Poeta chileno. Alejandro Zambra. Barcelona: Anagrama. 2020. 224 páginas.
Poeta chileno (2020) de Alejandro Zambra es el impresionante resultado de una incursión narratológica en el mundo de la poesía y, por extensión, en el de los poetas. Una ingeniosa idea de hacer de su contexto, su vida, su entorno, no solo una mera inspiración, sino una materia literaria en sí. Podría decirse que en obras anteriores como Bonsái (2006) el autor ya había indagado en el mundo de la metaliteratura, pero no con la fuerza y profundidad de esta nueva obra. Sin embargo, su particularidad no radica únicamente en aquel rasgo, sino en la forma en que decide abordar la imagen panorámica del poeta en Chile. Esto se debe a que, desde la adolescencia de Gonzalo Rojas, la narración se va complejizando en un enmarañado cotidiano, social y poético sobre personajes, problemas y poetas, lo que da origen a múltiples líneas independientes de narración conectadas de alguna u otra forma a lo largo de la trama. La palabra “enmarañado” es, quizás, la mejor forma de describir la manera de narrar tan particular que Zambra adopta en esta obra, que cuenta con múltiples puntos de vista y variaciones temporales que la dotan de diferentes giros y expectativas solo comprendidas en el contexto en que se instala el lector como agente activo. En cierto sentido, se presentan múltiples cordeles unidos entre sí por nudos ciegos en distintos puntos de cada uno, pero que, en el extremo de todos ellos, ofrecen una pulcra y distinguida salida.
Algo parecido a lo que sucede con la trama pasa con el contexto de la obra. El autor la ambienta en el Chile de fines del siglo XX y comienzos del XXI. La imagen social refleja certeramente el panorama nacional, con mayor énfasis en el ámbito santiaguino, donde transcurre la mayor parte de los hechos. Entre todas las referencias familiares al ambiente y la cultura pop, destaca un aspecto implícito en la novela, el carácter disfuncional de las relaciones familiares. En otras palabras, se puede observar con claridad cómo Zambra logra desarrollar la naturaleza resquebrajada del concepto de familia como una realidad para buena parte de los chilenos. Más allá de los integrantes que la conforman, la trama se empeña en mostrar los lazos rotos entre estos y la manera en que lidian con ellos.
En esta compleja propuesta narrativa se ensambla la genialidad literaria de infundir las experiencias de vida en la bandera errática y rimbombante de la poesía y de todos sus adeptos en el largo fideo de tierra que conocemos por el nombre de Chile. Por tanto, dentro de las peripecias y conflictos de los personajes, el hablante o ellos mismos entremezclan y yuxtaponen la imagen de los poetas chilenos; imagen viva, única y abrumadora que, para definirla, sin acudir al recurso novelístico del amontonamiento, diría que se trata de la fiesta de té de la liebre, el sombrerero, Alicia y el lirón; cocida con destreza al cómico y erudito escrutinio de la pobre biblioteca de don Quijote. Sería algo como conversaciones o situaciones que lindan y, a veces, deslindan de lo absurdo al hablar de la vida, la política, los ideales y, lo más importante, la poesía. Todo esto se da mientras, de ruido de fondo se nos ofrece el narrador acompañado de algunos personajes tirando y atesorando libros y autores a diestra y siniestra ¿El resultado? Un vasto y polifónico expediente de la idiosincrasia del “poeta chileno” estampado en rojo con la palabra inefable.
Respecto a la estructura, la obra se compone de cuatro grandes capítulos: “Obra temprana”, “Familiastra”, “Poetry in motion” y “Parque del recuerdo”. Si bien la trama fluye de manera lineal, los saltos entre los puntos de vista de los distintos personajes contribuyen al enmarañamiento de la novela. No obstante, este tipo de narración enrevesada con múltiples perspectivas enriquece los hechos ocurridos a lo largo del relato.
En cuanto al estilo de la novela, acertadamente, Zambra emplea el lenguaje chileno con todas sus gracias y desatinos. Sin embargo, este producto en bruto es tratado, perfeccionado y pulido por el autor. De esta forma, se conserva la esencia de la lengua, además de dotarla de una cadencia poética que solo puede salir con naturalidad de la pluma de un consolidado narrador y poeta chileno.
En fin, Poeta chileno se presenta a sí misma como una novela que se puede disfrutar en múltiples ámbitos. Desde las situaciones con tinte anecdótico capaces de arrancar más de una carcajada, pasando por la profundidad social de distintas esferas o grupos de personas, hasta las cosmovisiones de los poetas y la siempre cambiante noción de poesía.
José Manuel Tagle Vargas
Instituto de Literatura
Universidad de los Andes, Chile