Una piedra
Miro la piedra:
con la mirada hago una sajadura
sobre su limpia corteza mineral.
La abro con otras manos
como si fuera un fruto.
Al interior:
paisajes conocidos,
remotos mundos familiares,
parentescos ocultos.
Hay ancestros aquí:
y no los veo:
los siento.
Hay elementos de Amor en esta piedra.
La cierro.
La cicatrizo con otra mirada.
Esto ha ocurrido:
un parpadeo:
sólo un puente fugaz entre miradas.
Vuelvo a mirar la piedra.
Siento su peso.
La arrojo entre las rocas del jardín.
Deslumbra el alto día.
Coloquio con la Gran Madre
Trazo sobre la tierra una inscripción con cal
y le pregunto cosas
–Madre le digo– ahora que nadie puede oírnos
escúchame y respóndeme
Estoy solo y acaricio en mi boca
estas preguntas lisas como piedras de río
Las pronuncio en voz alta como si fueran algo más que dudas
como si fueran diamantes o zafiros o rubíes enormes
o esmeraldas magníficas brillando contra el sol
–¿Qué soy?
¿Cuál es mi origen?
¿Por qué si me gesté en tu vientre me lanzaste a la Nada?
¿Cuál mi destino?
Y tú me miras y me das lecciones:
en la piedra en el árbol en el molusco y en el pez
en la concha marina y en los petrificados huesos
del gliptodonte y el mamut
en las estampas de aves y mamíferos
que las piedras guardaron
y han tenido en tu vientre nichos de eternidad.
Y te huelo te toco te miro responder te saboreo
y oigo tu voz que nadie puede oír
sino la oreja del alma:
–Vienes de mí
Te parí con ayuda de las Edades
Eres parte de mí
Y volverás a mí
: soy tu destino
Aprende
mientras tanto:
Mío es el misterio: tuyo el conocimiento
Mía es la eternidad y tuyo el tiempo
Míos los cambios lentos del paisaje
pero también la tumba y la catástrofe
Míos los cataclismos y el desastre
El beso de las aguas las caricias del aire
y el abrazo violento del viento y su abrasión
Las venas transparentes de los ríos
el musgo y el desierto
la sima y la montaña
el géiser y el volcán
la caverna y el cristal
el ámbar y la mina
y la falda de selva que me cubre
y la roca que altera la paciencia del tiempo
y hace reír a la eternidad
Tuyos los cambios repentinos
Las preguntas
Y el riesgo
Y mi alma lo sabe:
generaciones van generaciones vienen
y nuestra Santa Madre nunca es la misma
porque los ojos de las generaciones nunca han sido los mismos
aunque una generación y otra generación y otra generación
no sean otra cosa
sino invisibles capas de la hojarasca humana
hermosamente ardidas: limpiamente apagadas: ferozmente oprimidas
entre las duras capas de la tierra
Y me atrevo a decir
con una voz más baja que el silencio:
–Soy tu creación más alta
He nacido en tu seno
En tu fecundo vientre donde se acuna el mar
donde palpita el vientre menor de la semilla
Me como la brillante verdura de las eras
Devoro a mis hermanos
Me alimento de carne y maravilla
Pero
siempre lo supe
una vez y otra vez y otra vez
he de tornar al polvo original
para nacer de nuevo frente al rostro del sol
hasta que el sol se enfríe
y se encienda en el cielo
temblorosa de estrellas
otra interrogación.
Abismos
Mira la piedra: te hablará la Tierra.
La piedra es el espejo en que se encierra
la humana historia: lo que fue y ha sido
y lo que habrá de ser y lo que es ido.
Verás la convulsión, el tajo, el sismo.
Verás el lago dulce y el paisaje,
la lenta lejanía y el ultraje
que produjo el artero cataclismo.
Mira el cráter, la sima, la llanura.
Mira el mar, la montaña, el espejismo
que dibujan el tiempo y el espacio.
Oirás tu corazón que se apresura.
Y mirarás el rostro del Abismo.
Y callarás. Y te hundirás despacio
en el acantilado de ti mismo.
Nota del autor: Estos poemas ocupan un lugar destacado en el Museo de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México.