(Confesión
El poema, el que anhelo,
al que aspiro,
es el que pueda leerse en voz alta sin que nada se oiga.
Es ese imposible el que comienzo cada vez,
es desde esa quimera
que escribo y borro.)
Amanece y callo
Amanece y
callo;
callo todo miedo, callo cualquier
presagio,
busco un alba virgen de mí,
busco el nacer de la luz,
no su alumbrarme.
Sólo al final
Las dos orillas
son siempre una, pero se sabe sólo al final,
después, después de naufragar entre ellas.
En este valle
La noche
ya se escucha grillos
y ahora es el
viento
el que aleja o arrima el temblar
de lo que se inclina.
Hoy, en este valle,
bajo esta luna,
supe que el viento no pasa,
supe que siempre está llegando.
Osadía
Ver no es abrir los ojos,
es arrojar a un lado el bastón blanco:
osar andar
sobre el saberse perdido.
VI
Hay una hendidura
en la palabra
hendidura,
un desgarro donde
cada palabra calla,
donde todo callar crea;
es lo que en el decir es aliento
no de sonido,
es donde en cada palabra
nos escuchamos revelados.
Nace el día
Nace el día
bajo un cielo despejado,
la claridad en la que todo
se muestra,
lo que hacia ella brota
y lo que su misma luz marchita.
Todo nacer pide desnudez,
como la pide el amor,
como la regala la muerte.