Conversar con la narradora, ensayista y cronista mexicana Margo Glantz es entrar a un mundo de lucidez, enciclopedismo y pensamiento crítico sobre el mundo contemporáneo.
Este es un extracto adaptado de la conversación del podcast Hablemos, escritoras, a cargo de Adriana Pacheco.
Adriana Pacheco: Nacida el 28 de enero de 1930 de padres migrantes. Margot Glantz es narradora, crítica y especialista en teatro. Estudió literatura y tiene un doctorado en letras hispánicas por la Sorbona. Fue alumna de Alfonso Reyes, Samuel Ramos y Leopoldo Zea. Fue asociada cultural de la embajada de México en Inglaterra y directora del Instituto Nacional de Bellas Artes. Ha ganado varios premios como el Xavier Villaurrutia, Sor Juana Inés de la Cruz, el de la Feria Internacional del Libro Alfonso Reyes por el Colegio de México, entre otros.
Muchas gracias por aceptar esta invitación, es un verdadero honor. Viendo tu obra, ¿se podría decir, Margo, que escribes de manera híbrida, mezclando géneros?
Margo Glantz: Mis textos no son muy canónicos, hay una pulverización de géneros que siempre he frecuentado y que creo que ya se volvió una cosa bastante normal. Aunque El rastro, creo, es un libro más novelístico que Por breve herida o Y por mirarlo todo, nada veía.
A.P.: Uno de los libros que más se menciona cuando se habla de Margo Glantz es Las genealogías, porque es el que habla de tu familia, de tu vida. ¿Cómo empiezas a escribir ese libro?
M.G.: La literatura fue parte de mi vida desde que tuve uso de lectura, muy pronto leí muchísimo y sabía yo desde el principio que iba a estudiar letras, que quería ser profesora y difundir la literatura. Empecé a escribir ficción tarde y también de alguna manera el ensayo. Mi primer libro de ficción lo publiqué a los 47, que se llamaba Las mil y una calorías: novela dietética, ese libro no pudo conseguir editor porque les parecía que era un género muy poco canónico, que no funcionaba en las editoriales, entonces lo tuve publicar a cuenta de autor. Mi siguiente libro, 200 ballenas azules, también lo publiqué yo.
El tercero fue Las genealogías que apareció primero en el periódico por entregas cuando yo estaba trabajando en el Unomásuno desde 1977. Tenía yo una columna en el periódico y un día tuvimos un problema familiar y escribí sobre eso y sobre que trataron de linchar a mi padre. Entonces mucha gente me dijo, ¿por qué no sigues escribiendo de eso? Entonces decidí que iba yo a grabar a mis padres, porque ya estaban muy viejos, mi papá estaba muy enfermo; pensé que quizá no debía saber exactamente cómo había sido su vida anterior a su llegada a México, porque eran inmigrantes de Ucrania. Entonces, semana tras semana grababa e iba publicando semanalmente como por folletín los textos. Como al cuarto o quinto texto, me pareció que era importante ponerle un título, y se me ocurrió Las genealogías. Después, para conocer las raíces de mis padres decidí ir a la Unión Soviética, donde yo tenía todavía primos-hermanos. A mi regreso salió el libro e inmediatamente tuvo mucho éxito.
A.P.: Tu papá era poeta en el momento cuando se establecieron en México. ¿Qué más hacía la familia?
M.G.: Cuando se establecieron en México, vivían de la nada, llegaron con cinco dólares, y pudo conseguir un trabajo vendiendo pan, porque un tío mío era panadero. Mi padre nunca fue muy bueno para ganar dinero, fuimos deambulando de trabajo en trabajo, de ciudad, de barrios de la ciudad, porque cada vez nos iba peor, y nos cambiamos de casa, por eso te digo que he vivido en muchísimos lugares, porque nunca éramos estables.
A.P.: En tu libro hablas de que la unión en la familia se dio también por ser migrantes. ¿Cómo te ves tú como proveniente de una familia migrante? ¿Y cómo ves la situación actual en el tema de la migración?
M.G.: Bueno, cuando yo escribí el libro, siempre había habido un flujo de migración muy fuerte de México a Estados Unidos. El tipo de migración al que yo me refiero era un tipo de inmigración igualmente económica. En el caso de mis padres no solo era económica, sino también por persecución, porque en la Unión Soviética y en Rusia había pogromos. Ahora las migraciones son un fenómeno absolutamente mundial. Las migraciones en África, las migraciones en todo el Medio Oriente, la llegada de los niños sirios, todo ese tipo de cosas es parte de un patetismo desgarrador, que creo no se dio en la época en que mis padres migraron.
A.P.: Hablas también de la memoria en otro de tus libros, Yo también me acuerdo, publicado en 2014. En él, a partir de repetir la frase: “Me acuerdo que…” cuentas las cosas que recuerdas, que viste, que coleccionaste, que te enteraste, que estudiaste. Es un libro de 383 páginas y todo se repite así. ¿Nos quisieras platicar de este libro?
MG: Bueno, es un libro que en el que yo me inserté en una tradición que aprecio muchísimo, es otra forma de genealogía, es la genealogía escrituraria. Al principio escribí diez textos y luego me engolosiné y me di cuenta de que podía hacer un texto, un libro interminable. Es un libro absolutamente mío, porque son mis recuerdos, mi relación con la ciudad, la relación con el mundo que he vivido, con la literatura, con mis padres. Es decir, es un libro que tiene muchísimos elementos, que yo creo que de alguna manera se va a continuar en el último libro, Y por mirarlo todo nada veía. Es un libro absolutamente fragmentario, está muy dentro de lo que yo he hecho siempre, el fragmento.
A.P.: Otro tema importante en tu trayectoria es tu fascinación por el barroco y por Sor Juana Inés de la Cruz, como en Y por mirarlo todo o nada veía publicado en 2018 y cuyo título viene precisamente de Sor Juana. El libro es un párrafo de 164 páginas. No hay un solo punto y aparte, es un solo párrafo. Para mí el ritmo del libro fue lo que se me hizo muy fascinante. Es como el repiqueteo de un telégrafo; si uno lo lee en voz alta y a prisa, da esa sensación como de urgencia, de estar en constante movimiento. ¿Qué nos platicas de este libro?
M.G.: Me gusta lo que me dices porque me han hecho muchas entrevistas y no me han dicho esto, el problema que suena como a telégrafo, pues sí, es esta casi clave morse, digamos eso, es repiqueteo, suena como repiqueteo, porque además está también la repetición. Ahí es una anáfora y eso al mismo tiempo es una reiteración, una monotonía y sin embargo el libro, ese repiqueteó, plantea la monotonía, el oír constantemente lo mismo, en la acumulación de datos y de frases y de repeticiones. Esto da la pauta para reflexionar sobre lo que está pasando en el mundo contemporáneo, porque me estoy dando cuenta que verdaderamente el libro sí, sí tiene un impacto, porque es como una forma de reflexión literaria, absolutamente literaria, con una organización textual muy cuidadosa, organizada con mucho cuidado.
A.P.: Me parece fantástico, de verdad, creo que nos hacía falta un libro de este tipo, es una gran aporte a las letras mexicanas, a las letras universales. ¿Cuánto tiempo te tardaste en escribirlo y cómo lo organizaste?
M.G.: Me tardé año y medio nada más. Empecé trabajando a partir de las redes sociales que son perecederas, pero me dieron material. Empecé a ver, ciertas cosas, ciertas constantes, que ya había yo notado de otra manera pero que me dieron el pábulo a pensar de una manera mucho más estricta y más violenta en la falta de jerarquización que pasa en el mundo moderno. Aunque ha habido siempre una falta de jerarquización, ahora se ha agigantado a un grado verdaderamente bestial. La gente ya no puede distinguir entre lo que es fundamental y lo que es accesorio. Mi libro está poniendo de relieve algo que planteó Hannah Arendt en la “banalidad del mal”, es decir, es mostrar como la banalidad ha ganado tanto terreno que lo importante, lo fundamental se banaliza. Al principio, yo no pensé que iba a ser un libro, pero después empecé a meter como siempre meto cosas de mi autobiografía, porque he tenido siempre la obsesión de la autobiografía, como se ve en Las genealogías, pero siempre ha sido un poco pulverizada, no canónica, no funciona aristotélicamente.
A.P.: Vamos a platicar ahora de tu fascinación por la India y tu libro Coronada de moscas que aparece en el 2012. ¿Por qué escribir acerca de la India?
M.G.: Bueno, hace muchísimo tiempo yo tenía ganas de ir a la India y como digo en el libro, cuando conseguí ir a la India, después de muchos esfuerzos yo me dije, ¿cómo es posible que yo, una mexicana que va a la India, pueda escribir un libro sobre la India, cuando ya hay libros tan extraordinarios sobre ese país? Pero al seguir escribiendo me di cuenta de que yo tenía una visión muy particular de la India y que era importante plantearla de una manera más orgánica en un libro bien estructurado, que se iba a llamar Coronada de moscas. Le puse un título que proviene de un poema maravilloso de una de las más grandes poetas en español que existen, que es la peruana Blanca Varela, y que dice “Mi vida pasó coronada de moscas”.
A.P.: Pues maravilloso, el libro de verdad refleja esa visión tuya, muy personal. Antes de pasar a hablar sobre tus filósofos, quisiera abordar el último libro de este día titulado La cabellera andante. ¿Qué significa ese libro para para ti?
M.G.: Bueno, es un libro que también empezó como Las genealogías, por entregas en el Unomásuno. Diamela Eltit, que es una gran escritora chilena, o Jean Franco, que es una crítica muy importante en Estados Unidos, escribieron textos sobre ese libro, porque encontraron que había una mirada muy particular sobre el fragmento corporal que es el cabello. Yo he trabajado sobre los senos, sobre los pies, sobre las cinturas y el cabello me pareció uno de los elementos más interesantes de analizar, porque el cabello es al mismo tiempo un signo de erotismo y un signo de resurrección, porque cuando una persona muere, la entierran, todavía puede crecer el cabello, pueden crecer las uñas. Entonces me pareció que era muy, muy importante hacerlo primero, hacer una mirada crítica sobre el cabello a distintas épocas de la civilización,
A.P.: Margo, ¿cuáles son los críticos, los filósofos que han inspirado tu obra a lo largo del tiempo?
M.G.: Mira, yo nunca he trabajado la teoría como una biblia; he leído muchísimo la teoría y he trabajado teoría en mis textos, porque tengo muchos ensayos; creo que son ensayos importantes, los de Sor Juana, los de la Malinche, los de la colonia, los del siglo XIX. Autores importantes en teoría para mí son Jorge Luis Borges que, aunque no era teoría, su escritura para mí era como una teoría. Era muy importante también Georges Perec, es decir, su relación con la literatura es una poética que yo he trabajado siempre; Walter Benjamin es importantísimo para mí; también; Hannah Arendt, y a medida que va pasando el tiempo, a medida que mis lecturas van cambiando, Foucault, por ejemplo; también Derrida en algunos momentos.
A.P.: ¿Qué piensas de las escritoras actuales?
M.G.: Hay una cantidad de escritoras latinoamericanas jóvenes; María José Navia, una chilena muy interesante; en México, Verónica Gerber, Guadalupe Nettel. Me acaban de traer un libro que se llama O reguero de hormigas de Yolanda Segura, me encantó. Valeria Luiselli y La historia de mis dientes; y de Argentina, Fernanda García Lao; Giovanna Rivero, que es boliviana… Otra es Magela Baudoin, que ganó el Premio de Cuento García Márquez de Colombia.
A.P.: Muchas gracias por esta gran entrevista, querida Margo.
M.G.: Muchas gracias a ti.
Puedes escuchar y leer la entrevista completa
en la página de Hablemos, escritoras.