Rayuela – Edición conmemorativa. Julio Cortázar. Barcelona: Alfaguara/Real Academia de la Lengua/Asociación de Academias de la Lengua Española, 2019. 1,026 páginas.
A más de cincuenta años de su aparición, resulta válido preguntarse si Rayuela es una novela que ha envejecido bien; si es, en efecto, un clásico de las letras hispanoamericanas de nuestros días. Las opiniones al respecto varían de lector a lector. De hecho, hay quienes dirán que lo mejor de la obra de Julio Cortázar no está en su novela más emblemática, sino en su notable producción cuentística. Sin embargo, la decisión de la Real Academia Española y de la Asociación de Academias de la Lengua Española de incorporar este título a su exclusiva colección de ediciones conmemorativas —que incluye obras de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Augusto Roa Bastos, así como recopilaciones de Jorge Luis Borges, Rubén Darío, Pablo Neruda y Gabriela Mistral— parece sugerir que, en efecto, Rayuela es un libro canónico de nuestras letras.
Sea como fuere, lo cierto es que Rayuela marcó toda una época para la novela latinoamericana que empezaba a escribirse en los años 60. La crítica de entonces vio en ella una nueva forma de representar la realidad y, sobre todo, una nueva manera de entender el arte de la novela. Por ello, la novela de Cortázar pronto fue catalogada de muchas maneras: una gran antinovela (heredera del mejor espíritu vanguardista), un vasto collage compuesto de muchos fragmentos, una parodia del género, una historia de amor imposible, una búsqueda de la trascendencia existencial, entre muchas otras posibilidades. Muy pronto, la historia de Horacio Oliveira se convirtió en un referente obligado de la generación del Boom, pues respondía muy bien al afán experimental de ese grupo de escritores, así como a su espíritu renovador. Y es que Rayuela es una novela que, fiel a los aires de cambio de los turbulentos años 60, parece cuestionar todo: la vida, el amor, la cultura y, para ser más concretos, el acto mismo de leer; todo ello se basa en una escritura que crea libre y azarosamente una realidad alternativa, un mundo sin ataduras que propicie una búsqueda metafísica para sus protagonistas y que haga de la vida humana una aventura más llevadera y menos rutinaria. La interrogación con que se abre la novela —“¿Encontraría a la Maga?”— es en realidad una pregunta esencial, pues Oliveira y la Maga son los amantes que nunca se citan: más bien, son dos seres que juegan siempre al encuentro azaroso y también a los desencuentros, es decir, al amor y al desamor. Bien leída, Rayuela es un gran juego de improvisación y creación a la manera del jazz, ese arte tan admirado por Cortázar; una manera de narrar en la que su ágil prosa se nutre de la pulsión del momento, de flujos y reflujos, pero, sobre todo, de la búsqueda de expresión más genuina del mundo interior de sus personajes.
Ese espíritu de improvisación y de juego ya está presente en el “Tablero de dirección” de la novela. Este nos dice que “A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros”. Por ello, el autor nos propone leer su relato de varias maneras: de manera lineal hasta el capítulo 56, dejando de lado el resto del libro; o empezando nuestra lectura por el capítulo 73 y siguiendo el orden indicado al final de cada capítulo hasta llegar a la última página del libro. Esto último obligaría al lector a saltar de un lado a otro como en el juego de la rayuela. Así, con la ayuda de un “lector cómplice” dispuesto a seguir esas instrucciones, la novela tendrá muchas lecturas posibles. Sin embargo, si elegimos la segunda opción, pronto comprobaremos que el llamado último capítulo es el 131, y que este nos remitirá otra vez al 58 y este nuevamente al 131, haciendo de la lectura del texto un ejercicio infinito. Pero si Rayuela nos propone una lectura anclada en el azar, también es verdad que pone en entredicho la estructura tradicional de una novela. En principio, el relato parece tener una estructura tripartita: una primera parte intitulada “Del lado de allá”, que tiene lugar en París; la segunda, “Del lado de acá”, que se desarrolla fundamentalmente en Buenos Aires; y los llamados “Capítulos prescindibles”, cuya lectura se puede dejar de lado enteramente, según indicaciones del autor, lo que convertiría las tres partes de la novela en dos. Esta estructura sugiere la idea de un viaje; un periplo continuo e improvisado que los protagonistas reiniciarán nuevamente al terminar el viaje anterior. Todo ello, con el propósito de alcanzar el prometido “cielo” del juego de la rayuela (pero sin descartar, además, arribar al “centro absoluto” del Zen budista o la mandala hindú).
Esta nueva edición de Rayuela es, a todas luces, una edición de lujo. Y lo es por muchas razones. Para empezar, porque rescata textos de algunos compañeros de ruta de Cortázar: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Adolfo Bioy Casares, Carlos Fuentes y Sergio Ramírez. Cada uno de ellos reflexiona sobre la vida y la obra del autor argentino y la relación personal que mantuvieron con él. También se reproducen la portada original de la novela y las 699 páginas de la primera edición de junio de 1963, que apareció en Buenos Aires en la Editorial Sudamericana. Asimismo, se incluye la reproducción facsimilar del Cuaderno de bitácora de Cortázar y su respectiva transcripción. Publicado por vez primera en 1983 por Ana María Barrenechea, este nos permite ver de cerca algunos detalles del ambicioso proceso creativo emprendido por Cortázar para elaborar un texto de gran complejidad. Asimismo, Julio Ortega, Andrés Amorós, Eduardo Romano y Graciela Montaldo presentan nuevas lecturas críticas de Rayuela, mientras que María Alejandra Atadía presenta una extensa biobibliografía de Cortázar que nos ayuda a conocer en detalle su itinerario vital, así como el desarrollo de su obra hasta su muerte en 1984. El libro se cierra con una bibliografía crítica sobre Rayuela, un glosario y un extenso índice onomástico.
Los diversos documentos, datos y lecturas críticas incluidas en este grueso volumen demuestran que hay una Rayuela para cada lector. El sólo nombre de la novela ya evoca en él imágenes y sensaciones mil: la idea del viaje iniciático, la entrada en la edad adulta, el jazz, la marihuana, el exilio, la bohemia parisina, lo impredecible del amor y del sexo, la búsqueda de un equilibrio espiritual, entre muchos otros temas. Todo este vasto universo llega al lector a través un lenguaje siempre atrevido y audaz; un lenguaje propio, donde todo es un juego.
César Ferreira
University of Wisconsin-Milwaukee
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