Nota del editor: Estamos orgullosos de incluir “El espiritú Aboni de las cosas” en edición trilingüe: en traducción al español y al inglés, y en el portugués original. Haz clic en “English” para leer en inglés, y desplázate hacia abajo para leer en portugués.
El sol bahi creció en el cielo neme con mucha luz. Ahora es hora de partir. Tokowisa se pinta para entrar en la selva. Tokowisa lleva plumas, cerbatana, arco y flecha. Tokowisa tiene los pies descalzos y el cuerpo fuerte. Cuando entra en la selva, no se distingue la fuerza de un árbol de la fuerza de Tokowisa. No se distingue el espíritu aboni de un árbol del espíritu aboni de Tokowisa. No se distingue el espíritu aboni de un taitetú kobaya del espíritu aboni de Tokowisa, ni el de un mono guariba dyico del espíritu aboni de Tokowisa. Todos los animales hablan e indican los caminos de las cosas. Tokowisa se detiene, escucha lo que el árbol dice. Él se agacha a orillas del río faha y escucha lo que le dice. Mira hacia el cielo neme para luego cerrar los ojos y escuchar lo que la lluvia faha le dice.
Tokowisa necesita encontrar la palmera de abatosi para curar a su mujer, Yanici, que espera un hijo. Tokowisa tiene otros hijos e hijas. El viejo chamán dice que Tokowisa tiene que encontrar la palmera de abatosi en las tierras lejanas. Tokowisa tiene sus piernas y quiere llegar a una de las mil orillas del río faha. También tiene brazos, y en la canoa remonta los igarapés hasta llegar al cauce del gran río. La mujer de Tokowisa tiene un sangrado y faltan lunas para que nazca su hijo. La mujer de Tokowisa, Yanici, ya no carga la cesta y no cuida los campos de mandioca y choclo. Ella yace en la hamaca y Tokowisa sale a cazar. Pero el pensamiento ati boti de Tokowisa se queda con la mujer. El chamán sopló tabaco sobre el cuerpo de la mujer e invocó a los dioses. Pidió que se le trajera la abatosi para poder curarla. Tokowisa no va a ir con los otros hombres de su aldea porque su espíritu aboni lo llevará hacia una tierra de guerra. Él y el chamán saben del peligro. Tokowisa debe seguir sin los hombres de su aldea.
“¿Eres tú mismo?”, preguntó el chamán. “Sí, soy yo mismo”, respondió Tokowisa. El chamán quería saber si el espíritu aboni de Tokowisa habitaba su cuerpo. “Ve a una de las mil orillas del río faha y recoje unas hojas verdes y los frutos de la abatosi”, ordenó el chamán. “Sí, voy”, dijo Tokowisa. “Píntate para la guerra”, ordenó el chamán. “Sí, lo hago”, respondió Tokowisa. Entonces preparó su canoa, amarró los adornos a su cuerpo, tomó las cosas de que necesitaba y partió cuando el sol bahi iluminó el cielo neme.
Tokowisa prepara la canoa y espera a que el cielo neme se ilumine. Deja a su hija mayor, Neme, que ya maneja la cesta y recoge la mandioca, para que cuide de la mamá que no se levanta de la hamaca. Tokowisa remonta el igarapé remando suave por las aguas calmas. Ve peces aba y pájaros bani. Mira para el cielo neme y escucha todo. Tokowisa tiene que prestar atención al corazón ati boti de la selva porque no se le puede escapar ninguna señal a su espíritu aboni. Para encontrar la abatosi, Tokowisa tiene que escuchar todo, tiene que mirar todo, tiene que conocer el movimiento del viento boni, tiene que oír el camino de las aguas y los cantos de los pájaros bani en el cielo neme. Él remonta el río faha y se prepara para los días en que estará lejos de la aldea. Tokowisa necesita fuerza para encontrar la abatosi. Se pinta y entona cánticos para que los dioses lo oigan y le den la fuerza y la riqueza que necesita.
Tokowisa carga en el corazón ati boti la imagen de Yanici tumbada en la hamaca y con la faz pálida. Ella tiene una manada de perros yome a su alrededor y los niños que lloran queriendo pescado aba y pastel de mandioca fowa kabe. Yanici fue sorprendida por un hechizo lanzado por un chamán de la aldea en guerra con la aldea de Tokowisa. El hechizo era para Tokowisa, pero fue Yanici quien cayó en debilidad por cargar el hijo guerrero. El chamán teme que el espíritu aboni de Yanici sea raptado por los inamati bote, que viven debajo de la tierra. Los inamati bote fueron invocados por el chamán que lanzó el hechizo en venganza por las bajas que tuvieron en la última batalla. Por eso, Tokowisa tiene que traer la abatosi para que las intenciones de los espíritus viejos sean revertidas. Tokowisa va solo, para que la aldea tabora no quede desprotegida.
Tokowisa es un guerrero, pero ahora corre peligro. Su aldea está en guerra contra la aldea yawa de una de las mil orillas del río faha. Tokowisa no va a comer carne de caza cazada hasta que no encuentre la abatosi. Tokowisa no quiere disgustar a la yama que lo visitó en un sueño para indicarle el lugar donde estaba la palmera de abatosi. La yama apareció con ojos de fuego y pelo muy blanco. Tokowisa recuerda muy bien la palmera de abatosi en la orilla de un igarapé, tal cual se le apareció en el sueño. La yama llevó a Tokowisa hasta la palmera de abatosi. Tokowisa no puede comer animales. Va a comer asahi y otros frutos que encuentre para no disgustar a la yama. Su pueblo le teme a la yama. Tokowisa no le teme a la yama.
Tokowisa y su canoa remontan el río faha y sus brazos fuertes manejan el remo koyari, muy atento, escuchando para saber para qué lado debe seguir. El río faha va diciendo con el sonido de las aguas y va abriendo camino para la canoa que lo remonta, dejando atrás la aldea tabora. Río arriba, nakani. Río abajo, bato. Tokowisa no está solo porque el espíritu aboni de las cosas y de los animales lo acompaña. Tokowisa no le tiene miedo a la guerra, ni a los hombres de guerra, ni a los blancos. Tokowisa sabe que su pueblo está murriendo porque los hombres blancos quieren llevarse los cuerpos de los árboles. Tokowisa no tiene certeza de que los blancos sean humanos jarawara. Los hombres blancos no le temen a la maldición destinada a los que le faltan el respeto a la tierra wami. Los hombres blancos piensan que ellos existen solos y que los árboles y los animales son despreciables . Los hombres blancos matan viejos, matan mujeres, matan hombres, matan niños, todo para llevarse el cuerpo de los árboles. “¿Para qué querrán un árbol sin su aboni?”, se pregunta Tokowisa a sí mismo. “Si sacas al árbol de la tierra wami su aboni va al cielo neme”. “¿De qué sirve tener un árbol sin su aboni?, Tokowisa se pregunta cuando para y descansa del viaje. Tokowisa para y la noche yama soki baja en el cielo neme. Hace una fogata pequeña que ilumina aquel pedazo de la selva. Yanici vaga por los pensamientos de Tokowisa. Cansado, Tokowisa yace en el suelo de la foresta, con el arco, la flecha y la cerbatana a su lado. Tokowisa espera un sueño que le indique si está cerca o lejos de la palmera abatosi. Cierra los ojos y espera.
Los hombres cargan el arco y la flecha. Las mujeres cargan la cesta. Los hombres cazan y guerrean. Las mujeres siembran y cuidan a los hombres que guerrean. Las mujeres bailan. Los hombres bailan. Las mujeres cantan. Los hombres cantan. Pintan sus cuerpos con los colores de la tierra wami. El arco y la flecha permiten que los hombres capturen animales y los peces aba. La cesta es para que las mujeres carguen los frutos de su cosecha. Choclo Kimi, mandioca fowa bao, mandioca fowa basota, mandioca fowa nestona. Los hombres cuidan a sus mujeres, porque las mujeres son la fuerza para los hombres; los hombres son la fuerza para las mujeres. Tokowisa quiere salvar a Yanici y vuelve a la canoa en la orilla del río faha para seguir remontándolo en busca de la abatosi.
Tokowisa comienza a ver un destello en la selva que indica que hay hombres blancos arrancando árboles sin su espíritu aboni. Recuerda que muchas historias tristes llegan a la aldea y que los hombres se preparan para la guerra. Las mujeres almacenan alimentos en la tierra. Plantan todas las variedades de mandioca fowa y las dejan guardadas debajo de la tierra para que, cuando llegue la guerra, alimenten a su pueblo. Los hombres blancos tienen madera que escupe fuego y desangra a los hombres hasta morir. Los hombres de la aldea tienen el arco y la flecha. Tienen también la cerbatana, que paraliza a un jaguar yome más grande que un hombre con su veneno. Los hombres de su aldea guerrean con los hombres de otra aldea. Tokowisa no teme a ninguno de ellos. Tokowisa nació para ser guerrero y participó en muchas batallas. Sabe que nada puede pasar en tierra wami sin que sea vengado. Que todo lo que hacemos aquí tiene que ser vengado aquí mismo.
Tokowisa es un hombre que remonta el río faha con su canoa. Los guerreros de su pueblo no están a su lado, pero Tokowisa tiene al mundo: la tierra wami, el agua faha y el cielo neme. Tokowisa puede hablar con la piedra yati cuando baje de la canoa. Puede hablar con el boto y oír su respuesta. Puede hablar con los espíritus aboni del cielo neme. Con el espíritu aboni de los árboles. Tokowisa lleva el mundo en su corazón ati boti. Yanici está en su ati boti. Sus hijos también.
Tokowisa oye estruendos que se parecen al sonido de la madera que escupe fuego de los hombres blancos. Están matando el aboni de las cosas, piensa. Tokowisa puede sentir los destellos de luz que vienen del interior de la selva. Tokowisa le dijo al chamán que los árboles tiemblan de miedo ante los hombres blancos que devoran la selva. Tokowisa puede sentir el alboroto en la foresta. Sabe que los espíritus aboni del cielo neme serán implacables en su venganza contra los hombres blancos.
Han pasado muchos días y Tokowisa llega al lugar que la yama del sueño le indicó. El sol bahi está en lo alto del cielo. Su luz desciende entre las nubes iluminando la solitaria palmera de abatosi en la orilla del igarapé. Tokowisa toca la palmera de abatosi y pide permiso a su aboni para subir su cuerpo. Sube por la palmera de abatosi, toma las hojas más verdes y los frutos más maduros. Tokowisa respira, respira, respira. Bebe el agua faha y baja con su canoa para continuar su viaje.
Llueve mucho, después de que Tokowisa retoma su viaje. Él decide parar para que la lluvia faha no llene su canoa. Tokowisa, cansado, se duerme. No sueña, aunque quisiera soñar para tener noticias de Yanici. Los yawa ven una canoa en la orilla del río faha, debajo de un árbol, cuando la lluvia cesa. Los yawa reconocen que allí duerme un enemigo yawa. Gritan y llevan a Tokowisa para la aldea yawa en una de las mil orillas del río faha que él no conoce.
Tokowisa está preso en la aldea de una de las mil orillas del río faha. Los hombres que guerrean con su aldea tabora ahora son dueños de su cuerpo. Tokowisa no teme a los enemigos y sabe que debe morir como un guerrero. No puede decepcionar a los hombres de la aldea tabora huyendo de la aldea yawa. Como si los hombres de la aldea tabora, su aldea natal, no fueran guerreros para vengarlo. Tokowisa no puede decepcionarlos. Sabe que no es más grande que todos los hombres juntos. Tokowisa cree en que los guerreros de la aldea tabora irán a salvarlo. Tokowisa sabe que ahora será transformado en un enemigo yawa. Perderá sus adornos, su arco, su flecha, su cerbatana. Perderá los colores de su tierra wami. Ganará los colores de tierra wami de los yawa. Ganará adornos de los yawa. Pero el espíritu aboni de Tokowisa nunca será un yawa.
Los yawa van a transformar a Tokowisa en uno de ellos. Después los yawa van a comer su cuerpo. Tokowisa partirá para el cielo neme. Va a habitar el cielo neme y a encontrar a todos los que ya partieron. Los árboles matados por los blancos y los animales que comió. Tokowisa vivirá en guerra en el cielo neme, porque la guerra creó a los hombres de la selva. Tokowisa tiene que llevar las hojas verdes y los frutos da abatosi para rescatar el espíritu aboni de Yanici y salvar a su hijo. Han pasado muchos días, Tokowisa necesita encontrar una forma de llevar lo que el chamán le pidió para revertir el embrujo. Tokowisa no puede defraudar a los guerreros de su aldea tabora. Los guerreros esperan que Tokowisa les dé el honor de rescatarlo, y si no es posible, el honor de vengar su muerte, pero no esperan que él escape como un bato mawa.
Tokowisa necesita llevar a abatosi para salvar a Yanici. Los yawa se llevaron a abatosi. Se llevaron también el arco, la flecha, la cerbatana y la canoa. Tokowisa no tenía amarrados los pies y manos, pero estaba vigilado por los guerreros yawa. Tokowisa siente tristeza porque quiere salvar a Yanici.
Por la noche, Tokowisa sueña con Yanici: está acostada en la hamaca y tiene los ojos cerrados. Yanici tiene sudor en el cuerpo y da a luz a un taitetú kobaya. Yanici se pone feliz con su taitetú hijo. Pero de su cuerpo sale un río de sangre ama. Tokowisa despierta con el piar de un arasarí de pico blanco howaraka. El tucán howaraka está muy cerca y ya es noche yama soki. Los yawa duermen. Tokowisa desaparece. El arasarí howaraka que vió en su vida no es blanco, pero el arasarí howaraka que se posa y mira a Tokowisa es blanco y tiene los ojos bermejos como la yama. Tokowisa aparece con el arco, la flecha, la cerbatana, las hojas verdes y los frutos da abatosi. Tokowisa lleva todo para su canoa, que reposa en una de las mil orillas del río faha, y el arasarí howaraka blanco y de ojos bermejos lo observa. Tokowisa lo llama y levanta el brazo. El arasarí hawaraka se posa en su brazo. Los yawa duermen como si estuvieran embrujados por el yama que es el arasarí howaraka. Tokowisa coloca todo en la canoa y siente el deseo de partir. Tokowisa lleva el arasarí howaraka para la canoa, este vuela y se posa. Tokowisa siente el olor del yama que es el arasarí howaraka. Empuja la canoa para que pueda bajar por el río faha y duerme.
La canoa llega hasta el igarapé en las orillas donde queda la casa yobe de Tokowisa y Yanici. La hija de Tokowisa, Neme, baja hasta la orilla porque reconoce la canoa de su padre. Neme llama a su padre abi y los hombres y las mujeres de la aldea tabora bajan a su encuentro. Los hombres recogen el arco, la flecha y la cerbatana de la canoa para que Neme no tenga que tocarlos y traiga mala suerte para su padre abi. Los hombres recogen las hojas y los frutos de la palmera de abatosi. Neme pide que lleven todo al chamán, para que pueda curar a su madre. Neme no le cuenta a Yanici que Tokowisa no vino en la canoa.
El chamán macera las hojas y quema una parte hasta que se transformen en cenizas. El chamán cubre el rostro de Yanici de cenizas y la hace beber parte de las hojas mezcladas con el jugo de los frutos. Dice entonces palabras sagradas, invoca a los dioses del cielo neme, invoca al espíritu aboni de Tokowisa. El chamán tiene sus ojos vueltos hacia lo sagrado y siente que Tokowisa vive, que su espíritu aboni no está en el cielo neme. Los hombres de la aldea tabora se dividen: unos se visten para la guerra y remontan el río faha. Río arriba, nakani. Río abajo, bato. Otros se quedan en la aldea tabora para defender a las mujeres, los hijos y los viejos.
Han pasado dos noches, dos días, y Yanici se libera de los inamati bote y recupera su fuerza. Baja a las orillas del igarapé porque se acerca la hora del nacimiento de su hijo. Yanici contempla la canoa inmueble en la orilla del agua faha. Canta porque extraña a Tokowisa. Canta también porque el hijo de Tokowisa va a nacer. Si Tokowisa regresa, encontrará a su hijo tomando de la leche del seno de Yanici.
Este texto ha sido traducido del portugués al español por un equipo de profesoras (Letícia Goellner y Luciana Pissolato) y estudiantes (Nicolás Pérez Ferretti y Sebastián Villagra) de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su revisión estuvo a cargo de las profesoras Goellner y Pissolato, junto a la estudiante Alejandra Menichetti.
O sol bahi cresceu no céu neme com muita luz. Agora é hora de partir. Tokowisa se pinta para adentrar a floresta. Tokowisa carrega penas, zarabatana, arco e flecha. Tokowisa tem os pés descalços e o corpo forte. Quando entra na floresta, não se distingue a força de uma árvore da força de Tokowisa. Não se distingue o espírito aboni de uma árvore do espírito aboni de Tokowisa. Não se distingue o espírito aboni de um caititu kobaya do espírito aboni de Tokowisa, nem o de um macaco-guariba dyico do espírito aboni de Tokowisa. Todos os animais falam e indicam os caminhos das coisas. Tokowisa para, escuta o que a árvore diz. Ele se agacha na beira do rio faha e escuta o que lhe diz. Olha para o céu neme para logo depois fechar os olhos e escutar o que a chuva faha lhe diz.
Tokowisa precisa encontrar a palmeira de abatosi para curar sua mulher, Yanici, que espera um filho. Tokowisa tem outros filhos e filhas. O velho xamã disse que Tokowisa tem que encontrar a palmeira de abatosi nas terras de longe. Tokowisa tem suas pernas e quer chegar a uma das mil margens do rio faha. Também tem braços, e é na canoa que sobe os igarapés até chegar ao leito do grande rio. A mulher de Tokowisa tem sangramento e faltam luas para seu filho nascer. A mulher de Tokowisa, Yanici, já não carrega o cesto e não cuida da roça de mandioca e milho. Ela fica deitada na rede e Tokowisa sai para caçar. Mas o pensamento ati boti de Tokowisa fica com a mulher. O xamã soprou tabaco sobre o corpo da mulher e invocou os deuses. Pediu que lhe trouxesse a abatosi para poder curá-la. Tokowisa não vai partir com outros homens de sua aldeia porque seu espírito aboni o levará para uma terra de guerra. Ele e o xamã sabem do perigo. Tokowisa deve seguir sem os homens de sua aldeia.
“É você mesmo?”, perguntou o xamã. “Sim, sou eu mesmo”, respondeu Tokowisa. O xamã queria saber se o espírito aboni de Tokowisa habitava seu corpo. “Vá para uma das mil margens do rio faha e colha as folhas verdes e os frutos da abatosi”, ordenou o xamã. “Sim, eu vou”, disse Tokowisa. “Pinte-se para a guerra”, ordenou o xamã. “Sim, eu faço”, respondeu Tokowisa. Então preparou sua canoa, amarrou os adereços em seu corpo, pegou as coisas de que precisava e saiu quando o sol bahi iluminou o céu neme.
Tokowisa prepara a canoa e espera o céu neme se iluminar. Deixa a filha mais velha, Neme, que já maneja o cesto e colhe a mandioca, para cuidar da mãe que não levanta da rede. Tokowisa sobe o igarapé remando suave pelas águas calmas. Vê peixes aba e pássaros bani. Olha para o céu neme e escuta tudo. Tokowisa tem que prestar atenção no coração ati boti da floresta porque nenhum sinal pode escapar ao seu espírito aboni. Para encontrar a abatosi, Tokowisa tem que escutar tudo, tem que olhar tudo, tem que conhecer o movimento do vento boni, tem que ouvir o caminho das águas e os cantos dos pássaros bani no céu neme. Ele sobe o rio faha e se prepara para os dias em que ficará longe da aldeia. Tokowisa precisa de força para encontrar a abatosi. Pinta-se e entoa cantos para que os deuses ouçam e lhe deem a força e a riqueza de que precisa.
Tokowisa carrega no coração ati boti a imagem de Yanici deitada na rede e com a face pálida. Ela tem uma matilha de cães yome ao seu redor e as crianças que choram querendo peixe aba e bolo de mandioca fowa kabe. Yanici foi surpreendida por um feitiço lançado por um xamã da aldeia que guerreia contra a aldeia de Tokowisa. O feitiço era para Tokowisa, mas foi Yanici que caiu de fraqueza, porque carrega o filho guerreiro. O xamã teme que o espírito aboni de Yanici seja raptado pelos inamati bote, que moram debaixo da terra. Os inamati bote foram invocados pelo xamã que lançou o feitiço por vingança às perdas que tiveram na última batalha. Por isso, Tokowisa tem que trazer a abatosi para que as intenções dos espíritos velhos sejam revertidas. Tokowisa vai só, para que a aldeia tabora não fique desprotegida.
Tokowisa é um guerreiro, mas agora corre perigo. Sua aldeia está em guerra contra a aldeia yawa de uma das mil margens do rio faha. Tokowisa não vai comer carne de caça enquanto não encontrar a abatosi. Tokowisa não quer desagradar a yama que lhe visitou em sonho para indicar o local onde estava a palmeira de abatosi. A yama apareceu com olhos de fogo e pelo muito branco. Tokowisa lembra muito bem da palmeira de abatosi na beira de um igarapé, tal qual lhe apareceu no sonho. A yama levou Tokowisa até a palmeira de abatosi. Tokowisa não pode comer animais. Vai comer asahi e outros frutos que encontrar para não desagradar a yama. Seu povo teme a yama. Tokowisa não teme a yama.
Tokowisa e sua canoa sobem o rio faha e seus braços fortes manejam o remo koyari, muito atento, escutando para saber para que lado deve seguir. O rio faha vai dizendo com o som das águas e vai abrindo caminho para a canoa que sobe, deixando para trás a aldeia tabora. Rio acima, nakani. Rio abaixo, bato. Tokowisa não está sozinho porque o espírito aboni das coisas e dos animais o acompanha. Tokowisa não tem medo da guerra, nem dos homens da guerra, nem dos brancos. Tokowisa sabe que seu povo tem morrido porque os homens brancos querem levar os corpos das árvores. Tokowisa não tem certeza de que os brancos são humanos jarawara. Os homens brancos não temem a maldição reservada aos que desrespeitam a terra wami. Os homens brancos acham que eles existem sozinhos e que as árvores e os animais são desprezíveis. Os homens brancos matam velhos, matam mulheres, matam homens, matam crianças, tudo para levar o corpo das árvores. “Para que eles querem uma árvore sem seu aboni?” pergunta Tokowisa para si mesmo. “Se retirar a árvore da terra wami seu aboni vai para o céu neme”. “De que adianta ter uma árvore sem seu aboni?”, Tokowisa se pergunta quando para e descansa da viagem.
Tokowisa para e a noite yama soki desce no céu neme. Faz uma fogueira pequena que ilumina aquele pedaço da floresta. Yanici está vagando no pensamento de Tokowisa. Cansado, Tokowisa deita no chão da selva, com o arco, a flecha e a zarabatana ao seu lado. Tokowisa espera um sonho que indique se está perto ou longe da palmeira de abatosi. Fecha os olhos e espera.
Os homens carregam o arco e a flecha. As mulheres carregam o cesto. Os homens caçam e guerreiam. As mulheres roçam e cuidam dos homens que guerreiam. As mulheres dançam. Os homens dançam. As mulheres cantam. Os homens cantam. Pintam seus corpos com as cores da terra wami. O arco e a flecha permitem aos homens capturar a caça e o peixe aba. O cesto é para que as mulheres carreguem os frutos de suas roças. Milho kimi, mandioca fowa bao, mandioca fowa basota, mandioca fowa nestona. Os homens cuidam de suas mulheres, porque as mulheres são a força para os homens; os homens são a força para as mulheres. Tokowisa quer salvar Yanici e volta para a canoa na beira do rio faha para continuar a subir em busca da abatosi.
Tokowisa começa a ver um clarão na floresta que indica que tem homens brancos retirando árvores sem seu espírito aboni. Lembra que muitas histórias tristes chegam à aldeia e os homens se preparam para a guerra. As mulheres estocam alimentos na terra. Plantam todas as variedades de mandioca fowa e as deixam guardadas debaixo da terra para, quando chegar a guerra, alimentar seu povo. Os homens brancos têm madeira que cospe fogo e sangra os homens até a morte. Os homens da aldeia têm o arco e a flecha. Têm também a zarabatana que paralisa uma onça yome maior que um homem, com seu veneno. Os homens de sua aldeia guerreiam com os homens de outra aldeia. Tokowisa não teme nenhum deles. Tokowisa nasceu para ser guerreiro e participou de muitas batalhas. Sabe que nada pode passar na terra wami sem que seja vingado. Que tudo que fazemos aqui precisa ser vingado aqui mesmo.
Tokowisa é um homem que sobe o rio faha com sua canoa. Os guerreiros de seu povo não estão ao seu lado, mas Tokowisa tem o mundo: a terra wami, a água faha e o céu neme. Tokowisa pode falar com a pedra yati quando desce da canoa. Pode falar com o boto e ouvir sua resposta. Pode falar com os espíritos aboni do céu neme. Com o espírito aboni das árvores. Tokowisa carrega o mundo em seu coração ati boti. Yanici está em seu ati boti. Os seus filhos também.
Tokowisa ouve estrondos que parecem com o som da madeira que cospe fogo dos homens brancos. Estão matando o aboni das coisas, pensa. Tokowisa pode sentir clarões de luz vindo do interior da floresta. Tokowisa disse para o xamã que as árvores tremem de medo dos homens brancos que devoram a floresta. Tokowisa pode sentir o alvoroço na selva. Sabe que os espíritos aboni do céu neme serão implacáveis em sua vingança para com os homens brancos.
Passaram-se muitos dias e Tokowisa chega ao lugar que a yama do sonho lhe indicou. O sol bahi está no alto do céu. Sua luz desce entre as nuvens iluminando a solitária palmeira de abatosi na beira do igarapé. Tokowisa toca a palmeira de abatosi e pede licença ao seu aboni para subir em seu corpo. Sobe a palmeira de abatosi, retira as folhas mais verdes e os frutos mais maduros. Tokowisa respira, respira, respira. Bebe a água faha e desce com sua canoa para continuar sua viagem.
Chove muito, depois que Tokowisa continua a sua viagem. Ele resolve parar para que a chuva faha não encha sua canoa. Tokowisa, cansado, adormece. Não sonha, embora quisesse sonhar para ter notícias de Yanici. Os yawa veem uma canoa na margem do rio faha, debaixo de uma árvore, quando a chuva cessa. Os yawa reconhecem que ali dorme um inimigo yawa. Gritam e carregam Tokowisa para a aldeia yawa em uma das mil margens do rio faha que ele não conhece.
Tokowisa está preso na aldeia de uma das mil margens do rio faha. Os homens que guerreiam com sua aldeia tabora agora são donos do seu corpo. Tokowisa não teme os inimigos e sabe que deve morrer como um guerreiro. Não pode desapontar os homens de sua aldeia tabora com uma fuga da aldeia yawa. Como se os homens da aldeia tabora, sua aldeia natal, não fossem guerreiros para vingá-lo. Tokowisa não pode desapontá-los. Sabe que não é maior que todos os homens juntos. Tokowisa acredita que os guerreiros da aldeia tabora irão salvá-lo. Tokowisa sabe que agora será transformado em um inimigo yawa. Perderá seus adereços, seu arco, sua flecha, sua zarabatana. Perderá as cores da sua terra wami. Ganhará as cores da terra wami dos yawa. Ganhará adereços dos yawa. Mas o espírito aboni de Tokowisa nunca será um yawa.
Os yawa vão transformar Tokowisa em um deles. Depois os yawa irão comer seu corpo. Tokowisa partirá para o céu neme. Vai habitar o céu neme e encontrar todos que já partiram. As árvores mortas pelos brancos e os animais que comeu. Tokowisa viverá em guerra no céu neme, porque a guerra fez o homem da floresta. Tokowisa tem que levar as folhas verdes e os frutos da abatosi para resgatar o espírito aboni de Yanici e salvar seu filho. Passaram-se muitos dias, Tokowisa precisa encontrar uma forma de levar o que o xamã lhe pediu para reverter o feitiço. Tokowisa não pode desapontar os guerreiros de sua aldeia tabora. Os guerreiros esperam que Tokowisa dê-lhes a honra de resgatá-lo, e se não for possível, a honra de vingar a sua morte, mas não esperam que ele escape como um bato mawa.
Tokowisa precisa levar a abatosi para salvar Yanici. Os yawa pegaram a abatosi. Pegaram também o arco, a flecha, a zarabatana e a canoa. Tokowisa não tinha pés e mãos amarrados, mas era guardado pelos guerreiros yawa. Tokowisa sente tristeza porque quer salvar Yanici.
À noite, Tokowisa sonha com Yanici: está deitada na rede e tem os olhos fechados. Yanici tem suor no corpo e dá a luz a um caititu kobaya. Yanici fica feliz com seu caititu-filho. Mas de seu corpo desce um rio de sangue ama. Tokowisa desperta com o pio do araçari-de-bico-branco howaraka. O araçari howaraka está muito perto e é noite yama soki. Os yawa dormem. Tokowisa some. O araçari howaraka que viu na vida não é branco, mas o araçari howaraka que pousa e olha para Tokowisa é branco e tem os olhos vermelhos como a yama. Tokowisa aparece com o arco, a flecha, a zarabatana, as folhas verdes e os frutos da abatosi. Tokowisa leva tudo para a sua canoa, repousada em uma das mil margens do rio faha, e o araçari howaraka branco e de olhos vermelhos o observa. Tokowisa o chama e levanta o braço. O araçari howaraka pousa em seu braço. Os yawa dormem como que enfeitiçados pelo yama que é o araçari howaraka. Tokowisa coloca tudo na canoa e sente vontade de partir. Tokowisa leva o araçari howaraka para a canoa, ele voa e pousa só. Tokowisa sente o cheiro da yama que é o araçari howaraka. Empurra a canoa para que ela possa descer o rio faha e dorme.
A canoa chega até o igarapé nas margens onde fica a casa yobe de Tokowisa e Yanici. A filha de Tokowisa, Neme, desce até a margem porque reconhece a canoa do pai. Neme grita por pai abi e os homens e as mulheres da aldeia tabora descem ao seu encontro. Os homens recolhem o arco, a flecha e a zarabatana da canoa para que Neme não precise tocar e trazer má sorte para seu pai abi. Os homens recolhem as folhas e os frutos da palmeira abatosi. Neme pede que levem tudo até o xamã, para que ele possa curar sua mãe. Neme não conta para Yanici que Tokowisa não veio na canoa.
O xamã macera as folhas e queima parte delas até que se transformem em cinzas. O xamã cobre o rosto de Yanici de cinzas e a faz beber parte das folhas misturadas ao sumo dos frutos. Fala então palavras sagradas, invoca os deuses do céu neme, invoca o espírito aboni de Tokowisa. O xamã tem seus olhos voltados para o sagrado e sente que Tokowisa vive, que o seu espírito aboni não está no céu neme. Os homens da aldeia tabora se dividem: uns vestem-se para a guerra e sobem o rio faha. Rio acima, nakani. Rio abaixo, bato. Outros continuam na aldeia tabora para defender as mulheres, as crianças e os velhos.
Passam-se duas noites, dois dias, e Yanici se liberta dos inamati bote e recupera sua força. Desce à beira do igarapé, porque a hora do filho nascer se aproxima. Yanici contempla a canoa parada na beira da água faha. Canta porque sente saudade de Tokowisa. Canta também porque o filho de Tokowisa irá nascer. Se Tokowisa regressar, encontrará seu filho bebendo leite do seio de Yanici.