Entre marzo y mayo de este 2024, el escritor Antonio Díaz Oliva y la traductora Lisa Dillman se reunieron para conversar virtualmente. La excusa fue la traducción al inglés del cuento “Rabbits”, incluido en la antología de nuevo terror latinoamericano Through the Night Like a Snake: Latin American Horror Stories (Calico Series – Two Lines Press), donde asimismo aparecen Mariana Enríquez, Mónica Ojeda, Camila Sosa Villada y traductores como Megan McDowell, Sarah Booker, Noelle de la Paz, entre otros. Lo que sigue es parte de un diálogo entre Chicago, Illinois, y Decatur, Georgia, donde hablaron del género de terror, los sobrenombres del dictador Augusto Pinochet y las cada vez más presente figura del/a traductora/o en la literatura de Estados Unidos, entre otras cosas.
Antonio Díaz Oliva: Querida Lisa, saludos desde “esa sombría ciudad” llamada Chicago, donde vivo desde la pandemia. Me gustaría comenzar nuestro diálogo preguntándote por tu ubicación: Decatur. ¿Qué puedes decirme sobre Decatur? ¿Y qué te trajo al estado de Georgia? Como que la palabra Decatur tiene un sonido interesante, un je ne sais quoi…
Lisa Dillman: Saludos, Antonio. Un gusto. Ya presiento que este diálogo será divertido. Es curioso que menciones el “sonido” de Decatur: por acá puedes identificar fácilmente a los recién llegados y a esos que quieren venderte algo por teléfono, ya que dicen “DEK-uh-tour” en lugar de “Dee-KAY-durh”, que suena mejor. Decatur es un sitio encantador y una ciudad muy literaria, con varias librerías independientes (aprovecho de mencionar a Charis, Brave and Kind, Little Shop of Stories, Eagle Eye…). Antes de la pandemia, la Feria del Libro de Decatur era, creo, la cuarta o quinta feria del libro independiente más grande del país. Soy su fan. Y lo que me trajo aquí fue la Universidad de Emory, donde llevo enseñando más de 20 años. Tú también eres profe universitario, ¿no?
A.D.O.: En realidad, ¡ya no! Por primera vez en mi vida, desde mis veintitantos años, no estoy enseñando. Hace un año y medio que trabajo en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago (MCA) como editor y traductor. No me puedo quejar; en la época en que comencé a sentir fatiga académica justo publiqué Campus, mi última novela, donde pinté un fresco no demasiado bonito (aunque tragicómico y picaresco) de un departamento de español y estudios culturales en una universidad de Estados Unidos que bien podría ser cualquier o ningún sitio en específico…
Bueno, oye, ¡Decatur suena bien! Igual acá te tengo que confesar mi ignorancia en cuanto a ciertas partes de este país (que para mí se siente más bien como varios países diferentes pegados entre sí). Porque por aquí y por allá veo ciudades con nombres como Decatur o Truth or Consequences (Verdad o Consecuencia), en Nuevo México, o esa ciudad que suena como si fuera un doppelgänger de una ciudad familiar para mí, llamada Valparaíso… ¿pero en Indiana? Y a propósito de los doppelgängers —que por lo menos yo los considero como una traducción de algo o de alguien—, quería contarte de la primera vez que leí “tus palabras”. Me refiero a ese hermoso volumen en inglés (Three Novels: Kingdom Cons, Signs Preceding the End of the World, The Transmigration of Bodies) que incluye tres novelas de un amigo que tenemos en común, Yuri Herrera. A partir de eso me gustaría saber cómo y por qué terminaste traduciendo esas novelas de Yuri. Y veo que dije “tus palabras” para hablar de tus traducciones, y por eso me pregunto… ¿son tus palabras o no?
L.D.: Oye, editor y traductor de MCA, eso suena genial. Y me reí a carcajadas sobre Campus. Tengo que leerla ya. Me encanta la sátira académica y nunca la he visto aplicada a los departamentos de español, por lo que de pensarlo hasta me da un poco de pudor. Pero para responder a tu pregunta, fue pura suerte. Hace muchos años, el maravilloso Henry Reese de Sampsonia Way, la revista de City of Asylum de Pittsburgh, quiso publicar un extracto de Trabajos del reino. Yuri había sido seleccionado por Horacio Castellanos Moya, quien entonces era autor residente en Pittsburgh, como un escritor a tener en consideración. Y resulta que mi amiga Katie no tenía tiempo para traducir la muestra, lo que dio lugar a una de las coincidencias traductoriles más felices e imaginables. Desde entonces he tenido la suerte de seguir traduciendo los libros de Yuri. Y sí, leíste mis palabras (y como conoces a Yuri, sabes lo generoso, abierto y realista que es tanto con respecto a su escritura como al papel de la traducción), y también palabras prestadas —o al menos sugerencias— de esos editores y personas a las que me dirijo cuando me surge una duda. Así que no estamos hablando de algo que me sienta totalmente propietaria. Mis traducciones son una iteración, para usar el término de Karen Emmerich, de un texto anterior. La traducción es mucho más colaborativa de lo que la gente suele pensar.
Pero ahora déjame hacerte un par de preguntas. Has escrito novelas y cuentos, sátira y terror y me imagino que otras cosas que me encantaría escuchar, si es que quisieras dar más detalles. ¿Te consideras un determinado tipo de escritor? ¿Y cómo empezaste a escribir?
A.D.O.: Antes de responder, quiero decirte que anoche fue el evento en Chicago para celebrar la antología Through the Night Like a Snake. Fue en Pilsen Community Books, una librería que me encanta. Éramos yo, la traductora Megan McDowell y la escritora y traductora Alejandra Oliva, quien tiene un libro en inglés muy interesante sobre traducción y migración: Rivermouth: A Chronicle of Language, Faith and Migration.
L.D.: Oh, excelente. Me interesa ese libro; ahora mismo estamos hablando sobre la “interpretación” en una de mis clases. Quizás pueda incorporarlo en el futuro…
A.D.O.: Y sobre tu pregunta: pensar en mí como un tipo específico de escritor es, la mayoría de las veces, un tema que se me va de las manos. Hoy en día, gracias a “Rabbits” y también a “Little Animals”, otro cuento que se publicará pronto en inglés (traducido por la maravillosa Charlotte Coombe), creo que me consideran… ¡un escritor de terror! Todo bien con esto (por ahora), en parte porque el evento de anoche me confirmó que los lectores de terror son de esos que se involucran bastante emocionalmente, creo que incluso más que otros tipos de lectores. Anoche una lectora se me acercó y me dijo que “Rabbits” le recordaba haber escapado de una intensa comunidad rural/religiosa (usó la palabra “culto”) en algún lugar de Pensilvania, pero también que en estos días trabaja en una empresa que utiliza… conejos como mascotas de terapia. Al escuchar esto, por supuesto, sentí algo entremedio a la felicidad y el horror.
L.D.: ¡Ja!
A.D.O.: Y para volver a tu pregunta: trato de no pensar demasiado en mí como escritor. Cuando escribo, soy escritor. Cuando no lo soy, soy editor, traductor y padre… y ciertamente un procrastinador. Sospecho que de esa forma le respondo a esa idea de la “figura” del escritor, que por lo menos para mí fue uno de los daños colaterales del boom: una época en la que los escritores latinoamericanos proyectaban una personalidad intelectual seria que brindaba opiniones intelectuales, y más serias todavía, sobre todos los temas posibles.
L.D.: Es curioso, esta imagen —la “figura”, la postura— es algo que asocio con ser un “autor” pero no un “escritor”. Quizás por autoridad, autoritario…
A.D.O.: Es verdad, y de hecho mencioné esto anoche, en el evento, cuando Alejandra me preguntó sobre nuestra colaboración, la traducción del cuento que en inglés se llama “Rabbits”, y que escribí hace como diez años, en español, aunque la idea ya estaba en mi cabeza mucho antes… supongo que ese cuento es justamente una forma de pelear con varias figuras de autoridades… bueno, mira, ya que estamos hablando del cuento, me gustaría preguntarte algo que ni yo, ni mis editores, ni mi terapeuta (risas), me han ayudado a entender: ¿Por qué conejos?, ¿por qué ese animal en específico? Yo no tengo idea. Mejor cuéntame sobre tu experiencia del otro lado del espejo: ¿Cómo fue ver a estos conejos como lectora y luego como su traductora al inglés?
L.D.: Una de las cosas que me encanta de la traducción es eso de estar subsumida por un texto, aquel período en el que piensas en la traducción todo el tiempo y que de alguna manera te atormenta (nunca mejor dicho). Y para mí, los conejos se volvieron realmente espeluznantes debido a tu escritura. Empecé a pensar en esos pequeños ojos brillantes. Y en esos rápidos y espasmódicos golpes de sus piernas. Y en esos constantes espasmos nerviosos. Además, claro, se les puede relacionar con esa “experiencia formativa” que constituye el núcleo de “Rabbits”. ¿A cuántas cosas puede aludir ese concepto?, ¿qué tan polisémico es? Para mí, esa parte en que los protagonistas “follan como conejos” es una de las cosas más formativas que hacen, ¿no? Creo que hay algo central en el buen terror literario (y estoy reflexionando sobre esto ahora), lo cual implica tomar algo que no es a primeras terrorífico y convertirlo en algo que lo sea. En este caso es tomar a esos lindos conejitos y convertirlos en figuras aterradoras. Esa una prueba de lo que consigues con tu escritura.
A.D.O.: Me honran tus palabras y debo confesar que me divierto mucho (¿y de una manera malvada?) cuando tomo cosas que son lindas o cursis y las convierto en cosas pequeñas y extrañas y monstruosas y, en este caso, hasta espeluznantes. Así que gracias por tus palabras, de nuevo. Me dio risa (¡también una risa muy malvada!). Me encantan tus reflexiones sobre los conejos, ya que me llevan a pensar sobre el terror como género, y sobre lo que hago en otros cuentos de la misma colección. ¿Acaso el terror (u “horror” como le dicen en inglés) más interesante es aquel que toma algo que creemos familiar y de repente se convierte en un recordatorio de que todo en esta vida puede volverse algo inquietante y/o escalofriante?
Al menos para mí, esto que llamamos realidad siempre ha sido un asunto extraño y siniestro…. Supongo que el buen terror es como una alarma que constantemente nos recuerda todo esto que te digo.
Ahora quiero preguntarte algo que es menos (espero) horrible. Sobre algunos de los desafíos que trae consigo la traducción. Recuerdo que, cuando estabas trabajando en esta traducción, intercambiamos algunos correos electrónicos sobre cosas muy específicas; por ejemplo, qué dejar en español o no. Y bueno, como chileno (es decir, como alguien que no está seguro si lo que habla es realmente español o eso que en inglés le dicen “mumblecore”, jajaja), me provoca curiosidad la forma en que se percibe la chilenidad a través de la escritura.
L.D.: Es interesante este tema. Recuerdo mi entrevista para entrar a la escuela de posgrado en el Reino Unido, donde hice una maestría en traducción con Peter Bush. Le dije que quería especializarme en ficción de la Guerra Civil española. ¿Te imaginas? La ingenuidad de mi parte. Eran finales de los 90, acababa de hacer un máster en Estados Unidos sobre la ficción de Carmen Martín Gaite y había mucha ficción de la Guerra Civil española que me encantaba. Y la respuesta de Peter fue básicamente como: “Ummmmm. Así no es cómo funciona esto de la traducción”. En aquel momento claramente no tenía idea de hasta qué punto la traducción es investigación. Todos y cada uno de los proyectos. Y no sólo el tema, es decir, investigar la historia de lo que se traduce, aprender sobre la época y los acontecimientos, etc., sino también la variación lingüística. Y recuerdo haber consultado contigo algunos términos que no estaba segura de si tenían un significado diferente en Chile (por ejemplo, ¡guagua no es un autobús sino un bebé!). Pero creo que el chilenismo más memorable fue “el guacho”. Qué hacer con esa palabra: guacho. No tenía idea de que significara estar solo, y que en Chile veo que se usa de varias maneras. Y lo curioso de este dilema de traducción en específico es que guacho es lo que Raquel, uno de los personajes, recuerda a partir de una canción, “Toda la gente guacha”, en español. Y en el cuento, cuando se evoca esto por primera vez, es solo la letra de una canción. Y quizás porque el término “guacho” es bastante polisémico en chileno, podría sugerir varias cosas. Pero en inglés la canción es “All the Lonely People”, y uno inmediatamente piensa en “Eleanor Rigby”, que es la canción que Raquel recuerda, aunque no lo sabemos en ese momento. Entonces en la traducción le puse el título “Where Do They All Come From?”, que es la siguiente línea de la canción de los Beatles, mucho menos reveladora. De esa manera podremos aferrarnos al misterio hasta que más tarde se revele que este recuerdo se refería a una versión de la canción de los Beatles. Otro marcador claro de chilenidad es que el personaje principal dice “Pinocho” en lugar de “Pinochet”. Me interesaba mantener ese detalle, tiene mucho sabor local.
A.D.O.: Sí, a principios de los noventa teníamos muchos apodos para Pinochet. Pinocho, es uno de esos. Los pinochetistas solían llamarlo “el tata” o “mi general”. A mí me hacía mucho sentido el apodo “Pinocho” porque era un títere y la CIA era, bueno, Geppetto. Y los que crecimos en los noventa, justo cuando la cultura pop y la jerga estadounidense nos lavaban el cerebro, le inventamos otro apodo: ¡Pino-shit!
L.D.: Increíble. Nada como un insulto de una palabra que contenga tantas capas y matices.
A.D.O.: Me encanta lo que dijiste antes. Tu respuesta a Peter Bush fue algo ingenua, como mencionaste, ¡pero también rebosante de entusiasmo y resistencia! No sé cómo te sientes al respecto, pero cuando traduzco investigo un poco y también necesito permanecer ignorante para mantener viva mi resistencia. Quiero que me sorprendan, sobre todo en el primer pase. Me alegra que hayas tocado estos temas relacionados con la traducción y el inicio de tu carrera, ya que quería preguntarte sobre esto. ¿Has notado que en estos días las notas del traductor se han vuelto casi un género literario en sí mismo? Esto me encanta. Es como si el traductor, que solía ser invisible, ahora te abre la puerta de la casa y hasta te recibe como diciendo: “Déjame contarte la historia de cómo traduje esta otra historia”. Creo que recientemente alguien tradujo al inglés a la escritora chilena Diamela Eltit y al mismo tiempo escribió y publicó un libro completo (¡!) sobre esa traducción. Es como un cuento borgeano: la nota del traductor se convierte en el verdadero libro. No sé, ¿qué dices?, ¿las confesiones de los traductores son un nuevo género literario? Y además de tus palabras que acompañan la trilogía de Yuri Herrera, ¿has escrito otras notas de traductora?
L.D.: Ah, te refieres a Catching Fire de Daniel Hahn. Es un libro asombroso y uno que claramente ya encontró una comunidad de lectores que llevan preguntándose lo mismo hace un tiempo. Tengo ganas de leer la nueva novela de Jennifer Croft, The Extinction of Irena Rey, la cual ya fue escogida por dos de mis clubs de lectura. Bueno, me estoy desviando. Danny y yo hemos (co)traducido un par de libros juntos y, aunque ninguno de ellos tiene notas del traductor, hicimos un artículo en Lit Hub sobre la (co)traducción. Y sí, creo que las notas de los traductores son cada vez más comunes, ya sea como paratexto o publicadas en otro lugar (en el sitio web de la editorial o en una revista en línea, por ejemplo). En cuanto a mis incursiones personales, además de escribir sobre la trilogía de Yuri, hice una nota para Diez planetas, su libro más reciente publicado en inglés, que es una colección de cuentos de ciencia ficción (a falta de un término mejor). Y escribí una nota en la traducción para Las manos pequeñas, la primera novela de Andrés Barba que traduje (este verano voy a traducir al inglés… ¡mi séptima novela de Barba!) En general, siento que la gente quiere saber más sobre lo que sucede detrás de escena, sobre procesos y esa personas hasta ahora invisibles o invisibilizadas, y sobre las manipulaciones y aquello que es muy subjetivo que conlleva la traducción. Y eso se aplica a los traductores que hablan de su propio trabajo, pero también de libros como Translation and Race de Corine Tachtiris, Literary Translation and the Making of Originals de Karen Emmerich y This Little Art de Kate Briggs y el hecho de que Emily Wilson haya sido entrevistada tan extensamente… Y asumo y espero que el papel de la edición sea la próxima iteración de esta inmersión profunda en el proceso de publicación de múltiples capas. Hablando de eso, ADO, ¿estás escribiendo en este momento? Porque mencionaste antes que ahora te consideras un “escritor de terror” … Entonces, entre ser papá y el museo, ¿en qué estás trabajando?
A.D.O.: Como siempre, estoy entre varios proyectos al mismo tiempo (y como la mayoría de las veces, proyectos que se contradicen y pelean entre sí). Son como mis hijas, me piden atención al mismo tiempo. Bueno. Últimamente he dedicado cada vez más tiempo a dos proyectos. 1) Una recopilación de no ficción que incluye 40 entrevistas con escritores estadounidenses (desde Don DeLillo hasta Junot Díaz), de cuando trabajaba como periodista en Chile. 2) Una novela de traducción de terror que sucede en un museo. Tiene un personaje, el traductor, que se termina por aislar de la realidad luego de tanto traducir arte contemporáneo… hasta que un día se convierte en su propia traducción o doppelgänger. Mejor no decir más. Igual debo confesar que estoy escribiendo esta nouvelle en inglés, aunque con la promesa de (auto)traducirme al español y publicar primero el libro en ese idioma. Como Manuel Puig en Maldición eterna a quien lea estas páginas. De hecho, el título work-in-progress del proyecto es Maldición eterna a quien traduzca estas páginas.
L.D.: Oye, qué título tan brillante. ¡Me encanta! Y como vas a auto-traducirte, supongo que maldecirte a ti mismo es aceptable, porque además esta es una maldición o hechizo que solo tú te puedes sacar de encima. Esperaré con ansias estos dos libros en el futuro.
A.D.O.: Gracias, querida Lisa. Me ilusiona que tú seas una de las lectoras. Y hablando del futuro: espero que esta conversación sea el comienzo de una amistad, o la continuación de la amistad que ya hemos establecido con “Rabbits” y este intercambio de ideas sobre la traducción y otras cosas. Me encantaría visitar Decatur en los próximos años y espero que podamos vernos y, por supuesto, siempre puedes venir a visitarme a Chicago.
L.D.: ¡Trato! Y yo siento lo mismo. Gracias, ADO, esta conversación ha sido un verdadero placer y el comienzo, más que el final, de algo.
Lee un avance de “La experiencia formativa”, del libro de ADO Las Experiencias,
disponible en Estados Unidos con la editorial SED, aquí.
Lee un avance de “Rabbits”, la traducción de Lisa del cuento de ADO que aparece en la antología
Through the Night Like a Snake: Latin American Horror Stories,
disponible en Estados Unidos con la editorial Two Line Press, aquí.
Foto: Kim Menikh, Unsplash
Antonio Díaz Oliva (ADO) is a writer born in Temuco (Chile) and living in Chicago. He is the author of the non-fiction book Piedra Roja: El mito del Woodstock chileno, the novel La soga de los muertos, the short story collections La experiencia formativa, La experiencia deformativa, and Las Experiencias, as well as the editor of the anthologies 20/40 and Estados Hispanos de América: Nueva Narrativa Latinoamericana Made in USA, in which he brings together authors who write in Spanish and live in the United States such as Valeria Luiselli, Rodrigo Hasbún, and Carlos Yushimito, among several others. He received the Roberto Bolaño Young Writers Award and the National Book Award from the National Book Council of Chile, and he was chosen by the FIL-Guadalajara as one of the most outstanding Latin American writers born during the 80s. His journalism and essays have been published in Rolling Stone, Gatopardo, Letras Libres, and El Malpensante. Find him on his personal website, Instagram, and Twitter. | |
Lisa Dillman translates from the Spanish and Catalan and teaches in the Department of Spanish and Portuguese at Emory University. She has translated more than twenty novels, including those of Sabina Berman, Andrés Barba, and Yuri Herrera. Her translation of Herrera’s Signs Preceding the End of the World won the 2016 Best Translated Book Award. |