La traducción y el movimiento van de la mano. Por ejemplo, los traductores llevan un texto de una lengua a otra. Los lectores impacientes se mueven más allá del ámbito familiar hacia otras lenguas y culturas al leer en traducción. Sin embargo, este movimiento emparentado a la traducción no debería asumir que la traducción es donde uno termina. La traducción es también acerca de nuestras raíces. Las raíces que nos identifican y que nos llevan a nuestras propias historias y vidas, conformando nuestro presente y determinando el futuro. Raíces que de tal forma son tan fuertes que las podemos describir como un hogar. Los traductores crean nuevos hogares para los textos que, metafóricamente, llegan a ellos. El nuevo hogar no está destinado a remplazar el original; es una alternativa, otro lugar adonde arribar. Para los lectores sin acceso al original, la traducción es el único hogar que conocen. Ilan Stavans dice “cuando yo traduzco, me siento en casa”.
El nuevo libro en inglés de Stavans, Selected Translations: Poems 2000-2020 (University of Pittsburgh Press), reúne más de una centena de poemas en traducciones hechas desde el principio del milenio hasta el año pasado. Vienen de múltiples lenguas que incluyen el español, el geórgico, el alemán, el hebreo, el ladino, el portugués, el ruso y el idish —Stavans nació en Ciudad de México y es nieto de inmigrantes judíos de Polonia. La selección de poetas va de Sor Juana Inés de la Cruz, Julia de Burgos y Pablo Neruda a Yehuda Halevi, Kadya Molodowsky, Isaac Berliner y más. En esta conversación, con el volumen en la antesala, Stavans reflexiona acerca de la centralidad de la traducción en su vida, el acceso a lugares distintos a través de la traducción, la influencia de poetas y artistas, y su aseveración controversial de que una traducción puede ser a veces mejor que el original. El diálogo virtual se llevó a cabo en enero.
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Regina Galasso: Felicidades por la publicación de Selected Translations: Poems 2000-2020, que es parte de la serie Pitt Poetry de University of Pittsburgh Press. Antes de abrir este hermoso libro, me gustaría preguntarte algo sobre la portada. Es una portada muy estimulante. Primero, “Ilan Stavans”. El tamaño de la letra de “Ilan Stavans” es mayor que “Selected Translations”. No hay nada en la portada que diga “traducido por” o algo que apunte a que tú seas el traductor. Pero, por supuesto, con el tamaño de la letra de tu nombre, tú dominas como protagonista de este libro, sin duda alguna. Supongo que la decisión de no señalar explícitamente tu papel como traductor es deliberada. Me gusta porque me permite preguntarte, ¿cuál es tu relación con las “Selected Translations” de este libro? ¿Cuáles son los roles que uno debe tener para producir un libro de traducciones escogidas?
Ilan Stavans: El diseño de la portada estuvo en manos del editor. Me gusta la imagen del pintor José Gurvich, que fue una figura central en el movimiento de Arte Constructivista en América Latina. Su obra también ilustra la portada de mi libro The Seventh Heaven: Travels through Jewish Latin America (2019). El tamaño de la letra no fue decisión mía tampoco. Aunque entiendo tu punto de vista en cuanto a la ausencia de referencias a mí como traductor, mi opinión es la opuesta: el traductor de este libro es asimismo el autor y viceversa. Todas las traducciones de una docena de lenguas (el español, el inglés, el yiddish, el hebreo y el Spanglish entre las más prominentes) al inglés del volumen fueron hechas en diversos momentos de mi carrera, a veces con propósitos específicos.
Para mí, Selected Translations es una carte d’identité. Este es uno de mis yos, acaso el más importante: soy traductor. Vivo a través de la traducción y traduzco para poder vivir. Soy un inmigrante, así como un descendiente de inmigrantes. La traducción y la inmigración van mano a mano. Para mí la palabra “traducción” es un sinónimo de hogar, o acaso de la falta de hogar. Cuando traduzco, me siento en casa —aunque es una casa temporal, nunca permanente. Conozco algunos de mis hogares mejor que otros. Lo que me gusta de ellos es que los rento, no soy su dueño. En otras palabras, siempre estoy en tránsito. Otra manera de entender la traducción es la de estar siempre atento a lo extranjero, de otra parte. No me gusta la idea de la traducción como una domesticación. Para mí un texto es como un extraño que toca a la puerta. Yo hago que el extraño se sienta cómodo; creo la atmósfera apropiada para que el extranjero se sienta aclimatado. Pero el extraño sigue siendo un extraño y la mía es una mano de bienvenida.
R.G.: Tu respuesta nos recuerda bien que la publicación de libros es un trabajo de colaboración. Claro que no todos los colaboradores contribuyen de igual manera al producto final, pero hay varias personas involucradas detrás de aquello que en algún momento tenemos en las manos. Me gusta la ambigüedad y centralidad de tu rol, tal como se proyecta en la portada de Selected Translations. Aunque en los Estados Unidos hay una creciente concientización acerca de las complejidades de la traducción y el trabajo/arte de los traductores, estamos en una situación en la cual mucha gente culta y con bastante formación académica todavía está en camino de comprender todo aquello que se necesita en una traducción y en las posibilidades de una traducción. La portada de este libro muestra que Selected Translations no solamente le pertenece a un traductor, sino a alguien, Ilan Stavans, que es el traductor y también el autor, el editor y la vida detrás de las traducciones. Una vida probablemente necesita un hogar. Me gusta esa idea de “la traducción” como sinónimo de hogar o de la falta de un hogar. “Selected Homes” podría ser un lindo título de un libro futuro que toca los temas de las lenguas y las vidas.
Ya que hablamos de lenguas y de vidas, una de las partes que más me gusta de tu libro On Borrowed Words: A Memoir of Language (2001), que en español se llama Palabras prestadas, es donde hablas de tus primeros días en Nueva York. José Gurvich también se mudó a la ciudad de Nueva York con su esposa e hijo en 1970, después de haber vivido en varios sitios, y tristemente murió a la temprana edad de 47 años. Las experiencias en Nueva York son fundamentales en la trayectoria de las carreras de artistas y escritores de América Latina y la Península Ibérica, no importa cuánto tiempo hayan pasado allí. Creo que todo esto viene del hecho de que Nueva York es y siempre ha sido un lugar donde las lenguas se encuentran. La ciudad te obliga a pensar en tu relación con estas lenguas y tu relación con tu propia lengua. ¿Fue la conexión con Nueva York una consideración en la selección del arte de Gurvich para la portada de tus dos libros? ¿Hay algo que ves en su arte, en la selección de la portada de Selected Translations en particular, que te despierta ideas sobre el lenguaje y la traducción?
I.S.: Para mí Nueva York, para prestar una descripción que hace el crítico literario uruguayo Ángel Rama, es “la ciudad letrada”, no únicamente porque es la capital global de la cultura literaria, sino porque el paisaje es, literalmente, una narrativa letrada —de hecho, una narrativa multilingüe. Los inmigrantes, a través de sus idiomas nativos (el holandés, el italiano, el idish, el español y demás) han construido su memoria colectiva en esa lengua nativa. Tú, Regina, has hecho un trabajo académico esencial en este formato, mirando al español —y el catalán— de Nueva York a través del lente literario: Federico García Lorca, Felipe Alfau, Josep Pla y otros. Cuando yo estudiaba en Columbia, el saber que Federico García Lorca había estado en el mismo edificio, y que sus experiencias se habían culminado en Poeta en Nueva York (1940), era enormemente estimulante. Sentí lo mismo en relación a José Martí y Piri Thomas, a quien conocí.
Ya que el idish fue uno de mis idiomas maternos en México, fue igualmente crucial para mí, cuando llegué a Nueva York, a mediados de la década de los ochenta, saber que Isaac Bashevis Singer vivía en la esquina de la Calle 86 y Broadway y que Henry Roth, Abraham Cahan, Anzia Yezierska e Irving Howe acezaban la ciudad a través del idish. En mi opinión, estos senderos que se bifurcan convergen en Gurvich, que es uno de los artistas judíos más distinguidos de América Latina. Nacido en Lituania (su nombre completo: Zusmanas Gurvicius) en 1927, tenía cuatro años cuando su padre inmigró a Montevideo, y un año después lo siguió la familia. Gurvich estuvo muy asociado con el taller de Joaquín Torres García. Como artista, viajó por Europa, vivió en Israel y se asentó en Nueva York en 1970, cuatro años antes de morir. Hay un museo dedicado a Gurvich en Montevideo en el cual se presta atención especial a sus años en Nueva York.
Pese a que ya era yo un escritor incipiente en lengua española al llegar a Nueva York, es allí donde hallé mi voz —especialmente en lengua inglesa—. Fue un proceso arduo, pero gratificante. Estaré eternamente agradecido a Nueva York por invadirme con su cacofonía de sonidos. Es todavía el lugar donde me siento más cómodo. Cuando finalmente me mudé de la ciudad en 1993, tenía la impresión que no volvería jamás a sentirme completo. La verdad es que una vez que uno hace de Nueva York su hogar, nunca te abandona; viaja contigo en tu lengua. Mi inglés, el que esculpí en ese período de iniciación, es ruidoso, elástico y polisémico, es decir, es newyorkish.
R.G.: Tenía yo la misma impresión al mudarme de Nueva York y todavía la tengo. En Nueva York hay algo tan grande en el hecho de saber que compartes unas avenidas con vidas previas, presentes y futuras que se trasforman de maneras profundas porque son tocadas por los sonidos de las lenguas múltiples. El camino de García Lorca sigue visible. Me alegra que hayas incluido un poema “Oda a Walt Whitman” de Poeta en Nueva York en Selected Translations. En el prefacio, mencionas que estas traducciones fueron hechas porque te las pidieron un amigo o un editor. ¿Qué avenida, si lo podemos decir así, te dio el deseo de traducir este poema? ¿Y qué avenidas te fueron reveladas mientras traducías este poema?
I.S.: Hablé sobre Whitman con Boris Dralyuk de Los Angeles Review of Books, un traductor asombroso del ruso, cuyas versiones incluyen Caballería roja de Isaac Babel. Para mí Whitman es una fuerza gravitacional. Me encanta la manera en que en efecto incluye multitudes en sí mismo: Borges admiró su elasticidad, mientras que Neruda favorecía su generosidad. “Hojas de hierba” es un contrato poético con América —la palabra “América” entendida como nación tanto como continente. La “Oda a Walt Whitman” de García Lorca inspira, y está en diálogo con, la “Oda a Walt Whitman” de Neruda. Con mis traducciones quise dar vida otra vez a ese diálogo. Siento una enorme empatía por la mirada extranjera que tiene García Lorca de Nueva York: es un observador distante pero comprometido, apropiándose de ella, convirtiendo su agonía en una puerta de entrada a través de la cual los otros —extraños, turistas, todo tipo de almas dislocadas— puedan entrar. Me encanta el ritmo de su oda; me gustan estas dos líneas consecutivas: “Nueva York de alambres y de muerte. / ¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?” Invocan en mí la imagen del Angel Novus de Walter Benjamin, el ángel de la historia (basado en el dibujo de Paul Klee).
R.G.: En tu traducción se lee: “New York of wire and death. / What angel do you hide in your cheek.”
I.S.: Es la forma en que la imagen viaja del español al inglés para mí.
R.G.: ¿Te encanta tu versión?
I.S.: No es esa la emoción que siento ante mi trabajo.
R.G.: Hablemos más sobre lugares y avenidas… Aquí estamos en Amherst, Massachusetts, trabajando, investigando, escribiendo, enseñado, traduciendo y viviendo en el pueblo de Emily Dickinson. El volumen incluye en un apéndice seis poemas de Emily Dickinson en traducción al español. El libro está dedicado a Jules Chametzky, un profesor de inglés emérito de la University of Massachusetts-Amherst, nacido en Brooklyn y fundador de la revista Massachusetts Review. Amherst está aquí. ¿Cómo ha definido Amherst tus gustos literarios?
I.S.: Yo conocía a Dickinson y a Robert Frost pero solo marginalmente cuando llegué a Amherst. El acto de convertirme en parte del pueblo ha significado para mí hacerlos parte mía, no solo como vecinos sino también como amigos. Porque nuestra vida no se desarrolla únicamente con nuestros contemporáneos, sino también con nuestros ancestros y nuestros sucesores. Nuestros contemporáneos son accidentales; a quién escogemos del pasado y quién nos escoge en el futuro son decisiones que tomamos. Las imágenes de Dickinson, su visión fracturada, su puntuación radical —ella es la mejor poeta estadounidense del siglo XIX y acaso la mejor de todos los poetas. Y Frost es casi igualmente sorprendente: “Mending Wall”, que yo incluyo también en Selected Translations, es, inevitablemente desde mi perspectiva, sobre la frontera México-Estados Unidos, aunque Frost no parece haber pensado mucho sobre ella. Claro que asimismo es sobre otras fronteras: la que separa a Israel de Gaza, el muro de Berlín, La Gran Muralla China, etc.
En los veinticinco años que he vivido en Amherst, el pueblo me ha definido de maneras incontables. Nueva Inglaterra fue la cuna del trascendentalismo. Me siento muy cerca de Hawthorne, Melville y Emerson. Vivo en una casa antigua con árboles hermosos de todo el mundo; el paisaje en sí mismo me inspira todo el tiempo. También he estado en comunicación con un puñado de escritores magníficos de todo el mundo que han vivido en esta área, entre ellos Richard Wilbur, David Foster Wallace, Norton Juster, Agha Shahid Ali y Martín Espada.
R.G.: La traducción es una manera de conocer y estar con nuestros ancestros, nuestras ciudades, nuestros pueblos y nuestros hogares. Si la traducción es un sinónimo de hogar, ¿Qué decir entonces del original? ¿Dónde está el original, Ilan? ¿Qué es el original? En otros sitios, tú y yo hemos hablado sobre las traducciones sin original, y del original como una traducción, en el contexto de algunos autores específicos. La novela Chromos (1990) de Felipe Alfau tiene mucho que decir sobre el original y la traducción, en particular cuando los autores producen su literatura en una segunda o una tercera lengua, y fuera de sus lugares de nacimiento. Te he oído hablar acerca de esto en el salón de clase con estudiantes y has compartido en otras publicaciones que la traducción puede ser mejor que el original. Y cuando vemos las páginas de Selected Translations, los lectores no ven los originales de los poemas al lado de las traducciones. Esta, otra vez, quizás fue una decisión editorial.
I.S.: Seguramente lo fue. Algunas de las versiones aparecieron en The FSG Book of Twentieth-Century Latin American Poetry (2011), donde todo original iba acompañado de su traducción. Otras aparecieron en periódicos, revistas y otras publicaciones; o fueron leídas en festivales, en radio y televisión. El volumen se enfoca exclusivamente en la traducción.
Conocí a Alfau en una casa de ancianos en Queens. Traduje su poesía e introduje sus novelas, en especial Locos: A Comedy of Gestures (1936) a los lectores de habla española. Su multilingüismo es inquietante en cuanto a que nunca se sintió del todo cómodo en inglés —que usó sobre todo como una estrategia de escritura— mientras que su español y su catalán se tornaban cada vez más artificiales. Él es un ejemplo de los autores translingües: viajeros lingüísticos. Alfau era como un vampiro: chupaba la sangre de doncellas durante la noche mientras dormía en un sarcófago.
Soy de la opinión que la traducción no es un quehacer mecánico, una mera transacción que ofrece en una lengua lo que está a la disposición en otra. La traducción es un arte. Tiene sus propias aspiraciones estéticas. No es difícil pensar en traducciones que mejoran el original, acaso hasta lo superan. ¿Es la traducción de King James al inglés de la Biblia mejor que el original en hebreo y arameo? Soy consciente que tal afirmación es blasfema. Después de todo, el original es sagrado porque Dios concede darnos la narrativa en esas lenguas; nada en la narrativa —ni una sola letra— puede ser suplantado. Sin embargo, los cuarenta y siete traductores tenían a su disposición un vocabulario más amplio que los autores de la Biblia; también le prestaron más atención al estilo, la coherencia, la música y demás. Podríamos ofrecer otras exploraciones similares al hablar de los clásicos, aunque no de todos. Hay también un elemento de “Pierre Menard, autor del Quijote” en el hecho de que la traducción del simbolista francés decimonónico, concluyo yo, es superior a la del “genio lego” de Cervantes.
R.G.: Me alegra que hayas hecho alusión al tema de los clásicos. ¿Son estos poemas en Selected Translations tus clásicos literarios? Me gustaría ver volúmenes de traducciones selectas de escritores individuales que revelen el desarrollo y los gustos literarios del escritor. ¿Podríamos anticipar ver otro volumen así?
I.S.: En 2004, para celebrar su centenario, publiqué un volumen llamado The Poetry of Pablo Neruda. Incluye versiones de varios traductores; de hecho, algunos poemas aparecen en varias traducciones. Para Penguin Classics, yo he editado —aunque no he traducido— la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, Rubén Darío y César Vallejo. Dependiendo de cuánto tiempo me reste de vida, sin duda me gustaría regresar a varios autores, dándoles más espacio del que tienen en Selected Translations. A otros los dejaría solos. Borges, por ejemplo, nunca deja de maravillarme, pero sobre todo como ensayista y en sus ficciones; estoy menos compenetrado con su poesía. En cualquier caso, puesto que depende de estructuras métricas —sonetos, específicamente— es imposible hacerle justicia en traducción; algo así como lo que le pasa a Quevedo, que estará encerrado para siempre en el original. Al leer Selected Poems (2000) de Borges, que editó Alexander Coleman, me topé con muy poco que fuera satisfactorio.
Aproximadamente en el año 2000 es cuando finalmente sentí confianza suficiente para traducir poesía al inglés. Ese también es el principio de mi interés, en términos de compromiso, con el Spanglish y otras lenguas híbridas. Selected Translations incluye versiones al Spanglish del soliloquio de Shakespeare “To Be or Not to Be”, entre otros textos. Los más de cien poemas en el volumen son un registro de mis afinidades: Para mí, el traductor debe hacer una lectura miope; el traductor es el lector más cercano que el texto alguna vez vaya a tener, al grado que, desde mi perspectiva, los traductores terminan por saber más sobre el autor que el propio autor.
Sí, estos son mis clásicos, i.e., los autores sin cuya obra no puedo concebir el mundo. Hay una distinción entre un libro sagrado y un clásico literario: el primero supuestamente está escrito por una entidad sobrenatural y, por ende, es perfecto; los segundos, por el contrario, son libros que sobreviven a sus autores para convertirse en emblemas de su tiempo. A la edad de cincuenta y nueve años, dedico la mayor parte de mi tiempo a releer los clásicos. Encuentro que releer es mucho más gratificante que leer.