Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982) ha conseguido, con tan solo dos libros, convertirse en una de las escritoras latinoamericanas más potentes de su generación. La editorial hispano-mexicana Sexto Piso ha publicado Casas vacías (2020) y Ceniza en la boca (2022), dos novelas donde “sus personajes, azotados por embates y pérdidas, resisten como en la vida”. Además de redactora, guionista, reportera y editora, Brenda Navarro fundó #EnjambreLiterario, un proyecto enfocado en publicar obras escritas por mujeres. Entre los galardones que han merecido sus novelas destacan el XLII Premio Tigre Juan y el Premio Cálamo. Hemos tenido la oportunidad de conversar con la escritora mexicana sobre su concepto de literatura y la forma en la que afronta su escritura.
Eduardo Suárez Fernández-Miranda: Fernanda Melchor te ha definido como “uno de los secretos mejor guardados de la literatura mexicana”. ¿Qué nos puedes contar sobre Brenda Navarro, para desvelar parte de ese secreto?
Brenda Navarro: Cero secretos, desde 2019 soy una escritora totalmente pública. Lo que me causa gracia es que a partir de esta frase, en España, cada vez que les gusta un nuevo libro de escritoras o escritores latinoamericanos, le dicen el secreto. Quizá no somos secreto, sino que no se está viendo adecuadamente la diversidad de literatura que hay en el mundo. Yo le agradezco a Fernanda Melchor el cariño que le tiene a la novela y a mi trabajo, y especialmente su compañerismo como colega escritora. Su recomendación fue la que me abrió muchas puertas y eso siempre lo voy a agradecer públicamente como lo hago ahora. A mí me gusta escribir, he encontrado en el proceso creativo un sentido de vida en el que trato de comprender el mundo y sigue generándome preguntas. Me parecen importantes las preguntas. Gospodinov decía en una entrevista que a veces es mejor hacer una buena pregunta que tener una respuesta y estoy totalmente de acuerdo con él.
E.S.F.M.: En Casas vacías, tu primera novela, el secuestro de un niño te sirve de punto de partida para hablar de la maternidad desde la perspectiva de dos mujeres diferentes. ¿Por qué elegiste un acontecimiento trágico para realizar una reflexión sobre el hecho de ser madre?
B.N.: Yo lo pondría al revés: escogí un hecho relevante como la maternidad dentro de la sociedad mexicana, para poder hablar de las diversas violencias que viven las mujeres y cómo de forma transversal las desapariciones en México y la impunidad que existe alrededor están intrínsecamente relacionadas. Cuando escribí la novela siempre estuve pensando en las desapariciones como zeitgeist de la historia. Es la desaparición de una persona la que trastoca el mundo, lo deja dislocado, roto, incompleto y eso le pasa a las dos mujeres. Una pierde al hijo, pero la otra también tiene un hermano desaparecido. Ambas parten del mismo dolor, la maternidad es solo la consecuencia de las causas que obligan a estas mujeres a no reconocer en ellas la autonomía que se les niega, sin importar la clase social o sus propios deseos. Desaparece una persona que amas y eso es un hecho sociológico y político en México que me interesa seguir entendiendo, pero también cuando eres mujer, es como si conforme crecieras y te insertaras en el mundo desaparecieras y te conviertes en estereotipos y deseos que te endilgan los demás.
E.S.F.M.: Ariana Harwicz, con Matate, amor, o Samanta Schweblin, con Distancia de rescate, ya habían tratado la maternidad en literatura. ¿Qué te impulsó a escribir una novela sobre este asunto?
B.N.: Como te decía anteriormente, nunca pensé en que la maternidad fuera el tema principal de mi novela y trataré de explicarme mejor: sin duda la maternidad sigue siendo “el problema” de las mujeres porque biológicamente somos quienes estamos destinadas socialmente a ello, es tan “el problema” que yo llevo diciendo desde 2019 que mi novela no es de maternidad, pero la lectura de la novela lleva irremediablemente a tocar este tema como fundamental. Es una lectura ajena a mi propuesta personal. Sin embargo, entiendo que el hecho literario se consuma frente a quienes leen, entonces tampoco voy a decir a quien lee que su lectura está equivocada. Lo que sí puedo defender es que yo no quise problematizar la maternidad, sino todo lo que hay alrededor. Me gusta partir de un acontecimiento fuerte, para luego narrar los escombros. Me gusta pensar que lo que escribo está más cerca de la disección de los escombros que de una “literatura de mujeres”. ¿Por qué defiendo que no trata de maternidad? Porque la maternidad es una consecuencia de diversas decisiones y acontecimientos de estas dos mujeres, pero si se les mira desde la óptica en la que no quieren ser madres, sino que lo que más desean y sufren es perder una pierna, entonces, las personajes tendrían otra lectura, se entendería que ese hecho que detona todo es una consecuencia, no una causa. Pero como socialmente es imposible dejar de pensar que la maternidad es “el problema”, entonces seguimos hablando de esto en 2023.
E.S.F.M.: En la contraportada del libro leemos que Casas vacías está “ubicada en un contexto de profunda precariedad física y emocional”. ¿Por qué te decidiste por este ámbito para situar a tus personajes?
B.N.: El tema con las contraportadas y los blurbs que necesita el mercado editorial es que está fuera de las manos de quienes escribimos. Yo recuerdo que cuando leí la contraportada cuestioné a mi editor José Hamad sobre esto, pero él me explicó la necesidad que tenía la editorial de tener una línea específica sobre la novela y yo, la verdad, es que en temas de mercadotecnia no me voy a meter. Yo tendré mi voz y mi espacio para explicar la novela y la editorial se encargará de promocionarla y de venderla. Trabajo conjunto pero no igual. Dicho todo esto, yo no sé si creo que hay precariedad física y emocional, ¡las dos mujeres están llenas de emociones y acciones sumamente complejas y contradictorias, de precarias nada! Tienen mucho de todo.
E.S.F.M.: En Ceniza en la boca, tu última novela, abordas, entre otros, el tema del acoso escolar. ¿Crees que la literatura puede ayudar a solucionar este grave problema que sufren los más débiles?
B.M.: No creo que la literatura ayude a solucionar nada. A lo mucho, es un detonador de conversaciones y ahí sí creo que el lenguaje literario es poderoso. La humanidad es lo que es porque nos hemos configurado mediante historias y relatos que nos ayudan a darle un poco de sentido al caos que es la vida misma. Relatarnos a lo largo de la historia sirve para darnos sentido, estructurarnos, crear relaciones de poder, inventarse guerras, erigir héroes, difundir mentiras. Somos una ficción que construye ficciones y eso a mí me parece sumamente interesante y me da mi propio sentido como persona. La construcción de la verdad es un tema que me apasiona; los matices, desde dónde y qué se relata, no solo en la literatura, sino también en lo político, en lo geopolítico, etc. Y analizar estos relatos, diseccionarlos, problematizarlos, tiene mucho que ver con el campo de la literatura. Somos muy afortunadas las personas que tenemos la oportunidad de dedicar tiempo a escribir y de ser leídas. Y si eso genera conversaciones, yo creo que a quien le cambian la vida es a mí como escritora, pero nada más.
Ahora bien, llevo promocionando Ceniza en la boca desde 2022 y cuando me dicen que es un libro poderoso para utilizarse en el espacio público para hablar de diversos temas, como el acoso escolar, no voy a negar ese puente y me seguiré sintiendo halagada por ello y en la medida de lo posible seguiré participando de temas políticos como ciudadana, más que como escritora. No creo que la literatura deba de tener un mensaje. Y acotaría más: una decisión estética que sí tomé, fue escribir personajes complejos, pero nunca diría que débiles. Son todo, menos débiles.
E.S.F.M.: La inmigración y los trabajos precarios están presentes en tu novela. Por cómo los afrontas, parece que has contado con testimonios reales. ¿Ha sido así?
B.N.: No me gusta influenciarme por testimonios reales antes de escribir una historia, no soy periodista ni etnógrafa, aunque mi deformación universitaria siempre me ha llevado a estar interesada en las herramientas de las ciencias sociales. La observación sí que me parece fundamental para alguien que quiere escribir. Una tiene que estar atenta a lo que sucede en el mundo, alimentarse de todo lo que escucha, lo que ve, lo que experimenta. En todo caso, no me interesa el tipo de literatura que niegue que se alimenta de la realidad. En este sentido, puede haber muchas realidades y una como escritora tiene que elegir el punto de vista para narrar las cosas y construir un trabajo estético. Cuando me dicen que mi literatura es, de una forma u otra, “social”, siento que lo que hacen es negarme la posibilidad de ser creadora de ficción. Y me reafirmo una y otra vez como creadora de literatura de ficción. Si quisiera ser periodista, sería periodista, no es el caso.
E.S.F.M.: Un elemento desencadenante de esa emigración es la violencia que se vive en México, y que retratas en Ceniza en la boca. ¿Por qué la introdujiste en la novela? ¿Es arriesgado para un escritor mexicano hablar de esa violencia?
B.N.: No risk, no fun. ¿No? Si no te arriesgas en lo que escribes, ¿entonces para qué escribes? Es pregunta seria. Me interesa la complejidad de la condición humana y eso tiene que ver con la violencia. Hay violencia en México, pero también en España, ese era mi planteamiento. Pero también hay violencia en el amor, en la tristeza, en los cuidados. No podemos ir por la vida escribiendo personajes buenos, porque toda especie de buenitud, para mí, raya en lo fascista. Ser bueno es negar la diversidad, la complejidad de cada ser humano, y es por eso que hablar de la humanidad, en general, es por lo que la literatura sigue siendo un arma contra las narrativas del poder.
E.S.F.M.: El título de la obra, Ceniza en la boca, tiene que ver con algo que sucede al final de la novela. ¿Ya lo tenías pensado antes de empezar, o surgió mientras la escribías?
B.N.: Si lo que te interesa saber es si el título vino antes que la historia, no. El título llegó mucho después. Lo que sí me parece importante es aclarar que no soy una escritora solo intuitiva, también soy metódica. No puedo escribir una historia si no sé a dónde va. Siempre que empiezo una historia sé quién es el personaje, cuál es su conflicto y cuál es el final que le voy a dar. Si no sé el final de la historia, entonces no la escribo. En los títulos soy muy mala, me tardo en encontrarlos y siempre involucro a mucha gente para que me ayuden a decidir.
E.S.F.M.: Has trabajado en diversas ONG relacionadas con los derechos humanos. Esta experiencia, ¿te ha ayudado a crear tus personajes, a darles más autenticidad?
B.N.: Creo que toda experiencia vital que he tenido a lo largo de las cuatro décadas que he vivido me han dado herramientas para escribir lo que escribo. La pregunta que yo haría es, ¿cómo hacen otros escritores para crear sus personajes?
E.S.F.M.: En tus dos novelas, los hermanos de las protagonistas tienen un trágico final. En Ceniza en la boca, Diego se suicida, y en Casas vacías, muere en un accidente laboral. ¿Fue casual o tiene un significado oculto?
B.N.: No hay nada oculto en ello. Me gusta que tú hayas encontrado esta conexión de la que yo no era del todo consciente.
E.S.F.M.: En una de tus novelas leemos: “¿Qué pasa con los sueños postergados, con esos que no llegan porque hay una pesadilla atravesada en tu cerebro que no te deja dormir?”. Tus personajes están inmersos en una vida trágica, parece no existir esperanza para ellos. Pensemos en la protagonista de Ceniza en la boca, o en la madre de Leonel, de Casas vacías. ¿Hacia dónde crees que pueden ir sus vidas, una vez que termina la novela?
B.N.: Yo creo que los hechos que viven les dan una perspectiva del mundo que les hace más humanos y en todo caso más libres. Es difícil hablar de libertad, pero me voy a arriesgar: la libertad no es libre albedrío solo destinado a las acciones, sino conciencia del mundo, a lo platónico. Y en este sentido, creo que en las dos novelas me gusta problematizar que en espacios que se consideran llenos de opresión, es justamente donde hay grietas y atisbos de libertad. Me gusta la perspectiva de que el dolor no te hace más fuerte, sino más sabio, a lo platónico, insisto.
E.S.F.M.: A la hora de narrar tus historias utilizas la primera persona. ¿Es una forma de implicarte más con los personajes? ¿O lo utilizas para llegar más directamente al lector?
B.N.: Es lo que han necesitado las historias para desarrollarse.
E.S.F.M.: Sexto Piso ha publicado tus dos novelas. ¿Cómo surgió tu relación con la editorial hispano-mexicana?
B.N.: Mi agente literaria en ese momento me presentó varias ofertas y elegimos la que consideramos mejor. Me parecía importante en ese momento estar cerca del mercado editorial mexicano y con editores en España que me acompañaran en el proceso de explorar el mercado español, que además ha sido muy generoso conmigo.
E.S.F.M.: Tu obra ha sido traducida a varios idiomas. ¿Sueles intervenir en la labor de traducción de tus novelas?
B.N.: Lo que las traductoras me permitan. A veces me involucran, a veces ni siquiera me entero de que el libro ya está traducido hasta el último momento.
E.S.F.M.: Para terminar, me gustaría saber qué proyectos literarios tienes en mente para un futuro próximo.
B.N.: Estoy escribiendo la tercera novela que cerraría con esto que creo que es una especie de trilogía en la que problematizo temas de los escombros, Ya veremos qué pasa para la cuarta, pero por ahora, esta tercera novela inicia con una de las personajes que aparecen en Ceniza en la boca. Pero no tengo prisa, saldrá cuando tenga que salir.