Al Boga, que nunca fue
Al río Magdalena
lo componen doce millones de litros
de pereza áurea
que seduce las montañas
hasta su abrazo con el mar.
Su cauce espeso
alberga bajeles que fueron blancos,
bitácoras de contrabandistas alimentaron los peces,
las cargas de fusiles ahora arena nunca se supieron justicia en las
batallas del pasado.
En el fondo del río se mece lo que no fue.
Los nombres de barcos, los bogas adormilados y los caimanes apaleados
rondan las tempestades de
tierra líquida
y olvidan sus edades.
Bolsas de plástico hondean entre la arena viajera
como banderas de una victoria que celebran las corrientes.
Bancos de peces
pasan entre penumbras de oro
por esta
la colonia más terrible y hermosa del reino de los ciegos.
Sobre el cuerpo del río sin sombra
flotan reses, gasolina, contrabando, cadáveres mutilados
pero ningún turista visita el fondo de esta atracción sumergida,
nadie se sienta en sus andenes
a contar mentiras sobre su fundación.
Sus habitantes se expanden en el fondo
robándole lo que pueden al cuerpo del Río,
alimentándose con lo que perdemos día tras día.