rodeada de mis libros, mi paisaje, mi casa, mis perros tuve que dejar la tranquilidad y la complacencia para empezar de nuevo. Este hecho de forzarme a comenzar de nuevo, en este caso en Madrid, en España, ha supuesto, al fin y al cabo, una nueva readaptación con nuevas ilusiones, nuevos amigos, nuevos libros, nuevos desafíos. Considero que soy una persona muy vital, una persona de retos, aunque impliquen y aparejen dolores también, renuncias, ausencias y cargar la piedra de Sísifo, como dice mi poema. El fracaso hace crecer. Valoro lo positivo de cada momento. Cada día empieza de nuevo, lleno de cosas maravillosas y “la lluvia también huele en Madrid”, como en Managua. “Estoy a salvo” y mi escritura perdurará más allá de cualquier pasaporte. Soy nicaragüense y mi escritura está ahí. Como tantas veces se ha dicho, la escritura, la biblioteca, junto a los afectos, puede ser la patria también. Y mientras yo siga escribiendo, voy a aparecer en mis libros como escritora nicaragüense. Y cuando nadie se acuerde de esa dictadura, alguien se acordará, espero, de Gioconda Belli, escritora nicaragüense. Esa era la idea.