En el libro hay un despliegue −en distintos espacios que las vuelven visibles o perceptibles− de sensaciones que tienen que ver con el deseo y el placer.
Entrevista a Coral Bracho concedida a Jesús Ramón Ibarra
De agua suelen ser los múltiples viajes; las coronaciones y las bifurcaciones del lenguaje, el desdoblamiento, el choque de las capas tectónicas; el alzamiento sexual de las montañas, el fuego vítreo, el agua descomunal o el agua de estrechos hilos que circundan la tierra hasta formar las grandes masas por donde se inoculan y se multiplican las medusas, los blastos, las sensaciones, las pieles utópicas y distópicas, el maderamen, el mar que se agiganta o se reduce y que va fraguando su sempiterno pulimento. Travesía, tornaviaje. Ese viaje a veces inusitado, a veces amorfo, es leer la gran poesía de Coral Bracho (México, 1951) y recordando esa luminosa tarde en la extinta librería Argosy de Panamá cuando encontré una antología que para mí ha sido definitoria: Diez de ultramar: Joven poesía latinoamericana de Ramón Cote, que reúne a poetas de diversas partes del continente: José Luis Rivas (México, 1950), Alberto Blanco (México, 1951), Raúl Zurita (Chile, 1951), Coral Bracho (México, 1951), Eduardo Milán (Uruguay, 1952), William Ospina (Colombia, 1954), María Auxiliadora Álvarez (Venezuela, 1954), Fabio Morábito (México, 1955), Yolanda Pantin (Venezuela, 1955) y Eduardo Chirinos (Perú, 1960).
La antología publicada por la editorial Visor en 1992 me permitió acercarme a grandes poéticas, las cuales se han reconocido con el paso del tiempo con publicaciones, reediciones, homenajes, estudios críticos y premios a trayectoria (Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada “Federico García Lorca”, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, entre otros). Tal es el caso de Coral Bracho, quien recientemente acaba de obtener el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances (México, 2023). El colombiano Ramón Cote, el antologador, tuvo un buen tino en la selección de los autores, cuyas obras se han ido consolidando. De Coral Bracho nos dice: “Esta manera de restar importancia sin eludir, de tomar unas variantes, rige la obra de Coral Bracho, quien trastorna al lenguaje volatizando el significado de las palabras, o más bien, potenciando otro significado que no pertenece al reino de lo definible”.
Y es cierto, Coral Bracho trastoca el lenguaje, lo expande, lo minimiza como si se tratara de una talla en filigrana. Hace encajar las piezas, todo lo potencia y el resultado es una atmósfera que no se ajusta a una sola o reducida interpretación; las palabras desencadenan una semántica polimorfa y polifónica.
Prosigue Ramón Cote:
Existe en su manera de decir una fuerza caótica que se propone de alguna manera abarcar una totalidad que le permite remediar el aislamiento de los objetos. Para esto, Coral Bracho no parte de un punto determinado ni requiere de la certeza para llegar a otro: el poema está abierto a la aventura. Su poesía se ha encargado de convertir el aliento en una potencia que suplanta a la palabra, pues su interés no radica en definir un acontecimiento sino en mantener suspendida una sensación, en agotar todas las posibilidades de un pensamiento.
Leer a Coral Bracho es encontrarse con una serie de posibilidades en la interpretación. El viaje con las palabras es inusitado; se abre, se cierra como un puño, ocurre como una floración o una presencia boscosa; sucede como el agua; su poesía es acompasada como el agua.
Otra referencia sobre Coral Bracho es su inserción estética en una corriente de lenguaje poético y la encontramos en Medusario, la mítica antología realizada por Roberto Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefamí y que tomó como punto de partida a José Lezama Lima desde el neobarroco americano y que se sustenta también en postulados de Severo Sarduy y Néstor Perlongher, a quien se le dedica el proyecto.
La antología Medusario es icónica en el ámbito de la literatura latinoamericana, ya que se amalgaman autores de diversas nacionalidades con poéticas sugerentes en donde predomina la polisemia a partir del lenguaje. Sobre Coral Bracho, los autores aluden:
La poesía de Coral Bracho se articula a través de rizomas, tallos subterráneos que se bifurcan hacia múltiples direcciones y que, sin ningún orden progresivo, van acumulándose sin forma ni raíz. Así, los poemas de Bracho están hechos de imágenes que no componen un todo; no concluyen (pueden terminar en coma, punto y coma, o simplemente carecen de puntuación), no configuran una idea completa. Se trata de una poesía “acuática”, en el sentido más cabal; los versos buscan una idea que se vincula con los ríos, los arroyos, las cascadas, los mares. El agua borra, reescribe y vuelve a borrar, en un eterno palimpsesto borrado por el tiempo.
Tal percepción sensorial se transcribe a los textos, se desencadena, se desempareja aparentemente y se vuelve a fusionar de una manera armoniosa, que puede ser inacabada o no estarlo. El elemento del agua es unificador. Coral Bracho hace una poesía del cardumen, de las ondas, de la altamar y la bajamar, de la vorágine. El lenguaje se articula para mostrar, describir y explotar emociones. Hay una sensualidad desbordante, sugerente, que se sustenta en las formas y en las mutaciones y que revela una riqueza textual efectiva. Coral Bracho recurre a lo sensorial y a lo extrasensorial.
En el año de 1981, el emblemático Premio de Poesía de Aguascalientes de México recae en la poeta Coral Bracho por su libro El ser que va a morir. ¿El ser que va a morir? ¿Una sentencia, una alegoría? He hablado con Coral Bracho algunas veces en las que nos hemos encontrado en su México natal por festivales de poesía. Sobre este libro en particular y en la sencillez que la caracteriza, se asoma el asombro ante lo que ese conjunto de poemas ha alcanzado y representado en su obra. Conversamos en una antigua iglesia poblada de naranjos vivos, rebosantes de esferas doradas, jugosas, lezamianas. El ser que va a morir fue premiado por tres hombres que reconocían la esplendidez de una voz femenina, que despliega un ritual sexual del agua. Inicia con “En la humedad, la cifrada”:
Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila
de quien se impregna (de quien
emerge,
de quien se extiende saturado,
recorrido
de esperma) en la humedad
cifrada (suave oráculo, espeso; templo)
Inmediatamente, los sentidos se agudizan. Las sensaciones pluralizan la intimidad del cuerpo y sus hablantes. Recurre a lo sacro, a lo pagano, a lo raizal y a lo emblemático y prosigue:
…Huelo
en tus vales profundos, expectantes, las brasas,
en tus selvas untuosas,
las vertientes. Oigo (tu semen táctil) los veneros, las fraguas,
(ábside fértil) Toco
en tus ciénagas vivas, en tus bosques: los rastros
en su trama envolvente: los indicios
(Abro
a tus muslos ungidos, rezumantes; escanciados de luz)
Coral Bracho recurre a metáforas de contenido sensorial para hacer visible lo que es invisible. Inventa una manera de decir y de nombrar desde lo fugaz. Nuevamente lo sacro, lo divino y lo pagano como en el poema “Poblaciones lejanas”:
Sus relieves candentes, sus pasajes, son un salmo
luctuoso y monocorde;
…
en sus espejos de crepuscular las aguas abren y encienden
cercos de aromas y caricias fluviales; en sus baños
Las risas,
Las paredes reverdecientes
−Sus templos beben del mar.
Es recurrente la utilización de lugares sacros para situar al lector en los diversos contextos amatorios del poemario: (templo) y (mezquita). Veamos el poema “En esta oscura mezquita tibia”:
Sé de tu cuerpo: los arrecifes,
las desbandadas,
la luz inquieta y deseable (en tus muslos candentes la lluvia incita),
de su oleaje:
sé de tus umbrales como dejarme al borde de esta holgada,
murmurante,
mezquita tibia, como urdirme (tu olor suavísimo, oscuro)
al calor de sus naves.
…
La mezquita se extiende entre el desierto y el mar.
En los patios:
el fulgor cadencioso (rumores agrios) de los naranjos;
el sopor de los musgos, los arrayanes.
Hay una consciencia concreta del cuerpo, desde la percepción sensual y lo literario. Umbral del goce. Y nuevamente las alusiones a las masas de agua en el poema “El ámbito del placer”:
−Marcan de pronto, la puerta de cristal;
traban de ahí su estanque: Agua
para sitiar la certeza; agua para bordearla
…
Traza el umbral, el rombo, frente al estanque. Reaparece,
metiéndose en esa piedra, encendiendo las matas.
Hay frondosidades, bosques, lianas, jardines, exuberancia y lo ubérrimo de la tierra como grandes cantos, como fabulaciones. Hamlet Ayala nos dice al respecto:
Por otro lado, también es observable otra suerte de ciclo: la aproximación a los fenómenos y experiencias del cuerpo humano en un nivel biológico, más la potente impronta de un eros femenino presente sobre todo en los primeros libros, encuentra en las formas de vida y los espacios del mundo natural sus elementos de expresión; en delante, esa misma potencia continúa manifestándose desde lo germinal de la tierra y sus frutos, la vida silvestre y su misterio, ahora como campo de visiones; contemplación y tránsito.
Coral Bracho posee un verbo y una poesía contemplativas. Ha encontrado una veta en la lengua y ha hecho de esa misma veta un recurso del pensamiento, de la enunciación y de la musicalidad. Se desboca desde la ruptura hacia otras posibilidades. Si bien todo ser que nace va a morir (como el resultado de una ecuación), antes de eso proceso se materializa el canto; se describen las ansias y los fundamentos de esa realidad, no sin antes persistir, desde el realismo y el surrealismo, en el toque de las pieles, de los boscajes, de las materias. En esta poesía no sólo se mueve el hablante, actúa con otros interlocutores que desarticulan el vacío. Es un agua erótica en la que circunda lo científico, la placenta, lo espiritual, lo preservado al alma y al cuerpo. En el libro, lo sexual, es vida. En una aparente calma, todo se desborda, se ramifica. Hay un poema que se ha vuelto una impronta dentro de la obra de Coral Bracho y es “Agua de bordes lúbricos”, donde el agua se nombra y describe de múltiples formas:
Agua de medusas,
agua láctea, sinuosa,
agua de bordes lúbricos; espesura vidriante −Delicuescencia
entre contornos deleitosos. Agua −agua suntuosa
de involución, de languidez
en densidades plácidas. Agua,
agua sedosa y plúmbea en opacidad, en peso −Mercurial;
agua en vilo, agua lenta. El alga
acuática de los brillos −En las ubres del gozo…
El agua en el poema resplandece y se bifurca; nos habla con su aliento planetario, con su transmutación de arroyos, riachuelos, quebradas, lagos. Hay una multiplicación de los tonos, los silencios y las imágenes: una capacidad artística y creativa que, a la vez, nos hace entrar en un estado de observación y meditación. El poema posee una sublimidad implícita en los goces y en los despertares de las sensaciones:
…
−sobre el silencio arqueante, sobre los istmos
del basalto; el alga, el hábito de su roce,
su deslizarse. Agua luz, agua pez; el aura, el ágata,
sus desbordes luminosos; Fuego rastreante el alce
huidizo −Entre la ceiba, entre el cardumen; llama
pulsante;
agua lince, agua sargo (El jaspe súbito). Lumbre
entre medusas.
−Orla abierta, labiada; aura de bordes lúbricos,
su lisura acunante, su eflorescerse al anidar; anfibia,
lábil −Agua, agua sedosa
en imantación; en ristre. Agua en vilo, agua lenta −El
alumbrar lascivo
en lo vadeante oleoso,
sobre los vuelcos de basalto.
Coral Bracho indaga, sugiere en el sentido de la pertenencia del agua, de la vitalidad. El ser que va a morir se inscribe en esa dinastía de libros consagratorios, imperecederos, exacerbantes en belleza. Escrito desde una vitalidad y con un sello estilístico que la autora mostró desde sus primeros trabajos, alcanza una cúspide sensorial con lo amatorio. Nos deja ver desde este elemento vital las múltiples facetas para nombrar, para decir; para hacernos nautas o nadadores-lectores en la fluorescencia acuática y también telúrica, con su ambigüedad de voces:
Tu voz (en tu cuerpo los ríos encrespan
Un follaje de calma; aguas graves y cadenciosas).
−Desde esta puerta, los goces, sus umbrales;
desde este cerro, se transfiguran−
Y así ha continuado la obra de Coral Bracho, naciendo reverberante, trepidante, silenciosa, cadenciosa, con su sintaxis corpórea abriéndose paso por las capas geológicas; poeta del misterio angular del agua:
−Agua nutria, agua pez. Agua
de medusas,
agua láctea, sinuosa; Agua,