Las segundas criaturas. Diego Cornejo Menacho. Columbia: La Pereza Ediciones. 2020. 262 páginas.
Las segundas criaturas es de las novelas más importantes de la literatura ecuatoriana del siglo XXI. Como toda obra que deja huella, esta novela funciona en muchos niveles como relectura de una tradición literaria. En este caso, la difícil historia de la tradición narrativa del Ecuador.
Históricamente, el escritor ecuatoriano no solo se ha sentido desplazado del canon europeo y angloamericano: la noción misma de “literatura latinoamericana” le resulta una categoría incómoda que parece no contemplarlo. En este sentido, Las segundas criaturas profundiza en los más oscuros rincones de aquella condición marginalísima al levantar un texto sobre Marcelo Chiriboga, el escritor más célebre del boom, un autor ecuatoriano inventado a manera de broma por dos conocidos novelistas de la región, Carlos Fuentes y José Donoso.
Cornejo Menacho juega con la idea de colocar a la narrativa ecuatoriana en el centro de la literatura latinoamericana, pero dicha inclusión parece poder darse únicamente en términos de una parodia, en la imagen de un escritor imposible que pertenece a una tradición invisible. Lejos de lamentar esa invisibilidad, Las segundas criaturas la utilizará como estrategia para recorrer no solo la desapercibida trayectoria de las letras ecuatorianas, sino también las tensiones que se dieron en el mismo campo cultural de la región en un momento clave de su historia: la internacionalización de la novela hispanoamericana que se da partir de los sesenta.
Si Pierre Menard (una de las metáforas por excelencia del escritor latinoamericano) copia al Quijote, Marcelo Chiriboga parece querer copiar a Pierre Menard. A diferencia de Borges, que busca en todo momento plantarse irreverentemente ante la tradición europea, Cornejo Menacho busca encarar primero la tradición latinoamericana que parece haberlo desplazado. Este proceso, no obstante, no implica una doble devaluación. Señala, más bien, una oportunidad, un movimiento que se abre a las posibilidades de la parodia, del pastiche, de la digresión. Cornejo Menacho echa mano del personaje de Fuentes y Donoso, pero al ubicarlo dentro del conflictivo territorio de la novela ecuatoriana lo resemantiza por completo.
Una de las voces de Cristóbal Nonato, de Carlos Fuentes, se refiere a Marcelo Chiriboga desde su origen marginal y despreciable. En ese deprecio (“África empieza en los Andes”) se proyecta la exaltación de una cultura mexicana más importante y más central:
Naciones subalternas […] que se han pasado pretendiendo ser primeros en todo lo que, obviamente, los mexicanos tuvimos antes: civilizaciones indias, universidades españolas, catedrales católicas, colegios pontificios, democracias dirigidas y poetas populistas.
Pero esa misma voz, que marginaliza y desprecia a Chiriboga, le reconoce un valor. En Cristóbal Nonato, va a ser Chiriboga el escritor afuereño que “fue necesario importar” para “bautizar” a la ciudad de México “que crecía tan rápido y tan vastamente que rebasaba la capacidad nominativa de sus propios habitantes”.
En la novela de Cornejo Menacho, su protagonista se preocupa también por denostar (o, en ocasiones, disimular) su origen: “Si soy ecuatoriano tengo que ser de mierda, ¿no?”. Aquel desplazamiento extremo, no obstante, le otorga una curiosa forma de mirar. La insignificancia del lugar donde se ubica a Chiriboga sirve a la vez para poder decir cosas. Tal vez, como afirma él mismo, Fuentes y Donoso “necesitaban que yo existiera para expresar lo que no podían decir por su propia boca”.
El protagonista de Las segundas criaturas sugiere que para el chileno y el mexicano era necesario crear un autor que perteneciera a una tradición olvidada. Inventarse un escritor del boom que fuera mexicano, argentino, peruano, chileno, colombiano o inclusive cubano o uruguayo podría haber tenido demasiado ruido y prestarse a múltiples malentendidos. Un ecuatoriano, en cambio, borraba cualquier referente reconocible y desterraba la posibilidad de ver en él algún rastro de un personaje real. En cierto sentido, era un dispositivo que limitaba la lectura alegórica y les permitía leer la complejidad del fenómeno del boom de otra manera.
En El jardín de al lado, José Donoso utilizará al personaje de Chiriboga en un sentido parecido: es el elemento que utilizará para cuestionar al grupo. En la novela, Chiriboga es el autor más grande de todos ellos y contra él arremeterá el narrador amargamente. Chiriboga representa todo lo que ese narrador detesta, pero se siente forzado a hacerlo para triunfar: novelas totales, tonos “mayores”, grandes alegorías de América Latina. La voz narrativa no puede evitar desarrollar una escritura de tono menor, personal, opuesta a las metáforas regionales de sus colegas del boom (hacia el final de la novela, descubrimos que en realidad es su esposa la verdadera narradora de la historia).
Donoso sin duda se identificaba con el protagonista de su novela. Entre otras cosas, porque proyectaba la complicada condición fronteriza en la que él mismo se ubicaba frente al boom y porque asumía aquel tono íntimo que el autor chileno persiguió en varias de sus obras. Ello llevó quizás a que su hija Pilar llegara a declarar que aquella narradora/narrador era el verdadero alter ego de su padre.
Las segundas criaturas no puede leerse desoyendo las voces de esas novelas. Si Donoso y Fuentes, al colocar a Chiriboga dentro de una literatura olvidada y ajena (la ecuatoriana), evitaron la confusión y la suspicacia que sus observaciones con respecto al boom pudiesen despertar, lo que hace Cornejo al retomarlo es trabajar en un terreno que le es propio y explorarlo. Si el mexicano y el chileno querían evitar el peligro de una lectura alegórica sobre alguien, Cornejo Menacho va a asumir a plenitud la alegoría como un lugar no problemático para un nadie.
La figura de Chiriboga complica también la idea de una literatura latinoamericana como un todo: la fragmenta en compartimentos que proyectan un campo tan dividido como jerarquizado. Y es interesante que Chiriboga se ubique justamente en la etapa de la historia literaria latinoamericana en que esas jerarquizaciones se volvieron particularmente agudas. El personaje de Chiriboga es paradójico porque, aunque se encuentra dentro de la nueva aristocracia de escritores latinoamericanos, pertenece a una de las tradiciones nacionales olvidadas por la “modernización” de las letras hispanoamericanas de las que hablaba Octavio Paz.
Pocas novelas como Las segundas criaturas se han aproximado mejor a aquellos márgenes literarios que empezaron a multiplicarse desde mediados de siglo en América Latina, aquel fenómeno que dejó un reguero de pobres diablos que se trasladaron a París o a Barcelona con la ilusión de transformarse en Cortázar o García Márquez y terminaron convertidos en Julio Méndez, Ulises Lima o Arturo Belano. La novela de Cornejo Menacho pertenece a aquella genealogía de novelas que se han encargado de deconstruir aquel momento, pero también de hurgar en lo que se escondía detrás de lo que ese momento dejaba de lado, en desmontar los falsos mitos que se vendieron y en relativizar los valores de lo que se entendía por literatura latinoamericana en aquella época. Donoso, Bolaño, Cornejo Menacho son referentes clave, en ese sentido, para releer el siglo XX hispanoamericano de otra manera.
No está de más decir que La Pereza Ediciones, desde Estados Unidos, merece todos los elogios por apostar y arriesgarse con autores y obras que, como Las segundas criaturas, pertenecen a un circuito de novelas importantes que no suelen moverse por los canales comunes de distribución del mercado editorial en América Latina.
Carlos Burgos Jara
University of San Diego