Gracias—esta es la palabra que usamos para agradecer. Implica gratitud; por lo tanto, gracias a Askold Melnychuk, fundador y director de Arrowsmith Press, y a Nidia Hernandez, Robert Pinsky, Forrest Gander, Sophie Cabbot Black, Alexandra Hall, y Carolin Forsche, y a todos aquellos que forman el resto del equipo cuyos nombres siempre recordaré: la única manera que tengo de expresarles mi gratitud. Gracias también a mi querida Rowena Hill.
Además, quiero hacerles llegar mis saludos a Amelia Mondragón, Roberto Carlos Pérez y Margara Russotto, profesores en universidades de ese país, y a Jane Katz, una amiga de nuestros días en Boston.
Me parece sumamente bello el libro publicado allá—es una gran alegría para mí. Pero, antes de continuar, espero que sean indulgentes con mi inglés, un idioma que leo como propio pero que no he hablado en cuarenta años. Además, mi relación con las lenguas que leo, como he dicho en otro lugar, no es un matrimonio. Sigo siendo un novio.
Ahora trataré de aclarar mi posición con respecto a mi exilio en Trinidad, una isla situada muy cerca de Venezuela. Cuando viví allá era una colonia británica; en 1975 logró su independencia y hoy es una república democrática. La razón por la que me enviaron allá, después de varios meses de prisión, fue el haber participado en una huelga estudiantil contra una dictadura militar. En aquellos tiempos, Acción Democrática y el Partido Comunista se enfrentaron al régimen, que fue derrocado en 1958. Luego de eso hubo cuarenta años de gobiernos democráticos y civiles.
Ahora deseo hablar de mis vínculos con Boston.
Un amigo, el muy conocido poeta y escritor Guillermo Sucre, quien enseñó en varias universidades allá, me recomendó a la Guggenheim Foundation, ello contribuyó a que dicha institución me concediera una beca que nos permitió a mi familia y a mí residenciarnos por un año en esa ciudad, la cual recordamos con afecto y agradecimiento, incluso con nostalgia. Acá debo mencionar al Doctor William Montgomery, quien trató a nuestro hijo en el Mass General Hospital; también a Julio Ortega y a Juan Marichal, muy buenos amigos durante mi estadía allá. Ambos profesores en universidades en esa nación y excelentes escritores. Ortega, del Perú, ha hecho mucho por el conocimiento de la literatura hispanoamericana, así como también Marichal, por la literatura española. Casualmente, su esposa fue la hija de el gran poeta español Pedro Salinas.
Hay una anécdota graciosa. Algunas personas confundieron al profesor Marichal con el famoso beisbolista dominicano, del mismo nombre. Él acostumbraba recibir cartas de muchos fanáticos pidiéndole autógrafos, razón por la cual tuvo que dedicar varias horas a responderles para aclarar su confusión.
Durante ese año en Boston iba a menudo a Concord, para mí la cuna del gran espíritu de esa nación. Visité frecuentemente Walden Pond, donde vivió Thoreau, y en una ocasión la casa de Emerson.
Ahora voy a hablar brevemente de un gigante: Walt Whitman.
Lo descubrí temprano, en la biblioteca de Barquisimeto, mi ciudad natal, cuando yo tenía catorce años, desde entonces y hasta hoy en día me ha fascinado. Es tan postmoderno que muchas personas, incluso poetas, no creen lo que dice.
Por cierto, traduje algunos pasajes del libro Walt Whitman’s Camden Conversations de Horace Traubel. La traducción fue publicada en Venezuela, y posteriormente en la editorial española Pre-Textos. Me pregunto ahora si ese libro y otros similares han sido reimpresos en Norteamérica, pues lo merecen. Me refiero a los de Walter Teller and Clifton Joseph Furness, así como también al de Richard Bucke cuyo libro fundamental, Cosmic Consciousness, es también muy moderno. Ellos fueron unos adelantados a su tiempo.
En cuanto a mí, continúo leyendo mucho: principalmente a pensadores como Alan Watts y aquellos que tienen afinidad con él, como Fritjof Capra, Jeff Foster y David Bohm, quien proviene de la física moderna, la cual es una verdadera revolución que puede cambiar el mundo.
Estoy escribiendo únicamente lo que podría llamarse aforismos y estoy tratando de revisar viejos poemas. Este año, buena parte de mi prosa se publicará aquí.
Ahora, para complacer a Nidia, expondré algunas de mis ideas.
Fundamentalmente, pienso que la naturaleza lo hace todo.
El asombro me parece esencial.
Por eso me contenté cuando leí esas palabras de Goethe: “Lo más alto que un hombre puede alcanzar es el asombro”. Pero mucha gente no siente eso.
Creo que es hora de que los seres humanos se hagan cosmopolitas. Así el nacionalismo que causa la mayoría de las guerras puede perder fuerzas hasta desaparecer. Einstein habla sobre el hombre cósmico como una posibilidad. Él es el pensador que insiste más en la necesidad de abandonar el nacionalismo. Por otro lado, aparte de ese peligro, el mundo está ahora más amenazado que nunca por totalitarismos. Por tanto, debemos estar alertas.
Parece que la vida ya no es sagrada o que nunca realmente lo ha sido; de otro modo no habría habido miles de guerras. Debo decir que cada vez que hablo o escribo defiendo la democracia, aunque estoy consciente de que todavía es muy defectuosa. Debe renovarse y comprometerse más con la justicia social, pero para ello se requiere un cambio de mentalidad por medio de la educación. La democracia debe ser enseñada.
Políticamente, soy más bien anarquista, pero siempre pacifista, al modo taoísta, aunque prefiero no definirme. Somos inefables.
Tampoco le veo ningún sentido al Poder. Es maligno. Todo el mundo puede constatar eso tan solo prestándole atención diariamente a las noticias.
Finalmente, puedo decir que utilizar la palabra “crisis” para referirse a Venezuela es un eufemismo. La situación es muy seria, pero no entraré en detalles ahora. Intentaré escribir acerca de los temas de los que he hablado hoy en un artículo en español que le enviaré a Nidia. Gracias nuevamente.
Traducido al español por Arturo Gutiérrez Plaza
Palabras leídas (en línea, desde Caracas) por el poeta Rafael Cadenas, el 6 de junio de 2021, en el acto de presentación de su libro The Land of Mild Light, editado por Nidia Hernández y publicado por Arrowsmith Press en la ciudad de Boston.