Bauhaus1
En Bauhaus la noche dura lo que un sueño.
Bailo en medio de un bosque oscuro.
Mis pasos suenan como palmas contra un tambor,
mis movimientos replican danzas remotas
aunque nadie lo sospecha.
A lo lejos, la luz de un cigarrillo me advierte la cercanía de alguien.
Deprisa, mi cuerpo se transforma en alas y en aire.
Me he vuelto leve e invisible
y mi presencia molesta
como una partícula de tierra en los ojos
o un soplo en los oídos.
Me introduzco en los secretos,
me poso en los rostros juveniles,
en los labios en medio de un beso,
pero nadie ha sentido el calor
ni el sonido crepitante
de una pequeña chispa entre sus labios.
La música me envuelve nuevamente
y yo sigo danzando
dantescamente
sola,
dichosa,
en la espesura y las tinieblas.
Música continua
Brazos deslizándose
más allá del ritmo,
pasos cortos
y ondulantes
girando hacia el origen.
La cortadora gira
intermitente
con los ojos,
rayos de sol
palpando la mirada.
Retumbo,
golpe del bajo
en los temporales
y del hacha
sobre el tronco.
Lejos,
se escancia el vino,
brota una cascada
y las chispas
reconocen el rostro.
La silla
es una balsa
que se mueve
con las ondas
terrosas del río.
La música
es ahora
trinos,
chillidos
y ulular del viento.
Una Bovary cualquiera
La luz penetra apenas por la ventana de la cocina.
Dos mujeres se miran,
entre el ruido blanco del cuchillo
y el aroma del ajo recién dorado.
Mientras una conversa,
la otra ve girar sus palabras
a un ritmo invariable
y su mirada se pierde.
Se ha esfumado el niño
que se aferra a su falda y llora.
En seguida percibe una música suave
y al lado de su falda un maletín.
Las boutiques se suceden,
El ambiente está cargado de
una fragancia ligera,
un trozo de verano.
Por los inmensos cristales,
la luz se escurre en curvas aleatorias,
mientras el boleto vibra
y la falda vuela.
Los flecos de la sombrilla se agitan.
Ella corre hacia la orilla,
el mar roza sus pies
y siente un cosquilleo en la espalda.
De golpe,
suena la tetera
y lacera los tímpanos
como el grito de un ave de rapiña.
Ahora, su mirada
recuerda a la de Emma
antes de asir el frasco
que apuró su partida.
Desajuste angular
Entrecerrados los ojos,
el prado es más verde
y el viento sopla
a un ritmo de jazmín y rosas.
Corro a velocidad media:
se ha detenido el tiempo.
Pero,
al abrir los ojos,
percibo
nuevamente
la tormenta
que horada,
gota a gota,
en escala hexafónica,
mi cálida piedra
del entendimiento.
Camille Claudel
Cerquillo anárquico,
mechones serpenteando.
Mirada franca y melancólica
que roza
no sé qué confines
de mármol y barro.
Camille,
estoy al lado de tus bañistas,
debajo de esa gran ola que esculpiste.
Las risas, luego del chapuzón
y los revolcones,
se han detenido.
Mis fantasmas están en la cresta
y me miran afectuosamente,
pero está muy lejos
la arena amable.
Es verdad, somos tres
y estamos cogidas de la mano.
Sin embargo,
la fuerza y la dirección
de las corrientes
mueven separadamente
nuestros sueños o pesadillas.
He logrado el equilibrio en el caos y
la vida aún se mantiene en órbita
por un delicado efecto gravitatorio.
Pero las resonancias de naufragios pasados
y una suave disonancia en la punta de los dedos
me han secado la boca
y es difícil asimilar esta onda
que se expande internamente
e intenta desbaratar
cada molécula de rocío.
No obstante,
miro La grande valse, tu figura
de esa pareja bailando al filo del abismo:
consonancia de
movimiento,
nostalgia,
magia
y locura.
Entonces,
recuerdo que es posible
inclinarse hacia la nada
sin sentir el rumor
de una flor agazapada en las piedras,
solo su aroma.
Y veo mi rostro
sumergido
en la neblina profunda
sin oír el canto de la tierra,
solo su latido.
1 Famosa discoteca limeña durante la década del noventa.