Se trata de la ruta universitaria en que toma cuerpo una literatura.
También existe la de los medios, los premios, etc.
José Balza
El propósito de este dossier es dar a conocer, a través del cruce de tres miradas críticas autorizadas, distintas y complementarias, la Cátedra de literatura venezolana “José Antonio Ramos Sucre” de la Universidad de Salamanca. Así, los textos de José Balza, narrador y co-fundador de la Cátedra junto a Carmen Ruiz Barrionuevo; Gustavo Guerrero, profesor invitado en diversas ocasiones, y Ioannis Antzus Ramos, estudiante estrechamente implicado en su desenvolvimiento, abordan desde los tres ángulos más representativos (docencia, investigación y gestión) la relevancia e interés de dicha cátedra y alientan para que un proyecto tan valioso tenga continuidad y proyección futura.
La Cátedra de literatura venezolana “José Antonio Ramos Sucre”, enmarcada en el Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana, tiene ya casi tres décadas de existencia —las cumplirá en el año 2023— en la Universidad de Salamanca. La idea surgió, tal y como rememoran tanto Gustavo Guerrero como José Balza en los lúcidos artículos incluidos en este dossier, cuando Carmen Ruiz Barrionuevo, catedrática de literatura hispanoamericana, experta, entre autres, en literatura cubana y venezolana —notables son sus trabajos sobre Ramos Sucre—, y el propio José Balza, excepcional narrador venezolano, notaron una carencia en el estudio, visibilidad y conocimiento de la literatura de este país más allá de sus fronteras. Coincidieron, Guerrero y Balza lo constatan nuevamente, en aquel lejano 1993, en un encuentro que había organizado Julio Ortega, crítico peruano de referencia, en la Universidad de Brown, en Estados Unidos. No es inocente el contexto a la hora de imaginar y pergeñar este puente cultural entre Venezuela y España porque la práctica en la fundación de cátedras o instituciones de prestigio vinculadas a las universidades norteamericanas es frecuente y su tradición de donaciones bien conocida. Impartí clases durante dos años en universidades estadounidenses (Brown y Penn) y comprobé que este tipo de iniciativas son mimadas con exquisitez y en ocasiones se recurre a patrocinios externos, a donantes que saben ver esa proyección inusitada de las cátedras para la cultura, el arte y la literatura de un país determinado. Tampoco es gratuito, tal y como señala Guerrero, que la Cátedra se creara poco después de 1992, al tiempo casi de los controvertidos fastos de la llegada española a América, de los que surgió, no obstante, una perspectiva transatlántica de ida y vuelta en la que incide con pertinencia Guerrero, recordando también la procedencia académica de la profesora Barrionuevo —Universidad de La Laguna, Canarias—. La visión supo ser más amplia, horizontal, enriquecedora y pangeica desde entonces.
El acuerdo firmado entre la USAL y el CENAL (Centro Nacional del Libro, entonces CONAC) de Venezuela funcionó —y muy bien— durante años; se fue consolidando un intercambio cultural, literario, humano. Sin embargo, he de subrayar que, en los últimos tiempos, el contacto con el Centro Nacional del Libro de Venezuela ha sido esporádico, intermitente y no ha sido posible ponerse de acuerdo en la aprobación de las propuestas de candidatos para impartir seminarios y conferencias por vez primera en décadas. Actualmente la Cátedra sigue auspiciada, sobre el papel, por el Ministerio de Cultura, y gestionada por la Plataforma del Libro y la Lectura de este país, de Venezuela. Su objetivo continúa siendo la promoción, el estudio y la investigación de la literatura venezolana desde sus orígenes, aunque con especial incidencia en los autores contemporáneos, pero, como adelanto, no es así en la práctica. La Cátedra ha sido, hasta época reciente, un proyecto con una trayectoria consolidada en Venezuela y en otros países latinoamericanos y europeos: constituye un referente como espacio de reflexión crítica, conocimiento y aprendizaje sobre la literatura venezolana, dominio fértil, fecundísimo, y no suficientemente conocido ni siquiera para los hispanistas. Supongo, y este es otro debate que tan solo esbozo, que existen razones de diversa índole por las cuales Venezuela, país de Rómulo Gallegos, Teresa de la Parra, José Antonio Ramos Sucre, pero también de Rafael Cadenas, Vicente Gerbasi, Ana Enriqueta Terán, Guillermo Sucre, Eugenio Montejo, Hanni Ossott, Yolanda Pantin, etc… no está en el centro del campo cultural. Debería estarlo dada la variedad, calidad y originalidad de sus prosistas, narradores, poetas, artistas visuales. Quizá la coyuntura política delicada en determinados momentos históricos y cierta desidia intelectual o mirada periférica en las universidades, que centran su atención en otras regiones como el área del Cono Sur, México, Cuba o Perú, puedan explicar esta relegación, que es de todo punto insólita, teniendo en cuenta, además, la importancia histórica de editoriales como Monte Ávila o Biblioteca Ayacucho.
Cuidar la calidad y las propuestas de los profesores y escritores cuando han pasado por Salamanca todos los grandes nombres de la literatura venezolana a lo largo de tres décadas nos parece fundamental y de ahí la etapa de transición que atraviesa la Cátedra, partida por las circunstancias de política y de política cultural, esa escisión dentro y fuera que parece no admitir matices, aunque existan, desde luego. Por otra parte, el hecho de que la Cátedra, adscrita al Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la USAL, lleve funcionando tanto tiempo se debe también, y es importante resaltarlo, a la implicación constante, interés y esmero de profesores, doctorandos y estudiantes de máster y doctorado españoles y venezolanos. Esta es la mayor prueba de su éxito y también de la importancia que tuvo el apoyo institucional del entonces rector, Julio Formoso, quien desempeñó un papel clave en la firma de dicho convenio entre el CONAC (hoy CENAL, Centro Nacional del Libro de Venezuela) y la USAL. No es así, insisto, en la actualidad. En la Cátedra Ramos Sucre se llevaban a cabo dos tipos de dinámicas de manera anual: dos cursos de Literatura Venezolana que impartían destacados profesores de las universidades de este país, y un encuentro de escritores venezolanos que tenía lugar en la última semana de noviembre de cada año, como subraya Ioannis Antzus Ramos, cuya crónica constata hasta qué punto supuso, durante años, un punto de inflexión para la formación intelectual participar en calidad de estudiante o profesor en las actividades de esta Cátedra. También Balza recuerda cuán nutritivas eran las clases y encuentros en el marco de la Cátedra en una entrevista que tuvo la gentileza de concederme recientemente vía correo electrónico y en la que afirma: “El trabajo con los estudiantes fue exigente y como un premio: asistían a la revelación de un mundo escrito, con autores de poderosa obra. ¿Una anécdota? Dos: con una de mis alumnas griegas, María Mandalou, estudié, sin que ella lo supiera, fonética. Nos encontrábamos temprano y yo solicitaba que en su idioma puro y milenario me enseñara a pronunciar nombres amados. Así supe que los helenos no colocan acento en la O de Platon, que Aristoteles no lleva acento tampoco. Y adquirí la pronunciación correcta de la palabra Atenas (en griego)”.
El encuentro fomentaba, con la visita en cada evento de tres o cuatro notabilísimos escritores de ese país, el conocimiento y el diálogo, por parte de profesores y estudiantes, de los más destacados autores del momento, instituyéndose como una actividad complementaria, pero esencial, del programa docente. Los encuentros eran siempre participativos y tanto profesores como estudiantes de doctorado realizaban las presentaciones de las obras de los autores propuestos. Estas conferencias, seminarios y clases propiciaban la realización de trabajos de investigación, tanto de grado como tesis doctorales. Los cursos se realizaban durante los meses de noviembre y mayo, tenían la duración de tres semanas, con 30 horas de clase, y aunque estaban abiertos a todos los estudiantes de la Universidad, en los últimos años han estado vinculados al Programa de Doctorado del Departamento. En la actualidad, sus cursos y actividades se integran en el título Máster en Literatura Española e Hispanoamericana, Teoría de la Literatura y Literaturas Comparadas. En los dos últimos cursos académicos, pesa a las carencias presupuestarias de la USAL y la falta de apoyo del CENAL, cuyas propuestas poco o nada tenían que ver con la literatura, se ha contado precisamente con la presencia de Rafael Cadenas, de José Balza, al que se dedicó una mesa redonda compuesta por Ernesto Pérez Zúñiga, Juan Carlos Chirinos y Juan Carlos Méndez Guédez en septiembre de 2019, así como con Antonio López Ortega, quien impartió un curso intensivo sobre el relato venezolano. Asimismo, en el otoño de 2020 se dictaron tres conferencias magistrales a cargo de Arturo Gutiérrez Plaza, Verónica Jaffé y Marina Gasparini Lagrange, aunque en modalidad virtual debido a la pandemia del covid. Para el curso académico 2020-2021 Luis Miguel Isava, Miguel Gomes y Claudia Cavallin serán los video-conferenciantes invitados. A consecuencia del distanciamiento con el CENAL y de la falta de otros apoyos institucionales o privados, la Cátedra Ramos Sucre se financia desde 2019 gracias a una ínfima, pero crucial aportación anual del propio Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana y estamos a la búsqueda de un mayor soporte oficial por parte del Rectorado de nuestra propia universidad, sin descartar aportaciones externas o privadas que devuelvan a la Cátedra el brillo que tuvo y merece; y permitan invitar tanto a los escritores que permanecen en el interior del país como a aquellos que han debido emigrar a buen número de países. Lo único que importa es la calidad incontestable de la literatura venezolana que empieza a ser considerada y publicada en nuestro país: Pre-Textos, con Manuel Borrás al frente, Visor y Fundación para la Cultura Urbana, proyecto que coordina Marina Gasparini e implica la publicación de tres poetas venezolanos al año, pero también otras pequeñas editoriales valientes —Índigo Editoras, Libero Editorial, Amargord, Petalurgia, Candaya— están apostado con coraje e inteligencia crítica por la poesía y prosa venezolana. La revista Latin American Literature Today, que cuenta con colaboradores ubicados en diferentes países de América Latina, ha asumido también desde Estados Unidos un compromiso claro con la literatura latinoamericana de calidad, original y de espíritu innovador, con especial atención a la vertiente expresiva venezolana. Su vocación internacional y bilingüe la convierte en una tribuna eficaz y admirable.
Dado el merecido reconocimiento internacional de esta cátedra que ha permitido, de manera continuada y estimulante, acercar a profesores y estudiantes de la USAL los grandes nombres de ensayistas, poetas y novelistas de este país que es Venezuela y que tiene un espléndido, fructífero, y en parte inexplorado, campo cultural, sería bastante negligente no empujar para que continúe su labor, que constituye casi algo “insólito”, un verdadero “prodigio”, tal y como refiere Balza, pese a las posibles dificultades y contingencias económicas o políticas, pese a la “fractura del campo cultural que se produce con el chavismo y a la atomización que está generando la diáspora intelectual” (Guerrero). En este sentido, considero que es indispensable no desaprovechar el potencial absolutamente extraordinario que tiene. Salamanca tiene que seguir siendo la ruta en que toma cuerpo la escritura venezolana.
Nuestro objetivo ahora es fortalecer la Cátedra y, en este sentido, agradecemos a la revista LALT este espacio privilegiado, bilingüe y de innegable alcance; queremos remar con ganas e ilusión en este torrente de la literatura venezolana, en esta vorágine que recuerda la fuerza y belleza del Delta del Orinoco y cómo se explaya y derrama por distintos afluentes y corrientes, imaginario que nutre los relatos y novelas del fabuloso escritor que es José Balza, uno de sus fundadores.
Tenemos la red armada y tejida. No permitamos que se deteriore y, en el cribado, se nos escapen, ya no los peces, sino el oro.