Decir que John Better Armella (Barranquilla, 1978) es un enfant terrible de la literatura latinoamericana, no debe sorprender a aquellos que están familiarizados con su vida y obra.
Al igual que Rimbaud, junto a quien aparecerá en el 2021 en Queer: A Collection of LGBTQ Writing from Ancient Times to Yesterday [Queer: una colección de escritos LGBTQ desde la antigüedad hasta el presente], Better huyó en su adolescencia de su natal Barranquilla a Bogotá, la capital colombiana. Joven, gay y atractivo, Better llegó a Bogotá sin un centavo, al igual que Rimbaud, situación que lo obligó a vivir de su ingenio y su buena apariencia, lo que constituye el tema central de sus crónicas urbanas Locas de felicidad. En Bogotá, se sumergió en la subcultura queer citadina, una vida que, hasta cierto punto, se asemeja a la de Pedro Lemebel, quien no solo escribiría el prólogo de Locas, sino que también se convertiría de muchas formas en su hada madrina. También como Lemebel, Better se lanzó de cabeza al submundo trans y drag de Bogotá, tema recurrente en gran parte de su vida y obra.
No obstante, parecería que el mundo literario en Latinoamérica solo puede acoger a un escritor queer a la vez. Con la muerte de Lemebel, hay quienes consideran a Better como su verdadero heredero natural.
Elogiado por Roberto Bolaño, quien también fue bautizado como enfant terrible durante su vida, y por Carlos Monsiváis, Better considera a Lemebel como su mayor influencia, seguido de Truman Capote, así como también de H. P. Lovecraft y Stephen King. Estos dos últimos aparecen brevemente en la más reciente novela de Better, Limbo (Seix Barral, 2020), una novela de horror que Borges podría haber escrito si hubiese sido un escritor queer viviendo en el siglo xxi—piense, por ejemplo, en “La casa de Asterión”—y que podría ser capaz de librarlo del limbo literario en el que ha estado todos estos años.
En septiembre, conversé con John por correo electrónico y Facebook acerca de su vida y de Limbo. A sus 42 años, aún queda algo de rebeldía en John Better, sobre todo al insistir en que el mundo literario lo acepte en sus propios términos.
George Henson: Siempre te he conocido como John Better (Armella siendo tu apellido materno), pero en Limbo pareces como John Templanza Better. ¿Por qué ahora de repente Templanza?
John Better: A partir de Limbo (mi más reciente novela) quería firmar mis libros como John Armella, el apellido materno. Pero, el editor me sugirió que era un poco tarde, publiqué tres libros anteriores firmados como John Better, el cual es mi nombre real, y el que siempre me ha parecido una broma, traduce literalmente “Juan el mejor”. Mucha gente piensa que es un seudónimo, aunque no es así. Y para ser honestos, detesto ese apellido, mi padre me negó desde el inicio del embarazo de mi madre, fue un tipo ruin, y asumí el Templanza como un guion que me separa aún más de él. Desprecio ese apellido con pasión, creo que en Limbo, Cristian Nerval, ese demente que odia a su hijo antes de nacer, es mi padre con todas las letras. Y de esa cualidad llamada Templanza no poseo nada, es también una contradicción. Yo soy contradictorio.
GH: La primera obra tuya que leí fue Locas de felicidad, un título genial por cierto y dificilísimo de traducir por el doble sentido de “locas”. Cuéntanos un poco por favor de la génesis de ese libro de crónicas.
JTB: Locas de felicidad es un descenso a los infiernos durante mi adolescencia. Huí de casa (Barranquilla) hacia Bogotá a autodestruirme, literalmente. Y es un trabajo que lleva tiempo, solo que ahora lo hago con moderación (ya empiezo a contradecirme). Fueron años de excesos del cuerpo y el alma. Me prostituí, pasé frio y hambre, dormí en la calle, una serie de experiencias que me sirvieron para escribirlas más adelante. También narro el tema trans y travesti, que hasta la fecha no había sido tocado con profundidad en la literatura colombiana. Saqué a todos esos personajes de la crónica roja y los travestí con mi lenguaje “florido”, les di nombres y rostros. Así el país oyó hablar por primera vez de todos estos seres que solo son “visibles” en la eterna noche bajo la luz de un poste. Ya tiene diez años ese libro, ha servido como material de estudio en diversas universidades colombianas y del exterior. También se dicta en la catedra de estéticas queer de la universidad de los Andes, la cual está a cargo de la docente brasilera, Candida Ferreira.
GH: ¿Cómo llegó Pedro Lemebel a prologarlo?
JTB: A Lemebel le conocí por medio de un gran escritor colombiano llamado Efraim Medina Reyes, el sirvió de puente. Fue en 2007, yo había leído parte de la obra de Lemebel y deseaba entrevistarlo. No era una tarea fácil, todo el mundo sabía del carácter volátil del gran genio de la crónica latinoamericana. Lo primero que hice fue enviarle un mensaje firmado como Betty Sulfuro, el humor es el mejor aliado. En adelante fue química, hablábamos a diario, me concedió la primera entrevista, empezó a leer los primeros manuscritos de Locas de felicidad y se enganchó. Se sintió reflejado en mis textos, no me percibió como alguien que le plagiaba o quería alabarlo, más bien me vio como un chico que llevaba en su ajuar algo prestado por él: un collar tornasol, un broche o una pulsera de estrás. No me esperaba esas palabras de introducción, más que un prologó es un merecumbé lemebeliano para su hija debutante.
GH: Yo sé, por lo que has escrito, que le tenías mucho cariño. ¿Qué influencia ha tenido en ti como escritor?
JTB: Mucha. Se nota en Locas de felicidad, libros de él como; Loco Afán y La esquina es mi corazón, me dieron el ánimo para atreverme a hacerlo. Para que mi acto escritural no tuviera ningún tipo de escrúpulos a la hora de hartarme y narrar al otro.
GH: Muchos te consideran —yo entre ellos— el heredero de la corriente creada por Lemebel. ¿Te parece apropiada o correcta esa comparación?
JTB: Somos muchos: Alejandro Modarelli, yo, y otros. Soy heredero de su rabia, que es la rabia de todo maricón pobre haciéndose paso en un mundo hostil como este. Y como a Lemebel, me gusta incomodar a los “correctos”.
GH: Una crónica de Locas de felicidad pronto aparecerá en una antología de literatura queer editada por Frank Wynne. ¿Qué significa para ti figurar en una antología entre escritores como Armistead Maupin, Oscar Wilde, Verlaine, Arthur Rimbaud y Sappho?
RB: Estoy feliz de que mis textos se empiecen a traducir a idiomas como el italiano o el inglés. Verme ahí entre esos nombres, yo, un chico del sur de Barranquilla que se alimenta de libros y el amor que su madre le ha dado, es algo que regocija. Y aunque las copas estén vacías hay que brindar: ¡Salud!
GH: Tu obra ha virado desde lo marginado hacia la “respetabilidad” (nótese que lo he puesto entre comillas). ¿Qué significa para ti ser publicado ahora por un sello tan respetado como Seix Barral?
JTB: No significa nada, es solo eso: un sello. Uno de los tantos que han puesto sobre esta piel antediluviana. Según los medios: soy un autor queer, gay, LGBTI, marginal, polémico, y recientemente soy un autor de “terror”. Todos los sellos asustan un poco, cualquier etiqueta tiende a apartarte, a hacerte a un lado. Lo he dicho en varias entrevistas, soy una lata sin etiquetas, adentro puedes encontrar; frijoles pasados, comida para perros, un feto, o eso que nunca jamás pensaste encontrar dentro de una lata: el alma de Andy Warhol.
GH: A Lemebel le repugnaba que el establishment literario lo viera como un el marica de turno —como algo estrafalario y de moda— de la literatura latinoamericana. ¿Te importa que te vean así?
JTB: No me preocupa. El establishment literario es un country club de señores y señoras aburridísimas, gente sin swing como diría Fito Páez. Funcionarios de la literatura que se reúnen en sus festivales a morirse aún más del aburrimiento. Es gente que come literatura, suda literatura, y defecan libros con aroma a “literatura”. Me gusta eso de autor menor, que te miren con condescendencia, y que con una sola de tus frases puedas aniquilarlos de ipso facto.
GH: Eres barranquillero. Barranquilla desde luego es conocida por el famoso Grupo de Barranquilla. ¿Cómo ha influido tu ciudad natal en tu obra?
JTB: Imposible escapar a Gabo, un genio de las letras. Me identificaba más con Álvaro Cepeda Samudio, su escritura es experimental y efusiva, llena de música y desparpajo. En cuanto a la ciudad, es una ciudad sin paisaje, cada día más concreto, menos zonas verdes. El calor es infernal. Es un lugar que da grandes artistas, y monstruos bien criados como Sofía Vergara o Shakira. Yo soy del sur como dice el tango, y es otro mundo, más alucinante, carnavalesco, violento, solidario y mezquino. Vivo la ciudad a través del sonido y de los cuerpos que habito. Soy un huésped efímero de miles de cuerpos, allí están mis historias latiendo, fluyendo en el torrente de tantos vagabundos que mi corazón ha asilado.
GH: ¿Cómo se te ocurrió contar esta historia, la de las Hermanas Duplicadas y el niño intersexual y al mismo tiempo incorporar a figuras verdaderas, como la santa polaca Faustina Kowalska?
JTB: Todo es confuso, George. Soy algo caótico al escribir, todo va emergiendo al instante. Es como si un brujo me entregara los ingredientes para una pócima, y ahí voy, en mi cocina infernal (mi cuarto y mi cama, escribo acostado) mezclando ingredientes. Lo que si tenía, era un recuerdo, el de un niño muerto que vi cuando yo tenía 7 años. Estaba sobre una mesa con los ojos abiertos gracias a que habían puesto palillos entre sus parpados para que no los cerrara, El infante no había sido bautizado y todos temían que fuese a dar al Limbo, al no lugar de las almas que fallecen sin ese sacramento. Las Hermanas Duplicadas (Orfa y Ninfa) son un delirio mío, imágenes que me atormentaron de pequeño. Fui un niño muy enfermizo y nervioso. Sufría de terribles pesadillas. Leyendo sobre el limbo, descubrí a Santa Faustina Kowalska, quien tuvo visiones con este sitio, conseguí su diario en la web y lo leí, estas visiones eran terroríficas, como de una película de zombies, y bueno, el caldero de bruja se fue llenando de cosas hasta crear este novela que tanto está dando que hablar.
GH: El libro desborda de referencias —y referentes— culturales sobre todo norteamericanos. ¿Por qué? ¿Qué rol desempeñan en la novela?
JTB: Amo la cultura popular gringa, es un fetiche, La tv, la música, los ídolos, el cine, etc. Y más que decorados, entran a la novela como pilares que sostienen ciertas escenas narradas. Por ejemplo; un capitulo se llama El bebé de Rosemary, el que habla de una mujer llamada Rosemary que está embarazada (como en el film de Polanski), en otro hablo de un supuesto músico de jazz de New Orleans, llamado Mandragurus Springer a quien Rosemary oye. No es solo nombrar por nombrar.
GH: En la novela, leemos: “Con la pubertad le llegó a Cristián una enfermiza fascinación por los libros; pero no leyó a Dickens o Mark Twain; lo de él fue Lovecraft, Bram Stoker, Diáboli Mari, Templanza Better, entre muchos otros”. Una interpretación generosa de eso sería que es un ejemplo de autorreflexividad posmoderna, mientras otra, menos generosa, sería que es egoísmo. ¿Por qué lo hiciste?
JTB: Para irritar al “establishment”. Nada de Ego, quise darle a Templanza Better, el lugar que merece, ella es esa otra que me habita, la “narratriz” como la bautizó Pedro Lemebel. La que posiblemente me seguirá dictando más historias.
GH: De ti Mario Bellatin dijo: “Si buscaban la voz discordante, la fuera de lugar de toda clasificación, la que realmente ilumine a los desiluminados, esa es la de John Better Armella, autor de referencia para entender lo que es imposible de otra manera”. ¿Qué significa eso para ti?
JTB: A pesar de que me quieren encasillar con etiquetas, justamente estoy fuera de cualquiera de ellas como lo dice Bellatin. Eso soy yo, el no escritor en el no lugar, no me ubico, por ejemplo, dentro de los autores contemporáneos colombianos, no me veo ahí en ese círculo de poder y elites. Soy la gota de aceite en ese turbio vaso de agua. Soy la linterna cuando te pierdas en el bosque, la vela a los pies del orisha, esa luz de neón parpadeante que te hace detener y entrar a ese lugar oscuro…
GH: Hace poco tuiteé que Limbo en mi opinión era “La casa de Asterión” si Borges fuera un hombre queer del siglo XXI. ¿Qué piensas de mi analogía?
JTB: Que Borges debe estar por tocar a tu puerta próximamente.
GH: ¿Qué nos espera de John Better?
JTB: Nada. Tal vez un beso si nos cruzamos en la calle.
GH: La versión fílmica de Tengo miedo torero acaba de estrenarse en Venecia, dirigida por el director chileno Rodrigo Sepúlveda. Creo que Limbo tiene mucho potencial fílmico. ¿Quién te gustaría que dirigiera Limbo?
JTM: Dicen que soñar no cuesta nada, María Rueda T, una dulce lectora y artista plástica, al terminar de leer Limbo me porteó “Guillermo del Toro debería dirigir una peli basada en tu libro”. Supe que esta lectora pensaba igual que yo y que sintió lo mismo que yo, Del Toro es de mis favoritos, sigamos soñando.
Introducción traducida del inglés por Gabriela Zayas Alom
Lee un cuento de John Better Armella en el presente número de LALT.