−¡Asesina! −gritó Rosario Bléfari esa noche arriba del escenario frente al público más numeroso en la existencia de Suárez.
En esta canción, llamada justamente “Asesina” y que podría formar parte de la banda de sonido de cualquier película de Tarantino, se menciona que el cuerpo habla y que hay que escucharlo. Bléfari, consecuente con sus palabras, escuchó a su cuerpo rebosante y no ocultó su embarazo: lo llevó como bandera de independencia existencial durante todo el concierto y gritó “¡Asesina!”, una vez más.
Desde abajo, algunos, muy pocos, según asistentes a ese recital, le dijeron: “¡Puta!”.
El 4 de febrero del año 2001 se realizó en el Club Hípico de Palermo el Festival Argentina en Vivo 2. Eran ocho bandas y solistas (Daniel Melero, María Gabriela Epumer, Leo García, Turf, Los 7 Delfines, entre otros) que pretendían ser una especie de mapa y guía −muy parcial− de lo sónico y alternativo que dominó una de las vertientes y derivas del rock argentino en la década del noventa.
Podía haber sido un festival más, perdido en la nebulosa de la memoria. Un punto en el almanaque de los días donde costaría mucho encontrarle un rasgo distintivo. Y, sin embargo, lo tuvo.
Esa noche subió a tocar Suárez, una banda sumamente extraña y singular en un país que estaba a punto de derrumbarse algunos meses después.
Pero lo inolvidable de esa noche estuvo depositado en un cuerpo y, sobre todo, en una actitud: Rosario Bléfari subió a cantar embarazada, con la panza orgullosa al aire y en un estado de gracia, de encantamiento, totalmente hipnótica. Está en YouTube, cualquiera lo puede ver.
Con diez años al frente de su banda y cuando no era lo más habitual en Argentina ver a una mujer en ese lugar, Bléfari desplegó esa noche todo su hechizo en distintas capas de sentido: desde lo visual, lo sonoro, lo estético, lo político y lo poético. Por supuesto, el siglo XX recién estaba terminando y su performance no fue bien recibida por una parte de esa audiencia. Eran esos tiempos.
La pregunta que circulaba era esta: ¿cómo una mujer embarazada se atreve a cantar canciones de rock con ese desparpajo y esa soltura, no debería estar haciendo reposo? ¿No está, de muchas maneras, maltratando a su futura hija y degradando su estatus de madre?
Rosario Bléfari, aventurera, icónica y empoderada desde siempre, no hizo caso a ninguna de estas críticas fervientes (varones y mujeres muy enojadas) y siguió adelante con su vida arriba del escenario: terminó el concierto como estaba pautado. Poco tiempo después se terminaría Suárez y ella arrancaría su etapa solista con el disco Cara (2001), que en realidad estaba pensado originalmente como el próximo trabajo de la banda.
Así es como se demuestra desde qué lugar trabajó siempre: desde el futuro. La fuga es hacia adelante. Y desde ahí, en un mañana donde el mundo es más justo y hermoso, nos sigue hablando todavía.