Nota del editor: La revista World Literature Today dedicó su edición de septiembre 2023 a las literaturas indígenas de las Américas. Nos complace compartir algunos textos de este número de WLT, en edición multilingüe, en la sección de Literatura Indígena del presente número de LALT.
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Los abuelos milenarios del universo Quechua Yanakuna, en el Macizo Colombiano, nos han transmitido que la madre primigenia es una Tapuku y que su Territorio es el Útero en donde germina la vida para ser regada por el universo. Veamos el relato de origen como dio lugar a la palabra y al sentido de la vida desde el sonido:
Se menciona desde la palabra antigua del universo Quechua Yanakuna que los primeros seres que poblaron esta tierra vinieron en forma de vapor y así mismo se llamaron Tapukus porque surgían del fondo de la tierra y cuando salían a la superficie algunos hacían el sonido de tapuk… tapuk… tapuk… y otros respondían ku… ku… ku… Así seguían brincando y tratando de volar. El gran padre Waira que era el viento los tomaba de la mano y los llevaba a sus dominios y pronto iban emblanqueciendo la tierra, entonces algunos tapuk y otros ku no quisieron seguir al gran padre Waira y se juntaron formando una gran sombra, de aquella sombra surgió una masa la cual fue formando un primer cuerpo que tenía el sonido y la seña de los dos, de Tapuk y ku.
El padre Waira sintiéndose rechazado soplo fuerte sobre esta masa la cual fue cogiendo forma de una gota grande y después tomó forma de mujer, el padre Waira siguió soplando y la lanzó por el aire, pero la masa ya tenía cuerpo de mujer, con la fuerza del viento la sombra iba haciendo los dos sonidos de tapuk ku, tapuk ku, entonces el gran padre observando que era una mujer decidió llamarle tapuku y acompañarla en su vuelo para formar con su cuerpo los ombligos de agua, las lagunas, los ríos y las quebradas, ella iba cantando, rozando su cuerpo entre la oscuridad, con su sonido y aliento se iban formando las aguas cálidas y las frías, el gran padre Waira soplaba suavemente y así iban brotando las aguas que comenzaron a correr por el universo.
Este relato me permite hablar un poco sobre la palabra en tiempos de llamados a la humanidad respecto a la transformación de la conciencia. Hay una realidad en relación a nuestras cosmovisiones, a nuestras lenguas y registros como pueblos originarios, decimos que somos gente cuya palabra trae en lo oral la primera escuela de la vida, los mandatos de la madre tierra, las leyendas, los cantos e historias alrededor del fuego y la palabra dulce desde lo que llamamos “las tres tulpas del conocimiento”, nuestra realidad al lado de la Pachamama, (la madre tierra), La Mama Yaku (el agua), los Urkus (las montañas) y los espíritus. Esa ha sido nuestra verdad y aun hoy día, así andemos por la ciudad, sentimos que somos cuerpo y a la vez territorio andante, tenemos la memoria y los conocimientos de nuestros más antiguos abuelos porque dichos conocimientos han sido entregados de generación a generación a través de la palabra. La palabra y los sonidos como elementos que fundan el origen de la vida y la madre y padre creador a quien debemos agradecer.
En aquel vuelo entre la “tradición oral” y la “escritura”, somos gente del agua y del viento, somos estrellas del universo, tenemos los saberes antiguos pero también nos ha tocado aprender a manejar diferentes elementos que se han ido dando en el mundo contemporáneo, ya sea de comunicación u otras actividades. Globalizamos también nuestras resistencias, nuestras búsquedas y permanecemos en el justo lugar que nos corresponde en el proceso de creación y recreación de la vida así como en la preservación de saberes y transmisión de esperanza para un mundo mejor.
Como gente Quechua Yanakuna, en mi caso, escribo desde la oralidad para generar un “Chaka”, un puente entre lo que ha sido transmitido desde la palabra, la forma de nombrar y la escritura para conservar la memoria de nuestra cultura, los cantos, las leyendas, los sonidos, las lenguas y tradiciones. Nuestra relación con la madre tierra, con nuestros espíritus, con la naturaleza y con el agua como fuente del origen es indisoluble pues en la lengua y la palabra permanece la magia que nos regaló la vida desde nuestros ancestros.
Ahora bien, lo que llamamos tradición oral sabemos que arrancó con las primeras visiones que el ser humano tuvo sobre el color de la madre tierra y el lenguaje de la naturaleza, el asombro por la fuerza del trueno, el rugido del jaguar, el vuelo inconmensurable del cóndor, el mensaje del águila en la inmensidad del espacio azul, luego fue el gesto, el movimiento de las manos, los labios, los ojos, que dieron señas sobre el asombro frente a las manifestaciones de la naturaleza y posteriormente vino el signo o en el símbolo que dejaría la señal sobre el paso de algo por un camino o quizá, sobre lo observado en relación a la naturaleza, así surgieron los primeros signos en la piedra, en la madera, en la arena.
Con el paso del tiempo se fueron tejiendo hermosas leyendas, mitos, cuentos y cosmovisiones en donde anidan dioses y diosas que dan sentido a la vida en la tierra. Así se fue configurando la palabra, desde los cantos ceremoniales para brindar homenaje a lo divino, al misterio de la noche y las estrellas o al esplendor del sol. Surgió entonces la palabra para nombrar esos sonidos de la tierra, llegó desde la misma voz de las aves, desde el mismo rugir de los animales, quizá desde
los mismos gritos de angustia frente a lo desconocido; sólo entonces el trueno y el rayo se llamaron de esta manera, solo que en las diferentes lenguas fueron “voz del espacio”, “voz del ser creador” y así sucesivamente. En el mundo Quechua se le llamó “illapa”, que quizá pretendía descifrar aquel sonido poderoso del trueno y aquel resplandor de luz que cae como energía sobre la tierra. Fue en dicho diálogo permanente con las aves, con los animales de la selva y montaña, con los espíritus como surgieron las diversas lenguas que dan sentido y diversas interpretaciones a la presencia humana ante la naturaleza.
Muchos años debieron pasar para que en el corazón de la palabra, desde las lenguas y de generación en generación se fueran tejiendo las llenuras y los abismos en el corazón, las aventuras y desventuras humanas en una relación filial entre tierra, hombres, animales, espíritus. Así mismo para que se ejercitaran diversas formas pictográficas y también diversas formas del lenguaje y así poder entenderse con los demás.
Desde los mensajes del humo, los cantos de tambores e instrumentos como el maguaré, el pututo o la caracola, las señales en las rocas, los tejidos, los rastros en los caminos, los nudos de colores llamados “quipus” entre los Incas siguieron nombrando el mundo.
En el relato del origen del agua como Útero del universo está impreso el sonido y la seña, la unidad con el vientre materno desde donde la primera gota da sus primeros sonidos para condensar la palabra “tapuku” que viene a ser el ser hembra o macho creador desde el origen de la existencia en el mundo Quechua Yanakuna, un ser que se alimenta de vapor y que desde la lengua Quechua nombra el “uku” que es inframundo, el lugar desde donde ascendió para ayudar a crear la vida y luego ascender al tercer mundo y permanecer en las nubes y el cosmos.
La palabra de origen que retomó el sonido, como si fuera un bebe que balbucea, que tararea, que imita al pájaro entre la sonrisa y llanto hasta llegar a hacer cada día más formidable en el nombrar lo presente y lo ausente y luego, en el marco de las penas, en la penumbra, en el desarraigo poder perdurar y no perder la esperanza de seguir transmitiendo sueños de vida.
Esta palabra se escribió luego con otros signos y con pluma de corona de medicina de grandes sabedores, pero embadurnada de sangre por las constantes invasiones y como las letras no tienen culpa de nada, nos permitieron describir nuestra grandeza y también el dolor de nuestra gente, con las lenguas propias o de dominación se logró narrar y leer las gestas de seres hechos de carne y hueso o seres que emergen de los diferentes mundos imaginativos y que nos han permitido igualmente permanecer ante los nuevos desafíos.
Escribir es de alguna manera, encontrarnos con voces lejanas o cercanas, beber de fuentes en donde la palabra ha sido un símbolo de resistencia a través de las lenguas indígenas, pero también es ir a otros espacios que requieren de nuestra oralidad y en donde se entiende otro tipo de lenguajes. Escribimos en lengua originaria para recordar a cada momento que somos hermanos en el caos, en los sueños de construcción de nuevos mundos llenos de paz y armonía.
Decimos que estamos en tiempos de transformación de la conciencia tal como lo han llamado desde nuestro mundo Quechua los Amawtas, los sabios guías espirituales que mencionan sobre las señas del florecimiento de lenguas, cantos y tradiciones de los Pueblos para el buen trato junto a la madre tierra, la nueva era de renovación de la conciencia en el corazón humano, la era del amor, la era en donde la Pachamama, la montaña, el río, la selva, se está expresando constantemente sobre el orden y los desórdenes de la humanidad.
Por esas razones las lenguas originarias y la palabra desde nuestras cosmovisiones son de resistencia a las diferentes épocas de colonialismo, pero así mismo, es la palabra que indaga sobre la memoria de la madre tierra y la naturaleza para aportar semilla a la construcción de un mundo con valores y hermandad que permitan salvaguardar el planeta.
Debemos seguir caminando las sabidurías de los Pueblos originarios y buscar un mayor acercamiento entre el ser humano, el árbol, la piedra, el agua. Hay que brindar ofrenda a la tierra para agradecer por la vida y hay que seguir tejiendo armonía en los círculos comunitarios. Si logramos fortalecer los primeros círculos de la vida, avanzaremos en el propósito universal, esto es: lograr la armonía en la familia como primer círculo, luego en la comunidad y así hasta llegar a lo universal.
Es verdad que no hay perfección posible, la vida en sí tiene incorporado su caos, pero la palabra de creación que nombra el origen del agua, del viento, de los astros nos interpela a tomar conciencia sobre la búsqueda del equilibrio en el corazón humano para orientar la vida de una mejor forma y volver al útero de la esencia, al origen.
Termino diciendo desde la lengua quechua:
ñocanchiska shimi runa ñocanchisca rumi yaku sonkoymanta allpamantawauki cay runa churik causayta
Somos palabra humana, somos piedra, corazón del agua, hermanos de la tierra, somos hijos para la vida.
Publicado originalmente en World Literature Today, vol. 97, nro. 5 (septiembre 2023)
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