Juan Emar es el seudónimo literario de Álvaro Yáñez Bianchi, escritor chileno que nació en 1893 y murió en 1964. Hijo de Eliodoro Yáñez Ponce de León —prominente abogado y político de fines del siglo 19 y principios del 20—, y de Rosalía Bianchi Tupper, vivió tanto en Santiago como en París, donde se involucró con los movimientos de la vanguardia artística europea. Amigo íntimo del poeta Vicente Huidobro, en la capital francesa se reunía a diario en los cafés de Montparnasse con los más importantes actores de los movimientos del dadaísmo y del surrealismo, experiencia y conocimiento que difundió en las páginas del diario La Nación en Chile, entre 1923 y 1927.
Su seudónimo proviene de la expresión francesa J’en ai marre, “estoy harto”: J’en ai marre se transformó en Jean Emar y, luego, en Juan Emar. Con el primero firmó los artículos sobre arte contemporáneo que publicó en el diario La Nación, y con el segundo los libros Ayer, Un año y Miltín 1934, todos ellos publicados en 1935, así como Diez, publicado en 1937. La recepción de la crítica respecto a estas obras fue prácticamente nula y Emar tuvo que arrumbar cientos de ejemplares en un rincón de su casa en el fundo de La Marquesa, donde vivía en esa época junto a su familia. Esto lo llevó a aislarse definitivamente de los círculos literarios y de toda posible publicación, encerrándose a escribir la que sería su Opera Omnia: Umbral, publicada de forma completa póstumamente, en 1996. Esta obra constituye la realización cabal de aquel proyecto escritural que su autor desde siempre se había planteado. Biografía, autobiografía o novela, se trata de un texto múltiple que, a lo largo de sus 4.134 páginas, se distingue por pertenecer a una literatura que opta por buscar nuevos caminos de percepción, distintos a los tradicionales, torciendo para ello el discurso lineal y lógico. Como se cita en uno de los trabajos presentados, al referirse a las vertiginosas páginas de la extensa novela, Pedro Lastra comenta que la obra “se puede recorrer en muchas direcciones” y a la que se le pueden aplicar “las denominaciones más variadas: novela, antinovela, escritura autobiográfica, crónica de épocas y espacios reales o imaginarios, crítica sobre literatura y artes, parodia teatral, fantasía exultante, historia vivida, relato de lo grotesco o descomunal, reflexión filosófica, meditación esotérica, y muchas otras caracterizaciones paralelas o complementarias”. La presencia de destinatarias distintas en el texto (Guni Pirque, Marul Carampangue, Tomba y Colomba, entre otras), ha motivado a críticos y estudiosos a considerar la obra como una carta infinita.
El poeta chileno Pablo Neruda escribió en el prólogo a la segunda edición de su libro de cuentos Diez, publicado en 1971: “A mi compañero Juan Emar se le dará lo que aquí no se mezquina: lo póstumo”. Y así ha sido. Su obra fue invisibilizada por la crítica y la academia de la época, incapaz de dar cuenta del nuevo paradigma narrativo que Emar proponía, por lo que sus libros fueron silenciados y, por lo tanto, apenas leídos por algunos amigos y conocidos. Sólo hace un poco más de dos décadas su obra ha sido rescatada y valorada, es decir, 60 años después de haber sido escrita y 30 años después del fallecimiento de su autor. Sus obras publicadas en vida han sido reeditadas en los últimos tiempos por diversas editoriales chilenas e hispanoamericanas, y aquellos textos que dejó inéditos al momento de morir, como Cavilaciones, Amor y Regreso, también han sido publicados por editoriales nacionales, lo que ha generado un creciente interés por ellas, incluso más allá de nuestras fronteras geográficas y lingüísticas. En efecto, varios de sus libros han sido traducidos al portugués, al francés y al italiano, y algunas de las “Notas de Arte” que publicó en el diario La Nación han sido traducidas al inglés.
Los artículos que se incluyen en el presente Dossier buscan abrir un abanico que permita presentar lo más ampliamente posible tanto la obra como al escritor que fue Juan Emar. El ensayo de Patricio Lizama es una aproximación a las ideas y motivaciones que estuvieron detrás de su radical propuesta escritural, como son la escisión del yo, la búsqueda de la unidad y el mundo relacional del que formamos parte, con las certezas e incertezas del nuevo paradigma científico que se estaba construyendo en la primera mitad del siglo XX.
Por su parte, en su trabajo Carlos Piña busca descifrar algunas claves de la obra mayor de Juan Emar, ensayo que se inicia con los cruces que pudieran existir entre En busca del tiempo perdido, de Proust y Umbral, la carta-océano que el autor define como un “monumental registro biográfico ficcionado”. Se trata, nos dice, de una obra que reúne “elementos preexistentes, fragmentarios y disímiles, extraídos de fuentes, espacios y tiempos diversos, discontinuos”, que Emar “agrupa y expone de manera arbitraria, desplegando contrastes asimétricos que, aun así (…), adquieren rasgos de conjunto heterogéneo que crean algo más que la suma y continuidad de sus partes”.
La última entrega es un texto que expone los vínculos existentes entre las circunstancias de vida por las que atravesaba Emar y el cuento “Pibesa”, del libro Diez. Escrito a principios de la década de 1930, su autor pasaba por momentos difíciles, especialmente en lo sentimental, a raíz de la separación con su primera esposa, su prima hermana Herminia “Mina” Yáñez, y el enamoramiento por la joven Gabriela Rivadeneira, que se transformaría en su segunda esposa. Desde el punto de vista económico, su familia se enfrentaba a los gastos que contrajo producto del exilio forzado, y muy oneroso, de su padre Eliodoro Yáñez, la pérdida del patrimonio, especialmente del diario La Nación, y la crisis mundial de 1929. El influjo que tuvieron estas circunstancias en el texto “Pibesa” sólo podrá ser dilucidado por el lector.
Esperamos que con esta entrega los lectores hispanohablantes y anglosajones puedan acceder a una visión panorámica de la obra y de las preocupaciones existenciales y permanentes que rodeaban a Juan Emar, y que estos textos incentiven sus deseos por conocer a este autor chileno que escribió en el siglo pasado una obra para que fuese leída en el siglo XXI.
Pablo Brodsky