Miguel James nació en Puerto España, Trinidad, en 1953, y se residenció en Venezuela desde los seis años. Su universo lírico emerge de las costas antillanas, es la síntesis caótica del sincretismo cultural que define el Caribe y este rasgo lo convierte en un caso atípico dentro de la poesía venezolana contemporánea. No es frecuente que nuestra poesía exprese su filiación caribeña, aunque se pueden establecer huellas de esta realidad geográfica ineludible. Su particular voz surge en la década de los ochenta del siglo XX, cuando la estética de Tráfico y Guaire —dos grupos literarios venezolanos surgidos a principios de esa década— imponía el exteriorismo, la calle, lo cotidiano en la lírica nacional y rechazaban la nocturnidad que Vicente Gerbasi había cristalizado en su verso de Mi padre, el inmigrante (1945): “Venimos de la noche y hacia la noche vamos”. Su primer libro, Mi novia Ítala come flores, data de 1988; y el último, Kentakes, poemas para la reina y otras obras maestras, de 2003. Entre estos extremos están: Albanela, Tuttifrutti, Blanca y las otras (1990), La casa caramelo de la bruja (1993), Nena, quiero ser tu hombre y otras confesiones (1996), A las diosas del mar (1999), Tiziana amor mío (1999), Oda a Naomi (2001). Su obra poética completa fue editada en 2007 con el título Mi novia Ítala come flores y otras novias. También es autor de la novela Sarita, Sarita, tú eres bien bonita (2004). Luego de haber viajado a Trinidad a finales de la década de 2000, no ha habido más noticias sobre su destino. Seguidamente, se asomarán algunos rasgos que caracterizan su escritura poética, las contradicciones formales y temáticas que logra armonizar en el espacio del poema y que le han permitido elaborar una obra que destaca por su singularidad y su osadía.
Si bien comparte con los grupos mencionados la visión de una poesía de la calle y de la cotidianidad, incluso la influencia anglosajona, su imaginario se alimenta con la cultura pop, el beatnik y la densidad de lo sagrado, la cultura del África Negra, el ritmo, el canto y lo popular. La disolución de fronteras entre lo culto y lo popular se percibe espontáneo, cercano, fácil. Conciencia poética lúcida, bagaje lírico y conocimiento literario sustentan este decir al desgaire. Sus poemas se hacen calle, música de múltiples registros. En los más simples, en los más cercanos a la oralidad, subyace el saber de formas y temas que recorren la historia y la cultura occidental y africana. No es una escritura ingenua, su palabra hereda el saber que la precede.
La cotidianidad y lo sagrado, la fricción de lo común con lo exótico, prende y arde la llama de una manera de decir y habitar. “Totona”, “caracola”, “culito”, “mirlo”: cruce de tiempos y estéticas, fusión. La letanía, el tono sacro-profano, la irreverente reverencia, la áspera cotidianidad y el mundo soñado e ideal, lo lírico y lo coloquial, son polos y contradicciones en armonía bajo el sabor caribeño, la suntuosidad africana y oriental, ritmo y erotismo.
Sus temas están definidos desde su primer libro editado: el discurso erótico y la idealización de la mujer, el discurso crítico-social, lo africano y lo caribeño. El sentimiento religioso, inseparable de lo erótico, no se somete a ninguna iglesia, es una espiritualidad genuina, no convencional. Canta y celebra a la mujer con distintos tonos y ritmos, con rememoraciones bíblicas y reggae. Su discurso amoroso brota de imágenes exuberantes, copiosas y opulentas que se agolpan y expanden, y, de esta manera, magnifica el objeto al que canta pero no lo cosifica.
Dialoga con los valores de la cultura eurocéntrica y los de la cultura africana; el pasado histórico, con el presente personal. La mujer, particularizada en muchos nombres, es, al mismo tiempo, universalizada: alejada de los estereotipos, es exaltada como reina y diosa. El fin: subvertir el orden, burlar lo establecido. La agresión y la provocación sirven para transformar y cuestionar la realidad. Este carácter underground y marginal de su obra se confronta con el mundo idealizado en el deseo de recobrar un antiguo esplendor: rey por su origen racial.
En la lírica caribeña contemporánea, la búsqueda del arraigo es significativa. Las huellas de la colonización llevan a la búsqueda y magnificación de una identidad que fue o es reprimida y desvalorizada por los mismos que han sido sometidos a la imposición de una cultura ajena. Su poema “Trini” revela de manera notoria su filiación. El primer verso “Yo nací en una isla” remite al verso inicial del texto del llamado Príncipe de los poetas antillanos, Daniel Thaly (Martinica, 1879-1950): “Yo nací en una isla amorosa del viento”. Y si Thaly describe lo caribeño como paisaje, evidencia la misma intención de pertenencia y reafirmación de la identidad que James muestra. Esto se percibe por el uso del yo (yo nací, yo vi, yo respiré). “Trini” se constituye en una manifestación poética de un yo que se ubica y enraiza en el tiempo, en el espacio y en la historia. Las imágenes plurales que se van encadenando para elaborar la visión de la isla son producto de la amalgama cultural que constituye el complejo y fusionado universo caribeño. Es el establecimiento de su filiación y herencia: “Yo nací en Port of Spain/ Hijo de Lillian/ Primogénito de Michael/ Nieto de Edna/ Bisnieto de Du”, pero también es la expresión del lado oscuro de su herencia: la violencia, la destrucción y la dominación. También en “Salve Inglaterra”, se reconoce ese lado oscuro y la ambivalencia emocional que produce para luego negarlo en “Sólo me importa que tú estés conmigo”, el poema que sigue a “Salve Inglaterra”. El mundo del rastafari y el reggae —que ha devenido en moda, vaciada de su significado religioso y cultural— están poetizados en “Reggae para Marilyn”, por ejemplo.
Los motivos recurrentes en la poesía de Miguel James entran en un juego valorativo de lo importante y lo nimio, así ubica al lector en la duda: “contra lo profundo canciones leves”, verso que expresa su ars poética, le permite encubrir su posición de despojado y reconquistar su lugar en el mundo. El yo lírico se autodenomina rey, dios, y se coloca por encima de todo, exaltándose y magnificándose. Ejemplos de lo anterior son “Yo me amo”, texto que permite una lectura irónica y crítica acerca del narcisismo, y “Victoria” que sigue la forma, pero se opone al contenido de “Derrota”, el poema más famoso de Rafael Cadenas.
De poema en poema, se percibe una mirada irónica, crítica e insatisfecha, que solo varía cuando da cabida a lo mítico y a lo cosmogónico. Historia y mito en tensa convivencia. El mundo de los dioses africanos, mundo oprimido por la colonización, surge como reafirmación de la identidad, encuentro y reconocimiento de la herencia reprimida. La Gran Madre (Tierra) surge, no solo como “mujer-madre-tierra”, sino como paradigma existencial opuesto al racionalismo patriarcal de la sociedad occidental. La isla natal es igualada a la madre. “Yo nací en una isla que es el útero del mundo / Allí vuelvo otra vez a nacer”. La acción de regresar y renacer remite al mito del eterno retorno, habla de exilio, de destierro. Cuando el poeta incorpora a su universo verbal a Jah, Oshun y otras divinidades, o cuando convierte lo africano en paradigma de belleza occidental, incorpora valores reprimidos por la cultura grecolatina y judeocristiana. No solo allí reside la relevancia de la presencia del principio matriarcal, también es importante como directriz creativa. Tal principio conecta con lo irracional, la intuición, la revelación, rasgos que se pueden entrever en la poesía de James.
El erotismo que recorre su escritura no es transgresor sino constructor, y crea lugar para la ternura. La fragilidad del evento nimio que busca expresar el amor en “Era para ti mi rosa” conmueve hasta el silencio. En “Magnífica estrella” brilla la nostalgia del amor perdido, pero no dejado de amar, y el anhelo del regreso en “Dime que volviste”. Los grados del amor y el desamor son uno de sus ejes temáticos, en torno a él giran los antepasados, los amigos, lo pretérito, la remembranza, el cuestionamiento a lo social instituido.
El amor profundamente reverenciado es rescatado como ceremonia y rito antiguo. Es amable y es plena rememoración. El recuerdo se hace presente gracias al reencuentro con el lugar que evidencia la ausencia, el espacio cerrado del cuarto y la contemplación. Es una poesía celebratoria y del agradecimiento a lo vivido: “Gracias Sara/ Gracias/ Muchas gracias/ Miguel James/ Agradecido”. No es casual que haya titulado a uno de sus poemas “Caminando con Walt por el parque”, y que en otro poema, conformado por preguntas, haya una directa referencia a Hojas de hierba, pues es una de las influencias que le permitió condensar un discurso lírico con las características que ya he señalado.
En su poesía, aparece un tú poético-erótico múltiple que, a veces, se condensa bajo el nombre de Sara, dama del poeta, referencia a una personal real. Sigue, así, una tradición que, ya lo señalé en otra ocasión, se puede nombrar desde Catulo, pasando por Petrarca y Dante. No se limita a cantar y exaltar el cuerpo de la mujer como un tú deseado, tal como se observa en la poesía erótica escrita por hombres en general. También le canta a su propio cuerpo, a su pene, a su virilidad. Nombrar el cuerpo, alabarlo, en medio del decir erótico, es un rasgo que muestra la influencia de la poesía celebratoria de Whitman y que ha sido más desarrollado por la poesía escrita por mujeres. Apropiarse del propio cuerpo en el poema, a través de la palabra, es un acto de recuperación que permite nombrar al otro, en este caso a la mujer, de una manera más completa e integrada. Nombrar el cuerpo es darle su lugar y su luz, vencer la despersonalización que impone un cuerpo ideal e impuesto por la sociedad. Es una expresión más de la rebeldía discursiva y existencial de un poeta que se reconoce en los márgenes de su sociedad.
Oda a Naomi revela los ecos del Cantar de los cantares, clara influencia en su poesía amorosa, y se abre paso hacia lo esencial al lograr conectarse con el ritmo totalizador del universo. Desde allí, celebra lo femenino con escasas palabras y ricas imágenes en repetición evocativa. La letanía es recurrente en su obra y le otorga el tono sagrado ya mencionado. Su vínculo es el ritmo, ritmo primero, femenino: el pulsar de un corazón que marca y reitera la cadencia de un útero mayor y primordial, el del universo. El poema lo persigue, lo presiente y logra la armonía cuando alcanza la correspondencia. Por ello, Oda a Naomi no se pliega a lo intelectual ni al pensamiento, sino a las fuerzas supremas del cosmos. Lo elemental es un lugar alcanzado desde un particular tipo de iluminación. Por la relación que guarda con un orden mayor, la musicalidad de las palabras y de las repeticiones producen un efecto de encadenamiento, sonidos que se desprenden de unos y caen en otros, para lograr la alquimia verbal, la transmutación.
Naomi Campbell, uno de los iconos de la cultura mediática, se convierte así en representante arquetípico de la mujer y es arrebatada de los territorios del consumo y de lo estereotipado. Al dotarla de sentido, el poeta la transforma en mujer-mito, mujer universal idealizada y divinizada. Es recuperada como objeto sagrado y del deseo, por los atributos que concede la palabra poética; es el camino de alabanza y celebración de lo femenino que signa su propuesta estética.
Fiel a lo ancestral y a la tradición literaria, la poesía de Miguel James, también ensayista, narrador, traductor y pintor, hace de lo sencillo, el amor, la calle y lo cotidiano, el lugar de su reino y la tierra que lo enraiza con la palabra y la vida.
El secreto de la poesía de Miguel James se nos revela en su autenticidad. En sus poemarios ha universalizado lo más particular de sus vivencias y así las ha trascendido con la acción lúdica y desparpajada de un decir poético en el que confluyen distintos tonos. La unidad fragmentada caracteriza su obra, los textos rompen la unidad. El mundo interviene como azar y caos. Retazos de vivencias, momentos ya pasados que se encuentran en el tiempo único del poema y se integran como totalidad. Su poema “Otras confesiones” se inicia con la consabida fórmula: “Yo pecador/ Me confieso a Ti”, para seguir con una larga enumeración de imágenes y sucesos ordenados por el fluir semiconsciente y un decir que desafía las normas culturales de lo que se ha denominado lo políticamente correcto.
Mucho de los aspectos aquí comentados podrán no despertar asombro a la luz de las estéticas actuales; pero no se olvide que, en el ámbito de la poesía venezolana, esta propuesta de Miguel James contribuyó, en la década del noventa del pasado siglo y en la primera década del siglo XXI, a lograr la libertad que goza el decir poético actual.