Hay un efecto que la poesía de Gioconda Belli me produce desde que la leí por primera vez y que se convirtió en mi forma habitual de entenderme con su obra: me catapulta al futuro. Su poesía despliega distintas formas de imaginar un mañana, de incitar a la acción (incluyo aquí la acción interior implícita en toda reflexión íntima), de dialogar en diferido con seres del futuro (familiares o imaginados). Su arte está en no hacerlo desde la ingenuidad de una fe ciega y panfletaria, sino desde el optimismo doloroso de quien experimentó la ruina, la pérdida hecha carne. De ahí la potencia y universalidad de su voz, la identificación inevitable. En el caso de Belli, el foco de enunciación es una “carne de mujer” insistida y realzada, la misma que enaltecía su compatriota Rubén Darío en el poema XVII de Cantos de vida y esperanza, esta vez en primera persona.
Tanto entusiasmo por el futuro no es un hábito en el que se detengan demasiado los poetas. Por volver la vista atrás, Orfeo perdió a su amada en el infierno y fue condenado a la soledad lírica. Cantar la nostalgia, un pasado mejor, la infancia idealizada, son gestos que Svetlana Boym estudia en su ensayo El futuro de la nostalgia, donde distingue una nostalgia “restauradora” (cuya finalidad sería el regreso físico o la reconstrucción del hogar) y otra “reflexiva”, centrada en la pena, que no busca trascender la añoranza meditativa. En este último caso, el regreso es meramente simbólico y se produce a través del recuerdo. En cierto sentido, podemos decir que todo exceso de nostalgia invalida el presente y le resta jerarquía al porvenir. Pero en el caso de Belli, pensar el futuro no exime al yo poético de denunciar el pasado ni de juzgar el presente, que son, precisamente, la arcilla del cambio. Hablar de su país “siempre colgado en la garganta con sus campanarios”, de su “Nicaragua, mi amor, mi muchachita violada”, revela que la nostalgia es una emoción compleja que no se limita a añorar lo perdido sino a proyectar ese pasado adverso sobre las demás categorías temporales para que funcione como combustible de una transformación. Linda Hutcheon señala que: “La nostalgia no se refiere tanto al pasado como al presente. Funciona a través de lo que Mijaíl Bajtín denominó una inversión histórica: el ideal que no se vive en el momento se proyecta sobre el pasado. Se ‘memorializa’ como pasado, cristalizado en momentos preciosos seleccionados por la memoria, pero también por el olvido y por las distorsiones y reorganizaciones del deseo”1.
El futuro, en la poesía de Gioconda Belli, es explorado en distintas esferas y temas. Uno, fundamental, es la esperanza en el cambio político. En esta vertiente, sus versos adquieren el tono de combatividad del manifiesto, pero su discurso aparece mediado por la presencia del cuerpo, el paisaje de Nicaragua o el amor (filial, romántico, erótico). Belli escribe desde la conciencia de que no es posible eludir la responsabilidad histórica porque “Uno no escoge el tiempo para venir al mundo; / pero debe dejar huella de su tiempo / […] hacer el mundo / en que nacerá y crecerá / la semilla que trajimos con nosotros” (“Uno no escoge”). En su poesía, la revolución política suele ser indisociable del tratamiento amoroso. Como en mucha de la poesía política de Neruda —valga como ejemplo “La bandera”, incluido en Los versos del capitán, dedicado a su reciente compañera Matilde Urrutia— el poema es una proclama, una invitación dirigida a un “nosotros”: “El hombre que me ame / […] no dudará de mi sonrisa / ni temerá la abundancia de mi pelo […] como una Revolución / que hace de cada día / el comienzo de una nueva victoria” (“Reglas del juego para hombres que quieran amar a mujeres”). El tono oracular de arenga a la acción contribuye a trazar el perfil de una “poeta soldado”, cosa que confirma su biografía: Belli formó parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) entre los años 1970 y 1993 organizado contra la dictadura de Anastasio Somoza, una militancia que le valió el exilio en México y en Costa Rica hasta que, con el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979, pudo volver a su país. “Me duele como parto esta alegría” afirma en su poema “Patria libre: 19 de julio de 1979”. Más tarde fue parte del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), nacido en 1995 como una escisión del FSLN. Desde temprano se acostumbró “al olor a aceite del fusil” y a un “deber de amor que cumplir”; en el poema en prosa “Vestidos de dinamita” incluido en Línea de fuego (1978), afirma que es necesario vestirse de dinamita e ir “a invadir palacios de gobierno, ministerios, cuarteles… con un fosforito en la mano”. Esta línea combativa de la poesía de Belli prefiere el tiempo futuro, descarta la tibieza del condicional, y apela, por momentos, al presente del subjuntivo con valor de deseo proyectado a escenarios imaginarios anhelados. Es notable el optimismo del yo lírico incluso en las circunstancias más adversas: “Solo el amor resistirá / mientras caen como torres dinamitadas / los días, los meses, los años” (“Solo el amor resistirá”); “que no seremos los últimos pobladores de la tierra, / que se hundirá, / sin nosotros a cuestas, / el imperio” (“Ayúdame a creer que no seremos los últimos pobladores de la tierra”); “Tierra / Paisaje / Yo moriré / Morirán mis angustias / pero vos seguirás / anclada en el mismo lugar / Acurrucando mis memorias / Y mis huesos” (“Nicaragua”). Esta línea en la que patria y eros se entrecruzan es la que le hizo decir a Harold Pinter, Premio Nobel de Literatura de 2005, que su talento es “maravillosamente libre”, y a Salman Rushdie, que encarna “una modalidad de poesía amorosa que expresa la pasión como no he visto jamás”.
Otro importante tratamiento del futuro aparece ligado a los ciclos de la naturaleza como fundamento de un orden cósmico. Esta esperanza en el futuro entraña una paradoja: la evolución temporal del sujeto lírico entraña su disolución, su muerte física. Esta celebración de los ciclos (hormonales, diurnos y nocturnos, de las estaciones del año, de la fertilidad, de las fases de la vida) converge, en la poesía de Belli, con la corriente de pensamiento del ecofeminismo al poner en diálogo la justicia ambiental y la igualdad de género:
Somos como las plantas:
nuestra piel es hoja y nervadura […]
somos danza y danzar en el viento
es potestad de nuestras piernas sin raíces […]
porque la vida se alimenta de la vida
hemos de arder en la pira funeraria sin perecer.
Cantos y mitos nos sobrevivirán,
como sobrevive el árbol
que talado y yerto me sirve de apoyo
para escribir esta reflexión […]
Amar, cantar, decir versos hermosos
y luego
dormir.
(“Consuelo para la temporalidad”)
La certeza de la muerte no anula la utilidad del individuo para la consecución de un proyecto mayor, ni banaliza el mandato de una vida mientras sea vivida éticamente y con coraje:
Escarbar la esperanza en la desesperanza,
buscarle a lo amargo
el conocido, presentido, sabido,
sabor de la miel […]
mientras el brazo extendido del futuro
desde el espejo me anuncia
que estoy toda entera,
dura y frágil,
dispuesta para el nuevo,
indescifrable,
mañana.
(“Poda para crecer”)
El deseo distorsiona y reorganiza el pasado (como el espejo va reflejando el devenir del tiempo), pero la poeta nunca es víctima de una nostalgia que invalida el presente. Incluso en aquellos poemas en los que recurre a la memoria del dolor para evitar una segunda muerte simbólica del ser querido y, también, una tercera (la suya propia), hay voluntad de futuro. Esto se evidencia en las evocaciones del compañero revolucionario Carlos Fonseca y en el lacerante recuerdo de una expareja, Marcos, asesinado en 1976 por la guardia nacional de Somoza, este último rememorado en el poema “Te busco en la fuerza del futuro”: “Sola yo, amor, / y vos quién sabe dónde / […] y azoto, mojo, salto / buscándote en el tiempo / de un futuro que tiene / la fuerza de tu fuerza”. La lealtad a este amor se proyecta al futuro y es el fundamento —la fuerza— de la lucha. Así, la memoria hiriente, en vez de invocar el olvido a la manera cernudiana, se convierte, en Belli, en una añoranza proporcional a la vivencia: cuanto más ha significado para la persona, mayor es la lealtad emocional cuando llega a su fin. En este sentido, la nostalgia, en la poesía de Belli, es una de las formas que adopta el agradecimiento.
La enunciación poética también se ve influenciada por la dimensión del futuro. Es frecuente, en la poesía de Belli, la apelación a interlocutoras y destinatarios a partir de la presunción de actos de lectura venideros. Encontramos el didactismo irónico de las “Reglas del juego para los hombres que quieran amar a mujeres mujeres”, las constataciones y advertencias sobre la vida conyugal en “Los casados”, la proclama de reivindicación feminista donde el yo lírico deviene plural en “Ocho de marzo” o los “Consejos para la mujer fuerte”. La escritura dirigida a lectores del futuro se evidencia en los poemas dedicados a sus hijas, presentes en diferentes libros: “¿Cómo explicarte que te estamos haciendo un país nuevo?” dice en el desgarrador poema “Ya van meses, hijita”. O en “La madre de mis hijas”: “la que les escribió poemas de amor / para los días cuando la entendieran / cuando el resentimiento / no les hiciera mella”. Otros poemas se dirigen al colectivo de género, como sucede en “Menopausia”: “Hacé una hoguera […] en el patio de tu casa. / Desnudate. / Bailá la danza ritual de la madurez. / Y sobreviví / como sobreviviremos todas”. El tono conversacional, dialógico, oral, muchas veces adopta la forma de un discurso diferido pues se convierte en consejo o instrucción orientada a la circunstancia específica de quien la vaya a leer, según la edad que tenga, su situación sentimental, su entorno social. Hay una voluntad de transmitir la experiencia personal y política como legado para generaciones venideras. Pero nunca lo hace Gioconda Belli desde la prepotencia de una voz magisterial, sino desde la ternura y la compasión de quien ha gozado, sufrido, caído y amado.
En sus tres últimos libros de poemas, Fuego soy, apartado y espada puesta lejos (2007), En la avanzada juventud (2013) y El pez rojo que nada en el pecho (2020) se acentúa la conciencia de la pérdida asociada a cambios físicos. Los espejos, que habían empezado a aparecer en Apogeo (1998), se repiten y recuerdan el inexorable paso del tiempo, como leemos en “Dolor de los espejos”, donde se afirma que una mujer se acerca con temor, día a día, al espejo, para comprobar las eventuales transformaciones de su aspecto. El cuerpo, que antes era predecible y confiable, empieza a revelarse extranjero, obediente al “ciclo menstrual de la memoria”, de ahí el título del poema “Calendario del cuerpo”. De todos modos, el yo lírico sigue militando su natural apología de la esperanza y se compromete a “esperar otro atardecer / seguir valiente / aferrada a los cuernos / de la vida”. La memoria tiene el poder de poner a salvo aquello que se pierde en el avance irremediable del tiempo, cuestionándolo como absoluto degradativo. En consonancia con lo dicho anteriormente sobre el enfoque ecofeminista de la poesía de Belli y la consideración de los ciclos de la naturaleza como fundamento de un orden cósmico, en estos últimos libros asistimos a una fantasía de disolución vegetal, de repliegue y regreso a la tierra. Se utiliza una imaginería en la que converge el principio con el final: “Toda soy vegetal, toda carnívora / a un tiempo nutricia y animal de rapiña / el tiempo ama mi cuerpo y asciende los muros de mis piernas […] va dulcemente atravesándome / llevándome consigo”, afirma en “Tiempo vegetal”. De este modo, el tiempo, hora tras hora, “viste mi ser de selvas”. Otra vez: celebración de los ciclos, a pesar de la fatalidad que acarrean.
En sus poemas inéditos escritos entre 2021 y 2023 anticipados en el volumen Parir el alba (2024), editado por María José Bruña Bragado para Ediciones de la Universidad de Salamanca con motivo del XXXII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, se observa un uso privilegiado del presente en detrimento del habitual futuro. Este puñado de poemas nos transmite la sensación de suspensión temporal, de presente congelado. “Digo presente al día, / lo celebro. / Dentro de mí se acomodan la felicidad, la nostalgia. / No sobrevivo. / Vivo” dice en “Sísifo”. Y concluye que “estoy a salvo” en el poema “La lluvia huele en Madrid”. Parece que la emergencia debiera contarse en presente, que la urgencia necesitara recalar en lo inmediato. Exiliada en Madrid, a la escritora le fue retirada la nacionalidad nicaragüense en febrero de 2023 al igual que a otros 94 compatriotas, entre los que también se encuentra el escritor y Premio Cervantes, Sergio Ramírez, por orden de Daniel Ortega. Estos inéditos tematizan el “latrocinio” del tirano, la “brutal usurpación”.
Creo que la matriz —y el sustantivo no es inocente— de la fuerza lírica torrencial de Gioconda Belli es su compromiso con la esperanza. En su poesía, el camino más eficaz para reformar el futuro es empezar imaginándolo. Y dejar constancia.
1 “Nostalgia is less about the past than about the present. It operates through what Mikhail Bakhtin called an historical inversion: the ideal that is not being lived now is projected into the past. It is ‘memorialized’ as past, crystallized into precious moments selected by memory, but also by forgetting, and by desire’s distortions and reorganizations.”