Malas noticias desde La Isla. Carlos Gámez Pérez. Miami: Katakana Editores. 2018. 136 páginas.
“Temo que no son buenas las noticias desde La Isla, lo que ahora contaré”, dice la narradora en la línea de apertura en la novela Malas noticias desde La Isla de Carlos Gámez Pérez. La Isla localiza el lugar de ensueño para los inmigrantes que prevén un futuro ideal en Europa, al salir de las costas del norte de África y Medio Oriente, sus vidas en peligro a través del Mar Mediterráneo.
Pero esto no es Lampedusa, Toto.
Es el escenario en vivo de “Inmigración: El Concurso”, un reality show mórbido en el que los participantes rivalizan entre sí por el derecho a ingresar a la Tierra Prometida (Europa) y optar por la oportunidad de vivir una vida mejor. El futuro no parece muy distante y la tierra de destino es menos que un terreno promisorio. El sufrimiento, la tortura y la humillación pública constituyen el trinomio de fondo para el recorrido desde África hacia la bondad de la utopía.
Pero, en palabras de Mamasodou, uno de los cuatro participantes que llegan a la final, “Esa no fue la tierra prometida”. En el presente narrativo de la novela, Europa es un continuo de países que solían ser otra cosa. España es “el país que una vez fue España”; Alemania es “el país que una vez fue Alemania”, y así sucesivamente. Nada es lo que era pero será lo que no es. Sin embargo, es una geografía dominada no tanto por la geopolítica como por la biopolítica: los cuerpos indeseados son desechables. No necesitamos un certificado de defunción para darnos cuenta de que la utopía es un cadáver bañado por la espuma del mar en alguna orilla abandonada. Todo lo ilusorio se derrite en el aire. Los líquidos, a diferencia de los sólidos, no pueden mantener su forma, nos recuerda Zygmunt Bauman. En verdad: no fijan espacio ni tiempo de enlace. En Malas noticias desde La Isla, el nivel fáctico de la historia se mueve en espiral hacia la distopía.
Fiel a la tradición de la novela distópica filosófica y política, como El cuento de la criada, de Margaret Atwood, la imposibilidad de imaginar un futuro obliga a los personajes a mirar hacia atrás hacia un pasado ideal, un mito inconcluso y su consecuente resignificación del paraíso perdido. Bauman (de nuevo) califica ese esfuerzo ineficaz para traer la idea de un mejor pasado como una retrotopia, que es lo que, a fin de cuentas, Gámez Pérez elabora en esta historia que también posa como advertencia, ya que los propios personajes muestran signos de ideologías erosionadas e incapacidad para hacer frente a su presente. Buscan escapar. El futuro, por lo tanto, radica en las concepciones utópicas pasadas que ellos consideran como su “sueño”, donde el sueño, que simula el espacio cuando no estamos conscientes, cumple con el ideal, que es abstracto en el tiempo, y la incongruencia con el presente colapsa en tragedia.
Una mujer que trabaja como asistente de producción para el reality show funciona como el principio organizador en Malas noticias desde La Isla. Comprometida a descubrir los horrores tras bastidores en la producción, el relato en primera persona de la mujer entrelaza los testimonios de los cuatro finalistas, a saber: El Niño, las hermanas Amina y Anima, y Mamasoudou. Como artefacto, entonces, la novela se disfraza de narrativa auténtica a manera de una entrada en un blog. Los propios relatos de los concursantes imitan la reescritura de la literatura testimonial y acentúan la verosimilitud de la historia.
Al igual que Atwood se apropia de la narrativa de esclavos para enfatizar la opresión que sufre Offred, la protagonista de su novela, Gámez Pérez recurre al testimonio como una forma de oralidad para proporcionar el lado alternativo de la verdad y el orden impuesto. En el proceso, el sufrimiento se convierte en espectáculo, donde el espectáculo (en palabras de Guy Debord) no es una colección de imágenes, sino una relación social entre personas mediadas por imágenes. El espectáculo se supera a sí mismo a través de tecnologías de medios masivos como la televisión, las redes sociales y la Internet en general, y los patrones migratorios, sus verdades y peligros, están repentinamente condicionados a la normativa del entretenimiento.
El narrador principal, a través del discurso directo, recopila, transcribe y revela los testimonios de una narración virtual con la que el lector puede identificarse. De manera similar, el profesor Pieixoto y su equipo de eruditos revelan el cuento de la criada sobre la opresión y el abuso sexual al transcribir las cintas de audio grabadas por Offred. Resulta así la escritura (o la imagen escrita) en tecnología soberana, ya que Gámez Pérez trata la producción textual como el último medio de supervivencia en una realidad tecnológicamente mediada. El cuento necesita que se cuente.
Abarcando los diferentes registros de la novela, en 136 páginas, lo que finalmente logra Gámez Pérez es una novela que se basa en la narración y las repeticiones intertextuales que dotan a la novela con el efecto matrioska: una historia dentro de una historia dentro de una historia. La utopía, entonces, no solo es rechazada: se disuelve en lo que se convierte en entretenimiento para el espectador. La performance es un bien de consumo que se convierte en un fin en sí mismo. Malas noticias desde La Isla se construye así dentro de la nueva novela política iberoamericana.
Carlos Gámez Pérez, escritor y profesor, recibió el Premio Cafè Món 2012 por Artefactos (Sloper, 2012). Recientemente terminó su tesis sobre ciencia y literatura españolas en la Universidad de Miami. Con Malas noticias desde La Isla, vigoriza un género plausible, la novela distópica, en tránsito a la crónica futurista, ya que, aunque la novela está ambientada en un tiempo simulado, nos parece tan real.
Tan cercana. Y tan pavorosa.
Elidio La Torre Lagares
Universidad de Puerto Rico