George Henson: Hablemos inicialmente sobre el Premio Neustadt y por qué estás aquí.
Achy Obejas: Bien, estoy aquí porque fui invitada a formar parte de este jurado y a nominar a alguien para este premio, el cual es realmente un gran aporte. Es una gran cantidad de dinero, y es muy, muy prestigioso. Nominé a Edwidge Danticat.
GH: Supe eso y no conozco su trabajo. No voy a pretender que lo hago, pero hay algo que encontré interesante, ella es una mujer y cada vez son más las mujeres nominadas y ganadoras del Premio Neustadt, y creo que podemos decir lo mismo sobre cualquier otro premio literario.
AO: Ya es hora de hacerlo. [Risas]
GH: Ya era hora. Esta es una de las razones por las que nuestro último número de LALT se dedicó casi exclusivamente a las mujeres, alrededor del 90% de este número se vincula con ellas, pero no solo como escritoras, sino como traductoras. Aunque también Danticat es haitiana-estadounidense, y estoy realmente interesado en esa noción de identidad hipercultural, que compartes con ella. Además, también compartes una afinidad geográfica, pues ella es una escritora caribeña. ¿Está vinculada con el creole francés?
AO: Ella es creole-francesa. Ella es negra, lo cual no tenemos en común, y ella maneja al mundo de manera muy diferente a como yo lo hago. Amo su trabajo. Es un trabajo con un poder tremendo, y es un trabajo altamente moral. Ya sabes, ella es una escritora que ha visto muchas cosas terribles. Haití es un país que ha pasado por mucho horror, y al que creo hace referencia sobre su situación en términos muy universales, con los que todos podemos relacionarnos. Sus historias son engañosamente simples, aunque estructuralmente hace algunas cosas fascinantes y muy interesantes. Y ella es simplemente sabia. Una escritora con una gran sabiduría de quien admiro mucho su trabajo. Simplemente una persona muy generosa. Creo que trabajé con ella cuando le pedimos una historia para Immigrant Voices 21st Century Stories, que publicamos hace unos tres años, en la editorial Great Books Foundation; ella nos dio su historia con mucho gusto, y allí también participé en una gran promoción para este libro. Ella siempre ha sido muy abierta y servicial con otros escritores, y siento que las personas desinteresadas y generosas también deberían ser los receptores de la generosidad, y me parece una oportunidad para agradecerle por su hermoso trabajo. Gracias por la forma en que te vinculas con en el mundo. Gracias por tu sabiduría, por tu guía. Quiero decir que ruego a Dios para que ella reciba mi gratitud.
GH: ¿Cómo crees que sean sus posibilidades?
AO: Dios, espero que buenas.
GH: Sabes quién tienes que ser, este es un proceso en el que debes convencer a tus compañeros del jurado. No estoy exactamente seguro de cómo funciona este sistema, pero creo que es como elegir a un Papa.
AO: Eso pienso, sí. El proceso de votación nos fue explicado, y está muy claro que tendremos que hablar mucho.
GH: Muy bien. Confío en que vas a ser muy convincente.
AO: Yo, ya sabes, ya veremos. Tengo un poco de frío, así que me tengo que calentar las mejillas con unas pequeñas bofetadas tontas.
GH: Bueno, vas a estar encerrada. Tal vez te den un montón de té. ¿Qué tipo de paralelismos ves entre tú y ella como escritoras, como personas con una identidad hipercultural, que vienen del Caribe, hubo algo más allá de eso?
AO: Creo que ambas tenemos relaciones conflictivas con nuestras comunidades étnicas aquí en los Estados Unidos. Hasta cierto punto las dos estamos enamoradas de estas comunidades y, al mismo tiempo, giramos nuestras cabezas para negarlas. Considero que ambas sentimos una gran simpatía por las personas que pertenecen a estas comunidades, quienes llegan aquí lastimadas. Simplemente, existen numerosas personas provenientes de Haití y de Cuba que han soportado mucho dolor en su país de origen, y luego se sitúan en este país que no necesariamente quieren. Tú sabes que ellos no llegan aquí porque deseen llevar una mejor vida, no arriban con ese tipo de situación vinculada al “sueño americano”, vienen aquí porque hay un desastre en nuestros países originarios. Ellos vienen porque han sido perseguidos en su país de origen, por diferentes motivos y de diferentes maneras. Creo que Haití ha sido mucho más violento que Cuba. La gente llega con mucho dolor y luego tienen que activarse aquí. Ese dolor es invisible para la mayoría de las personas a su alrededor. Yo creo que esa es una coincidencia de ambas en nuestro trabajo.
GH: Esto es realmente una buena forma de pasar a mi próxima pregunta. Pensamos que la comunidad cubanoamericana comparte una historia en común pero, al mismo tiempo, cada cubanoamericano o cubanoamericana tiene su propia historia que es única. ¿En qué crees que se diferencia tu visión del tipo de historia universal cubanoamericana?
AO: Quiero decir que todo depende de lo que cada quien piense acerca de lo que es la historia universal cubanoamericana.
GH: Estoy seguro de que eso es demasiado simplista.
AO: Correcto. Hace unos años, en realidad hace unos diez años, fui a una conferencia sobre estudios cubanoamericanos con mi papá, y fue realmente fascinante porque uno de los oradores se levantó y comenzó a hablar sobre La Habana. Él estuvo hablando de cuánto había cambiado La Habana. Sólo había estado en Estados Unidos durante seis o siete años, acababa de regresar y lamentaba el cambio en la ciudad. Luego comenzó a describir su Habana y mi padre, quien estaba sentado a mi lado, me dijo: “No reconozco ninguna de esas Habanas. No tengo idea de qué demonios está hablando”. Porque el tiempo simplemente cambia todo de esta manera. Es difícil saber cuál podría ser la historia universal cubanoamericana. Creo que mucha gente piensa que los cubanoamericanos son personas que vienen de Cuba, probablemente en un pequeño bote. Se escaparon del gobierno de Fidel Castro, vienen y se convierten en exiliados valiosos. Tendemos a hacerlo bien, al menos en la imaginación pública, en términos de economía y educación, liderazgo y ese tipo de cosas. Todo eso es verdad. Vine en 1963, por lo que fui una refugiada precoz. Vinimos en un bote, en el medio de la noche, así que encajamos perfectamente en esa imagen. Nosotros lo hicimos bien. No hicimos un gran trabajo. Mis padres eran profesores de escuelas públicas, así que hay una cierta limitación en lo que puedes hacer cuando eso es lo que haces. Vivimos en Indiana, que no es una situación muy típica, no nos quedamos en Miami por mucho tiempo. Así que crecí en las afueras, cerca de una hora de distancia de Chicago, en un pequeño pueblo de Indiana, e hice cosas como ir a dar un paseo en un tractor o ir a la fiesta de graduación con estadounidenses, sin cubanos a mi alrededor.
GH: Lo cual es muy diferente de, por ejemplo, la experiencia que tuvo Ricardo Blanco, el poeta. Él creció en Miami.
AO: Creció en Miami. Quiero decir que Gustavo Pérez Firmat tiene una gran experiencia en Miami. Hay diferentes historias Los cubanos que crecieron en Nueva York, lo hicieron en una situación muy diferente porque también hay una comunidad cubana histórica en Nueva York, que es anterior a la revolución, donde Cuba estuvo presente culturalmente. Quienes crecieron en L.A. lo hicieron de manera muy diferente. Tenían una comunidad muy aislada, y tienden a ser cubanos económicamente prósperos. Depende de dónde se encuentren y qué está pasando. Quiero decir que en Michigan City, Indiana, ÉRAMOS la comunidad cubana. Nosotros lo éramos. Había otra familia en la ciudad y ellos precedieron a la revolución. Eran refugiados económicos de antes de la revolución. De hecho, simpatizaban con la revolución, lo que significaba que nuestros padres no podían realmente vincularse. Nosotros los niños lo hicimos; nos hicimos amigos, pero los padres nunca se relacionaron realmente.
GH: Eso es muy interesante. Entonces, mi pregunta se basaba en algo que es muy simplista. Ya que existe esta experiencia común, es curioso que hayas dicho que la Habana de tu padre era muy diferente. Creo que para muchos cubanoamericanos el vínculo común es su memoria, pero no es una memoria colectiva. Estos son recuerdos individuales, en su mayor parte, al menos en gran parte, de La Habana. ¿Has estado en Cuba?
AO: Ah sí. He estado docenas de veces. En 1999 viví en Cuba.
GH: ¿En serio?
AO: Sí, volví adulta.
GH: Porque muchos cubanoamericanos no quieren regresar.
AO: Sí, no, no, yo he regresado muchas veces. De hecho, fue una situación interesante, pues mis padres se opusieron mucho a mi retorno, y me tomó mucho tiempo. La primera vez que me acerqué al tema fue en 1980 y, en realidad, no volví a hacerlo hasta 1995. Entonces, pueden imaginarse la conversación que tuvimos durante esos 14 años. Cuando finalmente regresé, ellos no estuvieron ni entusiasmados ni contentos —ocurrieron cosas muy curiosas que siempre expresaron el gran temor sobre mi regreso— y el miedo siempre se caracterizó como político. Pero me di cuenta de que el miedo era otra cosa. Esto fue como tener más experiencias en Cuba, tener una experiencia cubana real y no depender de ellos para explicarme Cuba, porque yo amaba Cuba cuando tenía seis años. Antes, todo tenía que ser realmente filtrado a través de ellos. Cuando dejé de tener esa dependencia, cuando el reino de los detalles de Cuba se convirtió en mío, en lugar de ser de ellos, fue un momento muy, muy triste. Quiero decir, recuerdo que una vez hablé con mi mamá; ella se estaba refiriendo a algo y mencionó una intersección. Me di cuenta de que las dos calles que ella había señalado en realidad no se cruzan. Tuve el impulso de decirlo y luego simplemente lo dejé así, porque asumí que no tiene sentido decir algo cuando ya no vale la pena hacerlo.
GH: Por alguna razón, en este momento, estoy pensando en Milk of Amnesia (Leche de Amnesia), ¿conoces esa obra?
AO: Ah sí, sí. La obra de Carmelita Tropicana.
GH: Exacto. No lo sé. Supongo que hay un cierto grado de amnesia cultural en la mente de tu madre. La intersección entre esas calles no puede dejar de existir para ella.
AO: Claro, claro. Quiero decir, ¿por qué no? Para ese momento ya había estado fuera de Cuba por más de 30 años y ella no es de La Habana. Ella es del interior. Mis padres son del interior, diferentes partes del interior, pero del interior. Mi madre era de la parte central, de Sagua la Grande y mi padre era del oriente, de una pequeña ciudad llamada Gibara, un pueblo de pescadores donde habitan unas 2.000 personas. Entonces, no hay ninguna razón para que ella esté tan increíblemente familiar, quiero decir que su confusión es perfectamente aceptable.
GH: Y nuestra mente miente todos los días.
AO: Todos los días, entonces, ¿por qué no tenemos siempre este recuerdo fotográfico de La Habana? No hay ninguna razón para esperar simplemente eso.
GH: Correcto, pero creyendo en algo —arreglar tus recuerdos forma parte de procesar tu pasado y lidiar con tu pasado— y quiero decir que ese es un regalo que le diste a tu madre dejando que ella lo hiciera.
AO: Creo que ella también se dio cuenta de que algo había sucedido en ese momento. Recuerdo que estaba como en el aire. Podías sentirlo. Me entristeció, me sentí triste por ella. Porque gran parte de su identidad está atrapada al ser ahora una persona que ha sido desplazada de la isla, alguien que luego no se adhiere a los detalles, algo así como, ¿qué significa eso?
GH: Desconcertante.
AO: Sí. ¿Quién soy yo entonces? Ni siquiera sé esta cosa tan fundamental que forma parte de mí. Esto era solo un pequeño detalle. No era nada, pero también era todo.
GH: Podría ser como la hebra que comienza a deshacerlo todo, cuando no hay razón para tirar de ella. Sobre el tema de la identidad, ¿te ves a ti misma más como una escritora o como una traductora? Por ejemplo, yo no creo en el bilingüismo perfecto. Creo que una persona forma parte de un idioma dominante, pero ese dominio también puede cambiar dependiendo de qué registro estén hablando, o en qué situación están hablando. ¿Es lo mismo para ti como escritora y como traductora? ¿O cómo te ves a ti misma? ¿Ves a la escritura y a la traducción como dos extremos esenciales de una misma cosa?
AO: Bueno, yo domino el inglés, porque mi educación ha sido en inglés y ello me ha llevado a dominarlo. Por la misma razón, mi vocabulario mayor es en inglés. Tengo un enfoque formal en las palabras y en el lenguaje, un lenguaje crítico en inglés que no me resulta tan natural en español. En español debo siempre hacer una pausa y considerar algunas cosas. La mayoría de las personas me consideran completamente bilingüe. Me considero completamente bilingüe en el sentido de que realmente no tengo problemas al cambiar de un idioma al otro, pero sé que hay un nivel de confianza más alto en mi inglés que en mi español, y eso tiene que ver con mi educación.
GH: Pero eres una traductora bi-textual. Traduces de ambas maneras y eso no sucede muy a menudo, especialmente en la traducción literaria. Por ejemplo, has traducido a Junot Díaz al español y a Rita Indiana al inglés.
AO: ¡Acabo de terminar su segunda novela!
GH: Ah, ¿lo hiciste? ¿Cuándo saldrá?
AO: Creo que saldrá en algún momento, en primavera. Es realmente emocionante. Es un gran libro.
GH: Entonces háblame sobre tu relación con la traducción. Como dije, estoy muy interesado en el hecho de que eres bi-textual.
AO: Siempre tengo algo vinculado con la traducción. Ni siquiera me di cuenta de lo que estaba haciendo. Era la mayor de mi familia, y mis padres solían contar conmigo para explicarles las cosas en virtud de mi educación pues, a pesar de que mis padres son supremamente educados, su capacidad de comunicarse en inglés era limitada, especialmente, cuando llegamos por primera vez. Obviamente, mejoraron con el tiempo, pero los niños son como esponjas. El juego estaba muy adelantado cuando se trataba de saber qué estaba pasando. Si teníamos que hacer una llamada a Cuba, durante el día no podías llamar directamente, y realmente tenías que llamar a un operador, toda esa porquería. Si teníamos que obtener un tipo particular de prescripción, si teníamos que hablar con un técnico de reparación o con una persona de servicios públicos, o lo que fuese. Yo era una especie de intérprete familiar. Tendría apenas diez u once, o doce años, pero a menudo me enfrentaba a cuestiones complicadas, porque tenía que explicarle primero a mis padres y luego a la otra persona lo que estaba sucediendo. Entonces, iba y venía todo el tiempo. En algún momento comencé un juego personal con la traducción, como un ejercicio, como algo con que jugar. Especialmente en la poesía, lo hice un montón de veces tratando de ver cómo sonaría esto en un idioma u otro, yendo y viniendo.
GH: ¿Tu propio trabajo o el de otros?
AO: El trabajo de otras personas. Realmente nunca traduje mi propio trabajo. Y luego, lo que sucedió, tropezando con la traducción fue como me hice amiga de Johnny Temple, en Akashic. Tienen maravillosas series —una serie negra— diferentes libros dedicados a diferentes ciudades y lugares…
GH: ¿Cómo Havana Noir?
AO: Como Havana Noir. Estaban a punto de publicar Miami noir, y él estaba muy entusiasmado con eso. Yo estaba en ese momento viviendo en Honolulu y él en Nueva York; cuando salió el libro, me lo envió. Una de las cosas que realmente estaba buscando con Miami Noir fue leer a todos estos nuevos y emocionantes escritores cubanoamericanos. Cuando abro el libro, hay uno.
GH: ¿Solo uno nuevo?
AO: Solo un cubanoamericano.
GH: Increíble.
AO: Lo cual fue, quiero decir, no sé, en Miami bajamos del avión y tropezamos con cinco cubanoamericanos que se dirigían al reclamo del equipaje. Cinco escritores cubanoamericanos en realidad. Así que me horroricé y lo llamé, y me quejé y gemí, y en el proceso de esa conversación, me dijo ¿por qué no hacemos Havana Noir? Vamos, hagámoslo. Me tomó un poco engatusarme, porque no había pensado editar, no era una responsabilidad que quería asumir, tenía otros proyectos, etc. En el momento en que cocinábamos este proyecto, ninguno de nosotros se dio cuenta de que habría que considerar el componente de la traducción. Parte de ello es que conozco a tantos escritores cubanos que están tan ansiosos por publicar en los Estados Unidos que, como resultado, casi siempre tienen una traducción en algún lugar de su cajón. Entras en su terreno y lo primero que hacen es darte una traducción al inglés de su trabajo. Están listos, ¿sabes? Entonces no se me ocurrió que estaríamos involucrados en ningún tipo de traducción y de hecho, el libro, la portada, ni siquiera me da el crédito como traductora. Solo dice “editado por Achy Obejas”. Cuando vayas adentro, cada historia dirá si está traducida o no. No todas las historias están traducidas, 13 de las 18. De todos modos, lo que sucedió fue que estas traducciones comenzaron a fluir y apestaron. Fueron terribles. Estaban absolutamente horrorizados.
GH: ¿Crees que algunos de ellos se auto-tradujeron?
AO: Oh, Dios, sí. Por supuesto. Entonces comencé a hacerlas yo. También comencé a darme cuenta de que quería que este libro tuviese una voz particular. Obviamente, estos escritores tienen voces diferentes y tenencias diversas, pero el libro en sí tiene que tener un tono particular. En aquel momento comencé a hacerlo. Luego, lo que sucedió fue una locura. Fuimos a Nueva York para lanzar el libro. Fue lanzado por la American Society, la Fundación Rockefeller y David Unger, a quien conocí por haber pasado un tiempo en La Habana. David fue y es, supongo, el director de la Sección de Traductores de la Feria del Libro de Guadalajara, y recuerdo que ya cercanos a la lectura, Johnny y yo estábamos hablando por teléfono y me dijo: Tu sabes que nunca hemos hecho una traducción antes, ¿hay premios y cosas donde se supone que debemos enviarla? No sé nada sobre esto. Yo respondí, no tengo idea pero le preguntaré a David, creo que él estará en esta lectura. Lo llamé y David estaba muy raro, lo cual era muy inusual, no sabía lo que estaba pasando; llegué a la lectura y ahí estaba él, ya sabes, como “estoy aquí”. Pensé: “Dios mío, él no va a ayudarme, me pregunto qué habré hecho para ofenderlo”. Y sin embargo, cuando llegué a casa esa noche, David me había escrito esta carta increíblemente larga sobre qué hacer con el libro, básicamente diciéndome que ahora era un traductor, y que estas eran las cosas que tenía que hacer para continuar mi carrera como traductora. Y recuerdo haber pensado: “Oh David, eso es muy dulce, pero tengo un millón de cosas más que hacer”. Fue algo alegre hacer esas traducciones. Realmente lo disfruté. Fue una experiencia tremendamente divertida. Luego, unas dos semanas después, recibí una llamada de una mujer llamada Jacqueline Montalvo, editora del sello Vintage en Español, y ella me dijo: “Hola, David Unger dice que eres la única persona que puede traducir a Junot Díaz”. Yo dije “Hmmm, David Unger, ¿estaba borracho?” No es que beba ni nada, pero estaba tan sorprendida por esto que recuerdo que le dije a Jacqueline: “Bueno, Jackie, he hecho un libro y fue en Inglés, no en español.” Ella dijo: “Bueno, David está convencido de que eres la persona que tiene que hacer esto, así que se supone que te acosaré para que lo hagas”. Resultó que ella no estaba invitándome a hacerlo, me invitaba a enviar una muestra. Recuerdo que pensé para mis adentros: “Bueno, haré eso”, “presentaré una muestra porque será divertido hacerlo y tal vez obtenga algunos comentarios al respecto y cuando vea a Junot, quiero saber que me rechazó. Eso será algo”. Ya sabes, era amiga de Junot. Conocí a Junot en el mismo programa que conocí a David. Nos conocíamos desde hacía mucho tiempo atrás. De todos modos, hice la muestra, pero como no estaba involucrada en el proyecto, decidí hacer algo realmente funky. Como saben, hice esta traducción muy caribeña, muy spanglish, que de alguna manera reflejó mucha sensibilidad.
GH: Que es lo que él hace en inglés.
AO: ¡Exacto! Que es lo que él hace en inglés. Y las traducciones de su primer libro —ambas— han sido terribles. Yo lo sabía. Yo sabía que él las odiaba. Así que jugué pensando que podía hacer esto, porque nunca en la historia de las publicaciones en español ha habido una traducción vinculada con este tipo de argot caribeño y otra persona no iba a hacerlo. Quiero decir, había un editor español que iba a publicarla. ¡De ninguna manera! Así que yo acabé haciéndola, la envié, la olvidé, y luego, unas dos semanas más tarde, recibí esta llamada de Junot, diciendo: “¡Giiiirrrrl!” [Risas] Y así continuamos este proceso loco que fue interminable. Quiero decir que fue un evento realmente complicado porque él había estado tan a la defensiva con la primera traducción horrible, y esta era también su novela, su obra maestra. Esta obra era enorme para él, y tenía que ser traducida correctamente, aunque no tenía una forma de verificarlo. Su propio español, especialmente en aquel momento, no era lo suficientemente fuerte como para realmente decir: “Esto es lo que está mal aquí” o “Esta es la razón por la que esto no está funcionando”. Así que él creó un sistema loco: yo terminaría de traducir un capítulo, se lo enviaría a él y luego él se lo enviaría a sus dieciséis mejores amigos. No estoy bromeando. No estoy siendo hiperbólica, literalmente dieciséis personas añadidas a ese correo electrónico. Ellos le enviarían notas que él no terciaría, y me las enviaría. Algunas personas hablaban español con fluidez y sabían exactamente lo que estaban haciendo. Otros no. Algunos de ellos no tenían más conocimiento del español que Junot. Otros tenían menos. Unos estaban extremadamente resentidos por el hecho de que él había elegido a alguien que no era dominicana para esta traducción. Así que me llegaron cosas, como notas, en una de ellas decía: “¡Esto es perfecto! Refleja al original”, y luego ese mismo párrafo tenía otra nota, en otro borrador, que señalaba: “Esto está lleno de cubanismos. Es obvio que esta es la persona equivocada”. [Risas]. De esta forma transcurrió este tipo de negociación constante.
GH: Pero, ¿dejó que tú resolvieras todo? ¿Fue un árbitro en algún punto?
AO: Él me lo dejó a mí. Hubo un par de ocasiones en las que le hice preguntas muy específicas, pero prácticamente acudí a mis respuestas. Fue interesante cómo cambió la historia después de la publicación. Pude verlo aterrorizado en su primera entrevista, antes de que el libro realmente comenzara a recibir críticas. En realidad tomó cierta distancia con su obra traducida. Dijo frases como “pierdes cosas en la traducción” u “obviamente ninguna traducción será la mitad de buena que el original”. No obtuve exactamente un voto de confianza. Dijo algo en el sentido de que “la traducción está bien, de lo contrario no la publicaríamos” y definitivamente señaló lo siguiente: “Soy cauteloso. Tuve una experiencia muy mala con esto antes, y no voy a meter la mano en el fuego aquí”. Esto fue algo muy diferente a lo que hicimos. Pero una vez que las críticas comenzaron a llegar, fueron fenomenales. No solo para el libro, que por supuesto merecía críticas maravillosas y extraordinarias, sino que casi todas las reseñas para la prensa en español se refirieron a la traducción. Todo el mundo tenía algo que decir sobre la traducción, y todos hablaban maravillas de la traducción al español y de cómo capturó su voz. De hecho, hubo un crítico en Argentina que dijo que en realidad no creía que existiera Achy Obejas, que estaba convencido de que se trataba de un nom de plume que Junot había asumido porque había demasiado Junot.
GH: Ah, qué orgullo.
AO: Ah, sí, se negó al asedio de que esto no lo había hecho más nadie sino él. Lo que empezó a suceder fue que Junot comenzó a creer que tenía un papel mucho más importante en esto. Ya para el final, fue algo así como: “Sí, hicimos esto de la mano”. Creo que en algún momento llegó a pensar que él me estaba guiando y, finalmente, Elizabeth Taylor del Chicago Tribune se me acercó y me dijo: “¿Puedes escribir un poco sobre el proceso de cómo sucedió esto?”. Yo dije, “Esta es una suerte de una buena oportunidad para aclarar el aire acerca de cómo sucedió todo”. Así que escribí, ya sabes, cómo habíamos logrado hacer realmente el proceso de la traducción y el hecho de que, ciertamente, él me había dejado hacer muchas cosas. Quise aclarar que tengo un montón de correspondencias de él, donde me dice: “Tú decides” y otras cosas divertidas, como si yo discutiera con él sobre un acento, en algo que estaba mal. Yo hubiese dicho: “Si quieres que suene de esta manera, ese acento no puede estar allí. Tiene que sonar, bla, bla, bla”. Luego me dijo cosas como: “Oh, sólo tiro los acentos como confeti”. [Risas] Yo pensé: “Esto es fantástico”. Así que fue una colaboración maravillosa, en el sentido de que él realmente estaba dispuesto a hacerla de esta manera. Es lo que quería. Esto es lo que tenía en su alma, y no había podido conseguirlo para su primer libro. Tener esa licencia, tener esa libertad, tenerlo disponible fue genial. Para el segundo libro que hicimos juntos, de alguna manera promulgué una ley y le dije: “Aquí está cómo vamos a hacer esto ¿De acuerdo? Voy a traducir, si tengo alguna pregunta, te llamaré. [Risas] Vas a dejarme sola, y cuando termine, te lo daré, y puedes decir lo que quieras decir”. Y se rió.
GH: Bueno, te has ganado su confianza.
AO: ¡Totalmente!
GH: Y no fue una falta de confianza en ti, había una falta de confianza en toda su experiencia en la traducción.
AO: Ah, no. Su experiencia no había sido feliz. Así que entendí totalmente cuál era su problema. También entendí que Oscar Wao era un libro increíblemente importante para él en su carrera. Entonces, la traducción al español tenía que ser una cosa muy particular. Comprendí por qué él estaba en todas partes. Me di cuenta de que debía decir: “Oye, quítate de mi espalda”, porque entendí cuál era su problema. Fue divertido, porque cuando dije eso, se rió. Literalmente fue esa risa realmente exuberante. Y él estaba como, “Sí, bueno, ya hemos establecido tantas cosas aquí que no necesitaremos tener estas conversaciones”. Así que fue genial. Me fui, lo hice, volví, al final tenía dos preguntas para él. Una de ellas la trabajamos mucho.
GH: ¿Y qué libro fue ese?
AO: Así es como la pierdes. La diferencia fue que Oscar Wao me tomó seis meses traducirla. Así es como la pierdes la traduje en seis semanas.
GH: Pero cuando te ocupas de un proyecto —y he aprendido esto de asociaciones anteriores, por ejemplo, cuando contribuiste con el número queer de World Literature Today que edité— estás hiperenfocada en algo, y yo imagino que trabajas 12 horas al día, encerrada en una oficina…
AO: Bueno, me quedo callada en una oficina, pero no sé si trabajo 12 horas al día. [Risas] Estoy realmente hiperenfocada, y ciertamente me concentro en una cosa. Tienes que vivir con eso. De alguna manera algo tiene que invadir tu día a día, lo cual es muy importante porque, en realidad, crea una tensión entre mi carrera como traductora y mi carrera como escritora. Como escritora, probablemente no he producido tanto. Creo que me siento un poco como Junot. Junot siente que no ha escrito lo suficiente. En cierto modo, somos escritores lentos, pero como traductora, soy una loca prolífica. Quiero decir, he traducido 20 libros en este momento, y solo comencé hace 10 años, así que eso es un poco loco ¿no?
GH: Tu más reciente traducción es la novela escrita por Rita Indiana, ¿no es así?
AO: Bueno, es la que terminé, sí. En realidad, terminé otra después de esa, una pequeña biografía sobre Frida Kahlo.
GH: ¿Quién fue el autor?
AO: Es un escritor mexicano, emergente de la Universidad de Texas y se trata de una hermosa especie de biografía reinventada e ilustrada sobre Frida.
GH: ¿Pero no como una novela gráfica, sino como algo intermedio?
AO: Bueno, en realidad tiene algunas sensibilidades novelescas, lo que creo que hará que la historia sea accesible para algunas personas quienes, de otra manera, no podrían entrar en ella.
GH: ¿Has traducido del español dominicano, del español mexicano y de cuál más?
AO: Un montón de obras cubanas.
GH: Claro, obviamente.
AO: Acabo de hacer la traducción de una novela romántica para Amazon de España, que fue realmente hilarante.
GH: ¿Para Amazon Crossing?
AO: Sí, para Amazon Crossing. Ellos me encantan.
GH: Sabes, soy uno de sus traductores registrados. Recibo sus correos electrónicos diciendo: “¿Quieres hacer una oferta por este proyecto?” Y me he dado cuenta de que tienen casi toda la literatura de género, hay ficción histórica, romance, y la mayoría viene de España. Me ofrecí para un par de ellos y no me invitaron. ¿Fuiste invitada o tuviste que pasar por el mismo proceso?
AO: He hecho ambas cosas. Fui invitada a traducir el libro de Wendy Guerra, que es el primero que hice para ellos, Everyone Leaves /Todos se van.
GH: ¿Así que Wendy Guerra pasó por Amazon Crossing?
AO: Sí, el primer libro de Wendy lo hizo. Acabo de traducir un segundo libro para ella. Wendy ha escrito como 16 libros desde entonces. Traduje un segundo libro para Wendy que la editorial Melvillehouse está publicando. El primero fue a través de Amazon, y Wendy dijo: “Quiero que Achy lo haga”. Así que no hubo conflictos involucrados. Hubo un libro que quise hacer, aunque en realidad perdí a un amigo muy bueno.
GH: ¿Sin enojos?
AO: Ah no, no. Ella es excelente. Fue… ni siquiera recuerdo el título del libro en este momento, pero la traductora que lo obtuvo fue Carolina de Robertis, y ella es una excelente traductora, una escritora maravillosa, una amiga estupenda. No tuve ningún problema. Estaba muy feliz por Carolina y contenta de que ella pudiera desarrollar esta relación con Amazon. Creo que es muy fácil trabajar con Amazon. Sé que son el “imperio del mal”, pero considero que están haciendo un trabajo extraordinario con los traductores. Además, son una división que, en su mayoría, está compuesta por mujeres, casi todos los editores son mujeres. Hay un contacto humano real con ellas. Ustedes realmente hablan por teléfono. Ellos recuerdan tu cumpleaños.
GH: Bueno, ahora van a ALTA todos los años.
AO: Están muy presentes. Ellos solo han sido realmente adorables. He disfrutado cada proyecto que he tenido con ellos. Esta novela romántica fue divertida porque había mucha sexualidad explícita. [Risas]
GH: Ellos nunca están en los fragmentos que tienes que traducir para las muestras de traducción.
AO: Claro, claro. Y no había leído una novela romántica en un millón de años, así que me quedé un poco asombrada, no en shock, sino algo sorprendida al encontrar esta terminología. El vocabulario erótico de España es muy diferente del vocabulario erótico del Caribe, así que aprendí mucho.
GH: Te haría una pregunta sobre eso, pero me están dando la señal de que necesitas estar en algún lugar pronto. Tienes mucha demanda hoy. He traducido del español mexicano, ahora estoy traduciendo mucho del español cubano, pero cuando nos topamos con el lenguaje coloquial, y en este caso el lenguaje sexual, simplemente no se puede saber absolutamente todo sobre estas cosas. Así que, por ejemplo, he convertido Facebook en un lugar en el cual, si necesito saber algo sobre México, escribo: “Amigos mexicanos”.
AO: ¡Yo también lo hago! “Amigos mexicanos”
GH: O “Amigos cubanos”, y generalmente Carlos Pintado responderá o Norge. Por cierto, Norge te envía saludos.
AO: Ah, dile que también le envío mis saludos.
GH: Lo veré a él al final de este mes. Iré a La Habana.
AO: Ah, hazle llegar un fuerte abrazo de mi parte.
GH: Entonces, ¿tuviste que hacer eso con España?
AO: Un poco. Menos aún, en parte porque es el español dominante, ya que el español de España, en realidad, está todo en el maldito diccionario. Es fácil de encontrar en el contexto de la web. Simplemente conecto la frase y casualmente aparecerá. También me encuentro haciendo esto cuando estoy traduciendo del español mexicano. Realmente sufro con eso. Termino acudiendo a algunos primos que viven en México quienes, me parece, responden todo el tiempo. Están muy interesados en qué demonios estoy haciendo. Y siempre dicen: “¡Ah, prima, voy a ayudarte!” [Risas] Así que ha sido divertido.
GH: Traduje un cuento de Miguel Barnet, llamado Inmortal, y el trabajo de Miguel está siempre lleno del lenguaje coloquial, quiero decir, que su trabajo es tan antropológico como etnográfico. Entonces, este personaje es un guajiro que viene a La Habana, y se convierte en un bugarrón, pero usa la expresión: No se me muere, no se me duermen, los cochinillos en la barriga, o algo así. Yo estoy como: “Dios mío, no tengo idea de qué es lo que está pasando aquí”.
AO: Ya sabes, a veces haces eso con algunas cosas que parecen muy simples en la página. Apenas ayer, cuando estaba volando, recibí una nota de MJ Foster, quien dirige Translating Cuba, y ella estaba lidiando con un nuevo libro que se llamaba El compañero que me atiende.
GH: Ah, ¡Yo tengo ese libro! Norge está allí.
AO: Correcto, y ella me dice: “Tengo estas dos traducciones, y sé que no están funcionando. Así que ayúdame aquí”. Era una frase alucinante, muy sencilla. Una de las traducciones fue literal: “El compañero que me atiende”. La otra era un poco más afinada: “El amigo que cuida de mí”. Ambas eran incorrectas.
GH: Entonces, ¿cómo lo traducirías?
AO: Le dije, tal vez algo así como “El observador que me mira”, porque “El compañero” se usa irónicamente en esa frase.
GH: Claro, exactamente. Se usa en el sentido comunista.
AO: Sí, y “que me atiende” está claro, “en realidad no se están ocupando de mis necesidades”. “Me están espiando”. Así que conecté esto con algo que es como un “rastreador” o un “manejador”. Alguien que te mira. Entonces, fue gracioso porque ella tuvo que negociar. Traducir en Cuba es algo muy cooperativo. Es algo vinculado con lo suyo. Ella dijo, “En cada una de las historias, cada persona que tiene una traducción, y la está traduciendo de otra manera”.
GH: Entonces, ¿van a traducir todo el libro?
AO: Bueno, ella necesitaba traducir el título para poder obtenerlo, para poder negociar. Ojalá pudiera recordar ahora lo que negociaron. Pero ya sabes, la frase en sí misma, cada palabra se puede encontrar en el diccionario. Y si lo haces literalmente, no está mal, pero está mal.
GH: Bueno, voy a tratar de colar ese libro en La Habana a fin de mes, así que deséame suerte. Y sobre esa nota, tenemos que terminar. Muchas gracias.
AO: Absolutamente, gracias por recibirme.
GH: Ha sido tan maravilloso conocerte finalmente. Hemos estado cruzando caminos.
AO: Por muchos, muchos años.
GH: Buena suerte. Espero que tu escritora gane.
AO: Yo también, sin embargo, quien sea que gane será de todas maneras genial.
Traducción de Claudia Cavallín